Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Los demonios de la noche. por Seiken

[Reviews - 92]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Aspros decidió dejarle descansar algunas horas más, para que pudiera recuperarse, creyendo que se trataba de un hombre más débil de lo que en realidad era.

Radamanthys no le respondió cuando le prometió cuidarle, esperar el momento adecuado para tomar su pureza.

No era virgen y no se quedaría a esperar a que ese vampiro demente decidiera que ya era momento de poseerle, ni tampoco para que lo averiguara.

El se levantó con algo de esfuerzo, sintiéndose mareado de momento, su hermano siempre había dicho que poseía una horrible resistencia y una aterradora fuerza, como si no fuera humano, ahora sabía que no lo era.

Radamanthys busco en los cajones de ropa de ese vampiro, encontrando unas cuantas prendas más que ponerse, robando algunas otras para su hermano, porque no se marcharia sin él.

De momento agradecía que Aspros fuera más corpulento que ellos, así les quedaría su ropa perfectamente.

Radamanthys después tomó una de las fundas de las almohadas y metió la ropa de Minos en esta, buscando cualquier clase de objeto con el que pudiera defenderse, hallando un candelabro, pesado y macizo, para defenderse en el momento de ser alcanzados por ellos.

Esperaba que la puerta estuviera abierta, que lo menospreciara tanto como para no cerrarla con algún seguro, esperando que no pudiera moverse después de beber su sangre.

Radamanthys estuvo en lo cierto, la puerta estaba abierta y no había nadie vigilando ese pasillo, tal vez no habría nadie en esa zona, todos los vampiros se veían demasiado idiotas como para realizar una tarea sencilla sin querer morderlos, si estos vampiros babeaban por su sangre, los otros les atacarían sin pensarlo, dijera lo que dijera Shura al respecto.

Shura, eso le dolía, que su amigo hubiera muerto por salvarlos, que haya sido traicionado por esos mercenarios, que tampoco estaban presentes en esos pasillos.

Debieron suponer que los traicionarian cuando seguían diciendo que estaban muertos, que no podían escapar, prácticamente que lo mejor era entregarse a sus futuros amos y no pelear con ellos.

Pero eran unos Walden, nadie les decía que hacer, nadie los comandaba, mucho menos esas criaturas que pensaban eran superiores a ellos.

No eran más que unos sirvientes, unos plebeyos o unos esclavos, lo suponía por esa extraña fijación que tenían por mandar, sin importar cuanto tiempo hubiera pasado desde entonces, seguían teniendo el alma de un sirviente o un esclavo, o esa era la sensación que le daban a Radamanthys.

Aspros se esforzaba demasiado en aparentar su poderío, como si creyera que de un momento a otro regresaría a ser un sirviente, un esclavo y eso podría encontrarlo gracioso, de no estar en la situación en la que estaban.

Radamanthys supuso que al ser mellizos dividirían ese castillo a la mitad, un ala para su supuesto amo, otra para su hermano, derecha e izquierda.

Era una corazonada, lo sabía bien, así que usando la sorpresa comenzó a caminar hacia el otro lado del castillo, esperando que hubiera una torre gemela a donde lo mantenían a él, siendo tan silencioso como podía, sin encontrar a nadie presente.

*****

Aspros estaba molesto, pero no podía dejar que se notará, sentado en el asiento principal del comedor, recibiendo a un vampiro joven, un hombre pelirrojo que pedía una audiencia con ellos.

-Lo mantuve encerrado varios meses, ese joven cazador, tan hermoso como un amanecer, y en vez de alimentarse como lo esperaba, decidió comer ratas... animales rastreros.

Defteros se rió al escuchar eso, los animales rastreros eran sabrosos, pero no tanto como los humanos, mucho menos como su avecilla que descansaba plácidamente en su ala del castillo.

-No me imagino lo mal que debiste pasarlo, ese joven hombre tratando de huir de ti.

El vampiro pelirrojo asintió, su elegido era un cazador, que estaba protegido por la orden, pero pudo capturarlo, llevarlo a su morada, para volverlo su amante.

-Le seguí el rastro hasta el territorio de la jauría, con esos perros mojados, y sus dioses gemelos.

Se quejó Camus, esperaba que Aioria le hiciera recapacitar, le mostrará que no había hacia donde correr, pero ese bastardo le dió trabajo, uno que duró poco, pues era bien sabido su gusto por cobrarse los favores con los cuerpos de sus protegidos.

—Comprenderás mi decepción cuando el maestro me evito seguirlo a ese bosque, regresarlo a casa, no quiere una guerra con la jauría, nos ha traicionado con su debilidad.

