Judal se gira en el frío piso de su celda, buscando un poco de comodidad. Bufa al sentir la humedad en la piel.
- ¿Cuántos días han pasado?
No es que realmente le importe pero encerrado ha perdido la noción del tiempo. Un guardia le lleva un poco de comida pero no le presta atención, ni los duraznos se antojan con tanto aburrimiento. Sonríe de lado al escuchar el suave caminar de alguien. Se incorpora hasta quedar sentado, recibiendo así al visitante que le contempla dolido al otro lado de los barrotes.
- ¿Te sientes bien Judal-kun?
- Lo mejor que se puede en una pocilga.
- Mañana termina tu castigo.
- ¿Enserio? ¿Llevo una semana aquí?
El pequeño asintió inseguro.
- No debiste hacerlo.
- Je, de todas las cosas que he hecho esta es definitivamente la única de la que no me arrepiento. Es más estoy seguro que de tener la oportunidad lo repetiría.
- ¿Por qué tocaste mi... - se sonrojó - trasero en una ceremonia pública? ¿Acaso es una nueva forma de molestarme?
- Eres muy idiota enano.
Este le miró ofendido y sorprendido a partes iguales.
- Me gustas, punto.
- ¿Lo dices enserio?
- No - irónico - soy jodidamente masoquista y quería que tu abuelo me encerrara. Desgraciado, si el guardia no me hubiese quitado la varita habría logrado escapar.
Chasqueó la lengua ganándose una sonrisa tenue del niño.
- ¿Qué? - le contempló iracundo.
- Si aquí hay alguien tonto eres tú - articuló con gran seguridad.
- ¡¿Pero qué... ?!
- Hace un par de años que estoy enamorado de ti pero nunca lo notaste. Por eso siempre quería practicar mis hechizos en tu compañía, estar a tu lado era suficiente pero...
Se hizo un silencio incómodo, uno que dió mala espina al oráculo. Bueno fuera que su estupidez le haya avergonzado de tal manera que no quiera saber más de él.
- Enano...
Aladdin colocó su índice sobre los labios instandole a guardar silencio.
- No quiero que se den cuenta tan pronto.
- ¿De qué hablas?
El príncipe metió la mano por su ropaje hasta sacar una llave, con la que abrió el cerrojo de la celda, el mayor arqueó una ceja confundido.
- ¿Me dejarás en libertad?
- No... - cerró tras de si - lo que hiciste estuvo mal. No era ni el momento ni lugar apropiado. Necesitas una lección y no pretendo desafiar la autoridad de mi abuelo. Rompiste las reglas Judal-kun.
- ¿Ah si? - divertido.
- Pero... supongo que por ahora fingiré ser un criminal. Lamento haber tardado tanto en encontrar la llave.
- Menso.
Aladdin cerró la puerta y tomó asiento al lado del otro, una vez guardó el objeto entre su ropa.
Judal no tardó en abrazarlo y colar las manos entre las prendas, haciéndole estremecer y pintando de un inocente carmín las infantiles mejillas.
- J-Judal-kun... aún si la encuentras no ungh... te dejaré escapar.
- ¿Ah? Para qué querría una jodida llave si te tengo a ti - dijo con voz sugerentemente ronca.
- ¿Uh?
El príncipe quedó en blanco algunos segundos hasta que su mente pudo armar el rompecabezas, más que nada al ser testigo de como la prenda superior fué abierta sin tapujos, permitiendo la apreciación de sus tiernos y firmes (por el frío) botones.
- ¡Waaaaaaaaahhhhh!
- Te me ofreciste enano, ahora no vengas a hacerte el santo. Si no te gusta... ¡Ungh!
Un rodillazo en pleno estómago le dejó doblado y adolorido en el piso. Aladdin escapó y cerró rápidamente, tanto que ni tiempo tuvo de acomodarse las prendas con propiedad. Judal llevó la mano al abdomen y agradeció como nunca su falta de apetito.
- Mendigo enano si pega duro.
Rió un poco y la sonrisa se ensanchó al ver la llave dorada en el suelo. La tomó y admiró con un brillo siniestro en los ojos.
- Tocar su trasero me costó ocho días en prisión. ¿Qué ocurrirá si me lo tiro en su habitación?
Seguramente le decapiten pero esta vez tiene un plan de escape. No se conformará con poseerlo una vez, ansia secuestrarlo y llevárselo muy lejos.
- Aún si no te parece enano.
Lo que Judal no sabe es que en la alcoba del príncipe este llora sin control al tiempo que no puede dejar de temblar. Hace su maleta y coge su bastón mágico.
- Lo lamento padre, madre, abuelo. Aún si soy el príncipe heredero no renunciaré a Judal-kun...
Para su buena suerte el reino entero lo sabe y nadie desea romper el puro corazón infantil. Salvo David que está amordazado y encadenado para que no intervenga en la fuga de la pareja pero esa... es otra historia que quizá tenga que ver con el mal carácter de Solomon en ciertos ámbitos.