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Chisguete~ por Nowhere Girl

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Notas del fanfic:

(Hace mucho que vi la serie de las leyendas y no he visto la última película. Me disculpo por cualquier error.)

Para Luce~ Lamento que tengas que soportar mis momentos de auto desprecio.

Notas del capitulo:

 

Kubo era un chico realmente dulce. Tenía ciertos detalles con las personas que amaba que solo lo volvían más dulce. Por ese motivo, se había ganado fácilmente el cariño de Doña Toñita y el resto de la familia de su novio.

Ahora, como muestra del gran amor que el asiático sentía por Leo San Juan, estaba aprendiendo español. La pelirroja amiga del chico mexicano era quien lo estaba ayudando con sus clases.

(Leo también había intentado aprender japonés. De verdad que intentó con todas sus fuerzas. Fue en vano. Ya de por sí mucho trabajo le costó aprender inglés. Los idiomas no eran su área.)

El gesto realmente conmovía el corazón de Leo. Además, escuchar la curiosa pronunciación del chico, admirarlo mientras repasaba las sílabas como un niño pequeño, ver como todo el rostro de Kubo se iluminaba cuando lograba comprender algunas palabras sueltas mientras otra persona hablaba... todo eso parecía hacer realmente feliz al chico de un solo ojo. Y si él era feliz, Leo también lo era.


Después de cada lección, Kubo, orgulloso, iba hasta dónde se encontraba su novio y le mostraba lo aprendido. Aquella noche no iba a ser la excepción.

Leo estaba en la cocina. Ayudaba a su abuela, haciendo mermelada para unas galletas. Mientras estaba batiendo la mezcla, sintió como lo abrazaban por detrás. Dio un pequeño respingo por lo inesperado del contacto, pero no se asustó. Sólo podía ser una persona.

Soltó la cuchara de madera con la que había estado sosteniendo y acarició las finas manos que lo abrazaban. Kubo entonces se recargó más en él. El momento era realmente cómodo y hogareño. Leo se sintió feliz como nunca.

Sin embargo…

Kubo se aceró a su oído. Susurró aquella palabra maldita. Esa pinche palabra que había atormentado a Leo desde que tenía uso de razón.

—Chisguete.

Leo se separó de los brazos del chico y de nuevo tomó la cuchara. La apuntó amenazadoramente hacía el otro. Jamás se lo habría esperado de él. Nunca de él

— ¿Qué dijiste?—Preguntó el mexicano.

El asiático se sintió realmente confundido ante la reacción del otro chico. ¿Por qué reaccionaba así? Kubo retrocedió un poco y levantó ambas manos, como para protegerse de cualquier posible ataque con la cuchara.

—Yo… Sólo estaba diciendo “Te quiero” ¿Acaso lo pronuncié mal?

— ¡Chisguete—Leo escupió la palabra. Le daba asco. — no significa eso!

En el rostro de Kubo había azoramiento e ingenuidad. Miraba a su  mexicano ladeando un poco la cabeza. Se parecía a los gatos callejeros que rondaban cerca de la panadería.

— ¿Entonces qué significa? ¿Por qué te molesta tanto? No te entiendo, Leo.

— ¿Quién te dijo que ese era su significado— Atacó de nuevo.

—Nando. Dijo que te haría muy feliz escucharme decir eso.

La repentina furia de Leo se apagó. Debió imaginar que era obra de Nando. La palabra, a pesar de lo infame que era, había sido pronuncia da sin malicia alguna. El chico soltó, de nuevo, su arma y tomó entre sus brazos a Kubo.

—Te engañó, mi amor. En realidad, es un apodo que él solía decirme… no quiero hablar de eso ahora.

Kubo levantó la cabeza, un poco alarmado.

—¡Lo siento mucho!

El mexicano se rió. Sí que su novio tenía un corazón de oro.

Para demostrar que su enojo había pasado, juntó sus bocas en un dulce beso. Sintió como Kubo le acariciaba el cabello y suspiró. Se separaron por falta de aire y, ya pasado el incidente, ambos se dispusieron a seguir ayudando con la mermelada y demás cosas para la panadería.

Mientras trabajaban, sólo un pensamiento ocupaba la mente de Leo.

