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Cliché por Aomame

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Cliché

I.

"Será divertido, Steve" había dicho Natasha. Desde que volví a Nueva York no había dejado de invitarme a lugares con el único propósito de conseguirme alguna cita. Pero, al parecer, su técnica estaba equivocada, ya que con ella a mi lado, no había manera de que pensaran que no teníamos alguna especie de relación. "Será divertido, Steve" había dicho, y yo, aunque lo dudaba, acepté ir.

El lugar era un bar a media luz, moderno y a la vez extravagante. Las personas ahí tenían un evidente estatus económico diferente al mío, incluso diferente al de Natasha, nada más entrar, imaginé el exorbitante valor de uno de los tragos que vendían.

—Te presentaré a mis amigos—dijo Natasha.

Vestía un vestido negro con dorado, lo suficientemente entallado como para dejar muy poco a la imaginación, eso, sin contar con un tremendo escote en la espalda que dejaba ver el pequeño tatuaje que tiene muy cerca del coxis. Bueno, así es mi amiga, tan diferente a mí, tan atrevida y sensual. Es puro fuego. 

—¿Quién cumple años?—pregunté al tanteo , sin saber, ni siquiera, a qué se debía la reunión; de haberlo sabido, tal vez, hubiera usado otra ropa.

—Ya lo verás.

Así que, sí era un cumpleaños.

Caminamos entre las mesas, hasta un privado.

—¡Tony!—Natasha levantó el brazo.

Entonces, volteaste. Traje pulcro y elegante; al parecer el tema era el dorado, porque de ese color era tu corbata, las mancuernillas de tu saco, parte del armazón de tus lentes semi oscuros. Y nos dirigiste una sonrisa de un millón de dólares.

—Te presentó a mi mejor amigo, Steve. Acaba de llegar de Italia.

Me miraste a los ojos, y quise desaparecer. Me pregunté por qué demonios, Natasha, no me dijo de qué trataba el festejo. Definitivamente desentonaba con todos ahí, demasiado deportivo para la ocasión. Y tú, de alguna manera, incluso ante la luz mohosa de las lámparas, lucías increíble.

Yo no era creyente del amor a primera vista. Pero algo me dijo que estaba a punto de caer en un remolino interminable. No quería enamorarme, no. Pero di un paso más. Miré hacia el suelo jurando matar a Natasha. Te tendí mi mano. Tú también diste un paso hacia adelante e inclinaste el rostro hacia un lado. Con mirada curiosa, me miraste. Sentí algo dentro de mí. "¡Creo que estoy muriendo!" Pensé cuando tu mano estrechó la mía. Pero sólo me estaba dando cuenta de que era demasiado tarde para mí.

Hey—dijiste.

Hola—no pude decir nada más. No había más palabras, que mal.

La noche transcurrió tranquila, los tragos iban y venían. Todo corría por tu cuenta, así que nadie se limitaba. Nadie objetaba lo que proponías. Todos reían ante lo que decías. Realmente quiero saber más de ti, pensé mientras, despojado de tus lentes, esgrimías una amplia sonrisa triunfadora tras tus cartas de póker, probablemente el tercer juego que tenías en las manos. Yo sólo te miré fijamente sin darme cuenta. Me descubriste, sonreísteatendiste tu juego, sólo brevemente, y miraste de vuelta. Se sintió como un enorme torbellino emocional. Casi creí que lo habías hecho a propósito, que habías coqueteado conmigo. Pero eso, no era posible.

***

En el café frente mi estudio, te volví a ver. Estabas ahí revisando tu Tablet, con una taza de café sobre la mesa y una dona de glaseado rosado con una evidente mordida en media luna. No quería molestarte, así que fingí que no te había visto, ordené lo mío y esperé a que se dieran prisa.

—Nos volvemos a encontrar—dijiste, te sentí tan cerca, te habías levantado de tu mesa sólo para ir por una servilleta a la barra, donde me atrapaste.

Te sonreí nervioso, me hiciste sonrojar.

—Compartamos la mesa—propusiste—Estoy solo, ¿y tú?

—También.

empezamos a hablar.

"¿Qué hacías en Italia?" "¿Qué dibujas?" "¿Eres pintor?" "¿Me harías un retrato?" "Todos los Stark tienen sus retratos en la compañía, me parecía absurdo y pasado de moda, pero ahora, creo que es buena idea."

Tan encantador, y divertido. ¿Qué opciones me dejabas? Con cada palabra, comencé a enamorarme más y más de ti.

***

Se hizo costumbre, un día sí, dos no, encontrarnos ahí. Me hiciste reír. Me enseñaste cosas que no tenía en el horizonte. Me moviste el mundo. Nadie podía competir contigo. Nadie. Me parecía muy bueno como para ser verdad.

—¿Me pintarás? Di que sí. Soy muy sexy como para no ser inmortalizado al óleo.

—Si eso quieres...

—Eso quiero... pero más te vale hacerme justicia.

—Eso será muy difícil.

