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Los susurros tras el sauce por ninnae

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Notas del fanfic:

Hola, este será un two shot, estoy algo oxidada, ojalá les guste.

 

Notas del capitulo:

Saint seiya ni sus personajes me pertenecen, son de propiedad exclusiva de Masami Kurumada.

Capítulo 1: Lo que se esconde en las aguas


Capítulo 1: Lo que se esconde en las aguas


Las historias tras las leyendas y los cuentos suelen ser hechos contados desde realidades, con sentimientos y sucesos que llenan almas y corazones. Radamanthys era consciente de ese hecho analizando los propios acontecimientos que él había vivido. Quizás todo se había dado de una forma poco convencional, guiado por la magia de los seres de la naturaleza de su país. Él no era muy asiduo a las creencias fantásticas, ni a la consideración del destino. Se había criado en un mutismo clásico, de razonamiento lógico, muy típico de la postura inglesa de sus padres. Y eso se había traspasado desde sus abuelos paternos, calando muy fuerte en su ser. Simplemente no podía creer en la magia como si fuera una verdad cierta. Pero… así fue, cautivado por un ser que no debería existir, en las más extrañas condiciones. Su vida desde pequeño fue guiada por la rectitud y el típico estiramiento del caballero inglés, ese estrés y rigidez en su vida comenzaron a temprana edad a fastidiarlo y condicionar su mal humor, caracterizado en su continuo ceño fruncido. Su único desahogo eran los momentos de soledad y escapadas al bosque de cipreses y pinos cerca de la laguna que quedaba en una pequeña campiña al norte de Inglaterra, donde sus padres pasaban cada verano. Su vida se vio relegada a escapar del ambiente pesado y tenso que conllevaba la cotidianidad de la aristocracia; la familia Wyvern, antigua y reconocida en Inglaterra era un enorme peso para él en todos los sentidos, a su solo ocho años, era algo que para un niño era insostenible, y corría para escapar de esa realidad. La laguna ubicada al norte de la mansión de la familia Wyvern, estaba lo suficientemente apartada como para que no fueran muchos los visitantes que se aventuraran a sus orillas, eso unido a las extrañas historias que corrían alrededor del lago y de un viejo sauce centenario, del cual sus hojas se extendían por lo largo del ancho tronco, mientras sus largas y caídas ramas, llegaban por debajo de la superficie del agua, en un paisaje donde se mostraba al vetusto árbol fundido con las heladas aguas de la laguna. Para Radamanthys esa sencilla escena era su escape, y el viejo árbol su confidente.


Desde que era solo un bebé su abuela materna, lo había llenado con cuentos infantiles, donde las hadas y la naturaleza se encontraban vivos y conscientes, y entre los muchos relatos que el inglés recordaba, era la habilidad de los árboles de escuchar y guardar secretos, de tal forma que estos nunca eran revelados lo que se mantenía más fresco en su memoria. El gran sauce según la anciana tenía la habilidad de reconfortar y sanar el alma y las penas, de ahí que Radamanthys escapara hasta ese lugar de pequeño.


«Son los susurros de nuestro corazón lo que la corteza de los árboles pueden guardar, se quedan con nuestras penas y nos dejan calma y sosiego»


La primera vez que sus susurros corrieron a través de las hojas del sauce fue a los ocho años, justo después de la dolorosa muerte de su abuela, a pesar de haber transcurrido dos meses, el luto seguía en el corazón del inglés, el verano no era lo mismo, y ni el viento fresco y húmedo lograba acallar el dolor, en esos momentos deseaba con todo el alma creer en las palabras de su abuela, de que ese árbol lo escuchaba y que sus penas a la larga se irían. Así fue con el transcurso de los años, hasta que simplemente se transformó en un hábito el acercarse a las aguas de esa laguna cada verano, siempre junto al sauce que se fundía con las aguas. El crecer y madurar se llevó consigo la magia de los cuentos de hadas, pero la costumbre imperó y con quince años Radamanthys seguía presentándose. Ese verano de su quincena fue quizás uno de los más fastidiosos que hubiera vivido, las fiestas de gala, la presentación en sociedad, y un futuro matrimonio que no querría por ningún motivo eran sus dolores de cabeza; para estar en el siglo XXI, sus padres seguían apegados a las viejas tradiciones de clases y modales dignos de una familia noble, y aunque él en apariencia fuera toda la imagen de un caballero inglés, nunca sería eso. Era alguien impulsivo, de gustos algo rudos, un poco bruto y también lejos de los cánones de formar una familia como tal. Prefería la libertad de sus elecciones y el mundo algo ambiguo sobre el que comenzaba a descubrir. Aiacos y Minos eran otros dos idiotas que podía considerar sus amigos y que seguían pasos muy similares a los suyos, esos dos idiotas que podía considerar parte de su familia, nada tenían que ver con el mundo de la aristocracia en el que se había criado, a ambos los había conocido en un bar de mala muerte, y luego de una fuerte pelea donde los tres quedaron hechos polvos comenzaron a frecuentarse mucho más, era irónico que los golpes y la brutalidad lo hubiera llevado a encontrar a dos personas algo toscas como Minos y Aiacos, pero que eran de su entera confianza.


Esa noche como muchas había escapado a su lugar de sosiego, mirando el cielo despejado, tapizado de estrellas, aspirando la brisa nocturna, mientras calaba el humo del cigarrillo que estaba fumando. Radamanthys en un gesto de cansancio se recostó sobre una de las muchas raíces que salían del sauce, quitándose el saco del esmoquin que esa noche se vio obligado a usar en la fiesta organizada por sus padres, por suerte nadie lo había visto escaparse, y el agrado de la soledad llenó cada parte de su ser. Sin darse cuenta de su accionar Radamanthys comenzó a susurrar hacia el sauce como cuando era pequeño, un chapoteo en el agua llamó momentáneamente su atención, pero al no percibir otro sonido, lo adjudicó a su imaginación.