Lo que había hecho el maestro era debilitarlos, pero este Camus lo que deseaba era su ayuda para recuperar un amante humano que no deseaba ser inmortal, traicionaba al anciano por su pequeña obsesión con ese vampiro y eso les convenía.

-¿Que deseas de nosotros?

Camus no sonreía, parecía no tener sentimientos, pero lo que deseaba era poseer a su escorpión, esa belleza de cabello rubio.

-Quiero a Milo conmigo, tengo un pequeño ejército, será suyo si consigo a mi furioso escorpión.

Eso era justo lo que deseaban escuchar, necesitaban toda la ayuda que pudieran tener para derrocar al maestro, que seguía sin atender a los sucesos del mundo.

-Me parece maravilloso, Camus, consideraré tu ayuda en el futuro que nos aguarda y serás recompensado con aquello que deseas, tu escorpión.

Le prometió, levantando una copa vacía, para brindar por su nueva amistad, escuchando los pasos de un sirviente, un mozo joven, que temblaba.

Había visto la masacre de aquella ciudad y solo por pura suerte creía que lo mantendrían con vida, sin embargo, cuando se le cayó una de las copas, resbalando de sus dedos, Camus por fin le vio.

Mostrandole una sonrisa paternal, acariciando su mejilla, ganándose al muchacho inmediatamente, quien cometió la tontería de darle su mano, la que sujeto con fuerza, para morder su cuello, después de todo, este mozo bien parecido era su botella de vino, sobre la cual brindarían.

-Nuestro futuro será grandioso, toda la sangre que podamos beber, de nuevo obedeceran nuestras órdenes y muchachos cómo tu escorpión estarán agradecidos de ser nuestros sirvientes.

Camus dejo caer ese cuerpo sin vida, con un pequeño hilo de sangre en su barbilla, que limpio con un pañuelo, dándole su mano a Aspros y después a Defteros, ignorando el cadáver, que inmediatamente fue retirado como se retiran los platos sucios en un banquete.

-Eso espero, Aspros, es momento de regresar a ser quienes mandan y dejar de escondernos como alimañas.

*****

Radamanthys al ver que se encontraba solo, abrió la puerta del cuarto que supuso tenía a Minos encerrado, está si tenía un seguro, un candado abierto, que hizo que casi viera rojo.

Ingresando en el cuarto, dejando la puerta abierta, buscando a su hermano, caminando con rapidez sin importarle cuanto ruido hiciera.

-¡Minos!

Pronunció al ver el estado de su hermano, era casi tan malo a como lo encontró en su vieja mansión, quien al escucharlo pronunciar su nombre se levantó, con el camisón masculino que le dió Defteros para dormir.

-¿Que estás haciendo aquí?

Radamanthys dejo la ropa en la cama y comenzó a desvertirlo, sin responder en un principio a la pregunta de su hermano mayor, vistiendolo de nuevo, tenían que apresurarse.

-Aspros me dejó dormir en su cama, no sabe que me recupero rápido y que soy mucho más fuerte de lo que parezco.

Minos sonrió al ver que su hermano estaba en mejor estado de lo que pensaba, no lo habían violado aún y todavía podía moverse.

-Siempre has sido muy fuerte, Radamanthys, como un oso.

Le dijo, levantandose con su ayuda para tratar de buscar una salida, queria decirle que se fuera solo, mientras pudiera lograrlo, él solamente se trataba de una carga, pero lo conocía bien, no lo abandonaría a su suerte.

-Con suerte logremos salir de aquí, estoy seguro que dejaron el carruaje en la entrada, no creen que podamos escapar.

Trato de animar a su hermano, sujetando su muñeca para pasar su brazo sobre sus hombros, para ayudarle a caminar, debían apresurarse, no podían seguir perdiendo tiempo.

-Seria más fácil para ti, si me dejaras aquí, podrías marcharte y volver por mi.

Radamanthys no le respondió, tratando de respirar hondo, cargando a su hermano, a pesar de estar tan cansado como estaba en ese momento.

-No te dejaré sólo.

Minos ya no dijo nada más, caminando con mucho esfuerzo, bajando algunas escaleras, notando como la respiración de su hermano se iba volviendo más pesada, apenas podía mantener el paso y aún así, se arriesgaba para poder sacarlo de ese castillo, era un buen hermano, era su unica familia.

-Saldremos los dos o no saldrá ninguno.

Radamanthys abrió la puerta con su hombro, empujándola con fuerza, casi cayendo al suelo, para ver el carruaje con los caballos aún amarrados a el, sonriendo al verlos, podrían escapar, podrían ser libres y sólo tenían que avanzar unos cuantos pasos más.

-¡Es el carruaje, Minos, lo logramos!

Radamanthys estaba feliz, deteniéndose unos instantes, para recuperar el aliento y poder seguir arrastrando a su hermano en dirección de la seguridad.