Sonreíste, casi creí ver que te sonrojabas. Desviaste la vista y acariciaste distraídamente tu barba. Y yo pensaba, una y otra vez, a lo largo del día; mientras trabajaba, o cuando preparaba un café en mi casa; cuando una tienda de donas se atravesaba en mi camino; cuando las horas se oscurecían, y recordaba tus palabras; cuando alguna canción te dibujaba; cuando me reía solo al recordar uno de tus chistes... pensaba que quería estar contigo y sólo contigo.

***

Fui a tu casa para comenzar el retrato. El mayordomo me guió por esa mansión de dimensiones y arquitectura impresionantes. Me llegó la dura sensación. Eras mucho para mí. Estabas muy lejos de mí. Yo sólo soy un artista que vive de lo que pinta. Tú eres un impresionante hombre de negocios y de ciencia. Mundos diferentes. Vaya cliché. Un simple cliché, hecho para no funcionar.

Me esperabas en tu habitación. Tu bata de seda rojiza, la chimenea prendida y las cortinas semi corridas.

Hey—dijiste

Hola— dije yo—¿Qué tal tú día?

Se te dibujó una sonrisa, que jamás habría salido de mi pincel.

Mejor, ahora.

¡Me hizo el día! Olvidé lo que éramos, y por lo que no seríamos. Olvidé el cliché que nos atrapaba.

***

El retrato estaba a medio hacer en mi estudio. Me tardé tanto detallando tus ojos, que para no aburrirte y mantenerte posando, me lo llevé. No quería enamorarme, pero incluso así, en el lienzo, miré tu cara y esos ojos me atrajeron. Una vez más, comprobé lo insólito, lo doloroso. Era muy tarde para mí.

***

Tenías una copa en la mano cuando te entregué el retrato terminado. No sé por qué, pero te paraste frente a él y te echaste a llorar. Pensé que había hecho algo mal. Me disculpé contigo, te pregunté que querías que cambiara. No tenías que pagarlo, si no te gustaba. Pero negaste una y otra vez, y te sentaste en la alfombra. ¿Qué opción me dejabas? Me senté a tu lado.

—Lo siento, Tony, si quieres puedo volver a hacerlo. Me lo llevaré.

—No, no es eso.

—¿Qué es?

Tardaste en decírmelo.

—Se me acabaron las excusas—murmuraste.

—¿Las excusas para qué?

No me quisiste decir. Te levantaste y volviste a ver el retrato.

—Me has hecho más hermoso de lo que en verdad soy.

—Eso es imposible—te dije—. No es ni la mitad de lo lindo que eres.

Pareció que lo que dije no te gustó. Me disculpe.

—Si vuelves a decir "lo siento", te golpearé—dijiste.

Me reí, y tú te relajaste.

—¿Por qué hacerlo así?

—¿Hacerlo cómo?

—Como si me amaras.

—Porque lo hago.

No me contestaste. Escapaste. Me dejaste en tu habitación, con la siempre encendida chimenea y las siempre cortinas a medio cerrar. No supe que hacer. No debí decirlo, pensé. Y sé que dijiste que no querías que me disculpara de nuevo, pero, otra vez, ¿qué opción me dejabas?

***

Hey —dijiste cuando me viste asomar la cabeza.

Hola —te dije—. El mayordomo me dijo que estabas aquí. ¿Qué es? ¿Tu taller?

—Sí.

Lo estuve pensando. Había algo ahí, que no había notado. Tus visitas al café frente a mi estudio... siempre te quedó muy lejos de las oficinas centrales de tu empresa, lejos de tu casa también; eres muy rico y famoso como para deambular por esas calles. El retrato en el que insististe tanto... y si repaso nuestras conversaciones, nuestros momentos juntos... hicimos click como legos, como el click de los zapatos de tapY lo vuelvo a pensar mientras de te veo.

—Tony...

—No quiero que te lo lleves.

—¿Qué?

—El retrato.

—Está bien, pero respóndeme algo.

—¿Qué?

Tengo que saber, ¿te sientes de la misma manera?

Silencio. Puedo aceptar el no. Estoy preparado para ello. Eso no cambia nada. Seguiré pensando que eres lindo.

Sí, lo hago—dices—, pero tenía miedo de lo que pudieras decir...

Y pienso que seguimos siendo un cliché. Me quieres, te quiero, pero ninguno es capaz de decirlo. Un cliché, uno pequeño y tonto. Pero está bien.

—¿De qué tienes miedo ahora?—te pregunto.

Dejas el desarmador en la mesa. Me miras. Suspiras. Tu voz suena nerviosa.

—De lo mucho que te amo—respondes.

Di un paso más cerca de ti. Y tú diste un paso hacia adelante e inclinaste la cabeza. Te besé. Era muy bueno como para ser verdad. No quería enamorarme, pero era muy tarde.

Desde el primer momento, fuiste todo para mí. 

 

 

Notas finales:

 


Espero que les haya gustado.


Sigo en modo song fic.  


En esta ocasión es Cliché  de Mxmtoon


(la traducción puede variar un poquito) 


Me parece que escribiré el punto de vista de Tony... pues porque  se me antoja 


XD


¡Nos estamos leyendo! 


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