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Los demonios de la noche. por Seiken

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Habían viajado demasiado tiempo en ese carruaje, Minos comenzaba a perder la paciencia, sin encontrar descanso y maldiciendo su suerte, su decisión de recuperar la llave de plata de las cavernas.

Su ambición mato a su adorado Lune y los condenó a ambos, sin embargo, el necesitaba poder, quería vengarse de ese pueblo que los odiaba sin justificación.

Culpando a su familia de actos monstruosos, aterradores, que nunca habían cometido, ni realizado, pero Minos comenzaba a preguntarse si lo mejor no habría sido cometer aquellos actos, así, su odio estaría justificado.

Minos ya no tenía ninguna clase de cicatriz de la mordida de Defteros, al que se le acercó, como una polilla a una llama, permitiéndole morderlo.

Llevo sus manos a su rostro, tratando de olvidar, pero en ocasiones como esa era simplemente imposible para el hacerlo.

Radamanthys dormía en el asiento del carruaje, Shura decía que estaban cerca de una pequeña ciudad, era allí en donde los esperaban unos amigos, por alguna razón, el convento que visitarían estaba situado en el centro de la ciudad, disfrazado de un edificio de gobierno.

Minos había tratado de dormir, pero siempre que cerraba los ojos, veía esos ojos azules y sus dientes afilados.

O lo sentía a su lado, sus manos en su cuerpo, su sexo, su semen entre sus piernas, su aliento en su rostro, podía probar su propia sangre, para después despertar en su cama, gritando su terror, observando el desprecio de los sirvientes, escuchando las mentiras de Saga.

Creyéndose un demente por completo, ansioso y temeroso de la oscuridad, porque era en esos momentos en los cuales Defteros lo atacaba.

No obstante en esa taberna, era casi el anochecer, estaba acompañado de otros humanos, o eso creyó, Mu estaba haciendo guardia, ese hombre alto también, haciendo que se preguntará, como era que pudieron ingresar, que pudo acercarse sin que lo notará.

Shura dormía o eso dijo, necesitaba recuperar su fuerza y por eso no estaba presente en la taberna, sólo sus mercenarios.

Minos apenas comenzaba a comprender qué tal vez fueron engañados, que ese lemuriano no era tan leal como lo supuso en un principio.

Pero era su imaginación, su constante sentimiento de persecución, uno muy real, generado por un demonio nocturno que deseaba su sangre.

El carruaje se detuvo, habían llegado, o eso pensó Minos al escuchar un estallido, un sonido estridente, que le hizo asomarse por la ventana de su carruaje.

Observando cientos de personas con una actitud extraña, atacando a los mercenarios, que estaban fuera de su carruaje, tratando de defenderlos.

Minos bajo del carruaje con su bastón, un regalo de Shura, el que tenía una espada.

Radamanthys con su pistola, listo para comenzar a disparar en contra de cualquiera de aquellos entes.

Los que al ser demasiados inmovilizaron al gigante con sus estacas de plata, pero por alguna razón que no alcanzaban a comprender, no intentaron matarlo, únicamente lo sostuvieron de ambos brazos.

Repentinamente una figura cayó desde una torre muy alta, aterrizando con gracias enfrente de sus mercenarios, era él, Defteros.

—No queremos matar al toro de un medio vampiro, cuando esté podría ser nuestro aliado, así que...

Mu jadeo, estaban rodeados y ni siquiera habían tenido oportunidad alguna para defenderse, usando esa gran ciudad como un fuerte, matando a todos sus habitantes.

—Puedes aliarte con nosotros, ser parte de la élite del nuevo mundo, o matamos a tu toro y te quedas solo.

Shura sabía que la respuesta de Mu sería afirmativa, no dejaría que matará a su compañero, así que al ver que los hermanos aún estaban cerca del carruaje, respondió atacando a Defteros, que logro esquivar cada uno de sus técnicas.

—Tampoco queremos pelear contigo, así que no nos obligues a eso.

Pero respondió con fuerza a ese último golpe, sosteniendo la cabeza de Shura con una de sus garras para alejarlo de su cuerpo, logrando que chocará en contra del puente de piedra, la única forma para ingresar al centro de esa ciudad creada alrededor del antiguo convento.

—¡Shura!

Grito Radamanthys e intento ir en su auxilio, sintiendo la mano de Minos en su muñeca, sosteniendolo, evitando que se alejara del carruaje.

—Tenemos que irnos...

Susurro, tirando de su hermano, para subir en el carruaje, sintiendo al principio sus intentos por liberarse, sin atender que los vampiros muertos habían dejado de moverse, todos, menos un grupo que le habría paso a otro más, a las espaldas de Minos.

—Si te preocupas tanto por él, harás que me ponga celoso, conejito...

Radamanthys dejo de pelear con Minos, para dispararle al ya no tan anciano Aspros, que aún sostenía su cetro, la llave de plata.

