Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

San Valentín en la escuela Grand Line por tashigi94

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

One Piece y todos sus personajes son propiedad de Eiichiro Oda. Escrito sin ánimo de lucro, por y para fans.

Notas del capitulo:

Nota: Los personajes son en su mayoría niños.

Cuando Sanji regresó aquella tarde de la escuela abrió la puerta de casa muy, muy despacito. Se quitó los zapatos y andó de puntillas mientras se mordía el labio concentrándose en hacer el menor ruido posible. Sabía que sus hermanos se habían ido a su entrenamiento de fútbol así que no podrían molestarlo en un buen rato, pero su padre seguramente estaría en casa y no aprobaría lo que iba a hacer.


Se detuvo al llegar a la cocina y se quedó unos segundos admirándola desde el umbral de la puerta. Era sin duda su lugar favorito de la casa, era tan grande y bien equipada que sería el paraíso de cualquier cocinero. Pero antes de poder entrar en ella vio el reflejo de una enorme sombra tras él.


El niño tragó saliva, asustado. Se giró muy lentamente temiendo la reprimenda que se iba a llevar.


— ¿Otra vez ibas a cocinar? - dijo su padre con su gesto más autoritario.


Sanji bajó la vista y empezó a temblar ligeramente.


— Lo s-siento p-papá, yo solo q-quería... - tartamudeó mientras retorcía nerviosamente su delantal blanco.


— ¡Cocinar es vergonzoso! ¡Deshonras a la familia! - rugió Judge — ¡¿Cuántas veces te lo he dicho?! ¡Es una actividad para la servidumbre, no para alguien de nuestra posición!


Sanji aguantaba los gritos y desprecios de su padre con lágrimas asomando en sus ojos. Su progenitor nunca le había mostrado mucho afecto, y desde la muerte de su esposa hacía un par de años se había vuelto aún más irascible y más cruel con él.


— Adelante, ponte a cocinar si es lo que deseas. Eres un caso perdido, la vergüenza de la familia – dijo Judge con desprecio antes de irse.


Sanji se enjuagó las lágrimas en su pequeño delantal. Le dolían las palabras de su padre, pero se consoló pensando que al menos le había dado permiso para cocinar.


…............................................................................................................................................................


Reiju se encontraba en su habitación, leyendo su manga favorito recostada en la cama cuando su padre la sorprendió abriendo la puerta.


— ¡Sanji está cocinando otra vez! - gritó Judge.


— ¿Y qué quieres que haga yo? - contestó Reiju tranquilamente sin despegar los ojos de su lectura.


— Quiero que lo ayudes – dijo el mayor provocando que la pelirrosa alzase la vista asombrada — Solo vigila que no se queme o algo por el estilo. Si necesita más ingredientes dile que puede coger los del almacén. ¡Ah! ¡Y no dejes que utilice los cuchillos grandes, la última vez casi se corta un dedo!


Tras decir aquellas instrucciones Judge cerró de un portazo y se marchó sin esperar respuesta de su hija. Reiju rodó los ojos; su padre tenía una forma muy extraña de mostrar su afecto por Sanji. Jamás tenía la más mínima muestra de amabilidad con él, de hecho lo trataba cada vez peor, sin embargo siempre insistía a Reiju que cuidase de él.


Así que la chica guardó su manga en los estantes cuidadosamente ordenados y se dispuso a buscar a su hermanito.


 


Al entrar en la cocina su primera impresión fue que por allí había pasado un huracán. Por todas partes había restos de alimentos, cubiertos sucios y platos rotos. El suelo estaba pegajoso, las paredes manchadas y por el techo ascendían pequeñas nubes de humo negro. Y en medio de todo ese caos estaba Sanji, amasando unos dulces. Su ropa blanca estaba totalmente salpicada de chocolate.


La pelirrosa abrió la ventana para ventilar la habitación y eliminar el desagradable olor a quemado. Se fijó en que las cortinas estaban un poco chamuscadas.


— ¿Qué estás preparando? - preguntó a su hermano.


— Galletas de chocolate – respondió el rubio mientras metía las masas en el horno — La profesora Robin dijo que mañana celebraremos San Valentín en la escuela.


Reiju asintió, tomando nota mentalmente de que debía comprar algún regalo para Pudding.


— ¿Y a quién vas a regalar esas galletas? - preguntó con curiosidad.


— Pues esta es para Nami-swan, esta para Vivi-chan, para la maestra Robin, la maestra Violet, Rebecca, Tashigi, Bonney... - iba señalando las galletas mientras recitaba un sinfín de nombres femeninos, hasta que su hermana le dio un capón en la cabeza — ¡Auch! ¿Por qué me pegas? - dijo frotándose el golpe.


