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Hanahaki por Dakuraita

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Notas del fanfic:

Because I can.

Llevaba todo el día tosiendo, pero no se sentía enfermo. Tosía sin parar, pero en su garganta no había flema que expulsar, no había el picor causado por una alergia, y aun así tosía como si quisiera escupir sus pulmones enteros.


—¡Maldita sea! —vociferó Bakugo, cubriendo su boca por quien sabe qué vez en el día.


Sentía las miradas de todos encima, era obvio que iban a mirarlo, llevaba así todo el día, e incluso a veces le ocurría en medio de la clase pese a que se esforzaba en contenerlo. Todos tenían la misma idea en sus ojos “¿Por qué no va a la enfermería?”, pero no quería hacerlo, ¡Se sentía perfectamente, joder! No había necesidad.


Pero, tenía que admitir, que comenzaba a cansarse de lo mismo.


¿Cuándo había comenzado a toser? Meditó en ello. En la mañana todo había estado bien, de hecho, en su casa no le había pasado nada especial. Estaban cerca del verano, tampoco era un resfriado. No podía ser alergia. Fuera lo que fuese, comenzó apenas pisó la escuela. Y eso no era suficiente, necesitaba más detalles, necesitaba encontrar la pista que lo llevaría a solucionar su problema.


En eso, Bakugo alzó la mirada, desde su pupitre observó a Kirishima, que hablaba con el maldito nerd aquel, ¿de qué demonios estaban hablando como para que sonriera así? ¿Cuál era la gracia de hablar con el maldito nerd? ¿Y por qué de pronto le importaba si Kirishima hablaba con el maldito nerd? No tenía por qué importarle, ninguna de las escorias que no valen la pena deben importarle…


Empezó a toser, otra, maldita, vez.


Cubrió su boca para no hacer ruido, escondiendo su rostro lo mejor que pudo.


Kirishima dirigió su mirada donde Bakugo, sus ojos se encontraron, pareció como si Kirishima le hubiese preguntado: “¿Todo bien?”, a lo que los furiosos ojos de Bakugo respondieron “No te incumbe”. Kirishima regresó su mirada a la conversación, donde siguió sonriendo y hablando con Midoriya.


Ahora si se sentía enfermo, le dolía el pecho, quería vomitar.


Se levantó de su asiento y sin decirle nada a nadie caminó impasible hacia el baño, amenazando a todos con la mirada para que nadie se le acercara a preguntarle nada. Dudaba que alguien fuera a acercarse de cualquier forma, pero era mejor asegurarse. Pronto, cuando estuvo fuera de la vista de todos, salió corriendo al baño, estaba seguro de que iba a vomitar.


Se encerró en el baño, tosió como histérico frente al lavabo, sus ojos estaban llorosos por el esfuerzo y el dolor en su garganta. Por sin sintió que algo subía e iba a salir, mejor así, vomitaría y se desharía de ese maldito malestar de una vez por todas.


Escupió.


Pero no había vomito, había pétalos arrugados, de un color rojo vivo. Bakugo respiró agitado, intentando reponerse del ataque de tos, recuperando su respiración. Se secó los ojos con el dorso de su mano y observó lo que había escupido. Metió sus dedos en su boca y sacó un pétalo que se había pegado a su lengua.


¿Qué demonios era eso?


No sabía, pero sí sabía que ese color rojo, solo podía pertenecer a una persona.


“Estoy realmente enfermo”, pensó.


¿Pétalos? ¿Por qué pétalos? Bakugo observó el lavabo durante unos segundos, no estaba seguro de entenderlo, pero, a su vez, lo comprendía casi perfectamente.


Negó bruscamente la cabeza; por poco destroza el espejo del baño, estaba tentado a golpear lo que sea, a destruir lo que tuviera en frente, pero no lo hizo, no servía de nada y no lo ayudaría en su problema. No quería llamar la atención tampoco, no más de lo que había estado haciéndolo en el día. “Enfermo o no, eso no debe interferir”, pensó mientras abría las llaves del agua, dejando que el agua se llevara los pétalos lejos de su vista. Por lo menos había dejado de toser, eso era un avance. Posiblemente era algo pasajero, tal vez un accidente o una confusión de su organismo… o eso quería pensar, sin embargo y muy a su pesar, aquello no era un accidente y tampoco un error, pero en esos momentos Bakugo no tenía manera de saberlo.