—Maestro, no podemos dejarlos solos, debemos hacer algo.

Pronunció repentinamente Aldebaran, pero Mu negó eso, estaban rodeados, en esa ciudad había al menos mil personas, eso quería decir que eran mil vampiros con los que enfrentarse.

—Lo se, pero parece que los hemos subestimado. 

Mu supuso que aún tenían algo de tiempo, los vampiros eran criaturas extrañas, de tradiciones y seguramente, querrían transformar a sus compañeros en su mansión, como castigo por la traición de su familia.

—Todo saldrá bien.

Aldebaran al escucharle trago un poco de saliva y dejó de pelear, escuchando el sonido de otro enfrentamiento, un alma contra mil no muertos.

Ese era Shura, que no le daría la espalda a los dos hermanos, a quien, repentinamente y sin aviso alguno, Mu atacó, usando su cosmos, esperando que con eso ya pudieran mantenerlo quieto, no deseaba que se matará en una pelea sin sentido, esos niños lo necesitaban con vida.

—Nos rendimos.

Radamanthys no podía creer lo que escuchaba, su hermano si, él ya no confiaba en las personas que le rodeaban, habia dejado de hacerlo hacía mucho tiempo.

—¿Y ustedes conejito? ¿Dejarán de causarnos problemas?

Aspros seguía acercándose a ellos, Radamanthys volteo a ver la salida, estaban rodeados, junto a su carruaje, que podrían intentar utilizar para escapar, sin embargo, eran demasiados vampiros los que se los evitaban, sin moverse siquiera, no podrían lograrlo.

Radamanthys volvió a disparar, descubriendo que ya no tenía balas, Minos por un momento pensó en matar a su hermano, en un acto de piedad, para después matarse él.

—Si se acercan más nos mataremos.

Radamanthys asintió, se matarían de seguir acercándose a ellos, aunque ya no tenía balas.

Aspros comenzó a reírse, había contado cuántas veces había disparado su conejito, ya no tenía más balas con él, estaban a salvó.

—Ya no tienen balas, y nosotros nos moveremos más rápido que ustedes, si tratas de utilizar ese bastón para lograr tu amenaza, además, mi pobre hermano perdería la razón si algo le pasará a su avecilla.

Radamanthys comprendió entonces que tenía razón, lo único que deseaba era escuchar su rendición.

—Y a mí se me rompería el corazón de verte morir otra vez conejito, no puedes ser tan cruel.

Minos lanzó su bastón al suelo, comprendiendo su derrota, Radamanthys respiraba hondo, tratando de pensar en algo, como salvar a su hermano.

—Esa cosa lastimaba a mi hermano, ví todas esas marcas, si ese es nuestro destino, es mejor que perdamos la vida.

Aspros se detuvo, Defteros aguardaba cualquier señal, para evitar que Minos tratara de matarse, que Radamanthys cometiera alguna locura semejante.

—¿Si te prometo que seremos amables con ustedes, que mi hermano será gentil con el tuyo, aceptarán subir a ese carruaje con nosotros?

Radamanthys no dijo nada, no lo aceptaría, buscando otras balas, cargando su arma de fuego, logrando que Aspros entrecerrara los ojos, furioso.

—Podemos llegar a un trato, dejen ir a Radamanthys, yo me quedaré con Defteros.

Aspros negó eso, no dejarían que se marcharan, así como así, no cuando por fin los tenían en donde lo deseaban.

—No lo han entendido, los queremos a ambos, y solo estamos siendo amables con ustedes, vengan con nosotros por su propia voluntad, les prometemos que seremos compañeros ejemplares, traten de pelear...

Radamanthys coloco entonces su arma de fuego sobre su sien, rodeando los hombros de Minos, juntando sus cabezas, de tal forma, que la bala de plata los mataría a ambos de ser disparada.

—Aleja a esas cosas de nuestro camino, traigan aquí a Shura, dejen ir a Mu, y a Aldebaran, y te prometo que no nos matare.

Minos sonreía, seguro de que estas criaturas no permitirían que su sangre fuera derramada, escuchando como los vampiros muertos arrastraban el cuerpo de Shura hasta el carruaje, al mismo tiempo que dejaban que Mu y Aldebaran se acercarán a pie a su vehículo.

—Ahora, abran paso, déjenos entrar al carruaje y marcharnos, de lo contrario, nosotros moriremos.

Defteros comenzaba a desesperarse, observando como los dos Walden estaban escapando.

Mu tomó su lugar en el asiento del conductor, mientras que Aldebaran, con una expresión sombría se acercaba al cuerpo de Shura para subir en su carruaje.

—Entren en el carruaje, yo subiré a Shura en su interior.