— ¿Eres tonto? ¡No puedes regalárselas a todo el mundo! - contestó la chica mientras se sentaba sobre la única mesa limpia cruzando las piernas — Puedes hacer regalos a tus amigas cualquier otro día, pero San Valentín es una fecha especial. Solo puedes hacer regalos a una persona realmente especial.


— ¿Una persona especial? – repitió el rubio algo confundido.


— Sí, alguien de quien estés enamorado – afirmó Reiju.


Sanji se quedó unos segundos pensativo. A sus 8 años no se había planteado nunca el estar enamorado de alguien, y a decir verdad tampoco entendía muy bien que significaba eso del amor.


— Cuando estás enamorado... - comenzó a explicarle Reiju — …Piensas en esa persona todo el tiempo. Siempre quieres estar a su lado y llamar su atención. Te alegra verla feliz, y sufres si está triste. Y aunque peleéis, no puedes estar mucho tiempo enfadado. ¿Hay alguien por quien sientas todo eso?


— El marimo – contestó Sanji sin pensarlo dos veces. Se tapó la boca en cuanto se dio cuenta de lo que había dicho y se sonrojó hasta las orejas, provocando que Reiju se riera suavemente.


Pero era cierto. Si el amor era lo que había dicho su hermana (y debía ser así, porque su hermana era muy lista y madura para su edad) quien mejor encajaba en esa descripción era Roronoa Zoro, un niño de su grupo de amigos al que él solía llamar “marimo” por su peculiar color de cabello.


Todo le recordaba a él: la hierba verde del parque, las competiciones de kendo que transmitían a veces en la televisión, los onigiris que tanto le gustaban... Además siempre quería estar cerca de él y solía ponerle todo tipo de motes para llamar su atención. Le gustaba mucho verle sonreír, aunque eso sucedía poco ya que Zoro era un niño muy serio. Sufría si le veía triste, aunque tampoco expresaba mucho esa emoción, solo le había visto llorar en el funeral de su prima Kuina. En cuanto a las peleas, ellos estaban siempre discutiendo, pero en el fondo no eran más que bromas y juegos de niños.


— Espero que le gusten mis galletas – dijo Sanji sonriendo ilusionado mientras las sacaba del horno con cuidado.


— Seguro que le encantarán – lo animó Reiju.


Entonces escucharon unas fuertes carcajadas desde la entrada de la cocina. Ichiji, Yonji y Niji acababan de llegar y venían con ganas de molestar a su hermano, que palideció nada más verlos.


— ¿Qué estás cocinando esta vez, fracasado? - dijo el pelirrojo con desprecio mientras entraba a la habitación seguido de los otros dos niños.


— Son ga-galletas d-de chocolate... - respondió Sanji con la voz temblorosa.


Sus hermanos miraron la bandeja de dulces con una mueca de asco. Cada uno cogió una galleta y se la comió, ignorando las quejas de Sanji.


— ¡Qué asco! ¡Está quemada! - dijo Ichiji escupiéndola.


— En cambio esta se ha quedado demasiado cruda – añadió Yonji sacando la lengua.


— ¡Puaj! ¡A esta le has puesto sal en vez de azúcar! ¡Qué asco! - exclamó Niji — ¡Lo mejor será tirarlas todas a la basura! - dijo agarrando la bandeja de galletas.


— ¡No! ¡No puedes hacer eso! - protestó Sanji quitándole la bandeja justo a tiempo — ¡Son un regalo de San Valentín para Zoro!


Sus hermanos se quedaron unos segundos mirándole en silencio y después estallaron en carcajadas de nuevo.


— ¡Él nunca se comerá esas galletas tan repugnantes!


— ¡Se pondrá enfermo si da un solo bocado a esta porquería!


— ¡Eres tan inútil que ni siquiera sirves para cocinar!


Continuaron burlándose de él hasta que Reiju intervino para pedirles que se fueran, dejando a Sanji solo en la cocina con los ojos empañados de lágrimas.


Sabía que sus hermanos tenían razón. Aún no tenía mucha práctica en la cocina y las galletas no estaban demasiado buenas. A pesar de eso estaba decidido a entregárselas a Zoro. Había puesto todo su esfuerzo y cariño en ellas y esperaba que el joven peliverde las valorase.


…............................................................................................................................................................


Tras las primeras clases de la mañana, los profesores habían decidido dar unas horas libres a los niños para que disfrutasen de aquel día de San Valentín.


Todo el patio de la escuela había sido decorado con dibujos de corazones, flores y frases de amor. Nami pensaba que todo eso era demasiado cursi, aunque cambió de opinión cuando Vivi le entregó una carta llena de esos bonitos mensajes.


