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Crónicas de un héroe por Silence Tsepesh de Lenfet

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Notas del fanfic:

 

La segunda parte de mi serie crónicas, ahora narrando la vida de Kiran. No sera una historia muy larga, pero espero la disfruten.

 

Notas del capitulo:

 

Hola a todos de nuevo.

Espero que esta historia tambien les guste, aunque la vida del villano es mas interesante, pues toca conocer un poco mas a Kiran. Como ya mencione un poco antes, no sera una historia larga puesto que muchos detalles ya los conocen y no tiene caso repetirlo, pero no por eso dejaremos parte de la historia de Hadrien atras (Ya lo iran viendo)

Pues sin mas les dejo disfrutar de esta nueva parte.

 

------------------------------>Portada<----------------------------

Nací en un pequeño pueblo de la india, uno cuyo nombre hace mucho tiempo se lo ha tragado el tiempo, ni siquiera yo recuerdo como se llamaba con exactitud, no viví mucho tiempo allí en cualquier caso. Desde que nací,  quedo claro que no era un niño como los otros.


En cualquier otro lugar del mundo en esa época, posiblemente hubiera muerto al ser abandonado por mis padres cuando nací. Pero estamos hablando de la india.  Mis padres se dieron cuenta de inmediato que yo tenía un destino grande, que eso era lo que decían las marcas en mi piel, esos tatuajes que tengo desde que vine al mundo. No sé cómo hicieron para que la mujer que ayudo a mi madre desde mi nacimiento no dijera nada.  Había muchas cosas que hicieron que mis padres y la partera pensaran que era especial: Era el noveno hijo de la familia, el único varón hasta entonces, y si sumamos las marcas en mi brazo.


— Serás grande, Kiran— me solía decir mi madre, cuando estábamos a solas.  Con la ingenuidad de un niño siempre creí que se refería a la altura. Recuerdo mucho a mi madre, con más frecuencia que a mi padre, aun después de mucho tiempo.


— Hace calor— me quejaba con seguido por tener que usar siempre ropas calurosas, ropas que ocultaban mis marcas.


— déjate eso, Kiran— Kiran. Después de tantos indicios, mi madre decidió ponerme  ese nombre, Kiran, rayo de luz.  Eso era lo único que me gustaba de mí, mi nombre.


Crecí siendo un niño normal, al menos lo más normal que me permitía el mantener ocultas mis marcas. Nunca supe que es lo que tenía que esperar, yo solo quería salir a jugar a la calle con los niños y mis hermanas.  La casa en la que vivíamos era pequeña, pero no éramos pobres, mi padre tenía tierras, y cuando era tiempo de cosechar,  pasábamos el día allá. Pero eran pocas veces, mis recuerdos son más de estar jugando, subiendo a los árboles y corriendo por las calles. Me gustaba mucho ir a la entrada del pueblo y seguir a los comerciantes hasta la plaza, ver como vendían sus cosas, escuchar sus historias de tierras lejanas, ciudades casi perdidas en la arena, ciudades rodeadas de agua. Soñaba con ir con ellos una vez.


— Dharani,  ¿puedo entrar al agua?— Dharani era mi hermana favorita,  era la mayor, y siempre me cuidaba cuando mi madre estaba ocupada.


— No, Kiran, aquí no. Navani te lo ha dicho muchas veces.


— Pero quiero jugar— el arroyo tenía mucha agua en esa época del año.  Dharani se inclinaba hasta mi altura para hablarme, su trenza oscura le caía por el hombro.


— Busquemos un lugar donde no te vean— esa era la razón por la que la quería. Ni Navani o las demás buscaban una solución para mí, solo ella.   Dharani se sentaba en la orilla, vigilando que nadie me viera mientras yo chapoteaba en el agua. A veces Mayura y Disha jugaban conmigo, mis dos hermanas menores. Todas se parecían mucho.  


— Dharani, ¿otra vez? No tienes que dejar que haga que lo quiera…— mi madre siempre la reñía cuando llegaba mojado. Mi hermana solo me empujaba para que siguiera y no escuchara las discusiones que tenían. Muchos años después, me di cuenta de lo que mi condición le había hecho a mi familia.


Tenía como nueve años cuando comencé a notar que era diferente.  Entendía las cosas mucho mejor que los niños de mi edad, o incluso mayores. La naturaleza me fascinaba, quería entender todo, me la pasaba haciendo preguntas que la mayoría no se hace nunca. Y nunca enfermaba. En un lugar como esa aldea, enfermar era común. Yo nunca enferme, ni cuando había cambio de estación, o alguien llevaba alguna epidemia. Nada.  Mi familia enfermaba, pero siempre se recuperaban pronto. Si a alguien se le hacía raro, nunca comentaron nada. Yo era feliz saliendo a las calles, y durante años no note la forma en que vivíamos. Más o menos por esa época,  entendí que hay gente menos privilegiada.  Gente que enfermaba, que vivía con hambre, frio, que pedía limosna en las calles, que moría.