Ellos les obedecieron, escuchando como Shura iba despertando, sus ojos brillando de color lila, a punto de atacar a los vampiros muertos, que como si se tratasen de un enjambre, volvieron a saltar en contra de su amigo, sometiéndolo con demasiada facilidad.

—Lo siento mucho.

Pronunció el toro, golpeando a Shura con su fuerza descomunal, enterrandolo unos centímetros en la tierra.

El carruaje se cerro con el cosmos de Mu y su arma, repentinamente comenzó a aumentar su temperatura, logrando que Radamanthys tuviera que soltarla, sosteniendo su muñeca.

—¡Maldición!

Se quejó, sintiendo como el carruaje se movía unos cuantos metros, para abrir sus puertas de nuevo, permitiendo que Aspros y Defteros ingresarán, portando una sonrisa aterradora.

—Te sorprenderías de lo que es capaz una persona enamorada... conejito.

Le informo Aspros, quemando su mano con su pistola, para después lanzarla por la ventana.

Aldebaran abriéndose paso entre los vampiros muertos, se sentó a un lado de su maestro, en silencio, sin atreverse a observar a los hermanos, que sentados en el mismo asiento, comprendían muy tarde que los habían engañado.

—Primero pasaremos unas noches en el edificio de gobierno, después, regresaremos a casa, a nuestra mansión, para finalizar su renacimiento.

Pronunció Aspros, tratando de acariciar su mejilla, pero Minos abrazo al menor con fuerza, separandolo de su lado.

—Tengo preparada nuestra habitación mi dulce avecilla, espero que te guste.

Esta vez fue Radamanthys, quien alejó a Defteros de su lado, sintiendo el movimiento del carruaje, sin atreverse a observar a los condenados.

—No soy un ave y mi hermano no es un conejo.

Les advirtió Minos, pero bien sabía que aquellas eran palabras vacías, no había forma de escapar, ni de alejarse.

—Perdoname...

No sabían quien pronunció aquella palabra primero, pero ambos sentían el no poder proteger a su hermano, el saber que por su culpa esa pesadilla continuaba o inicio.

—Deberían darse las gracias, serán inmortales, poderosos y libres de las ataduras humanas.

Parecia que Aspros era quien hablaba más de los dos, al menos, quien trataba de convencerlos de que ese era un mejor futuro.

—Y estoy seguro de que pronto, comprenderán que esto es lo mejor para ustedes.

*****

Los lobos llegaron para ver el pueblo transformado en algo diferente, todos los habitantes habían muerto, todos, menos uno que logró escapar a tiempo, del que no tenían conocimiento alguno.

Manigoldo y Albafica eran viejos amigos, antes de conocer a Thanatos, el fuego demoníaco estuvo enamorado del hermoso lobo de color celeste alguna vez, pero este no pudo corresponder a su afecto.

—Io, regresa a la jauría, advirterle a Thanatos lo que ocurrió en este pueblo.

Io negó eso, había alguien que buscaba, necesitaba verlo, saber que estaba a salvó, un vampiro que no tenía demasiados escrúpulos, pero aún para el, aquello que planeaban los hermanos era una locura.

—Te dije que te largaras...

Susurraron, justo la persona que deseaba ver, con quién había combatido unos años atrás, creyendo que este singular vampiro era leal a sus hermanos.

—Y yo te dije, que si deseabas abandonar este sitio, podrías hacerlo, Kasa.

El vampiro estaba sentado en el techo de una casa abandonada, que alguna vez hábito un pintor, la que uso para esconderse, no deseaba marchar con sus hermanos.

—Entren, aún quedan algunos vampiros muertos por aquí, son demasiado salvajes para mi gusto.

Los tres lobos entraron, Manigoldo cerrando la puerta, Io adelantándose, necesitaba asegurarse que Kasa no hubiera sufrido ningún daño, siendo el quien atendía las heridas del juez, lo alimentaba y retiraba la raíz púrpura de sus alimentos.

—Esos gemelos son unos dementes, por culpa suya casi somos destruidos, pero ahora, no creo que dejen a ninguno de nosotros con vida.

Se quejó, sentándose enfrente de una mesa, con un animal desangrado en ella.

—Aqui vivía un tipo, se llamaba Kanon, era un pintor, hizo muchos cuadros para los Walden y otros para el.

Manigoldo vio al menos cinco cuadros del menor de ellos, pero otros dos a medio terminar de los dos hermanos posando, un cuadro antiguo, que llamó la atención de Albafica, quien se acercó lentamente, acariciando el rostro del juez, susurrando algo en griego, un nombre.

—Ese es Minos, es el que lo pasará peor, Defteros es un salvaje y ya le ha hecho mucho daño.

Manigoldo al ver la expresión de Albafica, se acercó a él, colocando una mano en su hombro.

—¿Es él?

Albafica asintió, era él, era Minos, su Minos.

—Si, es él.

 


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