-¡Lo logramos!

Pronunció antes de tiempo, sintiendo de pronto como si hubiera chocado contra una pared, siendo lanzado contra el carruaje, que esperaba los alejara de esos demonios, esos vampiros.

Minos no cayó al suelo, sino fue sostenido por Defteros, cuyo semblante era uno de silenciosa irá, estaba furioso, pensando en la manera de castigar a su avecilla, tal vez, encerrando a Minos en una jaula mucho más pequeña aún, colocando una cadena dorada que contrastara con su hermosa piel.

-¡Radamanthys!

Grito e intento ir en su auxilio, pero Defteros le sostuvo de los brazos, manteniéndolo a su lado, esperando ver el castigo de Aspros a su escurridizo conejito, que más bien se comportaba como una rata o una sabandija.

-¡Como te atreves a huir de mi!

Aspros estaba furioso, su conejito le había engañado, tratando de huir cuando le dejo descansar en su habitación, cuando trato de ser amable.

-No quería ser cruel contigo, quería darte una oportunidad, pero si te permito intentar escapar, no dejaras de hacerlo hasta que te mates...

Radamanthys trato de levantarse con demasiado esfuerzo, sintiendo que le sostenían del cabello, elevandolo unos quince centímetros, para abofetearle después, dejándolo caer en el suelo, algo confundido por la fuerza del golpe.

-Y no estoy dispuesto a verte morir, conejito, porque yo voy a cuidarte, lo quieras o no, porque tú solo eres una mascota, mi mascota, mi conejito.

Radamanthys intento levantarse únicamente para sentir un pisotón en la espalda, con toda la fuerza del vampiro, que sonrió al escuchar su grito de dolor.

-Y una mascota no puede insultar a su amo...

Radamanthys trato de alejarse, pero de nuevo Aspros lo sostuvo del cabello, recordando la primera vez que se reveló, el castigo implementado y aunque no deseaba ser como su viejo amo, aunque el quería ser un dueño comprensivo, supuso que sus castigos tenían una razón, la obediencia, que su futuro compañero tendría que mostrarle, o jamás podrían estar juntos.

—Tu hermano recibirá un castigo del mío, por lo que tú has hecho, tu recibirás un castigo por lo que has hecho, por no esperarme en nuestra habitación y dormir como te pedí que hicieras, pero sobre todo, si vuelves a tratar de escapar, tendré que buscar una manera de mantenerte conmigo, porque no te dejaré ir nunca.

Minos no tenía palabras suficientes para describir su miedo, el horror de ver a ese vampiro lastimando a su hermano, que ensangrentado, yacía en el suelo respirando hondo, su mirada en el suelo.

—No somos mascotas... somos hijos del señor del Inframundo, nosotros somos príncipes.

Aspros sostuvo a Radamanthys del cuello y comenzó a estrangularlo, esperando ver su desesperación, sintiendo como trataba de soltarse, golpeando sus muñecas, sus brazos, perdiéndose en su mirada.

—Ves eso, eso lo has provocado tu al querer alejarte de mi.

Defteros quería que lo viera, que comprendiera que ese castigo era su culpa, solamente por escuchar al menor e intentar escapar.

—Tu le has hecho eso valiente hermano mayor.

Susurro en su oído al mismo tiempo que Radamanthys dejaba de luchar, inconsciente, su cuerpo inerte en sus manos, al que dejó caer sin importarle si se hacía daño o no.

—Tu debilidad, tus deseos de huir le han provocado este dolor, harán que pierda su vida tratando de salvarte y tú, que se supone debes protegerlo, no harás nada porque te tratas de un egoísta, una carga para él...

Minos al escucharle decir eso, comenzó a creerle, fue su culpa que ellos fueron liberados y ahora, por intentar cargarlo para salvar su vida, era que Radamanthys yacía en el suelo, inconsciente, después de recibir un castigo terrible.

—No seas tan egoísta Minos, no lo arrastres contigo la próxima vez que intente huir, porque sabes que lo hará, no se detendrá hasta que vea que tú deseas quedarte y tal vez en ese momento, acepte el afecto de mi hermano...

Camus veía ese intercambio sin decir nada, era de esperarse que los castigarán por intentar huir, eso era lo correcto, así que sin más decidió marcharse, dejando solos a los hermanos con sus mascotas.

—Solo así dejará de sentir dolor.

Minos cerró los ojos, creyendo cada una de las palabras de Defteros, el era lo peor que pudo pasarle a su hermano, era una carga y el intentar salvarlo era lo que le ponía en peligro.

—Se un buen hermano, demuéstra cuanto lo quieres y ya no lo arrastres contigo, no le hagas sufrir más.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).