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El Dios de la mala suerte se enamora. por Parasito79

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Notas del fanfic:

Este es mi primer fanfic así que espero sus opinione, saludos.

Hace mucho tiempo, oh bueno hace no tanto. Nació un chico, un chico que le guste o no termino atrayendo la atención de un Dios, quizá el peor de todos y no me refiero a algo como un Dios de la calamidad o la destrucción a ellos les va muy bien en los demás planetas no ocupan siquiera a los humanos puesto que para ellos son seres totalmente aburridos, sin embargo el Dios que fue cautivado es ni más ni menos el Dios de la mala suerte o más comúnmente conocido como el Dios burlón. Hay bastantes relatos de este ser que ha habitado bastantes años y que, por excelencia le encanta divertirse a costa de las personas otorgándoles calamidades algo inusuales para luego burlarse de sus reacciones aunque a veces sus juegos pueden llegar a ser peligrosos, para él es como si estuviera jugando con muñecas.

Sebastián, nació en una pequeña localidad cerca Del Mar, a primera vista era un bebé normal, sin embargo aún cuando estaba dentro del vientre de su madre ya estaba marcado por la fatalidad del Dios burlón.

-Mira a esa tonta mujer.-dijo cierto Dios con burla-. ¡No sabe que está embarazada!

La pequeña criatura a su lado que era su mascota y compañero, porque todos los dioses tenían uno. El suyo por su puesto tenía una forma peculiar, se trataba de un niño pálido hasta la muerte con unos ojos rojos endemoniados y unas alas de murciélago, el pequeño Niño no aparentaba más de diez años aunque era obvio que había vivido muchísimos más que esos.

-Amo.-lo llamo con exasperación-. ¿Desea que le haga algo?

Sin embargo el Dios no le prestó atención, estaba bastante entretenido poniendo una botella en el camino de una pareja haciendo que la mujer cayera ruidosamente en un charco de lodo arruinando por completo el hermoso vestido de encaje blanco que traía para la ocasión. El Dios burlón soltó una fuerte carcajada al ver la reacción de la chica al contemplar su estado pero así como llegó se desvaneció inmediatamente después de ver cómo la pareja de la chica le ayudaba a pararse y la tapaba con su chaqueta dándole un dulce beso.

Ahora empieza la etapa depresiva del joven amo, de todas sus incontrolables facetas esta es sin duda la más molesta pensó el mocoso, poniendo los ojos en blanco ya que sabía lo que pronto pasaría.

-Lourent.-lo llamó-. ¿Por qué yo no puedo encontrar el amor?- preguntó triste, con la mirada puesta en la pareja.

Lourent pensó detenidamente que contestar, la última vez que había dicho algo mal el Dios les hizo imposible la vida a los humanos, arruinando cualquier negocio que se le cruzara en el camino y por supuesto haciendo que muchas parejas rompieran su relación por cosas que él había causado, incluso envió una epidemia de piojos para que los niños se burlaran de los afectados diciéndoles apodos extraños, que, a los oídos del Dios no eran más que chistes muy buenos.

-Amo, usted no necesita ese sentimiento.-trago saliva-. Usted solo ocupa reírse de la desgracia ajena.

Miro al chico a su lado. Se podría pensar cualquier cosa de él menos que se tratara de un Dios, sus ojos al igual que los suyos eran de un tono rojo sin embargo los del Dios tenían algo especial: cambiaban de color respecto a sus emociones, en este momento los tenía rojos y aunque muchos crean que es de enojo en realidad es por envidia. Sus cabellos negros caían despeinados por todos lados y se curveaban un poco. Curiosamente el también tenía la piel extremadamente pálida sin siquiera un tono saludable, pero bueno es un Dios uno espera eso y más, además que su cuerpo era el de un adolescente eterno, nunca envejecería y se mantendría en esa forma; delgado pero no huesudo algo así como un cuerpo atlético con los músculos levemente marcados y altura considerable. En realidad si fuera humano sería una persona atractiva, no dudaría siquiera que encontrara el amor fácilmente.

-Es verdad.-concordó con una sonrisa-. ¿Quién necesita eso? No necesito nada como la compañía de alguien más porque.-miro a Lourent-. Te tengo a ti.

-Me gusta que hable así amo.-dijo también sonriendo, es mucho mejor tratar con él así-. Deberíamos pasar por el hospital, para mirar nuevas víctimas.

Miro nuevamente al Amo, sus ojos habían cambiado a un verde intenso eso quería decir que le emocionaba la idea.

Bajaron del cielo en el cual observaban todos los ilusos payasos del Amo, para dirigirse al lugar donde se comienza y arrebata la vida, un quirófano.

