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Miedo a la Oscuridad por Kuroyami Mirai

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Mis manos tiemblan, mi frente suda y me duele el estómago. Es algo que no puedo evitar, siempre que estoy nervioso mi estómago se contrae y me provoca terribles dolores. La mirada de este sujetose sientecomo la más terrible de las humillaciones.

 

Kac-chan me observa con sus ojos furiosos como si yo lo hubiese ofendido de alguna manera, cuando en verdad no es así. Todo lo que hice fue tropezar con él mientras sacaba la basura del salón. Además, me he disculpado. Pero parece que a él no le importa, mi sola presencia le molesta.

 

—Lo siento, Kac-chan. No te vi —repito. Mis ojos viajan a todas direcciones, pero no se detienen en los suyos. No recuerdo en qué parte de mi vida comencé a temerle. Hubo un tiempo en que éramos amigos, pero ahora se siente tan lejano que parece irreal.

 

El Kac-chan de esa época… me sonreía.

 

—Mira por dónde vas, pedazo de mierda. —Gruñe contra mí, pero no hace nada agresivo. Él se limita a ajustar la mochila sobre su hombro y alejarse por el pasillo. Lo pierdo de vista cuando dobla en una esquina, entonces suelto el aire que ni siquiera sabía que sostenía.

 

— ¿Lo escuchaste?

 

Siento los murmullos de un grupo de chicos cuando recojo la basura del suelo. No es mi intención curiosear, pero están lo suficientemente cerca como para que los oiga aunque no quiera.

 

— ¿Qué cosa?

 

—Ese chico, el de la clase A. Bakugo. Dicen que es pirómano.

 

Mi ceño se frunce inmediatamente. Están hablando de Kac-chan.

 

— ¿Pirómano?

 

—Sí. Hay un rumor entre los de primer año. Escuché que él incendió el almacén y que atacó a Todoroki-kun.Por eso no ha venido a clases desde hace días. Le quemó la cara, la marca será permanente.

 

Eso no es verdad. Kac-chan no lo atacó, fue un accidente.¿Por qué hablan de cosas que no saben? Kac-chan es como es, pero sería incapaz de hacer algo como eso. Él tuvo que cumplir con dos semanas de suspensión, fue castigado. ¿No es suficiente ya?

 

Irritado como me siento, dejo el cubo de basura en el suelo. Muerdo el interior de mis mejillas por la frustración y camino hasta los tres chicos recostados en la pared a un lado del ventanal.Me muevo por inercia, ni siquiera sé por qué lo hago. Ellos me miran como si me hubiese vuelto loco. Estoy de pie en frente de ellos, con los puños apretados y los hombros temblorosos, pero no me importa, tampoco me detengo. Suelto las palabras aunque lucho por callarme.

 

—Eso no es cierto. Kac-chan no quemó a Todoroki-kun. ¡No pueden simplemente estar ahí, parados, y decir todas esas mentiras!

 

—¿Quién ha pedido tu opinión, enano?

 

—Sólo… dejen de decir esas cosas…

 

Uno de ellos despega la espalda de la pared. Las comisuras de sus labios están empujadas hacia arriba, pero la sonrisa no llega a sus ojos. Levanta una mano hasta mi pecho y presiona tan fuerte que caigo al suelo de espaldas. El golpe en mi cadera hace que suelte un quejido, pero a él no le importa.Los otros dos sólo se ríen de cuan patético me veo.

 

—Eres tan torpe —se burlan sin piedad, provocando que mis labios se aprieten.

 

No puedo hablar, las palabras no salen de mi garganta. Bajo la mirada para no ver sus risas, quiero desaparecer. Trato de levantarme, pero el tipo que me empujó presiona su mano en mi hombro, impulsándome de nuevo hacia abajo.

 

—¿Por qué defiendes a ese lunático? Te trató como la mierda hace cinco minutos. ¿Eres masoquista?

 

Las palabras me taladran las sienes. Ellos tienen razón. ¿Por qué lo defiendo? ¿Por qué siempre termino preocupándome? Kac-chan es mi amigo de la infancia, pero él mismo decidió crear una barrera entre nosotros. Él es culpable del noventa por ciento de las humillaciones que sufro a diario. Él me grita y me golpea sólo porque está aburrido. Entonces…

 

—Estúpido nerd.