Usopp y Kaya estaban sentados en un rincón mientras el narigudo le contaba alguna de sus historias; Sabo se sonrojó cuando regaló unas bellas flores a Koala y ella le agradeció con un beso en la mejilla; Ace estaba haciendo un dibujo para su profesor Marco; Bonney y Drake paseaban tomados de la mano; y Kid y Killer planeaban a qué pareja podían ir a molestar primero.


Hancock regalaba montones de dulces a Luffy y éste se los comía con gusto, aunque no dejaba de mirar de reojo al chico nuevo y solitario que leía en un rincón, aquel con un nombre tan complicado... ¿Torao? Sí, algo así era.


Robin, la maestra de historia, observaba a las jóvenes parejitas con una dulce sonrisa en los labios. En sus manos sostenía el súuuupeeer ramo de rosas que le había regalado su novio.


También los profesores disfrutaban de aquel romántico día: Brook, el anciano profesor de música, tocaba una canción para su esposa Kureha; Mihawk se relamía pensando en la cena romántica que había conseguido con aquel sexy pelirrojo; Smoker por fin se había atrevido a pedirle matrimonio a Hina; Doflamingo y Crocodile llevaban ya casi 2 horas encerrados en su despacho.


Y en medio de tantas parejas felices, Sanji buscaba a Zoro. En sus manitas sostenía una caja decorada con un lazo verde, ahí guardaba los dulces que había preparado el día anterior.


Encontró al peliverde en el gimnasio escolar, donde solía pasar sus ratos libres. Estaba entrenando con una espada de madera atacando a unos enemigos imaginarios.


Sanji se acercó hasta él sintiendo que su corazón se aceleraba. Escondía la caja de galletas tras su espalda.


— ¿Sabes qué día es hoy? - preguntó el rubio con una pequeña sonrisa.


— Miércoles – respondió Zoro secamente, sin interrumpir su entrenamiento.


Sanji gruñó por lo bajo haciendo un puchero, pero se esforzó por mantener el buen humor con el que había llegado.


— Hoy es San Valentín – afirmó esperando alguna reacción del peliverde.


— Oh, es verdad... Ese estúpido y ridículo día... - dijo Zoro con indiferencia mientras se tumbaba en el suelo para hacer algunos abdominales.


Sanji sintió como si todo el peso del mundo cayese sobre su delgado cuerpo. Le pareció que la caja de galletas que seguía escondiendo tras él pesaba muchísimo más.


— Se supone que es un día especial... Para compartirlo con la persona a la que quieres... - dijo tímidamente.


— ¡Tonterías! - replicó el peliverde continuando con sus ejercicios — Solo es un día más. Para mí no significa nada. ¿No crees que todas esas parejas de allá afuera son demasiado cursis y ridículas?


El rubio bajó la vista al suelo. Su cuerpo tembló ligeramente y por primera vez en su vida sintió que de verdad odiaba a ese estúpido marimo.


— Eres... - murmuró apretando los dientes mientras sus ojos se humedecían — ¡ERES UN MARIMO TONTO! - gritó con todas sus fuerzas.


Y se fue corriendo a toda prisa de allí, dejando a Zoro solo y confundido, sin comprender nada de lo que había pasado.


Sanji tiró la caja de galletas en la primera papelera que encontró. No quiso hablar con nadie más en todo el día. Cuando regresó a su casa estaba tan abatido que ni siquiera prestó atención a los típicos comentarios despectivos que le dedicaron su padre y hermanos. Se encerró en su habitación y lloró amargamente hasta quedarse dormido. Si el amor era así de doloroso, habría preferido no descubrirlo nunca.


…............................................................................................................................................................


Era ya casi de noche cuando Zoro regresó de su entrenamiento de kendo. Estaba un poco molesto consigo mismo porque no había podido concentrarse bien, ya que había estado todo el tiempo pensando en Sanji y aquella extraña reacción suya. No le sorprendía que le llamase “marimo tonto”, al fin y al cabo se decían cosas así y mucho peores a diario, pero esta vez había sido diferente... Era como si el rubio estuviese realmente enfadado, o triste ¿quizá las dos cosas? Zoro no entendía nada...


Estaba ya a punto de llegar a su casa cuando de repente se encontró con unos niños. Eran los cuatrillizos Vinsmoke (a excepción de Sanji) que lo esperaban en el camino, ocultos en la oscuridad. Parecían tres sombras de colores.


— Roronoa – saludó Ichiji fríamente — ¡Dime una buena razón para que no te demos una paliza ahora mismo!


— ¡¿Qué?! - replicó Zoro sorprendido. Sabía que esos tres hermanos tenían fama de problemáticos, pero nunca lo habían molestado a él.


Los niños se acercaron al joven espadachín, rodeándolo y caminando a su alrededor en círculos, como bestias listas para saltar sobre su presa.


