Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Shakunetsu no yami. por Akudo

[Reviews - 7]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Los personajes son de Fujimaki Tadatoshi.

Por encima de su cabeza, la soga que colgaba del techo y ataba sus manos se apretaba más, haciéndole daño cada vez que la forzaba para intentar liberarse y las abrasiones que se pintaban claramente alrededor de sus muñecas pálidas ya sangraban, al igual que sus tobillos inmovilizados cada uno con un grillete encadenado al piso para frustrar cualquier posible escape. Su piel desprotegida tiritaba siendo acariciada por su propio sudor, y sus sentidos limitados le provocaban un desagradable sentimiento de inseguridad, haciendo que la adrenalina enloqueciera su ritmo cardíaco.

Un par de pinzas dentadas se aferraban a sus pezones, y de ellas colgaban dos pesas pequeñas que se habían convertido en una pesadilla. Con algunas ataduras estratégicas sus piernas largas estaban obligadas a mantenerse abiertas de par en par, casi en cuclillas y de una forma más que repugnante, y bajo él descansaba un banquito con la altura perfecta como para que su coxis no se apoyara sobre él si lograba resistir.

El objeto que le exigía hacer fuerza para no sentarse estaba colocado entre el asiento y sus nalgas, y aunque la punta no lo penetraba aún, no había ni un solo milímetro de separación entre ésta y la entrada de su ano. No servía de nada intentar levantarse o mover su cadera a un lado para desviar esa cosa del camino; el dildo de vidrio estaba sujeto al asiento, y el bondage casi artístico que lo mantenía capturado no le dejaba espacio para maniobrar.

Todo estaba dispuesto para que su único destino fuera agotarse hasta dejar caer su peso y empalarse.

— ¿Cómo te sientes? La verdad es que a estas alturas esperaba que ya hubiera sucedido algo emocionante, pero eres más persistente de lo que imaginé. Tan negado a permitir que tu cuerpo sea profanado.

No le habría contestado ni aunque pudiera, no creía que se pudiera razonar con alguien que llegaba a este nivel de demencia. Escuchó las pisadas ajenas a su alrededor, y a pesar de tener los ojos vendados Midorima no necesitaba ver para saber quién era el sádico que jadeaba con emoción sobre él, levantándole los mechones de la nuca para besarle el costado del cuello.

De nueva cuenta intentó zafarse sin éxito, respirando de forma agresiva cuando sus piernas se resintieron peligrosamente y el glande de cristal empezó a asomarse en su interior. Ya se había sentido lo suficientemente violado cuando Takao le practicó un enema para hacerlo evacuar dentro de un balde y luego lo volvió a lavar por dentro, pero esto superaba cualquier límite.

Su resistencia era de admirar pues cualquier otra persona ya habría cedido, pero ya llevaba una hora sometido a esa postura y sentía que sus muslos ardían como si un ácido los corroyera, amenazando con desgarrarse en cualquier momento. Sus caderas descendieron un poco más e hizo acopio de toda su voluntad para impulsarse hacia arriba, pero no funcionó; sus hombros casi desencajados y sus rodillas desgastadas se habían dado por vencidos.

Estaba tan cansado que cada centímetro que bajaba no lo podía retroceder y su asustado agujero punzó cuando el grosor del vidrio empezó a ser significativo, escabulléndose en medio de su zanja con mucha incomodidad y dolor. El glande falso terminó de entrar forzosamente y su recto palpitaba como loco alrededor, haciendo que Midorima sintiera aún más su forma y el tamaño en que había abierto sus paredes musculares.

— Ay, Shin-chan. Te ves tan erótico que la tengo dura desde hace un buen rato. —una polla real se frotó contra sus labios forzados a mantenerse abiertos por la pelota roja entre ellos, sujeta a su cabeza con una correa. El contacto repentino y más que indeseado hizo que Midorima se apartara por reflejo, pero obviamente no podía alejarse casi nada, y ese poder sobre el de pelo verde hizo reír a su captor.

Entre los gemidos de Takao masturbándose en su cara, el más alto casi escuchó como sus articulaciones crujían debilitadas y su cuerpo volvió a caer, engullendo el objeto contundente hasta la mitad. Apretó sus manos amarradas y mugió ahogadamente hasta que su cara se puso colorada bajo la venda; puede que la superficie de vidrio ayudara a resbalar, pero él no estaba acostumbrado a nada ni remotamente parecido y el dildo era tan duro que provocaba un rechazo violento en su cuerpo fatigado.

Sus nervios anales estaban en pánico, enviando señales de dolor que Shintaro no podía manejar mientras trataba de no moverse para no empeorar esa sensación infernal de invasión, pero no pudo evitar removerse inquieto cuando Takao soltó su propio miembro para hincarse y tomar el de él que sorpresivamente se encontraba en proceso de despertar.