 

Esa voz envía un chispazo eléctrico a través de todo mi sistema. Mis huesos se estremecen cuando alzo la vista y mis ojos se encuentran con él. Está parado despreocupadamente en medio del pasillo, su peso recargado en el pie derecho, la mano en el bolsillo. Sus ojos lucen aburridos en lo que recorren mi cuerpo tendido en el suelo.

 

—Kac-chan…

 

—Vamos, levántate. No tengo toda la tarde.

 

El chico que me empujó aún sostiene mi camisa en su puño. No me puedo mover, aunque él tampoco. Él observa a Kac-chan como si fuera una aparición. Su boca abierta y el temblor de sus hombros me indican que está aterrado. El agarre sobre mí, más que agresivo, parece un pedido de ayuda, como si soltarme significara peligro. No sé por qué, pero me siento como si fuera su propio escudo humano.

 

—Kac-chan… Yo… —no sé qué decir. Tengo miedo de su reacción. Tengo miedo de que explote una vez más, de que arremeta contra mí hecho una bola de furia como hizo tantas veces. Tengo miedo del chico explosivo que pierde los estribos cuando menos me lo espero. Su aparente tranquilidad, es como la calma antes de la tormenta.

 

—Estoy esperando —dice, con su voz es serena. Cambia el peso de su cuerpo a su otro pie, impaciente.

 

Miro al tipo que me sostiene, trato de advertirle que me suelte, pero él no me mira. En realidad, no puede. Es como si estuviese hipnotizado o en shock. ¿Por qué? Sé que Bakugo es intimidante, empero, el terror de este sujeto es ridículo.

 

—Disculpa —digo y por fin sus pupilas viajan hacia mí—, ¿me puedes soltar?

 

No responde, aunque su puño se afloja de la tela de mi camisa hasta que la deja libre. Paso mi mano por esa zona para alizar los pliegues mientras me pongo de pie. Doy un paso atrás y noto que los otros dos tipos han desaparecido. Sólo queda el que me agredió, que sigue en el suelo, de rodillas, como si estuviese de penitencia.

 

—Lo siento —susurra, pero no es a mí a quien habla. Mira a Kac-chan como si él pudiera ver algo que yo no. También lo miro. Sólo puedo ver al de siempre, con su ceño fruncido y su boca torcida en una mueca enojada.

 

—Deku.

 

— ¡Sí! —chillo, y me pongo rígido. Mi reacción es automática.

 

—Termina de recoger la basura y lárgate.

 

Parpadeo, confundido, mas obedezco su orden. Agarro el cubo con la basura e inicio mi marchapor el pasillo hasta el incinerador. Antes de doblar en la esquina, la curiosidad hace que mire por encima de mi hombro. Kac-chan se mueve con sigilo hasta el chico en el suelo, se acuclilla delante de él y saca algo del bolsillo trasero de su pantalón. El brillo del sol que atraviesa la ventana golpea la pequeña hoja de metal en su mano. Tiemblo y casi dejo caer el cubo cuando noto que él acerca una navaja a los ojos del chico. Le dice algo que no soy capaz de escuchar porque acelero el paso y salgo del edificio.

 

No quiero ver nada. No quiero saber nada.

 

Repito esto como un mantra dentro de mi cabeza mientras vacío el cubo en el incinerador. Observo cómo la basura se quema y se deshace como si no hubiese existido nunca. El olor a papel quemado golpea mi nariz, el calor humedece mis ojos. El escozor provoca que el líquido salino inunde mis párpados y ruede por mis mejillas en forma de gotas. No estoy llorando. Sólo es el calor del fuego, el humo, el olor… Es Kac-chan.

 

Él es impulsivo, cínico, y explosivo, pero no le haría daño a nadie… no lo haría. Porque él es mi amigo de la infancia, es que lo puedo asegurar. Ese que me enseñaba cosas nuevas, que me demostraba que era mejor que todo el mundo, que era un líder que podría seguir con los ojos cerrados; sería incapaz de hacer algo tan cruel.

 

Es el Kac-chan de siempre.

 

Me convenzo de esto en lo que cierro la tapa del incinerador y vuelvo con el cubo al pasillo. Mis pasos son lentos porque temo lo que pueda encontrar en la entrada del salón. Estoy seguro de que vi la navaja, pero, tal vez, él sólo la usó para asustar a mi atacante.