 

 

Una mujer bajó tranquilamente del taxi, llevaba un vestido blanco holgado y la prominente panza del embarazo se notaba a kilómetros pero en su rostro se miraba muy feliz por la llegada de su hijo.

-Y yo creía que tenía un tipo de infección estomacal.-Decía para sí-. Míranos ahora, serás una hermosa niña.

La mañana transcurrió normal, los chequeos marcaban todo en perfectas condiciones y la llegada del recién nacido estaba a la vuelta de la esquina.

-Lourent.- llamo-. Observa a esa mujer.- apuntó a una joven de vestido blanco.- Mira lo interesante que se pondrá esto.

Miro detenidamente a la embarazada, se miraba feliz lastima que el joven amo andaba por aquí. Poco a poco su cara tomó forma y pudo notarlo ella era...

-Amo ¿Ella no es la mujer en la que el ultrasonido marcaba como una...?- la sonrisa macabra del chico hizo confirmar sus dudas. Ahora entendía porque había escogido este hospital.

-Ah pequeño Lourent ¿Crees que no miraría mi obra de arte hasta el final?- preguntó sonriendo descaradamente.

Hace bastante habían estado molestando a una pareja por órdenes de aquí el Amo y señor, está pareja se le rompió la protección por órdenes de ya saben, pero no termino ahí sino que como una de las muchas “cualidades” del amo se empeñó en hacer “bromas” a esta. La sorpresa inicial fue increíble hasta la pequeña mascota río por la reacción de la familia, después en los ultrasonidos el señorito decidió que por el momento el futuro bebé fuera niña sin embargo lo que nadie sabía era que, obviamente el bebé sería Niño. Después de un tiempo se perdió el interés por parte de ambos, o al menos eso quería hacer creer el Dios.

-Hemos pasado ya tanto tiempo con ella durante el embarazo que siento el derecho de ser el padrino de bautizo.- dijo seriamente el amo-.¿Tú no lo crees?

Lourent río un poco con el comentario, a pesar de todo él no pensaba que su amo fuera alguien malvado, sin embargo en el fondo sabía que el querido señor era una amenaza en todos los sentidos hacia cualquier ser, sí, también los dioses lo consideraban un fenómeno peligroso.

-Al parecer todo marcha bien con el embarazo.-dijo Lourent tranquilo-. Muy bien a decir verdad.

-Eso va a cambiar ahora.-Soltó burlonamente haciendo que la mujer cayera por una basura en el piso-. Ya quiero ver el rostro del niño.

-¡AHHHH!- dio un alarido la embarazada-.¡Duele! ¡Duele como el mismo infierno!

Las enfermeras cercanas se pusieron de inmediato en acción, todo pasó bastante rápido pero la mujer ya se encontraba sentada en una silla de ruedas con diversas personas checando sus puntos vitales, en una de las piernas de ella bajaba un hilillo de sangre indicando que el bebé debía nacer en ese momento. Miro hacia el Amo dando un silbido, lo había logrado. No le sorprendía en absoluto, sabía perfectamente que él Señor podía hacer lo que quisiera y que terminaría saliendo bien.

-Te apuesto todo lo que tengo a que será Niño.-dijo sonriendo-. Y lo llamarán Sebastián.

-Amo, no tenemos nada.-contesto solemne.

Y era cierto, los dioses no ocupaban nada, la única fuente de vida por así decirlo era la fe que tienen lo humanos en ellos, y el Dios burlón para suerte de ambos es de lo más populares tal vez más odiados pero de igual forma, son creyentes.

La Mujer iba directo al quirófano aventando maldiciones a diestra y siniestra diciendo cosas como “malditas personas puercas” y “tiren la basura donde se debe, joder” también hacía unas señas bastante obscenas con sus dedos. El Amo se reía carcajadas por la reacción y sus ojos habían cambiado a ser amarillos por la alegría del momento.

-Señor, es usted un ser siniestro.- dijo Lourent divertido.

-Ya te he dicho que mi nombre es Kashmir, bobo.

 

 

La mujercita gritaba y retorcía por las contracciones, haciendo una cara más rara que la anterior. La familia acababa de llegar al lugar y esperaban impacientes en la sala, varios hombres caminaban de un lado a otro que sí hubiesen seguido así seguramente habrían hecho un agujero en el suelo.

-Solo era una revisión.-decía un hombre joven-. ¿Cómo terminó así?

-Yo tengo la respuesta.- dijo el Dios aunque sabía que nadie lo escuchaba aparte de Lourent-. Es gracioso no poder decírtela aunque quiera.

-Seguramente esto es por el Dios de la mala suerte.-Comentó una anciana-. Ese maldito que solo se la pasaba haciendo bromas.

-Hey, hey.- contestó Kashmir-. Respétame mujer antigua.

