Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Los demonios de la noche. por Seiken

[Reviews - 92]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Defteros asistió a la habitación del emperador Minos de Creta, aunque su hermano le suplico a su amo que no lo mandara, recordándole su promesa, una que no le importaba cumplir, porque a pesar de que su hermano era exquisito, su amo ya no lo encontraba deseable.

Defteros ingreso a la habitación que era custodiada por los propios soldados de Minos, que vestía una túnica blanca sencilla, la clase de ropa que utilizaba para dormir.

-Estoy a su servicio emperador Minos de Creta.

Minos se levantó de la cama y camino en su dirección, logrando que Defteros se encogiera, temeroso, pero el anciano paso de largo, pidiéndole que lo siguiera.

-Supongo que sí, muchacho, pero no deseo tus servicios por el momento, nunca me han gustado los niños y como puedes ver, ya no soy un hombre joven, sino un anciano, compartir tu lecho, sin importar que tan hermoso seas, sería una atrocidad.

Le explicó, deteniéndose frente a una mesa repleta de comida preparada únicamente para él, sirviéndose una copa de vino.

-Come lo que gustes y después has lo que desees, yo por mi parte me retiro para dormir un poco, tengo que prepararme para mí partida, regresare a Creta.

Defteros le veía con extrañeza, esperaba tener que compartir su lecho, no comer y utilizar su tiempo a su gusto.

-Vine a esta ciudad para constatar que era verdad de los rumores y que una mentira, lamentablemente, es peor de lo que esperaba.

Minos le informo, regresando a su cama, dejándolo perplejo, sirviéndose algunos alimentos en un plato de porcelana.

-Nunca me han gustado los excesos, estos siempre traen revueltas, así que tu amo será destituido apenas regrese a mi ciudad.

Defteros no podía creer lo que escuchaba e intento acercarse a Minos, que estaba sentado en la cama, a punto de dormir, como se lo había dicho.

-Del otro lado de la habitación hay un lugar donde podrás dormir, porque no estoy interesado en que calientes mi cama, Defteros.

Eso era diferente, demasiado extraño para Defteros, que permaneció en esa habitación viéndolo dormir, era un hombre extraño, la única persona amable que había conocido y entonces lo comprendió, la única razón por la cual hizo que durmiera en su habitación era para que no lo matarán, cuando su amo decidiera castigarlo.

Esa noche durmió en el suelo, junto al emperador, que le despertó antes del amanecer, para mandarlo a sus habitaciones, de regreso con su hermano.

Su amo ese día tenía un corte en la mejilla, profundo, que estaba cubierto con un paño, su hermano estaba malherido, su labio hinchado, moretones cubriendo varias partes de su cuerpo, parecía que él había sido quien recibió su castigo, cuando Minos decidió mandarlo llamar a sus habitaciones.

Ese día su amo había decidido que ya no los deseaba a su lado, ya no los necesitaba y como Minos les había encontrado llamativos, recibiría un último espectáculo antes de regresar a Creta.

Ninguno comprendió sus planes, hasta que parecía ser demasiado tarde, su amo estaba sentado junto a Minos, que portaba una exquisita toga blanca, digna del emperador de una ciudad esplendorosa como lo era Creta en aquellos momentos.

-Como regalo de despedida emperador Minos, veremos un espectáculo como ningún otro, Defteros y Aspros, dos hermosos muchachos, enfrentándose a muerte, dos mellizos luchando por sus vidas.

Aspros no recogió la espada que le entregaban, el tampoco, preguntándose porque los obligarían a realizar ese cruel acto.

Esperando que de alguna forma el emperador quisiera ayudarlos, como ya le había salvado del castigo un día anterior.

-Matame Defteros, es a mí a quien desea castigar.

Defteros negó eso, no levantaría su mano en contra de su mellizo, no lo dañaría, porque en ese caso, prefería ser él quien dejará de existir.

-No...

Aspros trato de darle la espada, él había atacado a su amo, cortado su rostro y ganado su furia, cuando no le permitió tocarle una última vez, porque había roto su palabra al mandar a su hermano a entretener al hombre sentado a su lado.