 

Doblo en la esquina con los ojos cerrados a pesar de esto. Estoy asustado de lo que podría encontrar. Mis párpados se abren despacio, mi vista está fija en el suelo hasta que la alzo despacio y me encuentro a Kac-chan recostado al muro, con los brazos cruzados y un pie apoyado en la pared. Está solo. Tampoco hay indicios de una pelea, o sangre. Esto me alivia, así que me acerco con el comienzo de una sonrisa en mi boca.

 

No digo nada cuando paso por su lado para entrar al salón y guardar los utensilios de limpieza. Siento su mirada quemando mi espalda.Lo ignoro mientras termino mi trabajo. En cuanto he terminado y estoy satisfecho, suspiro, tomo mis cosas y cierro el salón.

 

— ¿Vas a hacerme esperar toda la vida, pedazo de mierda? —dice con ácido en su voz. Comienza a caminar hasta la salida, yo lo sigo con dos metros de distancia entre nosotros.

 

Niego con la cabeza, porque no sé qué decir. Nunca sé qué decir. Esto me molesta por todo el camino hasta la salida de la escuela, aunque trato de no pensar en eso. Dejo que mi mente se quede en blanco mientras observo la espalda de Kac-chan delante de mí y el modo en que juega con un encendedor entre sus dedos. Lo gira ágilmente, lo enciende y lo apaga y de repente recuerdo los rumores.

 

Pirómano.

 

No lo creo, y a la vez sí. Trato de convencerme de lo contrario, pero mi mente me traiciona. Kac-chan ha cambiado. No es el mismo de cuando éramos niños. Es como un demonio inofensivo, pero mortal. Permanece tranquilo y no hace daño hasta que lo tocas y te das cuenta de que te has quemado. Kac-chan es una bomba de tiempo que ni él mismo sabe cuándo estallará.

 

— ¿Por qué me esperaste? —pregunto cuando atravesamos los portones de la entrada. Aprieto las cintas de mi mochila en mis puños cuando él se da la vuelta para mirarme. Sus pupilas carmines se incendian de inmediato y me siento aterrado.

 

—No te esperé. ¿Desde cuándo te crees tan importante?

 

—No… y-yo…

 

—Deku—dice sacudiendo su cabeza, se acerca con pasos lentos, pero letales y siento que mis piernas ya no me sostienen. El rostro de Kac-chan está tiznado de una ira que desconozco.

 

Camino hacia atrás la misma cantidad de pasos que él hasta que mi espalda choca con la muralla de la entrada. Kac-chan poza una mano en la pared a cada lado de mi cabeza y escucho el sonido de sus uñas rasguñando el concreto.

 

—Escuché lo que les decías. Me defendiste cuando me inculparon por lo del idiota de Todoroki, ¿no es así?

 

— ¿Lo escuchaste?

 

—Sí. —Dice tranquilo, pero su aliento me estremece. Está tan cerca, que aunque tengo la cabeza ladeada para rehuir su mirada, su nariz roza mi mejilla.

 

—Es que… no fue tu culpa. —Digo, sonriendo aunque sigo sin mirarlo.

 

— ¿Cómo lo sabes? Tú llegaste después. ¿Cómo estás tan seguro de que no destruí su cara a propósito? ¿Tanto me subestimas, maldito nerd?

 

— ¿Qué? —no entiendo lo que quiere decir. Me paralizo y siento que todo el color abandona mi cara.

 

Levanto la cabeza para mirarlo, busco la respuesta en su expresión, pero no la encuentro. Él me observa desde arriba con esa pose autoritaria suya, puedo notar el atisbo de una sonrisa.

 

—¿Acaso, Kac-chan…?

 

No logro terminar de hablar. Él alza su mano con el mechero, lo sostiene justo entre nuestros rostros y lo enciende. Inmediatamente me alejo para no quemarme y presiono mi cabeza contra la pared. Kac-chan no se mueve, no le teme a la llama, la observa con una sonrisa extraña, se hace parte de ella. La luz amarillenta ilumina sus pupilas rojas, ahora parece que el fuego está en sus ojos.

 

— ¿Le temes al fuego, Deku?

 

—Le temo a Kac-chan —las palabras salen antes de que pueda detenerlas.

 

Él me mira sorprendido, ha salido de su trance como si acabara de despertar. Su nueva expresión desorientada me asusta más que ninguna otra.

 

—¿Kac…?—Trato de acercarme cuando él trastabilla hacia atrás y deja caer el mechero. Eleva sus manos hasta su cabeza, sostiene su cabello con tanta fuerza que temo que se arranque el cuero cabelludo.

