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Hanahaki desease por adanhel

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Notas del fanfic:

El fic está terminado, pero el segundo capítulo lo subiré hasta el 14 de marzo, el Día Blanco, para que sea una adecuada continuación a hoy que es San Valentín.

Espero les guste.

Lo esperaba. Sabría qué pasaría desde que volvió a verlo en la reunión de exorcistas. La mansión repleta, todo el mundo presente, incluso Natsume. Y fue al verlo en su compañía que lo sintió. Que comprendió al fin. Seiji, tan cerca de él, arrinconándolo, diciéndole algo en un susurro que no pudo escuchar y que le arrebató el color de la cara al jovencito, que negó asustado.

Seguro le propuso unirse a él, como muchos años antes también le pidiera…

La punzada de celos lo atravesó al mismo tiempo que la de dolor y la consternación, la culpa y el remordimiento no lo dejaron hablar, llamarlo mientras lo veía alejarse, su negro cabello ondeando sobre su espalda elegante mientras se perdía en la oscuridad del pasillo y Natsume corría en dirección al salón, seguido por su gato.

Ahora tosía. No habían pasado más que un par de semanas, pero la enfermedad progresaba rápido, y más que por el dolor físico, la sensación de ahogo venía de sus sentimientos tantos, tan fuertes, nuevos unos, dejados de reprimir otros, la mayoría…y la certeza de que hiciera lo que hiciera, no podría evitarlo. No lo merecía.

A veces lo culpaba a él, a Seiji, por nunca haber abandonado esa sonrisa enigmática al hablar con él, por burlarse al mismo tiempo que lo aconsejaba, por rogarle pero nunca haberle prestado importancia a sus negativas, pero luego se decía que la culpa, toda la culpa, era suya. Seiji lo buscó tanto, Seiji, que lo llamaba por su nombre, que insistía en que solo le dijera por el suyo… y él lo había rechazado, negándose a pensar en que había detrás de sus palabras hasta que fue demasiado tarde, ignorándolo aun después de hacerlo.

Si algo sintió Seiji por él, lo mató con sus propias manos. Con sus desprecios injustificados, con su orgullo herido.

No lo había amado, pero si a la sombra de su amor distante, de su admiración… y tal vez, se decía, de lo que él sintió solo quedaban los rastros, iguales a la luz de una estrella, brillando en sus recuerdos, persiguiéndolo, pero muerto hacía mucho tiempo.

Por eso no podía ir con él y pedirle perdón, que lo amará de nuevo. Ofrecerle algo que ya le había negado, y más cuando podría parecer que era por temor a morir que lo hacía. ¡Qué horror que su amor terminara así! Que creyera que lo hacía por su propio bien y no por que se al fin se daba cuenta de que siempre estuvo ahí, y a diferencia de él, no podía superarlo.

*

Una semana después todo se salió de control. Un ataque de tos en el set, pétalos de cerezo tintos en sangre cayendo en su mano, las cámaras grabando todo, los reporteros abalanzándose como fantasmas hambrientos sobre él, intentando saber el nombre de quien podría matar de amor a Natori Suuichi para hacer su vida miserable luego de llenarse los bolsillos con su historia, hurgando en sus vidas privadas hasta exponerlos por completo…

Por fortuna tenía una doble vida, era rico y sabía desaparecer.

Querer terminar su última grabación fue un error, pues también quería mantener en secreto la enfermedad, rápida, mortal, que acabaría con su vida en poco tiempo, y no solo de sus fans sino de su familia, mucho peor que cualquier reportero, y que en cuanto apareció en la mansión principal del clan le recriminó por su estupidez, por no saber dominar sus emociones, por no ser un digno heredero aun cuando fue él mismo quien levantó a la familia del oprobio.

Fue a su habitación entre reproches y recogió algunas de sus posesiones más valiosas, cuidadosamente empacadas por su nana, la única persona en esa casa que se había preocupado por él, y se alejó. No lo necesitaba. No los quería. Hacía mucho había entendido eso, y que fueron ellos los primeros en sentirlo, no él.

Una cosa más que había envidiado de Seiji. Una cosa más por la que no se atrevió a pensar en aceptarlo. No quería su lástima.

Ahora solo debía esperar, guardar un poco de poder, y cuando sintiera que llegaba su hora, cuando aún pudiera murmurar su nombre al viento, llamarlo. Rogar que fuera a su lado y decirle lo que sentía. Egoísta hasta el último instante.

*

El tiempo trascurría despacio cuando uno era tan consciente de él. Cuando cada minuto era una agonía. Dolor merecido. Ni siquiera le alegraba pensar que haber despreciado a Seiji siendo más jóvenes le había evitado pasar por lo que él, pues se decía que de haberlo visto enfermar, así fuera un poco, él se habría ablandado y lo habría correspondido.

Habría hecho lo que fuera necesario para que no muriera por su causa.

Respiró pesadamente. Cada vez era más difícil, más doloroso, y miró a sus shikis de pie en el fondo de la habitación, velando, aunque ya los había liberado.

-¿Está seguro de esto, amo?

-¿Por qué no intenta hablar con Matoba sama?

-¿No hay algún otro modo de salvarlo?

Le preguntaron cuando no pudieron dar con ningún remedio sobrenatural, sufriendo ellas también por que las dejaría. Volverían a estar solas. Pero si lo había.

Medicinas de dudosa procedencia que lo ralentizaban, si solo fuera tiempo lo que quisiera, pero era dulce que ellas creyeran que de hablar con él, Seiji se ablandaría, perdonaría sus ofensas. Él era duro, fuerte, todo lo que su familia habría querido para su sucesor del clan, si tan solo lo hubieran tratado como a uno, aunque era su derecho.

