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Instinto básico por Kaiku_kun

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Notas del fanfic:

Este fic está hecho con motivo del 2do Reto Literario del foro de Mundo Yuri.


En este shot había una premisa, la que formaba el reto, que era la siguiente: Una de las chicas de la pareja es irreverentemente pervertida, y en el fic no debe ser capaz de saciarse de ninguna manera posible (es decir, fic sin lemon/lime). (Nota de autor: Esto da pie a comedias, pero en mi mente acabo de ver un grandísimo drama XD).

Instinto básico

 

Vivir con tres dragones debe de ser una pesadilla. Sin embargo, para Kobayashi era el pan de cada día. Considerando que era pareja de la mayor, Tohru, y que tenía como hijas adoptivas a las otras dos, Kanna e Iruru, bueno, era una familia peculiar y bastante desproporcionada en lo que se refiere a talla de sostén. La humana era feliz por todo eso.

Cuando abrió la puerta de su casa después de un día duro de trabajo, el olorcito de un buen caldo de carne y verduras hizo que el estómago le pidiera a gritos devorar ese plato.

—¡Ya estoy en casa! ¡Qué bien huele!

—¡Kobayashi, qué bien, llegas justo para cenar! —anunció Tohru desde la cocina.

Kanna e Iruru aparecieron de la nada para saludar a la humana. Kanna se lanzó a abrazarla, sin cambiar ni un ápice de su expresión seria, pero Iruru se quedó a un metro y solo saludó con una sonrisa. Kobayashi sonrió a las dos y se recordó que Iruru aún tenía que acostumbrarse a ser mimada, pues acababa de llegar a la Tierra.

—Hoy Saikawa ha traído a Georgie —dijo con voz queda, Kanna.

—Oh, el pack completo… qué lástima que no estuviera yo.

Saikawa, algo así como la “novia” de Kanna, tenía de hermana a Georgie, que compartía fervientemente la pasión de Kobayashi por las maids y ella misma era una. En varias ocasiones ambas se encontraron y aburrieron a Tohru con charlas interminables. Precisamente la dragona miraba a su novia de reojo, pues sus celos despertaban cada vez que Kobayashi miraba a una maid que no fuera ella.

—Pero se ha ido rápido, tenía que hacer la compra —añadió precisamente Tohru, intentando ocultar lo que sentía—. Básicamente nos ha acompañado a casa después del cole.

—¿Y tú, Iruru? ¿Cómo va tu trabajo?

—¡¡Tengo mucha clientela!!

—¿Haces lo que te dicen?

—Bu-bueno, a veces… me cuesta entender que hay cosas que no debo…

—Tus pechos —la cortó Kobayashi, algo arisca por el tamaño inhumano de éstos en Iruru. Y ella, más plana que una tabla.

—Ahá. No entiendo qué hay de malo en dejar que los toquen.

—¡Esto aquí es algo sexual!

—Pero en mi mundo no… —replicó, con voz queda y culpable.

El trabajo de Iruru no podía ser más controvertido para ese debate: trabajaba en una tienda de chucherías que frecuentaban niños y adolescentes jóvenes. Ver a una dependienta de la altura de una niña de diez años (apenas algo más alta que Kanna) con unos pechos que le llegaban hasta el ombligo y con un delantal que se le desgarraba cada cinco minutos por culpa de ellos, causaba un efecto… Cómo decirlo suavemente… “de atracción” de clientela. Los niños iban a esa tienda solamente por Iruru.

—¿Ha pasado hoy? —preguntó Kobayashi, seria. No quería problemas.

—No, ya hace días de la última vez.

—Así me gusta.

—… Pero hoy casi lo hago sin querer. Ese chico no dejaba de mirarme mis bolsas de fuego. —Los pechos en el mundo de los dragones eran eso, las reservas de fuego.

—Aah… ¿por qué tengo que vivir rodeada de tanta sexualidad? —se quejó Kobayashi. Luego miró a Kanna, que aún era muy pequeña, iba a párvulos con Saikawa—. No crezcas nunca.

—Eso no es posible, Kobayashi.

—No me lo recuerdes —lloró ella.

Dentro de la mente de Tohru, se esperaba fervientemente el momento en el que Kobayashi por fin mostrara un poco de su sexualidad. Prácticamente no tenía, y no es que rechazara o le desagradara el sexo, pero no le decía nada. Se sabía el discurso de la humana de memoria, mientras ella iba fregando las piernas entre sí para aliviar un poco la necesidad imperiosa de sexo cada vez que se lo pedía a Kobayashi.

—Por favor, que sea pronto —susurró para sí.

