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Misión Destiel (Semi - Au) por Babaau

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En sus muchos siglos como un Guerrero de los Cielos, Castiel se había dedicado a observar y proteger la tierra, y junto con ella a sus más intrincados habitantes: Los humanos. Habiendo pasado tiempo como un ángel, un dios, un recipiente para leviatanes, el mismísimo Lucifer e incluso como un mortal, eran estos últimos los que muy a su pesar menos lograba entender, pero a su vez los que más lo fascinaban. Llenos de emociones y esperanzas, bañados en pecados y errores, los hijos de su padre no dejaban de asombrarlo día tras día, distrayéndolo de su deber como líder de su guarnición, y atrayéndolo a querer pasar cada vez más tiempo entre ellos. Una actitud desde ya reprochable para alguien de su naturaleza y en su elevada posición.

Pero allí estaba, codeándose con ellos sin más, disfrutando de su compañía y (para ser honesto) sin el menor deseo de dejar de hacerlo.

Todo había comenzado con los Winchester. En particular uno de ellos: Dean.

Ser asignado con la misión de rescatarlo del infierno había sido para Cas todo un honor. Dean tenía un papel fundamental que cumplir en los eventos que estaban por desarrollarse, y el ángel sería el encargado de traerlo de regreso al ruedo sano y salvo. Lo que Cas no esperó al descender al averno en su búsqueda fue encontrarse con un humano tan asombroso como ese.

Valiente, leal y aguerrido, el joven Dean Winchester tenía incluso como humano las características idóneas de cualquier Ángel. No le extrañó a su rescatador que él fuese el indicado para contener a Michael durante la batalla por la Tierra.

Pero lo que más lo impresionó fue que Dean hubiese sido destruido mental, emocional y físicamente, desmembrado y vuelto a ensamblar, torturado y abusado por los más sangrientos demonios, y aún así conservase su espíritu noble intacto. Porque allí estaba, Cas podía verla brillando como una llama: la bondad en el corazón de ese humano, incorruptible a pesar de los horrores que estaba viviendo.

Sí, Dean se había quebrado, el primer sello estaba roto, pero el ángel sólo podía ver en ello el fuerte instinto de supervivencia de ese hombre, su voluntad de vivir.

Mientras lo envolvía entre sus brazos, dejando sin quererlo una huella de admiración en el hombro del sorprendido y agotado mortal, Castiel agradeció poder ser él quien lo devolviese al camino del bien.

Y allí estaban, años después de aquel momento, el Ángel y el Hombre Justo, quien había pasado de querer cazarlo a llamarlo su amigo, y finalmente a considerarlo parte de su familia, algo que había conmovido a Castiel hasta sus cimientos. ¿Cómo había pasado eso? ¿Cuándo había llegado Cas a perder así el control sobre si mismo y sus emociones?

Desde el principio había dado todo por Dean, había renunciado al cielo, desobedecido a sus superiores, cedido un ejército, incluso muerto por él... y para su asombro, no se arrepentía en absoluto de ello. Bastaba para Cas con ver esos ojos verdes llenos de gratitud, con aquel asomo de sonrisa que Dean solía regalarle, para que una agradable calidez lo inundase por dentro, aumentando su deseo de volver a sacrificarlo todo una vez más por su querido humano.

Estaba tan absorto en sus pensamientos que no notó que, como tantas veces solía pasarle, su mirada se había quedado clavada en el rostro de Dean, quien para su fortuna estaba demasiado entretenido degustando una hamburguesa con papas fritas como para notarlo. Cas ladeó su cabeza en un intento de contar mejor las pecas sobre su nariz, mientras enumeraba junto con cada una de ellas las muchas cualidades que Dean ostentaba: Determinado... fuerte... hábil... protector... con un curioso sentido del humor que muchas veces Cas no comprendía... ¿sus ojos contaban como una cualidad? Porque al ángel siempre le habían resultado llamativos... su mandíbula cincelada... aquel cabello rubio como la miel de abeja que a Cas tanto le gustaba...

-Hey, Cas...

...sus manos tan fuertes pero a la vez delicadas cuando trabajaba en su adorado vehículo... sus labios rosados...

-Oye, ¿sigues aquí? -Sam volvió a intentar, con una leve risa queriendo escapar de su boca: Cas otra vez se había perdido en sus pensamientos mientras miraba a Dean. Típico.

