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En algún lugar del bosque por ElGatodeKuren

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–Adelante, pasa. –Dijo desde adentro la vieja Tsunade, sabiendo que de alguna forma se trataba de mí. 

No sé por qué me sorprendió verla en esa postura tras el escritorio. Ni siquiera recuerdo haber dicho una sola palabra. Completamente erguida, con sus piernas y brazos cruzados en una pose que me recordó a una especie de defensa, creí que sus ojos eran tan vivaces como antes. Me atreví a pensar que, por primera vez, no logró descifrar el enigma de mi regreso. 

–Tu entrenamiento no ha concluido todavía. Deberías estar en el bosque, haciéndote más fuerte. Y no voy a mentirte, Naruto. –Habló menos entusiasta. –No te esperaba aquí tan pronto, aunque les diremos a todos lo contrario. Pero para eso debo saber en qué clase de ninja te has convertido y si estás preparado para enfrentar el hecho de que estando aquí, estás dándole a entender a Akatsuki que estás listo para combatirlos. –

Por supuesto que sabía que yo era tan amenazante como aquella organización. La criatura sellada en mi interior era tan mía como lo era mi propia alma. A veces creía que se mantenían conversando, porque había cosas en mi comportamiento que no terminaba de comprender. Como esta constante intención de rendirme.

El notar en Tsunade ese viejo gesto de desaprobación me hizo más consciente del rechazo que causaba, de que, de alguna manera mi criterio era considerado un acto egoísta. 

Bajé la cabeza, no apenado, no arrepentido, sino en signo de fracaso. 

– ¿Y bien? ¿No piensas decir nada? –Dijo. 

Continué callando, escondiendo declaraciones y justificaciones. Estaba atemorizado. En el instante en el que reparé en que incluso en esta situación deseaba rendirme, mis manos ya habían comenzado a sudar. 

Ella suspiró, bajando también el semblante. 

–De acuerdo. Ya que al parecer el tiempo se ha hecho cargo de tu hiperactividad vamos a proseguir. Naruto, reporte de misión. –Exigió. 

La miré a los ojos. Ella lo sabía. Sabía de mi rendimiento en el campo de entrenamiento, estaba al tanto de mis escasos intentos por retener a mis rivales. Y aun así deseaba que yo lo dijera, que yo aceptara que no estaba preparado para volver a Konoha y poner en riesgo la vida de cientos de personas. 

Desvié la mirada, fijándola en el cielo que se extendía infinitamente tras ella. Ni siquiera suspiré haciendo amago de iniciar la conversación. Me limité a declarar mi fracaso mientras me resguardaba en el silencio. 

–He dicho reporte de misión. – 

Sin embargo, mi boca no se movió. 

–Sabes muy bien que Jiraiya ha hecho un informe y que no sales favorecido en él ¿verdad? – Continuó. 

La vi tomar una tablilla y releer unos papeles. Todos y cada uno de mis movimientos en batalla firmemente sujetados por esa mano fuerte e imponente. 

–Sesenta y cuatro misiones de alto rango de las cuales las primeras treinta y tres fueron un éxito junto con las número cuarenta y siete y cincuenta y uno. El resto, un completo fracaso. Anotaciones: no presenta signos de ineficiencia en prácticas, no obstante, su rendimiento es incompetente en batalla. Disminución de habilidad de percepción. – 

Se quedó mirando la hoja en silencio. Sus palabras cortaron el espacio como si fuera un espejismo, lo que me llevó a retener el aliento en lo que ella decidía volver a prestarme atención. 

Por la manera en la que bufó, supe que el listado era una perfecta descripción de un ninja en decadencia. 