Tohru vio una vez, en su mundo, qué pasaba cuando una dragona quedaba insatisfecha sexualmente. Espantoso. Y ella iba por el mismo camino. Todos sus amigos dragones en la ciudad de Tokyo estaban al tanto de su situación, y sabían que pasaría tarde o temprano. Su amiga dracónica Lucoa (o Quetzalcoatl) había trazado un plan a sus espaldas para contener el efecto del celo.

—Tohru, ¿cenamos?

—Ah, sí, sí, cenamos.

Tohru sirvió la cena y se despistó de sus pensamientos.

*  *  *

Cuatro días después, Kobayashi abrió los ojos con una sonrisa en los labios en un sábado soleado. Por fin el fin de semana. Lo único de lo que tenía verdaderas ganas era de descansar y pasar tiempo con sus niñas en el comedor.

—¿Tohru?

Ella no estaba en su lado de la cama. Kobayashi no se extrañó, era habitual que la dragona se levantase temprano para trabajar en casa. Por algo había empezado siendo maid de Kobayashi. Se levantó, se puso algo de estar por casa, y salió al comedor.

Allí, la actividad desbordaba: Tohru estaba haciendo el desayuno, la tele estaba encendida, y Kanna e Iruru se perseguían amistosamente dando vueltas al sofá, luchando por conseguir el lápiz de color azul. Kobayashi sonrió, feliz, dio los buenos días y recibió dos abrazos y un beso en la mejilla a cambio.

—Vaya, cuantos regalos —dijo, algo azorada, pero contenta.

—Vamos a desayunar.

—¡Sí! —exclamaron Iruru y Kanna.

Se sentaron delante de la tele a tomarse la leche con las galletas, entretenidas las cuatro mirando la tele. Kobayashi era la más despistada de todas cuando se trataba de cambios repentinos, así que no se dio cuenta de que Tohru se quedaba paralizada y de que Iruru y Kanna miraban a su amiga alarmadas.

—¿Qué? ¿Qué pasa, qué…?

De la nada, Tohru dejó la comida y la leche y acorraló contra el sofá a su novia con una mueca de obscenidad.

—¡Vamos a hacerlo aquí y ahora, Kobayashi!

—¡¿Qué estás diciendo?! ¡No! ¡Niñas, id al cuarto! —ordenó, para que las pobres no vieran aquel espectáculo.

Antes de que nadie pudiera replicar o seguir, Iruru arrolló a Tohru y cayeron ambos en el suelo en un amasijo de brazos, piernas y pechos descomunales, peleando por el dominio.

—¡¿Te atreves a retarme, vulgar niña?! ¡¡Kobayashi es mía!! ¡¡Te destruiré y luego la haré mía de una vez por todas!!

—¡¡Kanna, ve con Kobayashi a por Lucoa!!

Ella asintió y arrastró a su madre adoptiva hasta el tejado del edificio, donde se transformó en dragón. Kobayashi no tenía ni idea de lo que ocurría. Sin embargo, antes de que pudieran remontar el vuelo siquiera, Lucoa, Elma y Fafnir, los otros dragones, aparecieron en el tejado después de un aterrizaje brusco.

—¡¿Qué demonios está pasando?! ¡Tohru se ha vuelto loca!

—Está en celo —informó Lucoa.

—Sí, hacía tiempo que esperaba esto —dijo Fafnir, con una sonrisa tétrica que se sumaba a su aspecto ya de por sí oscuro—. Ante la negativa de Kobayashi, Tohru se volverá loca y destruirá este mundo de una vez por todas. Siempre le dije que debía destruirlo.

—¡Fafnir, no digas tonterías! —le replicó Elma—. Pero es cierto, Kobayashi, tenemos que detenerla.

—¿Y qué proponéis?

Antes de que nadie pudiera responder, vieron a Iruru saltar por el balcón del piso y transformarse en dragón. Justo después, en plena furia, Tohru se transformó justo cuando salía por la ventana, así que la arrancó de cuajo en su impulso (y si se llega a transformar dentro del piso, hubiera derrumbado techo y suelo).

—¡¡Vuelve aquí, cobarde!! —chillaba Tohru, fuera de sí.

—Iruru la está entreteniendo, pero no queda mucho tiempo, no podrá con ella —dijo apresuradamente Elma.

—Dejad que destruya la ciudad, se calmará un poco —dijo seriamente Fafnir, como portador de la destrucción que era (igual que Iruru y Tohru, claro).

—¡No podemos permitir eso! —dijo enfadada la única humana.

—Tienes que atraer a Tohru, Kobayashi —dijo decidida Lucoa.