- ¡No voy a matarte!

Le gritó, Defteros tampoco lo hacía y de pronto, varios soldados apuntaron sus arcos en su contra, para obligar a cualquiera de los dos a levantar primero su espada.

- ¡Por favor Defteros!

Defteros negó eso de nuevo, no mataría a su hermano, eso nunca, sin embargo, Aspros levantó una de las espadas, para intentar dársela, esperando que lo atacara, pero no podía, era su hermano, su mellizo, era su sol.

- ¡No!

En ese instante Minos se levantó, llamando la atención de todos los presentes, en especial su amo, que le miraba demasiado entretenido.

- ¡No voy a matarte!

Esperando que diera la orden que se llevará la vida de su conejito, por retarlo y negarle su cuerpo, por atreverse a atacarlo, por pagarle de aquella forma, traicionando su afecto.

-Detengan está injusta contienda, enfrentar hermano contra hermano en un coliseo es un acto barbárico.

Su amo no se veía contento, Minos tampoco, el que decían también tuvo un hermano, pero había muerto muchos años atrás, demasiados para que aún le doliera su muerte.

-Yo perdono a esos niños, también los libero de su esclavitud y los proclamó ciudadanos de Creta, cualquier daño que reciban de ahora en adelante, lo consideraré una afrenta en mi contra.

El emperador había tenido un hermano, y solo por eso les daría su libertad, sin importarle lo que pensaran los presentes.

-Sisyphus.

Sisyphus era un soldado de cabello castaño, un arquero que generalmente acompañaba a Minos en sus largos viajes fuera de Creta, era su segundo al mando y un consejero leal, alguien en quien podía confiar.

-Dejo a estos niños bajo tu cuidado, conviértelos en ciudadanos de bien, que sean un orgullo para Creta.

Defteros no lo podía creer, ese sujeto tan extraño, que le parecía una estatua, los había liberado, después de salvar su vida, sin cobrar nada a cambio, el buen emperador Minos, el hombre más justo que jamás había conocido.

-Y a ti, quería retirarte a un lugar alejado de la vista pública, pero un hombre como tú, únicamente traerá problemas a Creta.

Pronunció, desenvainando su espada, para cortarle la cabeza delante de todos los presentes, provocando un murmullo, que finalizó en un silencio absoluto.

-Sisyphus, quiero que limpies el desorden de esta vergüenza a Creta, que no quede rastro alguno de su existencia.

Minos tal vez se trataba de un hombre viejo, tal vez era demasiado débil o blando, pero Defteros sabía que era justo, era bueno y los había liberado.

Lo que no sabía era que Minos, su salvador, sería traicionado, sería condenado a una muerte indigna de un hombre de su bondad y altura, de su perfección.

Porque antes de regresar a Creta, supo que lo habían bañado con agua hirviendo, destruyendo al que Defteros consideraba como uno de los únicos hombres buenos de ese mundo, una muerte que le calo profundamente, encontrándola inconcebible.

Pero ya no importaba eso, porque su ave de blanco plumaje le había salvado de nuevo, un Minos joven, hermoso y vulnerable, que lo necesitaba a su lado para estar seguro, que le amaría, como él se enamoró de sus actos de justicia para con ellos, de su amabilidad.

El que comenzaba a despertar, sintiéndolo a su lado, sus manos rodeando su cintura, su barbilla en su hombro, respirando hondo, complacido con esa cercanía.

-Al fin despiertas...

Susurro, besando su mejilla, abrazándolo con más fuerza, era lo único que deseaba por el momento, como un animal salvaje y herido cuando encuentra un refugio, sin importarle que Minos se petrificara, tratando de no moverse, creyendo tal vez que de nuevo lo castigaría.

-No temas, yo te quiero.

*****

Aspros termino por derramarse en su conejito, jadeando en su oído, escuchando un ligero estremecimiento de su amante, que permaneció quieto en su colchón, acostado de lado, sin cubrirse, sus ojos cerrados, tratando de ignorar su presencia en esa habitación después de permitirle poseer su cuerpo.