Y no podía ofenderlo de nuevo, sabiendo lo que hacía, creyendo que se conformaría con tenerlo ahora que no tenía opción.

Solo quería despedirse con gracia de él. Decirle lo imbécil que fue. Lo mucho que lo amó esas semanas, sabiendo que lo hacía. Lo que lo disfrutó, aunque su amor lo matará, pues no era su culpa, y así lo hubiera sido, estaba seguro de que lo habría hecho.

Por eso la única opción viable, definitiva, no lo era en realidad. Sacarse esos sentimientos del pecho, literalmente, las flores que lo ahogaban, enraizando en él, robándole el aliento que solo Seiji debía haberle quitado… ¿Qué era una vida sin amor? ¿De que serviría existir siendo un cascaron vacío, que no pudiera amar de nuevo, que no pudiera siquiera recordar lo que había sido amar a alguien tan intensa, maravillosamente?

Además era peligroso. Alguien con su poder espiritual, sin un corazón honesto como brújula… el mal que podría causar sería terrible, y aunque llegó a fantasear con verse asesinado por él en ese escenario sería inútil, pues sin sentir, no tendría ni la satisfacción de haberse destruido, y a otros con él, con tal de caer por sus manos.

-Seiji, te amo.

Las alucinaciones se volvían frecuentes y lo veía, hablaba con él, Seiji le sonreía… Pero nunca lo tocaba. Ese día era diferente.

-Lo sé.

La mano delicada limpió la comisura de sus labios, donde la sangre escurría. A su alrededor, flores y pétalos teñidos de rojo se apilaban, tan hermosos.

-Tardaste mucho en venir…

¿Cuándo había mandado ese trozo de papel mensajero? ¿Lo había hecho siquiera?

-Tardaste mucho en llamarme, Suuichi san.

-Perdón. Por todo.

-Es muy tarde.

-Te amo…

-Palabras…

-No solo eso…-hablar era un esfuerzo enorme.-Sabes que no.

Claro que lo sabía. Estaba agonizando, de amor por él. Pero era tarde.

-Me muero.

-Tú culpa.

Suuichi asintió y Seiji sintió que dentro de él algo se derrumbaba. Había deseado tanto que lo llamara antes, y no el deseo insatisfecho de años, sino de cuando enfermo. De cuando comenzó a toser, antes de que esos estúpidos reporteros lo hicieran ocultarse. Que lo llamará para presentarse ante él, y altivo, con la frente en alto, mientras él clamaba su perdón, erguirse delante y decirle que nunca. Que era tarde. Que las horas que pasan no vuelven más.

Pero no lo hizo. Orgulloso hasta el final. Viviendo según sus términos, sin someterse nadie. Al menos lo pudo ver una última vez. Escuchar de sus labios esas palabras que en otros tiempos eran todo lo que deseo oír, que lo habrían vuelto la persona más feliz del mundo.

-Solo quería que lo supieras.

Las palabras entrecortadas, jadeantes, la palidez de su piel, el temblor de su mano al acercarla y tocarle la mejilla… el fin estaba cerca y no rehuyó su contacto. Se sentó en su cabecera y apoyó su cabeza sobre sus muslos, mirándolo largamente antes de responder.

-Tú eras el único que no lo sabía.

-Fui un estúpido…

-Lo sigues siendo.-le contestó, pensando si valía la pena.- Morirás siéndolo.

Moriría por serlo, más bien. Si lo hubiera llamado antes…

-Moriré por ti. Moriría por ti.

-No tenías que hacerlo.

No. No valía la pena. Unos momentos de orgullo, arrepentimiento que vendría después, peor que el que ya se avecinaba… y después de todo, ya era irremediable. Mejor tener un breve momento de dicha.

-Podías haber vivido por mí. Podías haber dejado que te amará…

-Es muy tarde.

Nuevas flores, regadas sobre sus rodillas. Sangre manchando su ropa. Una mirada que ahondo en su alma, tratando de adivinar.

-Solo pregunta… -murmuró sin darse cuenta, apretándolo contra sí.

-¿Me amas?

La pregunta llego tan tarde que temía responderla.

-Sí.

Más que a su vida. Más de lo que las palabras podían expresar.

-Seiji…-lo hacía tan feliz oírlo.

Pero Seiji no lo dejo decir más. Un beso, el primero y último que compartirían, su aliento agotándose entre sus labios después de decir su nombre. El silencio, roto hasta que un acceso de tos lo hizo estremecer sin dejar de abrazarlo, sin limpiarse las lágrimas que mojaban sus mejillas, sin ocuparse de la sangre que mancho la mejilla de su amado al escurrir entre sus dedos, que estrujaban los pétalos de cerezo que había escupido.

La despedida había sido tan dura, pero la separación sería breve.

La enfermedad, contra la que tantos años había estado luchando, no podría con él. No lo había hecho hasta entonces, ayudado por su poder espiritual más que por las medicinas, pues gente como ellos, con sus facultades, o se consumían más rápido que un humano normal o resistían lo indecible, muriendo de amor despacio, en silencio, esperando el momento.

Y el suyo llegaría pronto, pero no serían las flores, que desde hacía unos días escupía. Sería su ausencia, el dolor de perderlo. El destino nefasto que no los dejó decirse lo que sentían. Que no les permitió estar juntos. Las malas decisiones que ambos tomaron.

Pero no más. Se quedaría a su lado y esperaría un poco antes de poderse reunir con él, donde ya nadie podría sepáralos. Donde no habría más flores entre ellos.

 

 

 Continuará...

Notas finales:

¡Nos vemos!


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