Y en un chasquido de dedos la silla donde estaba sentada se desplomó haciendo que cayera sin razón, es lo que se ganaba por haberle faltado al respeto. Kashmir sabía que muchos de los humanos le detestaban aunque no sabía porque si él lo único que hacía era ponerle interés a sus aburridas vidas, es más, él se merecía tener más templos entre los humanos, si no fuera por él, no existirían los videos de risa que tanto agradaba a los humanos. Además que siempre lo relacionaban a cosas extrañas como Los Gatos negros, las escaleras, los espejos, la sal. Él ni siquiera sabía que eran esas cosas, pero para los humanos de esa forma se manifestaba entre ellos.

-¿Quién son los familiares de Marline?-preguntó un doctor.

-Somos nosotros.-contestó Kashmir-. Oh Bueno ellos.

-Somos nosotros.-dijo la vieja anciana-. ¿Cómo está?

-Felicidades, es un lindo Niño.- sonrió el doctor-. Lo pueden ver dentro de unos momentos.

-¡Niño!- gritaron todos a la par, que graciosa sincronización.

-Nos lo cambiaron.-gritó un señor-. Oh mi pequeña Martina ¿dónde estás?

-Idiota ¿Cómo esperas que cambien a un bebé que aún está en la panza?-replicó otro-. Y está claro que su nombre es Mónica, no sé de donde sacas tu Martina.

-¡Toda la ropa que tejí!- se lamentaba la anciana-. ¡Para un niño! tengo que tejer más.- saco de su bolsa una bola de estambre y dos palos-. Maldición, eso pasa por ir a los ultrasonidos baratos.

El Dios de la mala suerte, se descosía de la risa, no podía creer que todo el plan hubiera salido de forma tan perfecta, sabía que era inteligente y más aún cuando se trataba de su trabajo. Las reacciones habían superado sus expectativas, la familia que escogió era por mucho la mejor para sus bromas. Sin embargo quería conocer al niño, de una extraña manera se encariño con él era tal vez una mezcla de curiosidad y emoción que lo incitaban a ir.

-Lourent, sígueme.-Lo llamo-. Iremos a conocer a nuestro querido niño.

Lourent que se había mantenido en silencio, meditó un poco. Sabía que aunque no lo siguiera el Amo iría a conocer al chamaco y también sabía que dejarlo solo era peligroso. Kashmir es sin duda la persona más incomprensible del mundo, es imposible saber lo que piensa o lo que siente o como va reaccionar a algunas cosas. Por eso Lourent siempre lo tenía vigilado ya que es el único que entiende un poco al chico. Decidido a seguirlo empezó su caminar detrás de él, observando todo con recelo, analizando que cosas podían hacer que el Amo hiciera alguna tontería, a pesar de que tenían mucho tiempo juntos, nunca había visto los poderes de él, de hecho no sabía muchas cosas de su señor. Lourent detuvo sus pasos frente a una puerta blanca miró a Kashmir con cierta duda pero él se encontraba haciendo algo que nunca en su vida pensó ver. Kashmir tenía las manos unidas y de sus ojos brotaban pequeñas lágrimas rojas, decía cosas en un idioma que muy pocas personas conocían, pero lo sorprendente era el círculo dorado que se estaba formando debajo de ambos con escrituras antiguas, lo que su querido amo estaba haciendo era magia antigua, más antigua que el mismísimo Dios del tiempo. Lourent miraba sorprendido todo a su alrededor no sabía cómo ni quién le había enseñado eso ni tampoco como es que lo dominaba tan bien si jamás lo había visto practicar ¿o si?

-¿Qué pasó Lourent?- preguntó como si nada-. Te quite las alas un momento para no asustar a nadie.

El pequeño aún seguía atontado por lo que vio, volteó rápido hacia atrás y en efecto sus alas ya no estaban una especie de miedo e incertidumbre invadió su pecho ¿Qué era lo que estaba planeando el Dios?

-Amo.-dijo nervioso-. ¿Qué planea hacer?

-¿No es obvio?-contestó sonriendo-. ¡Iremos a felicitar a la madre por el recién nacido!

No podía ser peor para Lourent. Le habían quitado las alas así que si había problemas no podría escapar como usualmente hace, aparte de que presentarse tan descaradamente a los humanos era un delito para la Congregación de Parlamentos Sagrados. Miro con frustración al Dios, él llevaba un traje color negro con una camisa blanca de hojitas verdes y las mangas del traje y camisa arremangadas, en el cuello por si cometer un delito fuera poco llevaba uno de los objetos prohibidos de los dioses, el anillo de Melody sujeto a una cadena. Bueno ahora tenía sentido, el hechizo que hizo es para que los humanos sean capaces de verlo y el anillo para que su presencia pase desapercibida para cualquier otro Dios o mascota. Si este objeto cayera en manos equivocadas podría hacer lo que quisiera en cualquier mundo sin que nadie se enterara.

