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Suiren. por Akudo

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Notas del fanfic:

Los personajes son de Fujimaki Tadatoshi.

El rubio no estaba pensando nada en particular, después de todo esa había sido su intención al abandonarse dentro de este lugar; sin embargo, su cabeza se sentía tan repleta y desordenada que sus oídos bloqueaban la estruendosa música como si se estuviera ahogando bajo el agua. Apretó sus dedos alrededor del vaso que no soltaba ni por un segundo, y se llevó la fuerte bebida a los labios para que le quemara la garganta.

El cristal regresó a la mesa, vacío, y de inmediato unas manos pequeñas y femeninas volcaron la botella para volver a llenar su vaso hasta el tope. Las luces de colores se movían alrededor y él miraba a la nada, mientras su acompañante que tenía puesto más maquillaje que ropa se pegaba insistente a su costado y le sonreía sobándole el muslo, tratando de convencerlo de que pagara un poco más para que pudieran ir a divertirse en uno de los cuartos privados del nightclub.

En modo automático Nash tenía su cartera en la mano sacando algunos billetes, luego estaba besándose con la chica en un cuarto iluminado a medias y solo recuerda que le disgustó el sabor de su labial. Antes de percatarse habían aparecido otras dos acompañantes, y desnudos en la cama con sábanas de seda oscuras le mordía los pechos a una de ellas, sus dedos penetraban a otra y la tercera lo cabalgaba, con su pelo largo pegado a sus senos por el sudor y éstos saltaban igual que ella. Tenía areolas enormes y en medio sus pezones destacaban más que erectos, mientras que su boca con el labial corrido gemía escandalosa en forma de “O”.

Su pene era engullido desvergonzadamente por los labios verticales que se notaban experimentados cuando se contraían a su alrededor adrede, y en el pequeño espacio de piel que no alcanzaba a entrar en la cavidad femenina ni era cubierta por el preservativo se podía ver la marca de varios pintalabios de diferente color rodeándole la base, de cuando ellas se turnaron para darle amor oral.

Despertó con dolor de cabeza y una cuenta abultada por pagar al haber ocupado la habitación hasta el amanecer, enredado entre dos cuerpos menudos y varios condones usados. La tercera chica se había ido antes a atender más clientes. La música aún se escuchaba potente afuera y Nash maldijo, sin muchas ganas de ponerse a recordar lo que había hecho anoche; ahí tenía las pruebas abofeteándole la cara, pero tampoco es como si tuviera alguna obligación de sentirse culpable, no tenía que rendirle cuentas a nadie.

Buscó sus prendas y al ponerse el pantalón sacó su celular para ver la hora, encontrándose con algunos mensajes de voz y de texto pendientes, además de una fastidiosa cantidad de llamadas perdidas. Había dejado el teléfono en silencio y sin vibración para que nadie le recordara lo cabrón que estaba siendo, pero de nuevo, realmente no tenía por qué sentirse mal al respecto.

Desplazó su dedo por la pantalla, borrando todos los mensajes sin revisarlos cuando fue sorprendido por una llamada entrante y accidentalmente le había dado a “contestar”. A pesar del ruido de afuera pobremente amortiguado y que la bocina no estaba en altavoz, Nash pudo oír el susurro de la voz preocupada de Himuro y por inercia se llevó el aparato al oído, porque tal vez en el fondo quería saber si todo había salido bien.

¿Nash? ¡Nash! Habla de una puta vez, puedo escuchar tu respiración. ¿Dónde rayos estás?

— ¿Qué quieres?

¿Cómo que qué? Deberías estar aquí desde ayer, deberías haber acompañado a Shuu. —el rubio sintió un sabor desagradable en la boca, y no tenía nada que ver con su aliento rancio por la mañana. Podía oír de fondo unos fuertes gritos que reconoció eran de Shuuzou— Él te necesitaba.

No, no lo necesitaba. Nash quería convencerse de eso, después de todo él y Nijimura solo estuvieron tonteando y acostándose un tiempo; y sí, disfrutó mucho mientras se la metía y llegaron a decirse cosas que pudieron considerarse sentimentales, pero nunca dejaron claro estar en una relación o algo por el estilo. No planearon ninguna familia, y fue Shuuzou quien decidió por su cuenta seguir adelante con eso cuando el Gold no quería tener ninguna criatura andando por ahí con sus genes.

Así que no había responsabilidad, él no tenía nada que ver con eso.

— Parece que te tiene a ti. Ahora, en vez de acosarme ve a ver que le terminen de sacar al mocoso sin matarlo, que puedo escucharlo sufriendo hasta aquí.

Nash… él ya parió. Hubo complicaciones y el bebé nació muerto hace media hora, era una niña. Shuuzou está muy mal.

El tono de Himuro fue quejumbroso cuando se lo dijo, y el cerebro de Nash siguió reproduciendo los gritos atormentados de Nijimura aún después de colgar. Pero no había nada que hacer, ese no era problema suyo.

No fue de su incumbencia en los siete años que pasaron después de eso. Iba a paso apurado con las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta, raspando con las uñas la tela interior ansiosamente mientras sus ojos azules se movían inquietos y a veces se entrecerraban molestos por la luz del sol, a pesar de estar usando lentes oscuros. Se cambió de acera para cruzar una plaza concurrida y acortar camino, agarrándose la frente y apretando tan fuerte que casi se arranca el flequillo rubio.

Las punzadas en su cabeza no hacían más que aumentar, necesitaba verse con Jack en el lugar de siempre y comprarle un nuevo frasco de benzodiacepinas o se iba a volver loco.

Fue en ese momento que algo golpeó su pie y Nash se detuvo, viendo el carro a control remoto que se había volcado luego del impacto. Había voces por todas partes, así que fue difícil concentrarse particularmente en la del hombre pelinegro que se acercó pidiéndole disculpas, tras de un niño pequeño que vino corriendo para recuperar su juguete.

— A ver, Naruse. ¿Qué se dice?

— Lo siento, señor.

El niño de casi cuatro años no lo miró con sus grandes ojos grises hasta abrazar su carro y volver a enderezarse, tenía puesto un traje de Pikachu del que se asomaba su pelo castaño largo hasta debajo del mentón. El que parecía ser su padre lo felicitó por sus buenos modales antes de fijarse por fin en el alto americano, y al momento de hacerlo la sonrisa se le desapareció. Estaba un poco cambiado, pero Nash también lo había reconocido.

Se quedaron un rato mirándose fijamente sin decir nada ni moverse, hasta que Naruse le jaloneó el pantalón a su madre.

— Papi nos está llamando, mira.

— Sí… vamos con él. —Nijimura le dio un empujoncito suave en la espalda y miró a Nash por última vez, girando completamente para seguir a su hijo en dirección de un hombre castaño y fornido que cojeaba de la pierna izquierda y desde lejos les hacía señas con el brazo en alto.

Al mismo tiempo Nash se acomodó la capucha de su chaqueta y siguió caminando sin voltear atrás, sin querer ver de lo que se había perdido.


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