— Hiciste llorar al inútil de nuestro hermano – dijo Niji apretando los dientes con rabia — ¡¿Cómo te atreves a hacerle daño a alguien tan débil como Sanji?!


— No sé de que me están hablando, yo no le hice nada a ese idiota – respondió Zoro frunciendo el ceño.


Inmediatamente el pelirrojo se abalanzó contra él dándole un puñetazo tan fuerte e inesperado que lo tiró al suelo.


— ¡No vuelvas a llamar así a nuestro hermano! ¡Solo nosotros o nuestro padre tenemos derecho a insultarlo! - gritó Ichiji totalmente fuera de sí mientras sus hermanos lo sujetaban por los hombros.


Zoro se puso de pie enfadado. Estuvo a punto de devolverle el golpe con su espada de madera, pero recordó que su maestro de kendo se enfadaría si se enteraba de que atacaba a alguien desarmado.


— Sanji lleva todo el día llorando por tu culpa – dijo Yonji intentando mantener las cosas tranquilas. No es que le importase pelear con Roronoa, pero ya habían tenido problemas esa semana con la familia Charlotte, y los expulsarían de la escuela si volvían a meterse en líos.


— ¡Pero yo no le he hecho nada! Solo hablamos unos minutos hoy... - protestó el peliverde sin entender aún lo que pasaba.


— Ayer, Sanji pasó toda la tarde cocinando unas galletas de chocolate para ti – explicó Ichiji — Hoy le ha dicho a Reiju que no te las dio, que las tiró a la basura porque a ti no te gustaba San Valentín.


La expresión de Zoro cambió del enfado a la culpabilidad al comprender lo que había pasado.


— ¿Sanji... Estuvo cocinando... Para mí? - preguntó con un nudo en la garganta.


— Así es, ¡Y tú despreciaste sus malditas galletas! ¡Le has roto el corazón! - exclamó Ichiji, tan furioso que lo tuvieron que sujetar de nuevo — ¡Como vuelvas a hacerle llorar te daremos la paliza de tu vida!


Tras unas cuantas amenazas más, los tres hermanos se marcharon, dejando a Zoro sintiéndose muy mal. Solo de pensar en Sanji sufriendo por su culpa, se ponía triste él también.


Aquella noche le costó dormir. No dejaba de pensar en cómo podría disculparse con el rubio, y no encontraba ninguna frase apropiada... Las palabras nunca se le habían dado bien. Finalmente, se le ocurrió una idea.


…............................................................................................................................................................


Al día siguiente, Sanji llegó totalmente deprimido a la escuela. Le preocupaba que Zoro quisiera hablar de lo sucedido el día anterior, aunque conociendo al peliverde seguramente no le daría la menor importancia y lo trataría como siempre. No sabía qué dolía más, si enfrentarse a sus sentimientos o fingir que nada había pasado. “El amor es un asco” pensó con un suspiro de tristeza.


Al entrar al aula se sorprendió al ver que todos los niños estaban de pie, formando un círculo mirando hacia algo, riendo y haciendo comentarios entre ellos. Sanji se puso de puntillas para ver qué pasaba, y se quedó tan asombrado que pensó que tenía que ser un sueño.


— ¡Te he dicho que no, Luffy! ¡Sanji las hizo para mí, así que solo yo me las puedo comer!


Sanji se abrió paso entre la gente hasta llegar al centro y comprobar que, efectivamente, no se trataba de un sueño. Zoro estaba sentado en su pupitre, ignorando todas las miradas o comentarios de los demás niños. Tenía sobre la mesa una caja arrugada y manchada, con un lazo verde. Sanji la reconoció al instante: ¡Eran las galletas que había preparado para él! Zoro había rebuscado en todas las papeleras de la escuela hasta encontrarla y ahora se estaba comiendo esas galletas. Las masticaba y saboreaba lentamente, como si fueran el mejor manjar del mundo. Luffy estaba a su lado intentando quitarle alguna, pero el peliverde se lo negaba tajantemente.


— Zoro... No puedes comerte esas galletas... - dijo Sanji con tristeza — Han estado muchas horas en la basura, están sucias y aplastadas, además varias se me quemaron y confundí algunos ingredientes y...


— Están deliciosas – lo interrumpió el peliverde — Gracias por hacerlas para mí – añadió con un ligero sonrojo en sus mejillas.


En ese momento Sanji se sintió el niño más feliz del planeta. Toda la tristeza que había sentido antes se transformó en una gran alegría. Sus labios dibujaron una radiante sonrisa y abrazó al peliverde con todas sus fuerzas. Quizás, el amor no era algo tan malo.


 FIN


 

Notas finales:

¡Gracias por leer!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).