-Amo.-dijo-. Me tiene que explicar varias cosas.

-Tal vez.-dijo burlón-. Pero por ahora no.

Kashmir, estaba emocionado hacía bastante que no utilizaba su magia por lo controversial que puede ser, ya de por sí los otros dioses no lo apreciaban no se quería ni imaginar lo que pasaría si se enteraran lo que podía hacer y los objetos que tenía a su disposición. Miro la puerta, feliz por lo que iba a hacer, había decidido utilizar ropa bonita porque según él, la primera impresión es importante. Respiro un momento tomó la manija de la puerta y la abrió.

-¡Felicidades!-dijo alegre-. Escuche que es un niño, me alegra.

Dentro del cuarto, rodeados de cuatro paredes blancas y una modesta cama de hospital se encontraba una mujer con una cara realmente cansada, pero en sus brazos se encontraba un pequeño bebé con los ojos cerrados y cabello sumamente claro, a primera vista Kashmir pensó que no tenía cabello. Bueno me lo imaginaba más bonito pero en fin pensó.

-¿Quién eres?- preguntó la madre en un suspiro.

-Qué bueno que preguntas.-contestó alegre Kashmir-. Soy ni más ni menos que el Dios de...

-¡Es el enfermero!-interrumpió Lourent.

-¿Enfermero? Claro que no soy el Dios de la mala suerte.-contestó con obviedad Kashmir dándole un sopapo-. Un gusto en conocerte.

-¿Dios?- la mujer río un poco-.¿Tú? Hay Niño si eres de esos payasitos que animan a los pequeños enfermos, te equivocaste de habitación.

Lourent pasó saliva, no sabía como reaccionaría el Dios a que se burlaran de él, no le gustaba para nada la idea de presentarse así con los humanos mucho menos tener algún tipo de problema de forma tan directa.

-Mujer.- la llamo Kashmir-. No miento, mire mis ojos.

Se acercó a ella poniendo su rostro a centímetros de la de suya, cerró los ojos un momento y los abrió nuevamente.

La Madre río aún más, se estaba divirtiendo con la situación.

-¡Son cafés!- grito divertida-. Por un momento pensé que serían morados o algo así, pero es imposible.

-¿Qué? ¡Imposible!-contestó indignado Kashmir-. ¡Les ordene ponerse transparentes!

La mujer soltó otra carcajada y sorprendentemente Kashmir se sonrojó por completo de vergüenza, un Dios avergonzarse de tal forma frente a un humano ¿qué hice para merecer a este sujeto? Pensó Lourent.

-Lourent.-lo llamo desesperado-. ¿Cómo son mis ojos? De seguro esta mentirosa mujer quiere jugar con mi mente.- dijo con recelo dirigiéndole una mirada descriptiva, lo que hizo reír más a la chica.

-Amo, sus ojos son hermosos.

-¡Eso no! ¡Sé que son hermosos!- gritó exasperado-. ¡Pero el color! ¡Dime el color!

-Amm.- evadió la pregunta un poco-. Son del color de la tierra.- dijo tratando de no empeorar más las cosas.

-O sea.-Intervino al madre-. Cafés.

-No puede ser.- dijo Kashmir sentándose al borde de la cama-. Mis hermosos ojos, de un color tan normal. No puede ser.

La madre no sabía que era lo que pasaba ni siquiera conocía a los chicos presentes pero algo en su interior le decía que estos chicos no eran normales, bueno eso era obvio cuando uno juraba tener ojos transparentes, pero la palidez de ambos chicos y su incuestionable belleza te hacían pensar. Los miro nuevamente, el más grande tenía la mirada perdida y murmuraba cosas extrañas parecía al borde del colapso mientras que el otro se cuestionaba si ir a consolarlo o no, ella intuía que el Maduro del grupo era el chico más pequeño. Soltó otra risita por lo raro del asunto.

-Entonces.- dijo llamando la atención de ambos-. El Dios de la mala suerte tiene ojos cafés.

-Claro que no.- contestó el pequeño-. Tiene unos ojos cambiantes.

La mujer iba a volver a reír cuando un sonido detrás de la puerta llamó su atención, era bastante fuerte. De una patada la puerta de abrió dejando ver un hombre joven, este lloraba desconsoladamente con una mirada desquiciada la observaba a ella y a su pequeño recién nacido, llevaba un traje de empresario y de una de las bolsas sacó un arma apuntándole directamente al niño durmiente en sus brazos. El terror la invadió tanto que no podía siquiera moverse, el hombre quito el seguro de la pistola y con la mano tambaleante se preparaba para disparar.

-Si yo no puedo tener una familia.- dijo entre sollozos-. Nadie la tendrá.

Disparó.


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