 

De pronto pasa algo que me desorienta. Kac-chan empieza a reír descontroladamente. Es una risa sostenida que no conduce a ninguna parte, como si no pudiera detenerla. Me preocupa, así que alzo mi mano para tocarlo pero él toma mi muñeca antes de que pueda alcanzarlo y me detiene. Sus ojos se clavan en mí con tanto odio que me siento diminuto. Antes de darme cuenta estoy fuera del suelo, con el brazo estirado hacia arriba. Él me sostiene en el aire por un momento, me mira, chasquea sus dientes y me lanza al suelo como si no valiera nada.

 

—Eso es, Deku. ¡Témeme! ¡Soy más fuerte que tú! ¡Puedo aplastarte como un insecto si lo deseo!—grita como un lunático. Su expresión se ha desencajado por completo.

 

—Kac-chan…

 

—Kac-chan, Kac-chan, ¡Kac-chan! ¡Deja de llamarme así! ¡No soy tu maldito amigo!

 

—Pero… —estoy paralizado. Observo al sujeto que me ruje como si fuera su peor enemigo, aterrorizado. El atardecer cae sobre su espalda y deja en sombras su rostro. Luce maravilloso y siniestro, a partes iguales.

 

— ¿Quieres saber qué le pasó a Todoroki antes de que llegaras? ¡Bien! ¡Lo quemé! Los malditos rumores son ciertos. ¡Me gusta quemar cosas, con un demonio! ¡Tenía una hoguera en el almacén y estaba disfrutando de mi maldita piromanía hasta que él llegó! Ese engreído de mierda, me amenazó. Dijo un montón de mierda, me hartó. ¡Maldición! ¡Se cree mejor que yo! —Se agacha delante de mí, sus ojos fríos no muestran otra cosa más que furia—. Lo empujé de cabeza a la hoguera. La mitad de su cara está destruida por mi culpa, ¿y sabes qué me provoca saberlo? ¡Nada! ¡Me importa un carajo!

 

—Pero… cuando escuché el grito de Todoroki-kun, yo… te vi socorriéndolo. ¡Tú lo estabas ayudando! —exploto igual que él y lo agarro por las solapas de su camisa. Él no se resiste mientras lo sacudo en busca de una respuesta—. ¿Por qué, Kac-chan?

 

—¡No lo sé, pedazo de mierda! —agarra mis manos entre las suyas y tira para que suelte su ropa. Se levanta del suelo, furibundo, y agarra su mochila sin siquiera mirarme.

 

—Estabas arrepentido, por eso lo socorriste —digo porque estoy seguro de ello. Sus ojos afilados me acuchillan por un momento, pero le sostengo la mirada. Kac-chan es igual de intimidante, no obstante, estoy aprendiendo a hacerle frente.

 

De repente, su expresión me toma por sorpresa. Está mordiendo sus labios con la fuerza de la frustración. El color de sus pupilas se ha oscurecido varios tonos y parece tan desolado, que no lo reconozco. Es como un gato acorralado con el pelo erizado para alejar las amenazas. Esta nueva faceta me saca de balance cuando me levanto y camino hacia él.

 

—Aléjate de mí, estúpido nerd. Juro que si te acercas te golpearé tanto que te sacaré hasta la mierda —dice, pero sus palabras no son nada convincentes. Ahora es él quien tiene miedo, miedo de sí mismo. A pesar de esto, no me acerco. Me quedo justo donde estoy porque parece que el Bakugo que está de pie en frente de mí, colapsará si me muevo.

 

Intento preguntar qué sucede, empero, una vez que separo los labios, él sale corriendo, huye tan rápido como puede. Su figura alejándose me asfixia. Es una silueta solitaria que toma forma de sombra en la lejanía. Quiero entender lo que está pasando. Quiero ayudarlo. Pero cuando trato de acercarme, como ahora, se aleja.

 

 

 

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Kac-chan faltó a clases al día siguiente y el día después de ese. Estoy preocupado por él, pero también lo estoy por Todoroki-kun. Todas esas cosas que dijo sobre el incendio, sobre cómo atacó a Todoroki… aún me abruman. Por eso he decidido ir al hospital. Necesito verlo, necesito saber qué tan cierta es su historia.