De pronto Kirishima apareció en el baño, lucía preocupado, genuinamente preocupado. Pero eso no era sorpresa, el cabeza de roca siempre se preocupaba por todos, era un idiota, un idiota que resultaba ser también una buena persona, la mejor persona, un héroe, un héroe al cual Bakugo quería golpear, quería explotarle la cara. No entendía por qué, pero lo quería lejos, lo más lejos posible. ¿Qué demonios le pasaba hoy? En realidad, no quería hacerlo, no quería hacerle daño. Estaba frustrado, lo sabía. Le frustraba verle ahí, preocupado por él, le frustraba verlo…Bakugo entendía, que lo que en verdad quería hacer, era decir algo. Podía sentir las palabras acumulándose en su interior, burbujeando en su garganta, amenazando vencer su voluntad y salir cual vomito, sin control. Si abría la boca ahora, diría justo lo que deseaba decir. ¿Cómo reaccionaría Kirishima? ¿Su percepción respecto a Bakugo cambiaría? ¿Lo consideraría débil, patético o asqueroso?


Bakugo se sentía a la merced de sus emociones, que, por primera vez, no podía dejar salir libremente, no podía explotar como siempre lo hacía, la ira esta vez no era la respuesta, gritar sería inútil, esto era algo que debía enterrar. Lo enterraría sin importar el precio o el dolor. Así pues, le dedicó una mirada hostil a Kirishima, una que no le había dedicado en mucho, mucho tiempo.


—¿Qué demonios quieres? Deja de mirarme con esa cara, imbécil.


Su voz no tenía la irritación de siempre, esta no era una voz a la que Kirishima podría responder con una sonrisa.


—¿Eh? —Kirishima se sorprendió por esta voz, pero igual intentó componer una sonrisa nerviosa—. Ah… sí, lo siento, es que… hoy no te veías muy bien, ¿sabes? Estaba preocupado, ¿te sientes mejor? —su voz era amable, enérgica pese a la suavidad, real, sincera… Bakugo la detestó durante unos segundos, escucharlo era doloroso, quería volver a toser, su pecho quemaba, hubiese dado lo que fuera por poderse apuñalar el pecho con algo y arrancarse ese maldito dolor. “Te preocupas… eh”, por un momento se dejó conmover, pero no duró demasiado, pronto la imagen de Kirishima hablando con Midoriya apareció en su mente. Se llenó de rabia, y el dolor empeoró, se retorció por dentro hasta que sucumbió al ataque de tos; tuvo que aferrarse al lavabo para sostenerse, de lo contrario habría caído al piso.


—Estoy bien, no necesito tu puta lastima, lárgate —gruñó con voz ronca, cada vez más molesto, jadeando, intentaba recuperar el aire.


Kirishima, incapaz de responder o entender, soltó una risita nerviosa, rascando su nuca, se sentía avergonzado y sinceramente, con ganas de huir.


—Claro… claro… alguien tan fuerte como Bakugo no necesita que alguien como yo se preocupe, lo siento, solo quería saber que estabas bien.


Dicho eso, se marchó. Bakugo se sentía como un pedazo de basura, se sentía la peor mierda del mundo. Nunca le había importado insultar a otros, humillarlos de ser necesario, pisarlos, vencerlos… pero, Kirishima era diferente, él era… era alguien a quien realmente no deseaba lastimar. La cara que había puesto por las palabras de Bakugo… lo había lastimado, lo sabía. Quería correr tras él, quería ir, detenerlo, decirle que no era su intención, que esas no eran las palabras correctas que quería expresarle. Quería pedirle perdón, arrepentirse… Pero no sucedió, no podía moverse. Había ido demasiado lejos, lo había herido sin un buen motivo. Y, aunque usualmente parecía que lo insultaba, era algo común entre ambos, eran cosas que ambos entendían, era parte de su dinámica, que en privado se reducía mucho a comparación de cuando otros los observaban. Tenía que aparentar ser fuerte, si era temido todos lo respetarían, no obstante, a solas con Kirishima todo había cambiado tanto, se sentía cómodo, gritaba menos, podía ser él mismo. Y ahora, lo había arruinado. Había arruinado todo. Se sentía impotente, quería llorar, sus ojos quemaban tanto como su garganta lastimada. ¡Joder! Se sentía tan patético. ¿Por qué no podía ser honesto y ya? ¿Por qué no podía expresarse con libertad? ¿Por qué era esclavo de su furia, de su miedo y de sus inseguridades? Podía ser fuerte, inteligente, directo, y admirable, podía ser muchas cosas buenas si se lo proponía, y aún así no podía admitir sentimientos como esos, no podía decirle a Kirishima lo que en realidad sentía. Pero, ¿Cómo? ¿Cómo podría admitir lo que sintió al ver a Kirishima hablando con el maldito nerd aquel? Lo sabía, sabía que tenía miedo de que descubrieran que podían ser buenos amigos, tal para cual. Ambos son idiotas sonrientes que se llevan bien con todo el mundo, y eran capaces de tenderle la mano a alguien como él. Bakugo se había esforzado tanto en mantener a todos alejados, se había esforzado en que Kirishima no fuera alguien realmente importante, que estuviera fuera, que no se convirtiera en un peso que lo retuviera… sin embargo, terminó por convertirse en algo importante, algo con lo cual Bakugo ya no sabría cómo actuar sin él, ya no sabría como volver a ser como antes ahora que lo tenía. ¿Cómo serían los días si volvía a como era antes? Sin amigos reales, solo seguidores que le dejarían a la primera oportunidad. ¿De verdad estaría bien así? Bakugo se preguntaba, ¿quién lo elegiría a él en lugar de Midoriya o Kirishima? Nadie. De momento, Kirishima parecía ser lo suficientemente idiota para elegir a Bakugo, pero, ¿durante cuanto tiempo? ¿Y si un día se da cuenta que realmente puede tener cosas y personas mejores? Un día se daría cuenta de que estaría mejor entre personas como él y no personas como Bakugo.