– ¿Sabes que lo que me preocupa más no son la veces en las que has fallado, sino la forma en la que parece que te estás rindiendo? –Murmuró, masajeándose la mandíbula. Alzó la vista de las hojas y me observó detenidamente, imperturbable. –Pero tengo curiosidad acerca de las dos últimas misiones. – 

Pensé que los bosques se habían vuelto solitarios, y entonces aparecieron todos estos sujetos con sus marcas malditas. Me habían rodeado, estaba solo con una bolsa llena de armas con filo y yo sabía que serían insuficientes. Mientras uno se movía, miraba al otro con cautela y el circulo se cerraba en torno a mí, como en una emboscada. Vi sus rostros, con esos característicos ojos negros y trasmutaciones imposibles de ignorar. Cuando noté la flacidez de mi cuerpo supe que no se trataba de un genjutsu o el efecto de algún golpe, era mi consciencia rindiéndose antes de un posible ataque. 

–En la penúltima misión hay un gran agujero ¿sabes? - 

Su voz me sacó de aquel recuerdo. 

–Escribiste: "Hombre caído, sin signos vitales, derrotado en batalla. Terreno inestable, signos de pérdida de visibilidad. Adversario desaparece de la escena. Misión fallida." Pero tú no presentabas signos de lucha, así que me es inevitable preguntarme lo siguiente: si tu no peleaste ¿quién lo hizo? – 

– ¿Qué? –Me fue imposible no responder. 

La noté complacida con mi forzada participación. 

–No sé de lo que está hablando. Yo era el único allí. ¿Acaso no coincidimos en lo mismo Jiraiya y yo en el informe? – 

– ¿Cómo se supone que voy a creer en lo que dice ahí si no estaban ni remotamente cerca uno del otro aquella vez? – 

Volví a refugiarme en el silencio. No tenía la intención de refutar, tampoco la fuerza para alzar la voz y rendirle cuentas. 

Le otorgué la última palabra a la vieja Tsunade. Dando pequeños pasos hacia atrás, le di la razón si fue así como ella lo percibió. 

No había rastro de enojo en ella, sólo esa impasibilidad que me comenzaba a trastocar. 

–El reporte de la última misión está inconcluso. Dice que has localizado a un fugitivo, pero no has descrito su ubicación, así como tampoco lo has identificado. Igualmente dice que has sido interceptado y raptado y que debido al entorno no has podido ver la dirección que tomó al escapar. – 

Para cuando terminó de leer, sus manos habían viajado hasta sus sienes. Creí que le estaba dando una jaqueca, pero no era como si pudiese hacer algo al respecto. 

– ¿Cómo es que escapó cuando eras tú el que había sido raptado? ¿Te libraste y le atacaste? Eso no lo dice el informe. ¿Por qué lo omitirías? ¿Cómo demonios quieres que crea esto con tantos sinsentidos? Dime algo, Naruto. ¿Estás en problemas? ¿Por eso estás aquí? – 

Instintivamente quise escapar, pero no pude moverme en lo absoluto. Sus ojos me escrutaban y no supe qué logró ver en mí. Se frotó las manos como si de repente la temperatura hubiese descendido y chasqueó los labios con desdén.  

Era cierto que el sol se estaba ocultando y que comenzaba a enfriarse la tierra, y también que no podía justificarme porque era exactamente así de incoherentes los hechos de aquella vez. 

–Naruto, mírame. –Ella se había acercado y me había tomado por los hombros. – ¿Te sientes bien? ¿Necesitas ayuda? –  

Me aparté ligeramente, incómodo por su tacto.  

No estaba bien. Hasta yo lo sabía. Yo, que había estado guardando un vacío tan grande como el universo durante toda mi vida.  

Pero eso no iba a decírselo.  

–Si realmente no tienes nada qué decir, entonces debo advertirte que deberé tomar medidas contigo. –Declaró. 

–Haga lo que crea correcto. –Le dije en un murmullo, tan bajo como triste. 

–De acuerdo. –Asintió. –Deberás estar atento a cualquier llamado. Yo misma voy a monitorear tus movimientos. ¡Oh! Y vas a ser sometido a revisiones físicas. Puedes irte ahora. –  

Hice una venia y obedecí. Al traspasar la puerta se desató una estruendosa tempestad en mi interior. En definitiva, nada se sentía como antes. 

El llanto que en mi infancia era recurrente regresó en el momento en el que abrí la puerta de casa. 