Algún día, iba a matar al pendejo que tenía por hermano.


 

Kubo era un chico realmente dulce. Tenía ciertos detalles con las personas que amaba que solo lo volvían más dulce. Por ese motivo, se había ganado fácilmente el cariño de Doña Toñita y el resto de la familia de su novio.

Ahora, como muestra del gran amor que el asiático sentía por Leo San Juan, estaba aprendiendo español. La pelirroja amiga del chico mexicano era quien lo estaba ayudando con sus clases.

(Leo también había intentado aprender japonés. De verdad que intentó con todas sus fuerzas. Fue en vano. Ya de por sí mucho trabajo le costó aprender inglés. Los idiomas no eran su área.)

El gesto realmente conmovía el corazón de Leo. Además, escuchar la curiosa pronunciación del chico, admirarlo mientras repasaba las sílabas como un niño pequeño, ver como todo el rostro de Kubo se iluminaba cuando lograba comprender algunas palabras sueltas mientras otra persona hablaba... todo eso parecía hacer realmente feliz al chico de un solo ojo. Y si él era feliz, Leo también lo era.


Después de cada lección, Kubo, orgulloso, iba hasta dónde se encontraba su novio y le mostraba lo aprendido. Aquella noche no iba a ser la excepción.

Leo estaba en la cocina. Ayudaba a su abuela, haciendo mermelada para unas galletas. Mientras estaba batiendo la mezcla, sintió como lo abrazaban por detrás. Dio un pequeño respingo por lo inesperado del contacto, pero no se asustó. Sólo podía ser una persona.

Soltó la cuchara de madera con la que había estado sosteniendo y acarició las finas manos que lo abrazaban. Kubo entonces se recargó más en él. El momento era realmente cómodo y hogareño. Leo se sintió feliz como nunca.

Sin embargo…

Kubo se aceró a su oído. Susurró aquella palabra maldita. Esa pinche palabra que había atormentado a Leo desde que tenía uso de razón.

—Chisguete.

Leo se separó de los brazos del chico y de nuevo tomó la cuchara. La apuntó amenazadoramente hacía el otro. Jamás se lo habría esperado de él. Nunca de él

— ¿Qué dijiste?—Preguntó el mexicano.

El asiático se sintió realmente confundido ante la reacción del otro chico. ¿Por qué reaccionaba así? Kubo retrocedió un poco y levantó ambas manos, como para protegerse de cualquier posible ataque con la cuchara.

—Yo… Sólo estaba diciendo “Te quiero” ¿Acaso lo pronuncié mal?

— ¡Chisguete—Leo escupió la palabra. Le daba asco. — no significa eso!

En el rostro de Kubo había azoramiento e ingenuidad. Miraba a su  mexicano ladeando un poco la cabeza. Se parecía a los gatos callejeros que rondaban cerca de la panadería.

— ¿Entonces qué significa? ¿Por qué te molesta tanto? No te entiendo, Leo.

— ¿Quién te dijo que ese era su significado— Atacó de nuevo.

—Nando. Dijo que te haría muy feliz escucharme decir eso.

La repentina furia de Leo se apagó. Debió imaginar que era obra de Nando. La palabra, a pesar de lo infame que era, había sido pronuncia da sin malicia alguna. El chico soltó, de nuevo, su arma y tomó entre sus brazos a Kubo.

—Te engañó, mi amor. En realidad, es un apodo que él solía decirme… no quiero hablar de eso ahora.

Kubo levantó la cabeza, un poco alarmado.

—¡Lo siento mucho!

El mexicano se rió. Sí que su novio tenía un corazón de oro.

Para demostrar que su enojo había pasado, juntó sus bocas en un dulce beso. Sintió como Kubo le acariciaba el cabello y suspiró. Se separaron por falta de aire y, ya pasado el incidente, ambos se dispusieron a seguir ayudando con la mermelada y demás cosas para la panadería.

Mientras trabajaban, sólo un pensamiento ocupaba la mente de Leo.

Algún día, iba a matar al pendejo que tenía por hermano.


Notas finales:

Nunca se salten clases, por más hueva que tengan. No sean como yo.

Gracias por leer c;


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