Todas eran inseguridades infundadas, miedos irracionales, y aún así, ahí estaba, aferrándose al lavabo, tosiendo sin parar, al borde de las lágrimas, furioso, débil, y totalmente perdido.


Que imposible parecía el ser capaz de decir “Te quiero”.


(…)


Kirishima se detuvo unos segundos antes de entrar de nuevo al aula, se sentía como un verdadero idiota, no había manejado la situación correctamente, sus palabras habían hecho enojar a Bakugo, y, al final, no había ayudado en nada. ¿Qué le pasaba a su mejor amigo? ¿Cómo podía ayudarlo? Meditó en ello, en cómo podría ayudarlo, en qué podría hacer por él. Ser amigo de Bakugo no fue algo sencillo de conseguir, el ser intimo con él, el tener confianza… todo costó demasiado como para perderlo tan fácilmente. No, no lo perdería, se negaba a perderlo.


¿Qué paso debería dar ahora en aquella relación?


(…)


Durante las siguientes semanas Bakugo tomó distancia de Kirishima, incapaz de comunicar su sentir eligió tomar distancia, así no podría herirlo. Por supuesto que esto provocó que Kirishima se preocupara y alarmara, pero, como tampoco sabía cómo proceder o qué decir solo le quedó aceptar la distancia hasta que tuviese una mejor estrategia.


La salud de Bakugo en consecuencia empeoró por todo esto. Los ataques de tos ahora lo perseguían a todas partes, fuera de la escuela era difícil contenerlos… No quería que sus padres se dieran cuenta, porque si lo hacían, ¿cómo explicar ataques de tos acompañados de escupir pétalos rojos? ¿Cómo explicar que todo esto parecía estar relacionado con sus sentimientos hacia su mejor amigo que se habían vuelto un desastre, así como su condición física? No, definitivamente no. Prefería ahogarse en los malditos pétalos aquellos antes que afrontar cualquier escenario en el que tuviese que explicar su mal. Ni una palabra saldría de su boca, lo soportaría todo, sin importar el precio.


El precio terminó por ser demasiado alto. Cada vez escupía más y más pétalos. Su dolor de garganta empeoró, a tal grado que a veces se quedaba afónico; su pecho dolía, sus pulmones parecían estar incendiándose, respirar era un martirio, era una carga demasiado dura de llevar. Se sentía sin energía, quedaba agotado rápidamente por las actividades más simples, lo que afectó su desempeño en la academia. Todos notaban la situación, alumnos y maestros, especialmente los maestros; Bakugo logró resistirse a las preguntas y evadió lo mejor que puedo a cada maestro que intentó acercarse a él.


Pensó que podría evadir toda la situación por siempre, hasta que un día en un ejercicio de clase, Bakugo colapsó. Estaba agotado, ya no podía respirar bien, había perdido el apetito, había perdido el interés por otras cosas; su cabeza daba vueltas a las mismas ideas. Pensaba en lo mismo, en la misma persona. Día y noche, sin descanso. Esa persona era, por supuesto, Kirishima, y el solo pensar en él lastimaba a Bakugo, le llenaba de arrepentimiento, tristeza y angustia. Lo extrañaba, joder que lo extrañaba, no soportaba como las cosas se habían tornado. Echaba de menos que le saludara por las mañanas, que lo rodera por el cuello, que lo mirara, que le sonriera, que lo llamara, que dijera su nombre con esa típica voz alegre.


“Soy un maldito imbécil”, se repetía a sí mismo. Todo el tiempo apretaba los puños y los dientes, conteniendo las ganas de gritar y llorar a todo pulmón. Ya no lo soportaba, ya no podía más. Prefería morir a seguir viviendo así.

Notas finales:

Finaliza en el siguiente, es un two shot

Gracias por leer


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