 

Llegué un poco antes que el horario de visitas, así que me detengo en la cafetería. No tengo hambre, me conformo con un café que lo pruebo con dos sorbos antes de abandonarlo. Mi mente está perdida en alguna parte dentro de las palabras de Kac-chan. Quiero pensar que es mentira, pero…

 

Cuando tengo permiso por fin de visitar a Todoroki, siento que me tiemblan las piernas. Una enfermera muy joven y guapa me indica el camino hasta su habitación.Estoy aquí, de pie en frente de su puerta, sin atreverme a tocar. No sé a qué le tengo miedo exactamente, no me puedo mover, sin embargo.

 

Unos minutos después, tomo una gran respiración antes de atreverme a tocar. La puerta se abre de inmediato, detrás de ella aparece un hombre altísimo, es casi del tamaño de AllMight. Viste con un impoluto traje Armani, el cabello y el color de sus pupilas me recuerdan a Todoroki. Su ceño fruncido y sus ojos acusadores me advierten que no le alegra verme.

 

Tiemblo y estoy a punto de disculparme para marcharme por donde he venido, pero la puerta se abre por completo. La cabeza de una mujer aparece por la saliente. Es hermosa, su piel blanca resalta el rosado de sus mejillas y su pelo blanco cae suelto por sus hombros delgados.

 

Ellos deben ser los padres de Todoroki. No sé por qué, viéndolos, creo que estoy presenciando el matrimonio de un demonio y un ángel.

 

La mujer parpadea una vez, luego me sonríe amablemente y toma mis manos.

 

—¿Eres amigo de Shôto?

 

Quiero escapar, pero la sonrisa de ella es hipnotizaste. Asiento con la cabeza porque no encuentro las palabras en mi cerebro. Ella sonríe más grande y me jala al interior de la habitación. Es increíblemente amplia, con decoraciones exquisitas, jarrones llenos de flores y cortinas color arena. El lugar se siente cálido y hogareño a pesar de que es una habitación de hospital. El toque de una madre está en todas partes.

 

—Shôto, tu amigo ha venido a verte —dice la señora Todoroki, impulsándome hasta la cama donde mi amigo está sentado.

 

Él me observa sorprendido, tal vez no se esperaba mi visita. Me detengo delante de la cama para observarlo. La mitad de su cabeza está cubierta por una gaza, fuera de eso, parece estar bastante bien, se ve fuerte y saludable. Sonrío con alivio, inevitablemente me siento mucho mejor. Todo el temor que había acumulado luego del incendio, se disipa con la pequeña sonrisa que él me obsequia.

 

—Midoriya —mi nombre en su boca se siente como una exhalación cálida.

 

—Todoroki-kun, estás bien —digo, no muy seguro. Quiero hacer que parezca una afirmación, pero mi voz es una interrogante dudosa. Él asiente con su cabeza sólo para brindarme un poco de paz, es entonces que me permito destensar mis hombros.

 

—Oh, nosotros saldremos un momento —dice de repente mamá Todoroki, empujando a su esposo por la espalda hasta la salida—. Shôto.

 

Él mira a su madre sólo un momento. Ella le sonríe con amor, entonces sus ojos viajan hacia mí.

 

—Sé amable con tu amigo. Hizo todo el camino hasta aquí para verte. Tu padre y yo estaremos en la cafetería, ¿está bien?

 

—Está bien.

 

Mamá y Papá Todoroki salieron de la habitación, entonces mi amigo vuelve a mirarme. Su expresión está llena de curiosidad.

 

—¿Qué estás haciendo aquí, Midoriya?

 

—Vine a verte —le respondo, mis ojos no le sostienen la mirada, sin embargo.

 

—¿Por qué? —pregunta acusatorio y yo me estremezco.

 

—Estaba preocupado. Los maestros decían que te encontrabas bien, pero… necesitaba verlo por mí mismo.

 

—Estoy bien —asegura. Su mirada está clavada en mí mientras espera a que haga algo. Esto me pone nervioso, demasiado. Juego con mis manos para no mirarlo. No tengo idea de cómo preguntarle sobre lo que pasó en el almacén.

 

—Esto…

 

—Bakugo. —Me interrumpe—. ¿Él está bien?

 

—Sí. No tuvo lesiones. Gracias a eso pudimos sacarte del fuego. No sé qué habría hecho si me los hubiera encontrado a los dos heridos e inconscientes. Supongo que me habría dominado el pánico.