—  ¿Por qué tienen que morir las personas?— Pregunte una vez, mientras comíamos mi madre y yo. Ella me miro, acostumbrada ya a mis preguntas.


— Porque es su destino, Kiran. Tienen que aprender a vivir aquí para poder seguir con su viaje, volver a vivir una y otra vez, hasta que sean dignos de salir del Samsara— Sabía que era el Samsara, ese ciclo de reencarnaciones en el que aprendemos a vivir, a corregir nuestros errores y poder seguir hasta estar puros.


— ¿Pero porque?


— Kiran, algún día lo entenderás— Nunca lo entendí. No me gustaba la muerte, pero tampoco me horrorizaba como a muchos. Entendía que las personas morían, no entendía porque tenían que sufrir.


Algunos recuerdos están mejor grabados en mi memoria, como cuando Disha entro a la casa llorando. Ese día estaba nublado y no había cosecha.


— ¿Disha? ¿Estás bien?                                                                 


— Navil…— lloriqueo. Navil era un chico que vivía cerca, solíamos jugar mucho con él, era solo unos años menor que nosotros— Navil se cayó y está sangrando— Mi madre se levantó y salió, siguiendo a Disha.  Me quede en casa unos minutos, porque no era la primera vez que alguien se lastimaba jugando y estaba haciendo mucho calor. Había estado lloviendo, y no nos dejaban nadar. Paso un buen rato hasta que decidí salir, curioso porque no regresaba nadie a casa. No me tomo mucho encontrar a los demás. Estaban en casa de Navil, mi hermana seguía llorando, completamente desconsolada, al igual que la madre de Navil.


— ¿Mamá?— me abrí paso entre la aglomeración de personas en la entrada. Todos tenían caras de preocupación, yo no aguantaba el calor, ni escuchar el llanto de mi hermana. Mi mamá me puso una mano en el hombro.


— es una pena que alguien tan joven… y después de todo…— logre mirar a Navil, el chico era muy delgado, moreno como todos. Estaba en la cama, sin abrir los ojos y con la cabeza cubierta. Podría ver una mancha de sangre, que la tela ya no podía contener.  Supe que iba a morir.  Y tenía mucho calor. Escuchar los lamentos estaba haciendo que me doliera la cabeza y me sintiera enfermo. Quería que todos se callaran.


— Mamá, me quiero ir— nadie me hacía caso. Me quite la ropa que me cubría el torso.  Nadie me noto, ni siquiera mi madre, hasta que estaba frente al lecho de Navil. Me sentí aliviado al deshacerme de la ropa.


— Kiran—  ignore a mi madre. Nadie me detuvo cuando tome la mano de Navil. No quería que muriera, no por él, no quería escuchar a  mi hermana llorar, no quería ver a esta gente triste. Comencé a repetir una y otra vez que se curara.  Esa fue la primera vez que cure a alguien. Al tocarlo, supe lo que estaba mal  con él. Quise curarlo, quise que dejara de sangrar y que despertara.


Lo hizo.  Navil abrió los ojos.


— eh, Kiran ¿Qué estás haciendo? ¿Qué hacen todos aquí?— todo desapareció, el calor, el dolor de cabeza. Me sentía bien.


No me di cuenta de los murmullos que había alrededor. Quise ir con Disha y decirle que todo estaba bien. Mi madre me saco de la casa y me llevo hasta  la nuestra. Me encerraron en el cuarto donde dormía y que compartía con mis hermanas. Escuche discusiones toda la tarde. No me importo. ¿Había hecho algo mal?  Navil estaba vivo, su madre no tenía que llorar y nadie tenía que lamentarse. Su familia vino al otro día, nos traían presentes, carne.  


— Kiran, Kiran— la madre de Navil me beso las manos, arrodillada delante de mí, lloraba de nuevo. Yo quería irme de nuevo a jugar.  Pronto  todos se enteraron de lo que había hecho con Navil.  Mi madre no me dejaba salir, y me aburría mucho jugando dentro.


— solo quiero verlo. Solo una vez, por favor— el tono suplicante me llamo la atención. Era una mujer. Salí del cuarto.  Se veía muy enferma. Ninguna me vio hasta que me pare delante de mi madre y tome las manos de la mujer. Ella quería que la curara también ¿no? supe que algo en su cuerpo estaba mal.  Hice lo mismo que con Navil.