...sus hombros torneados, donde una vez su gracia angélica quemó la piel mortal cuando hizo contacto con ella por primera vez... su...

-¡Cas! -El último intento de Sam logró devolverlo al presente, justo al mismo tiempo que Dean volteaba a verlo con una ceja en alto, al parecer preocupado por los insistentes intentos de su hermano por llamarle la atención. -¿Sigues entre nosotros, amigo?

-Yo... eh, sí. Estoy aquí, Sam. -Castiel miró fijo al menor de los hermanos intentando parecer distendido, aunque no le gustaba la sensación de haber sido descubierto divagando acerca de Dean. No que hubiese nada malo en ello pero... no estaba seguro de que estuviese bien pensar tanto en alguien.

-¿Qué estabas mirando? -Sam frunció el ceño al mismo tiempo que sonreía, señalando con la cabeza a su hermano. - ¿Hay algo raro en el rostro de Dean? -El nombrado inmediatamente se limpió las comisuras de la boca con el dorso de su mano.

-Oye estoy comiendo, ¡no esperes que me vea resplandeciente! -Gruñó hacia Sam. Este lo ignoró.

-No... -Castiel repuso, bajando la vista hacia la mesa -No hay nada raro. Estaba pensando.

-Parecías muy concentrado, ¿en qué pensabas? -Sam revolvió la ensalada en su plato con gesto distraído, mientras disfrutaba con la inocente tortura que estaba infringiendo sobre el ángel, cuyas orejas se tornaron de un leve color rosado. Era obvio que estaba pensando en su hermano: al parecer era uno de los entretenimientos preferidos de Cas el último tiempo, algo que Sam encontraba casi adorable.

-Pensaba en la comida. -Cas mintió. Sam entrecerró casi imperceptiblemente los ojos, su sonrisa ensanchándose, al tiempo que Dean abría los suyos como platos.

-Diablos Cas, a veces olvido que tú no comes. -El mayor dejó la hamburguesa en el plato y observó a su amigo con un gesto preocupado. -¿Te molesta que nosotros lo hagamos? ¿Quieres que ordenemos algo para ti?

-No, Dean, el alimento humano no tiene el mismo gusto para mí, ya se los he explicado.

-Cierto, moléculas. -Dean hizo una mueca de confusión- Oye y ¿no hay nada de lo que tú te puedas alimentar? Algo... ¿más angélico o algo así?

-Mi gracia es la que me sustenta, es toda la energía que necesito. -Cas explicó, paciente.

-¿Pero deseas comer? Vamos, fuiste humano, debes recordar lo que se siente. No quisiera torturarte cada vez que doy un bocado en tu presencia. -El joven tapó su comida de la vista del ángel, visiblemente incómodo.

-No me molesta que comas, Dean, no siento hambre al verte. -Sam tosió de pronto, llamando la atención de los otros dos.

-Lo s--siento -Tosió ocultando su risa -Demasiado vinagre en la ensalada.

-¿Ves Cas? -Dean gesticuló hacia las hojas verdes- No es tan raro, yo tampoco siento hambre cuando veo las porquerías que come Sam.

-Ja-ja -Contestó el más joven tras dar un trago a su batido de arándanos - Oye Cas, ¿y qué hay de las emociones? -Tanto su hermano como el ángel lo miraron extrañados, y Sam rió para sus adentros al notar lo mucho que se habían mimetizado sus gestos con el paso del tiempo. Continuó con su duda: -Es decir, entiendo lo de las sensaciones. Tú no tienes sensaciones físicas como hambre, o sed, o frío. ¿Cierto?

-Cierto.

-Pero los ángeles sienten cosas, ¿verdad? Es decir... tómame a mí como ejemplo, yo soy tu amigo, y tú me quieres, ¿no? -Cas asintió, solemne- ¡Bien! Y yo quiero a Dean porque él es mi hermano...

-Oh Sammy, harás que me suba el nivel de azúcar en la sangre -Rió éste irónico mientras se ponía de pie. Sam puso los ojos en blanco.

-No, Dean -Cas habló de pronto, su vista fija en el pecho del hombre.

-¿Mh?

-El nivel de azúcar en tu sangre está bien. -Repuso el ángel, concentrado. Sam rió, y fue el turno de Dean de poner los ojos en blanco.