—¿Cómo? No esperaréis que yo… que haga… “eso” con ella, ¿no? ¡Me destrozará!

—Días atrás lo hubiera solucionado, pero no ahora. No, solo vas a ser el señuelo.

Una explosión sacudió todos los edificios del alrededor, rompiendo todas las ventanas por la onda expansiva. Iruru caía desde diez pisos de altura al suelo, derrotada. Tohru empezaba a lanzar rayos de energía contra el cielo, y el riesgo a que alcanzara a aviones o cualquier edificio de la ciudad incrementaba exponencialmente.

—¿Qué tengo que hacer?

—Oh, es muy simple. ¿Elma?

—Sí. —Le tiró un pack de seis latas de cerveza de las cargaditas en alcohol a Kobayashi—. Toma, bébetelas todas. Lo necesitarás.

—¿De qué va esto?

—Vas a desnudarte para Tohru.

—¡¿QUÉ?! ¡¿Por qué yo?!

—Porque los dragones solo pueden sentirse atraídos y satisfacerse por quienes aman. Si no, ya no haría falta todo esto.

Kobayashi agarró con más fuerza las latas, tragando saliva, y con la cara totalmente roja. Elma ya se apresuraba a meter a Kanna en casa. Lo que vendría a continuación no debían verlo esos ojos inocentes.

*  *  *

Tohru se había desplazado hacia las montañas. Había arrancado calzadas y algunos techos de casas bajas. Había eludido los grandes rascacielos, por suerte. Elma se encargó de buscar heridos, pero fue un milagro darse cuenta de que, aparte de Iruru, que ya estaba consciente, nadie había recibido un solo rasguño.

—¿Estamos listos? —preguntó Elma a los demás dragones. Ellos asintieron—. ¡A por ella!

Elma era la más capacitada para enfrentarse a Tohru en igualdad de condiciones así que, teniendo a Lucoa y a Fafnir de su lado, sería fácil hacer retroceder a la dragona en celo.

—¡Rodeadla!

—¡¡Os destruiré!! ¡¡Kobayashi es mía!!

La furia desatada de Tohru no pudo contra tres dragones, que la guiaron hacia el lugar donde ella y una Kobayashi borracha se conocieron, en la montaña. Sería gracioso comprobar que la única otra vez que la humana se acercara allí, también fuera en estado de embriaguez.

Iruru había dejado a Kobayashi en el lugar exacto donde se conocieron, y se retiró del combate, a recobrarse de sus heridas.

“Piensa, Kobayashi… tienes que… atraer a Tohru”, pensaba la humana, sola en la naturaleza y como dios la trajo en el mundo. “Dios, me he desnudado…”

La cabeza le daba vueltas, reía con cada pensamiento que le llegaba a la cabeza y hacía un esfuerzo sobrehumano para mantenerse derecha y recordarse que todo aquello era para provocar a Tohru. La parte sobria de ella estaba tremendamente avergonzada e histérica y se prometía que escarmentaría a los dragones por obligarla a pasar por aquello.

Cuando vio una mota doble moverse con rapidez hacia ella, señaló al cielo y gritó:

—¡Eh, tú! ¡La Tohru de la derecha…! Oh, espera… jijiji no puede haber dos Tohrus… —balbuceaba con una risita, algo perdida—. Da igual… ¡Tohru! ¡Hazme t-tuya!

Decir aquello hizo que se muriera de la vergüenza y se riera a la par. Luego tropezó por el esfuerzo de gritar, se cayó y se manchó un poco de tierra y barro, dándole un aspecto torpe y más provocador.

—¡¡Kobayashi!! —chilló Tohru, emocionada. Aterrizó como si alguien hubiera lanzado una viga de metal desde el cielo y se transformó en humana—. ¡Estás desnuda! ¡Oh, Kobayashi, he soñado tanto con esto! ¡El cuerpo de Kobayashi… es… tan sensual…!

—¡Hazme tuya, Tohru! —repitió, solamente porque recordaba que Lucoa le había ordenado decirlo. A decir verdad, empezaba a no saber dónde estaba. Ya tampoco notaba la vergüenza. Total, ya estaba hecho—. ¡Hazme tuya!

—¡Pues claro que sí! ¡Lo voy a hacer, lo haré! ¡Oh, Kobayashi, dioses….!

Kobayashi se tambaleaba hacia Tohru, y ella corría hacia la humana. Pero antes de que el contacto se produjera, Kobayashi creyó ver, en su borrachera, que una pared le separaba de su novia.

—¡La tenemos! —exclamó Lucoa.