— Ya no tienes nada, puedes irte— le dije. Mi madre me miro, no supe tampoco que me quería decir su mirada. La mujer lloro.


A partir de ese día, fuera de mi casa había un grupo de personas que querían que las sanara. Comenzaron a llegar regalos de todo tipo. Ropas costosas, animales, comida. Yo me apresuraba para poder irme a jugar.  Algo paso con mi familia cuando comencé a sanar a las personas. No sé si les incomodaba, o les gustaba.  La gente fuera de mi casa creció hasta convertirse en una multitud. Comenzó a venir gente de lejos solo para verme.


  — Kiran, ¿no quieres descansar?


— Quiero agua—  mi mamá cerró la puerta— ¿Estas enojada?


 — no, Kiran. No estoy enojada— me sonrió. Hacía mucho que no la veía sonreír— hay muchas personas fuera— estaba rodeado de inciensos, telas finas y joyas.  No me gustaban los regalos, pero me gustaba menos rechazarlos.


— Si— ya no ocultaba mis brazos.


— ¿Sabes lo que dicen de ti esas personas?


— dicen que soy la reencarnación de Visnú. Que hago milagros— siempre lo escuchaba— no creo que  lo sea.


— ¿No?


— no. me gusta ayudar a las personas, pero no puedo hacer nada más.  No siento que sea eso que dicen.


— Kiran— mi madre me abrazo. Me beso la frente— siempre supe que serias alguien importante. Estoy orgullosa de ti, Kiran, nunca lo olvides— no lo olvide. Pero era notorio que mi familia, a pesar de todo lo que recibíamos, no estaba feliz. No podíamos hacer nada sin que nos siguiera siempre la gente. Dharani se casó por esa época, no asistí a la ceremonia


Yo seguí en casa, curando a todo el que iba.  Con Dharani fuera de casa, las cosas se pusieron más aburridas. A veces lograba escaparme de la casa, nadie iba a buscarme.  Salía hasta uno de los lugares a los que iba a bañarme, junto al arroyo.  Estaba casi convencido de que yo podía mover el agua, o hacer que el viento cambiara de dirección. No sabía cómo lo hacía, y no siempre podía demostrarlo, así que nunca se lo dije a nadie. No me asustaba, al contrario, me parecía algo muy normal.


Las cosas con mi padre eran diferentes a las de mis hermanas o mi madre. Ellas parecían molestas, o nerviosas, con tanta gente a nuestro alrededor. Mi padre solo observaba. Nunca me dijo nada por haber desobedecido y mostrar mis marcas.  Él era quien por las noches hacia que todos se fueran, que ya no molestaran. Desde que llego esa gente, no nos faltaba comida, pero mi padre seguía saliendo a sus tierras.  No hablaba mucho con nadie desde que mostré lo que hacía, antes de eso, recuerdo que jugábamos por las noches o cuando íbamos a recoger las cosechas. Por eso me sorprendí cuando se sentó a mi lado, junto a las rocas cerca del agua.


— padre…


— ¿Qué haces?


—  Arrojo rocas al agua—  miró al agua, las rocas que arroje estaban  sobre el agua, como insectos, sin hundirse. Suspiré— no quiero molestar a los peces.


— ya veo. Kiran, he estado pensando. ¿Te gusta lo que haces?


— ¿Lo que hago?— mire las marcas en mi brazo— me gusta poder ayudar a las personas. Pero padre, lo hago porque quiero ayudarlas, no me gusta que me den cosas, o que me traten especial. Quiero volver a jugar con Disha y los demás.


—Ya no puedes hacer eso— creo que en fondo lo sabía. Yo mismo había hecho que ahora tuviera algo mucho más importante que hacer que  jugar.


— está bien, también me gusta ayudar.


— Estas cansando— ¿Era una pregunta o una afirmación? Mi padre no me miraba— Sé que te gusta, nunca veo que te quejes, o que alejes a alguien de ti. Siempre aceptas lo que nos dan, y eres un buen hijo, Kiran. Por eso, creo que es mejor que vayas a otro lugar— nunca pensé que algún día pudiera irme de mi casa, de mi pueblo a pesar de que soñaba con eso. Muchas familias se habían ido, también sabía que había muchas ciudades por ahí.


— ¿A dónde? ¿Compraras otra casa?


— No, Kiran— no entendí— volvamos a casa— mi padre me llevo de regreso. Pase el día sanando personas, como lo hacía desde hacía tiempo ya. Cuando oscureció, mi padre hizo salir a todos y yo fui a dormir.   Me despertaron poco tiempo después. Aún era noche. 