—¿Quién mierda quiere casarse con una desconocida? Tengo muchas cosas que hacer, mis padres suelen ser un jodido dolor de cabeza.


Un nuevo chapoteo, Radamanthys dirigió su mirada hacia el agua que se movía en calma, escupió con saña el humo de su boca y tiró el cigarrillo a un lado, el cual de forma descuidada fue a caer a las aguas bañadas por la oscuridad. Un sonoro quejido colocó en alerta la atención del inglés, quien se levantó en solo movimiento, viendo en dirección hacia el agua.


—¡¿Quién demonios anda ahí?! ¡Sal!


La superficie del agua fue golpeada con fuerza, mientras un impulso de agua fue enviado hacia el rostro de Radamanthys, quien cayó de sentón sobre las ramas del sauce por la sorpresa. Escupió con fuerza el agua que había entrado por su garganta, mientras el enojo lo imbuía.


—Eres un imbécil si crees que puedes contaminar mi hogar como se te la gana, rubio de mierda.


Radamanthys enfocó su vista en la dirección de la voz, sobre el agua oscura una cabellera cobalto resaltaba, mientras el ceño fruncido de un joven se asomaba por encima de las aguas, Radamanthys supuso que alguien estaba nadando a esas horas de la noche, cosa que hizo que se enfadara aún más por ser espiado.


—Eres una molestia y un loco desquiciado, me espías y tienes el descaro de regañarme.


Un nuevo golpe de agua fue a caer sobre Radamanthys, esta vez con más fuerza y saña, haciendo que el inglés se tambaleara y cayera hacia el lago helado. Radamanthys pataleó hasta llegar a la superficie y dar una gruesa bocanada de aire, con furia buscó al causante de su discordia, y vio la sonrisa burlona del joven que seguía sumergido en el agua.


—Te dije que no contaminaras mi hogar, imbécil, ¿Acaso tan poco cerebro tienes, que no eres capaz de colocar atención?


—¿Tu hogar…?


Fue en esa frase pronunciada por el joven en el agua que Radamanthys se percató de que la situación no era nada común, los golpes de agua no habían sido algo natural, miró con mayor atención a quien estaba frente a él, el cabello cobalto parecía mimetizarse con el agua, mientras unos profundos ojos jades lo miraban con odio, pero no podía ver nada más por debajo del agua. Radamanthys comenzaba a cuestionar su cordura al creer que toda aquella situación era muy bizarra, pero la persona frente a él debía ser algún idiota que simplemente se le ocurrió nadar por noche.


El golpe de una pequeña piedra sobre su cabeza volvió a centrar la atención de Radamanthys sobre la extraña persona frente a él, quien lo veía más enojado que segundos antes.


—¡Deja de ignorarme, humano! No puedes venir aquí, a hablar como urraca desde que eras pequeño y ahora venir y contaminar mi hogar, eres un idiota.


La figura en el agua se elevó formando un cuerpo desde la fluidez venida de las aguas de alrededor, moldeando un cuerpo masculino, de gruesas facciones, que se combinaba entre lo humano y lo transparente del agua, justo como si el ser naciera de las mismas partículas que componían el vital líquido. El adolescente se quedó observando entre sorprendido y fascinado el espectáculo que se presentaba ante sus ojos, pero su incredulidad fue mucho más fuerte, pensando que todo el show era un juego de su imaginación.


El ser de agua se acercó a Radamanthys a una velocidad vertiginosa, y quedó a centímetros del rostro del adolescente, los ojos verdes atraparon a Radamanthys, haciendo que cualquier idea que pudiera estar hilando se perdiera a los segundos.


—Ahora vas a escucharme, eres un enano, ni siquiera estás en la madurez de los humanos y ya te comportas como un estúpido. Este es el lugar donde vivo, donde he estado por más siglos de los que puedas contar y no voy a dejar que un hijito de papá haga lo que quiera, no sin tener consecuencias.


Pero Radamanthys no prestó atención a la perorata, su curiosidad fue mucho más grande, y desvió uno de sus largos dedos hacia el cabello acuoso del ser frente a él, y con descaro tocó su cabeza; el cabello húmedo y helado se sentía como seda a su tacto, y el olor del agua invadió de forma inmediata sus fosas nasales.


—No eres humano —musitó el inglés.


El ser frente a él suspiro.


—¿En serio recién te das cuenta? Eres algo lento, enano.


—No me jodas, es difícil creer que eres real, ni siquiera sé qué diablos eres, puedes ser una cosa rara, que parece habitar en el agua.


El ser de agua movió su mano derecha con saña e hizo que Radamanthys se hundiera en el lago otra vez, volviendo a aparecer en la superficie casi de inmediato.


—¿Pero qué…?


—Eso es para que no vuelvas a llamarme cosa, mocoso. Mi nombre es Kanon, y soy un ser de agua que habita en este lago, ustedes nos llaman elfos o elementales, no suelen vernos, pero tú la jodiste, no puedo dejar que ensucies mi casa idiota, solías venir y eras más educado, pero ahora eres un bruto imbécil.


Fue casi como una ilusión, una situación extraña sacada de cuentos raros y poco mencionados, así fue como Radamanthys conoció a Kanon, desde entonces su realidad se torció en cuentos de fantasía y un futuro incierto de sentimientos que no quería aceptar del todo.


 


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