-Gracias, Cas... es bueno saberlo. Bien, iré a vaciar el tanque antes de irnos, Sam, deja de torturarlo ¿quieres? Y no olvides pagar la cuenta. Los veo en el estacionamiento. -Y sin más se alejó de la mesa en la que estaban, rumbo al sanitario.

-Y tú quieres a Dean, de la misma forma en que me quieres a mí, ¿verdad? -Sam volvió al ataque, pero con suavidad en su voz. No quería asustar a Cas con su pregunta.

-Yo... -Castiel frunció el seño, pensativo, mientras veía al mayor de los hermanos desaparecer tras un recodo al final del comedor. Claro que quería a Dean, pero eso no era lo que Sam le estaba preguntando ¿o sí? Volteó hacia su interlocutor y lo encontró sonriéndole con calidez.

-¿Y bien?

-Yo quiero--a Dean. -Dijo con la voz entrecortada.

-¿De la misma forma que a mí?

-...No. -Cas respondió con honestidad.

° ° °

Sam despertó la siguiente mañana con energía renovada. Se levantó, se desperezó, hizo su cama, se puso su equipo deportivo, bajó hasta la cocina donde se sirvió cereales con leche de soja, y tras desayunar bien y cepillarse los dientes salió a correr. El ejercicio siempre despejaba su mente y lo ayudaba a pensar, ¡y vaya si tenía mucho que pensar ese día! Cerró la puerta del bunker con cuidado (sabía que Dean lo asesinaría si lo despertaba antes de que el reloj marcase dos dígitos en la hora) y tras marcar el temporizador en su reloj de muñeca y encender la música en sus auriculares, puso en marcha sus pies, al igual que su cerebro.

Cas amaba a Dean. Esa era una verdad ineludible ahora. Claro que Castiel había evadido por completo el término y había desviado su declaración con una floja explicación acerca del "lazo más profundo que los unía", pero Sam sabía bien lo que estaba pasando por la cabeza del ángel últimamente. Ya había perdido la cuenta de cuántas veces lo había encontrado observando a su hermano totalmente embelesado, y hacía años le resultaba obvio que todo el fervor de Cas hacia la humanidad era una forma sutil de decir que quien lo enfervorizaba era Dean.

Si mal no recordaba, no era él el primero en haberlo sugerido. Tanto Crowley (miles de veces), como Metatron, como Balthazar tanto tiempo atrás, e incluso el propio Lucifer (aunque a Sam lo hacía estremecer el recordarlo), todos ellos habían sugerido de formas más o menos delicadas que el ángel había desarrollado sentimientos por el humano... ¿pero qué había del humano hacia el ángel? Sam frunció el ceño y aceleró el paso. Dean sería un hueso más duro de roer que Cas en lo que se refería a admitir sus sentimientos. Porque era obvio que al cazador no le era indiferente su amigo, pero Dean llevaba encima tantas capas de prejuicios machistas como de ropa superpuesta. ¿Cómo rayos haría Cas para quitárselas? Sam rió horrorizado al imaginarse al ángel intentando "pelar las capas de cebolla" de Dean, pero pronto la imagen se tornó demasiado sexual para su gusto y tuvo que sacudir la cabeza para quitársela de las retinas cerebrales antes de quedar traumado de por vida.

Corrió alrededor de una hora, repasando mentalmente cada momento del que hubiese sido testigo que sugiriese que su hermano sentía algo por Cas, seguro de que habría muchos que se habría perdido. No es que las pruebas fuesen a servir de nada contra la tosudez de Dean, pero Sam sentía que era una buena forma de comenzar su misión.

Porque eso era seguro: Sam tenía una misión.

Estaba harto de ver a Dean y Cas mirarse profundamente, preocuparse el uno por el otro, compartir sonrisas y sonrojos y fingir que eso era sólo una amistad. En la forma de vida que ellos tres llevaban, llena de violencia, enemigos y velorios de cazador cada uno o dos años, no podían permitirse semejante lujo como "ir despacio". Si algo había aprendido él es que cada momento había que disfrutarlo al máximo, dando por sentado que nada duraría, por si acaso.

...Y llevar casi una década de momentos incómodos compartidos pero cero concreción, en opinión de Sam, era haberse tomado las cosas con demasiado tiempo.

Era hora de tomar cartas en el asunto.

 


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