Con el poco poder que le quedaba, y con ayuda de Fafnir y Elma, había formado una esfera azulada al alrededor de Tohru. Ésta hacía esfuerzos para romperla o para transformarse en dragón, pero la pared de la esfera no cedía y le bloqueaba la magia. Poco a poco, se fue calmando, hasta quedar algo adormilada.

—¿Q-qué es esto? —se preguntó Kobayashi—. ¡Jijijiji! Parece un preservativo gigante…

—Ay, Kobayashi —suspiró Elma, riéndose de ella, mientras le ponía una gabardina que habían encontrado en el armario de la humana—. Anda tápate. Volvemos a casa.

—¿Ya he hecho mía a Tohru? —dijo inocentemente, tergiversando la frase que le habían dado.

—Sí, ya lo has hecho.

—Qué raro, no he sentido nada… Tohru tendrá que esforzarse más la próxima vez —renegó, diciéndolo todo sin pausas entre las palabras. Luego se quedó dormida a lomos de Elma.

*  *  *

Kobayashi despertó en la misma posición que el día anterior.

—¿Ha sido un sueño? Qué mal trago…

Tohru seguía sin estar en su lado de la cama, así que Kobayashi casi corrió al comedor. Allí, dio un respingo, de la impresión:

—¡Es el preservativo gigante del sueño! ¡¿Es una esfera?! ¡¿Qué hace Tohru ahí dentro?! —Tal cual lo había soñado. Tohru estaba dormida en ese momento, pero sus gritos la estaban despertando.

—Cálmate, Kobayashi —contestó Lucoa, tapándole los oídos a Kanna—. ¿No te acuerdas de nada? No te preocupes, yo pasaré unos días aquí para ayudaros.

—¿Qué es un preservativo? —preguntó pertinentemente Kanna, mientras Iruru se partía de la risa.

—Hola, Kobayashi… —dijo Tohru aletargada, dentro de su burbuja. Nada había sido un sueño—. Siento haberte hecho esto… Pero tu cuerpo es muy bonito.

Kobayashi quiso fundirse de la vergüenza en medio del ataque de histeria que estaba teniendo. ¡La había visto media Tokyo desnuda! Dios, aquella pesadilla no hacía más que empeorar.

—Siéntate, tómate esto —le invitó Lucoa, mientras Kanna se sentaba al lado de su madre adoptiva.

—¿Te? —dijo, bebiendo un poco.

—Con un toque mágico —puntualizó la dragona. Kobayashi escupió inmediatamente todo el té como si de veneno se tratara. Curiosamente, ahora se sentía más calmada—. Da igual, el efecto tranquilizador ya está en tu cuerpo.

Lucoa procedió a explicarle todo lo sucedido a Kobayashi, pues recordaba solo retazos de toda la pelea desde que Tohru se le había insinuado. Quiso desaparecer cuando le dijeron que se desnudó a lomos de un dragón y prácticamente se había revolcado en la hierba, con el culo al aire, mientras intentaba atraer a Tohru diciendo “hazme tuya”.

—Y-y-y… ¿Y los heridos? ¿Y el daño a la ciudad?

—El padre de Tohru vino ayer por la tarde cuando le contamos lo del celo de su hija y echó un hechizo a las partes dañadas, por el que todos los humanos, cuando las vieran, pensaran que había sido un terremoto o una tormenta, dependiendo de si miraban una calle destruida o un tejado arrancado.

—Bueno, algo es algo —suspiraba, intentando quitarse las palabras tan vergonzosas que había dicho estando borracha—. ¿Cuánto tiempo pasará Tohru ahí dentro?

—Cuando se le pase la época de celo, se romperá sola. —Hizo una pausa para mirar a Tohru y luego la volvió a Kobayashi otra vez—. ¿Y bien? ¿Cuándo te acostarás con nuestra dragoncita? No podemos repetir siempre este proceso cada vez que Tohru entre en celo.

De nuevo, Iruru se desternilló de risa, solamente de pensarlo, y Kobayashi quiso desaparecer una vez más.

—¡Cuando las vacas vuelen!

—Oh, no pasa nada, Kobayashi —intervino Iruru, riéndose un poco aún, pero con su tan típica voz lujuriosa—. ¡Nada que la magia no pueda arreglar! ¡Verás que felices serán las vacas!

La virginidad de Kobayashi tenía los días contados.

 

FIN

Notas finales:

Para los que lo deseen, el reto del foro de Mundo Yuri seguirá en activo hasta el día 6 de marzo y podéis entrar en amorymundoyuri.forumfree.it/?t=75356185 para leer las condiciones :)


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