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Giniro to aka (no sora) por HarukaChiba

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Notas del fanfic:

Paleta de colores 1: http://78.media.tumblr.com/657a8e9abc21180a93be6526159063fa/tumblr_inline_p1sy76aVxf1sn19s4_500.jpg

Paleta de colores 2: http://78.media.tumblr.com/b646e45d112bbad5e7d82dc31248f371/tumblr_inline_p1sxaqcKOq1sn19s4_500.jpg

Elemento 18: Argón

Era una noche lluviosa, las gotas de lluvia entraban en mis ojos dejándome ciego momentáneamente. Las millones de luces de la ciudad tampoco ayudaban mucho a saber dónde me encontraba. Luces de neón por todas partes, de edificios de karaoke, de restaurantes, tiendas de videojuegos, me confundían, hacían que mi cabeza diese vueltas sin control. Fuerte lluvia cayendo sobre mi cabeza, sin descanso, dificultándome la capacidad de movimiento.

Y es que yo necesitaba moverme, moverme lo más rápido posible, correr, huir. Tenía que esconderme en algún lugar lo antes posible. No podía pararme ni un solo segundo, y es que si me paraba, tan solo eso, un segundo, estaba muerto. Me perseguían, me estaban dando caza, por algo que ni yo mismo comprendía.

No recordaba qué era lo que había hecho para acabar en aquella situación, no lograba a penas recordar qué había hecho en los últimos siete días. La última semana de mi vida había sucedido tan de repente y de forma tan confusa que los recuerdos estaban borrosos, como si otra persona que no era yo los hubiera vivido. Como si todo hubiera sido un sueño.

Solo sabía que debía huir, escapar a un lugar seguro. No solo era el hecho de que unos hombres me estuvieran persiguiendo por toda la ciudad, mi propio instinto me decía que no podía quedarme. Nunca más. Pues si lo hacía, moriría. Me matarían y nadie, nunca más, se acordaría de mí, mi existencia desaparecería por completo de la mente de las personas que me habían conocido. Aquellos hombres que me perseguían tenían ese poder. No entendía cómo funcionaba, cómo lograban hacer desaparecer la existencia de una persona por completo, pero sabía que podían hacerlo. Es más, les había visto hacerlo. Muchas veces.

No quería que eso me ocurriese a mí también. Era tan solo el pensarlo y…

Seguí corriendo, con todas las fuerzas que me quedaban. Pero a medida que los segundos iban pasando, el cansancio que sentía se hizo mayor, y mayor, y mayor. El costado comenzaba a dolerme por el esfuerzo. La vista se me nubló por completo. Cada vez me costaba más mantener una respiración normal. El cuerpo no me respondía.

Si tan solo pudiera aguantar una manzana más, solo un poco más y conseguiría estar a salvo… solo una manzana, solo eso… y cuando ya creía haberlo conseguido, vi como mi cuerpo caía a cámara lenta al suelo mojado de la ciudad. Y antes de chocar contra la fría acera, antes de perder el conocimiento, pensé en él. Su nombre fue mi último pensamiento, lo último en lo que pensé fue en su serio rostro, en su pelo… en él… en el hombre por el que me encontraba en aquella situación, y es que si no lo hubiera conocido nada de esto habría pasado…

 

Kei…

 

Kei…

 

 

 

Abrí los ojos poco a poco. El suelo estaba tan duro como lo recordaba, la cabeza me daba vueltas. Estaba tumbado boca arriba, mirando hacia el cielo. Esperé ver todavía las luces de la ciudad, esperé a que el exceso de luminosidad me cegara, pero aquello no ocurrió, pues encima de mí no había ni rastro del cielo. Ya no me encontraba en la calle. Y lo primero que vi fueron las manchas de humedad que adornaban un oscuro techo.

Me incorporé, haciendo que la cabeza me diera vueltas una vez más, conseguí enfocar la vista y reconocer a la persona que estaba más cerca de mí, justo en frente. Aunque sabía quién era, mi cerebro había bloqueado su nombre de mi memoria. Por mucho que intenté recordar su nombre, no podía hacerlo.

Desvié mi mirada de su rostro y observé a mi alrededor. De algún modo había vuelto al mismo lugar de siempre. No entendía cómo había ocurrido aquello pero había regresado a la casilla de salida.

Espera… ¿la casilla de salida? ¿Qué significaba la casilla de salida? ¿Cómo podía haber regresado al lugar del que había escapado momentos antes, si aquel lugar ya no existía en el mundo? ¿Cómo podía él estar situado enfrente de mí, si aquella persona había desaparecido de la faz de la tierra, si él ya no podía existir en la mente de los demás?

-Veo que ya te has despertado -

Le miré de nuevo. Mi estómago dio un vuelco dentro de mí al notar su inexpresiva mirada recorrerme por completo.

 

Entonces recordé, recordé que aquel había sido el primer día en el que me había encontrado con él. No el último.

Su semblante tranquilo, despreocupado, como si nada de lo que ocurría fuese con él, me recordó a aquellos primeros días. A cómo me había acogido entre su grupo, cómo  me había protegido, y es que yo había llegado a donde él se encontraba huyendo de mis captores. Toda mi vida había sido un esclavo y, huyendo de un destino mucho peor del que he acabado teniendo, había terminado por desmayarme exhausto en el territorio de una de las bandas más peligrosas de la ciudad, e incluso del país, de la cual, él era el líder. A pesar de su apariencia, a pesar de su edad.

Me había acogido entre su grupo y, aunque en un principio le había costado reaccionar a mi presencia, había acabado convirtiéndome en su hombre de más confianza, por encima de otros que llevaban más tiempo con él, había terminado por nombrarme su mano derecha.

Pero aquello no había acabado así.

No, nuestra relación fue creciendo cada vez más.

Nos hicimos cada vez más íntimos hasta que un día…

 

Después de una de nuestras típicas reuniones de grupo, en las que hablábamos sobre lo que deberíamos hacer a continuación para seguir en control de nuestro territorio, él y yo nos quedamos a solas en la habitación que hacía de sala de reuniones.

Él paseaba por el cuarto, pensando. Yo seguía sentado, apoyado sobre el respaldo de la silla, esperando.

Se paró de inmediato y para cuando quise darme cuenta había pegado su cuerpo al mío, llevado sus labios a mi oído y había susurrado algo. No entendí qué era lo que me había dicho, pero un escalofrío me recorrió por completo, al notar su cálido aliento chocar contra mi oreja. Me había quedado paralizado. No pude moverme. Tampoco era como si quisiera hacerlo. Entonces, repentinamente, me abrazó por detrás. Yo seguí sin reaccionar.

Sentí cómo tiraba a continuación de la silla en la que yo me encontraba, haciéndola girar sobre sí misma, para poder quedarnos frente a frente.

Poco a poco él acercó su rostro al mío, sus labios casi rozaban los míos, cuando volvió a echarme el aliento, aunque en este momento en una parte diferente a mi cuerpo. Sus ojos miraban a los míos. Sonrió a penas sin ganas. Ninguno de los dos reaccionó durante unos momentos. Ninguno de los dos queríamos romper aquella situación en la que nos encontrábamos.

Ni siquiera cuando me besó lentamente apartó su mirada de la mía.

 

Y fue entonces cuando me di cuenta de que no importaba el número de oportunidades que me diera la vida, no importaba las veces que aquella situación se repitiera, cometería los mismos errores, uno tras otro. Ni tan siquiera intentaría cambiar el más mínimo detalle. Me quedaría a su lado por siempre. Moriría por protegerle.

Me quedaría con él, hasta el final. 


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