 

—Habrías rescatado a Bakugo primero —asegura con voz tranquila.

 

Sus palabras me sacuden, ya que no me las esperaba. Esto me lleva a otra pregunta. ¿A quién escogería? ¿Realmente salvaría primero a Kac-chan?

 

—Eso no es cierto, Todoroki-kun. Habría buscado la manera de sacarlos a los dos. Jamás te abandonaría.

 

—¿Y si te dijera que Bakugo fue quien me hizo esto?—señala los vendajes en su cara mientras dice esto. Su expresión endurecida me paraliza donde estoy.

 

Quiero decir algo, algo, lo que sea, pero no puedo. No sé qué tipo de cara habré puesto, pero es suficiente para que el rostro de Todoroki se desencaje en la sorpresa.

 

—Ya lo sabías—concluye.

 

—Kac-chan me lo contó hace un par de días, aunque yo no quería creerlo. Dijo que terminaron discutiendo y que él explotó y te empujó contra el fuego.

 

—¿Eso es todo? ¿No te dijo por qué discutíamos?

 

Parpadeo, confundido. Eso me toma desprevenido. Todoroki se da cuenta de mi desconcierto, entonces suspira como si realmente no quisiera lidiar conmigo.

 

—¿Por qué discutieron? —pregunto al fin.

 

—Por ti, Midoriya.

 

Eso sí que no me lo esperaba.

 

—¿Por mí? ¿Por qué?

 

—Fui yo quien citó a Bakugo en el almacén. Necesitaba hablar con él. Iba a pedirle que se alejara de ti, que dejara de molestarte. Me enfurece que él te humille y abuse de tu confianza como si no valiera nada. Él se negó rotundamente, por lo que terminamos peleando.

 

—¿Por qué, Todoroki-kun? —pregunto con el ardor de las lágrimas quemando mis párpados. Tengo un pesado nudo en la garganta, así que trago duro para bajarlo. Me duele el pecho sólo de pensar que esos dos pelearon por mi culpa. Todoroki está en el hospital porque yo no soy capaz de lidiar por mí mismo con mis propios problemas.

 

—Porque te quiero, Midoriya. —Él se sincera y yo siento que de repente me quedo sin oxígeno.

 

—¿Me quieres?

 

—Sí. Aún no estoy seguro de qué manera. Tal vez como un gran amigo, como un hermano o incluso como un amante. Pero te quiero y no puedo soportar que llores —estira sus brazos vendados hasta mí, me atrae a un abrazo inesperado, me aprisiona dentro de su pecho cálido y yo no me puedo mover.

 

—Todoroki-kun… yo…

 

—Lo sé. Somos amigos, Midoriya, pero nada más. Tú ya lo quieres a él, ¿no es así?

 

Las cascadas de lágrimas se derraman por mis mejillas en el momento que asiento. Los sollozos me impiden hablar, así que sólo me aferro a la camisa de Todoroki y lloro contra su pecho. Él me abraza con tanta fuerza que apenas puedo respirar, pese a esto, me aferro a ello como si cayera por un precipicio.

 

Estoy llorando por Todoroki, porque me quiere y yo no le puedo corresponder como se debe. También lloro por Kac-chan, porque vive luchando con sus demonios día y noche. Y lloro por mí, porque soy un estúpido, egoísta, débil e inútil que no puede hacer nada por ambos.

 

No sé cuánto tiempo pasa hasta que me aparto de los brazos de Todoroki. Limpio el resto de mis lágrimas con el dorso de mi mano. Él sostiene mis hombros para asegurarse de que no caeré y yo lo agradezco con una sonrisa quebrada.

 

—Lo siento, Todoroki-kun.

 

—No lo hagas. Podemos ser amigos, o incluso hermanos. Sólo quiero que sepas, que estaré ahí para ti. Si el idiota explosivo te hace algo, no dudes en buscarme. Puedo lidiar con él.

 

—Eso es cierto —digo con una sonrisa más sincera—, Todoroki-kun es realmente fuerte.

 

Él me devuelve la sonrisa, aun así, puedo ver la tristeza en sus ojos. Me odio por esto. Quiero golpearme hasta arreglar los mecanismos desajustados de mi cabeza, esos que hacen que me guste el chico que me hace daño, en lugar del que me ha salvado. Y al final del día, sé que no tengo remedio, porque me he enamorado del villano en lugar del héroe.

 

 

Continuará…


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