— Vamos, Kiran— mi madre me apuraba. Me levante, ella ya tenía mi ropa en las manos, me la puse con torpeza, medio dormido— ten— me dio un bulto, mas ropas— apresúrate— me jalo hasta una pequeña abertura en la parte de atrás de la casa.  Mi padre estaba ahí.


— ¿Qué pasa?—mi madre me abrazo. Creo que nunca me habían abrazado tan fuerte como ese día.


— no olvides nunca que tú eres importante, Kiran. Eres más bueno de lo ninguno jamás seremos. Ve y ayuda a todos, salva a todo el que puedas— me beso la frente antes de empujarme con mi padre. Dharani estaba ahí,  no la había visto. Nos miramos. No la había visto desde que se casó.


— tenemos que irnos.


— Kiran, te quiero, espero que volvamos a vernos algún día— lo decía como si no nos fuéramos a ver nunca más. Eso me hizo darme cuenta de lo que estaba por pasar. Yo me iba, y no iba a volver. No vería más a mi madre, mi padre o a mis hermanas. No pude decirle nada, mi padre me tomo del brazo y caminamos por la calle, lejos de todo, de todos. Mire atrás, pero todo estaba oscuro, no pude ver a  mi familia.


— padre ¿A dónde vamos?


—  Shh— me canse, recuerdo que estaba cansado de caminar, pero no dije nada.


— ¿Cuándo van a venir mamá y mis hermanas?—  era una pregunta tonta, porque todo era tan sospechoso, que incluso entendía lo que estaba pasando. Mi padre se detuvo. Estábamos en medio del camino, lejos ya de nuestra casa y de los demás.  No estaba haciendo frio, y la luna era tan grande que podía ver  fácilmente.


—  ellas no van a venir. Y… solo… vas a ir a un lugar, solo tú.


— ¿Qué lugar?


— tú eres especial, Kiran. Desde que naciste supimos que lo eras, que serias alguien de quien podíamos estar orgullosos. Y por eso no puedo dejar que te quedes en casa, ayudando a estas personas. Sé que puedes hacer más que eso Kiran, no solo ayudar a unos cuantos. Allí te van a ayudar con lo que  puedes hacer, porque así nacen las leyendas, Kiran— luego solo volvimos a caminar.


Desde pequeño me dijeron que yo sería alguien importante, yo mismo supe que podía serlo, podía ayudar a las personas y me gustaba hacerlo, nunca he ayudado a alguien solo porque me dijeron que yo era importante. Se siente bien ayudar a los demás. El lugar al que mi padre me llevo era un templo. Estaba en medio de la nada, rodeado de árboles. No recuerdo mucho como nos despedimos, solo sé que a mí se me hizo muy corto el tiempo que duro.


— ¿Cuál es tu nombre?


— Kiran— quien me recibió era un hombre mayor, calvo y con una túnica gastada— ¿puedo ir a ver a mi familia alguna vez?


—  dime Kiran ¿Alguna vez has hecho algo más que sanar a las personas?— pensé en las rocas sobre el agua. ¿Se refería a eso?— ¿Por qué no entras?— la puerta tras él estaba cerrada. Mire el camino. No tenía miedo, estaba emocionado. La puerta estaba muy pesada, pero al final la abrí casi por completo.


Después me entere de que esa puerta era una prueba. Media tu poder, si tenías magia. En ese lugar, aprendí a usar la magia. En ese lugar, en el que viví muchos años, aprendí todo lo que necesitaba para poder ser un mago, usar la magia por completo, aceptarla.  La vida ahí era apacible, no salía más de lo necesario, meditaba cerca de los bosques y los lagos. Crecí allí, adoraba la tranquilidad de todo.  Una de las cosas que aprendí ahí, es que nada es permanente, todo está en cambio, y ese lugar no era la excepción.


— ¡Kiran!— abrí los ojos ante el tono urgente con el que me llamaban— tenemos problemas... hay alguien… alguien está haciendo….están haciendo magia negra— el joven que me hablaba estaba agitado, con la cabeza rapada y parecía muy alterado. Me levante para seguirlo. Había mucho alboroto en el camino que había hasta un pueblo que se había construido cerca algunos años antes.  En el centro de todo, había alguien, alguien que desprendía un olor a muerte.


 Mi vida cambio otra vez en ese momento.

Notas finales:

 

Bueno, gracias por seguir leyendo mis locuras n.n

(En mi zona horaria sigue siendo 16 de febrero :P que no se diga que no cumplo)


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