Se arrepintió de inmediato por su agitación ante el dolor lacerante en su culo, además de la carne de sus tetillas a punto de desgarrarse por el balanceo de las pesas. No quería descontrolarse, sin embargo, de solo saber que una persona tan asquerosa lo tocaba su estómago empezaba a contraerse por las arcadas y la tela que cubría sus ojos absorbió la humedad de sus lágrimas humilladas.

— Tranquilo, es una respuesta completamente natural. No hay nada de qué avergonzarse. —diciéndole esto con toda la saña del mundo las manos del pelinegro lo mimaron con eficacia, pero Midorima no deseaba que se sintiera bien. No quería sufrir, pero tampoco quería que esta sodomización se tornara placentera.

No obstante, sus principios no tuvieron ningún poder sobre su cerebro que prefería anteponer el gozo antes que la tortura, por eso su miembro pegó un salto terminando de crecer y endurecerse al máximo bajo la experta fricción de las palmas de Kazunari.

— Qué linda la tienes. Estoy seguro de que nunca la habías visto en esta faceta. —el aliento del menor chocó directamente contra la telita sensible de piel que vestía la envergadura de Midorima, mirándola con fascinación— Es un poco delgada, pero se curva directo hacia arriba y la forma de las venas no es desagradable. La cabeza es simétrica y su color es bonito también, brilla mucho.

— ¡¡Mmgh!! —dio un sacudón involuntario cuando los labios de Takao apretaron su glande, el cual sonrió antes de asomar la lengua y abrazar con ella la punta rosácea que empezaba a secretar.

Los dedos de los pies de Midorima se retorcían raspándose contra la superficie rústica del suelo, clavando las uñas hasta que se escuchaban como a punto de romperse. Las cadenas de los grilletes tintineaban sin parar y la severa transpiración lo deshidrataba, robándole sus últimas energías.

Su sexo resbalaba dentro y fuera de la boca de Kazunari a una velocidad con la que no podía lidiar, y finalmente sus abdominales se marcaron bajo el sudor al contraerse, su mente estalló abandonándolo y su cuerpo cayó sentado en el banquito, recibiendo hasta el tuétano el golpe asestado por la longitud entera de su perpetrador de cristal, que desencadenó una oleada blancuzca disparada sobre el rostro satisfecho de Takao.

Totalmente endeble, moral y físicamente ultrajado, el cuerpo de Midorima aún sufría espasmos mientras las manos de Takao le resbalaban encima hasta entrelazarse tras su cuello y soltar la correa de la mordaza, haciendo que la pelotita cayera fuera de su boca junto con varios hilos de saliva y su respiración descompensada.

El pelinegro se sentó sobre sus piernas cansadas, y esos sesenta y cinco kilos extra empujaron todavía más el trasero de Shintaro contra la base del dildo, provocando que sus entrañas temblaran.

— ¿Verdad que se sintió bien?

— Haah, aahh… estás enfermo. Déjame…

— Umm… —haciendo un gesto pensante, Takao tomó ambos miembros para masajearlos entre sí. El suyo seguía plenamente erecto y el de Midorima parecía derrotado, pero estaba tan sensible y receptivo que un corrientazo desde lo más profundo de sus testículos hizo que liberara un segundo chorro seminal. El mayor apretó los dientes odiándose, sin embargo, su pequeño momento de auto desprecio no fue nada comparado al endemoniado dolor de aquel tubito incrustándose en el orificio de su polla que lo obligó a arquearse y gritar— Aún no, tenemos algo más de cuarenta y cinco horas de diversión antes de que la policía te considere desaparecido, así que lo vamos a aprovechar.

Luego de decirlo con tanto entusiasmo le dio un besito en los labios a Midorima con sabor agrio que el más alto rechazó, pero no le importó, terminando por deshacer el nudo tras la cabeza del prisionero y la venda flotó liberando el par de ojos verdes.

Parpadeó desorientado y muy adolorido, mientras que gentilmente Takao le puso de vuelta sus lentes para que el mayor pudiera ver nítidamente su sonrisa y esos iris celestes pintados de locura, pero lo que hizo que los ojos de Shintaro se abrieran al máximo fue el estante a espaldas del pelinegro que abarcaba una pared completa de la asfixiante habitación, repleto de látigos de distintos tipos, como los clásicos o de varias cerdas, algunos incluso con púas; aparatos bucales para mantener la cavidad abierta, bolas anales, múltiples vibradores con formas y tamaños que le quitaron el aliento, armas de electroshock, y hasta llegó a ver varias jeringas preparadas con quién sabe qué cosas adentro.

Seguramente le quedarían marcas, pero nada tan extremo como para dejar evidencias irrefutables de abuso y cualquier médico escéptico lo declararía como un fogoso encuentro homosexual, nada más. Aunque Takao iba a asegurarse de corromperlo tan a fondo que Midorima jamás sería capaz de pronunciar lo que le haría.

— Cuando termine contigo nunca vas a volver a sentirte superior a nadie, Shin-chan. Ni siquiera a una rata.

La risita que soplaron los labios del halcón terminó por convertirse en una carcajada que rebotó en la mente turbada de Midorima.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).