Se sentía mal, desastroso. No quería estar en ningún lugar, porque sentía el peso de las mentiras que me estaba obligando a decir. 

"Lo traeré de vuelta." 

No pude evitar pensar. 

Había pasado dos años desde que había hecho esa promesa con la pose de chico genial. En realidad, no iba dirigida a nadie. Ese día no sólo estaba Sakura en la salida de la aldea, también estaban Kiba, Neji, Shikamaru, Choji y Lee. Y una versión de Naruto que distaba de ser pesimista. Lo que quiero decir es que las palabras pronunciadas esa mañana en particular, habían sido un estimulante para el espíritu frágil que aguardaba en mi interior por un poco de descanso, no para comprometerme con alguien. 

Una promesa que me estaba consumiendo, la cual tal vez ya no quería cumplir. 

Nadie a mi alrededor comprendió que me estaba hundiendo, que mi única promesa era conmigo mismo. 

Pero tenía que continuar. Qué interesaba si iba a pie, volando entre las copas de los árboles o arrastrándome miserablemente. Qué importaba si las heridas del pasado hedían a sangre y dejaban un rastro rojo y enfermizo. ¿Qué importaba lo que yo sintiera? 

Sí, la soledad había comenzado a calar por sobre mi piel y mi sombra. Se hizo omnipotente en mi vida.  

Había estado allí desde siempre. Eso lo había descubierto hacía ya un tiempo y no era que intentara ocultarlo, era que amaba demasiado a las personas y eso me hacía feliz.  

Después de interminables misiones sin éxito, dónde el principal propósito era hallar un rastro de Orochimaru, finalmente había aceptado marcharme de mi hogar para entrenar junto a Jiraiya. Era beneficioso para todos que me hubiese comportado de aquella forma tan madura y benevolente. Después de todo Akatsuki necesitaba con desesperación la monstruosidad atrapada en mi interior. 

En mi estado actual, tirado en el suelo y cubierto en llanto, podría haberme rendido ante todo mal. Dejarme a merced de los que me necesitaban habría sido el fin que tanto había esperado. Porque sin darme cuenta ansiaba el fin de mis tiempos. Pero por más que lo deseara, mi cuerpo tenía voluntad y acababa con cualquiera que se atreviera a lastimarme. 

El día que fui consciente de mi condición de mártir, era uno de tantos en donde el entrenamiento era interceptar, atrapar o lo que era aún más abominable; asesinar. Cazar renegados, excediéndome hasta encontrar en mi extenuación, en mi propia muerte la respuesta hacia una nueva habilidad. 

Me habían acorralado entre la hoja afilada de una cuchilla y el tronco de un roble, escaso de energía y herido en la espalda. Entonces me di cuenta de que no deseaba continuar. Fue una resolución simple y mordaz, pero eventualmente no deseaba morir. 

A pesar de que estaba preparado para enfrentarme a la muerte, entendí que el propósito era haber logrado la vida, y yo sentía que la mía se me escapaba junto con cada ilusión. 

En momentos como aquel, cuando no tenía oportunidad, por alguna razón aún desconocida me ponía a pensar en mis ideales, y descubría en cuestión de segundos que mi existencia carecía de sentido. Pero finalmente, movido por una fuerza alterna tan escondida, como un instinto animal que me cegaba, me defendía y cuando recobrara el control ya me hallaba solo en medio del bosque.   

"Lo traeré de vuelta". 

Me repetía a cada instante, sin importar la presión aplastante que ejercía en mí esas palabras que prometían el alivio de alguien más. 

¿Y si él no quiere ser salvado? ¿Y si yo no deseo ser un buen camarada? 

Comencé a preguntármelo después de aquella batalla en la que me limité a ver cómo escapaba mi oponente. Más adelante había sido atrapado por Jiraiya y reportado como una de las decenas de misiones fallidas. 

Y luego me había encontrado con Sasuke en el bosque. 

"Los secretos pesan." Pensé, con las lágrimas secas en el rostro. 

 

O tal vez lo había soñado. 

 


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