En esta ocasión no había sido tan entusiasta como en la primera, pero no importaba, terminaría por acostumbrarse a él, tenían una eternidad para eso.

Aspros le ignoro en la cama, caminando con lentitud hacia su cuarto de baño, con una tina con agua caliente, en la que se sumergió, quería darse un baño, ambos lo necesitaban, pero dejaría que su conejito tomara el suyo cuando lo quisiera, necesitaba descansar después de su luna de miel.

Se vistió con lentitud y cuando terminó de hacerlo, su conejito apenas se había movido, seguía recostado de lado, dándole la espalda, respirando hondo, conocía esa actitud, trataba de fingir estar dormido para que no tuviera que hablarle, esa misma actitud el mismo la tuvo con su amo, pero este no era tan amable, no le gustaba ser ignorado.

-Regresare en unas horas para llevarte al comedor, el agua de la tina está caliente, tienes ropa limpia en donde tomaste la primera y artículos de limpieza en la cajonera, si quieres usar alguno puedes hacerlo.

Radamanthys no le respondió, simplemente se encogió un poco más, ignorándolo, Aspros frunció el ceño, no le gustaba ser ignorado, aun así, le dejaría solo unas horas, para que pudiera calmarse.

-Esta vez no quiero que salgas de mi habitación hasta que yo regrese por tú, por el momento no hay nada que hacer, pero después de que comas con tu hermano, puedes pedirme lo que desees, no quiero que te desesperes por no poder hacer nada más que esperar por mí, no eres un esclavo conejito.

Tras decir eso se marchó dejando la puerta entreabierta, ni siquiera se molestaría en cerrarla, sabía que no tenía un lugar a donde ir, que no se marcharía, no sin Minos.

-Soy una mascota...

Radamanthys susurro, antes de rodear sus rodillas, dejando que su desesperación se apoderara de él, recordando sus malos sueños, los temores que le confío a Shura, los que se habían vuelto realidad.

—Solo una mascota.

Era la mascota de un vampiro y lo sería por siempre.

*****

Aspros se alejó de su conejito, comprendiendo su dolor, estaba dispuesto a darle una advertencia a Minos, la que sabía Defteros no querría darle, ya había sido suficiente con aquella dada durante su escape, así como el castigo infligido.

El mayor de los gemelos se detuvo a la mitad del pasillo, asomándose por el balcón, recargándose en este, recordando la única vez que desobedeció a su amo, cerrando los ojos.

Esa reunión no estaba pasando como esperaba, no debían escapar, Defteros debía culpar a Saga de ser quien marcaba la piel de su avecilla, lo salvaría, su conejito le creería y lo mandaría matar, acto que Defteros realizaría con gusto, desde el primer momento había sentido desagrado por el médico, cuando su hermano le trajera su cabeza, les estaría eternamente agradecido.

Entonces, después de salvar a su hermano, aceptaría darle su sangre y al verlo hermoso no se negaría a aceptarle, Defteros ingresaría a la mansión, como un hombre joven, dispuesto a curar a Minos, se lo ganaría lentamente, ambos tendrían a sus amantes en sus manos.

Pero en vez de eso su conejito planeo su escape, logro alejarse de la mansión, y ahora lo habían capturado, los habían convertido en sus mascotas a base del miedo.

Como lo hizo su amo, amenazándolo con torturar a su hermano hasta que perdiera la razón, si él no era un esclavo obediente, comprendiendo entonces que esa era la amenaza que le había hecho a su conejito, torturar a Minos.

Aspros ya no siguió su camino, regresando a la habitación que compartía con su conejito, deteniéndose al verle sentado en su cama, sin moverse, las palmas de sus manos sangrando al apretar sus puños con tanta fuerza, como si hubiera pensando en seguir sus órdenes, pero no pudiera hacerlo.

Esa imagen le hizo recordar de nuevo a su conejito, la primera noche que no le hicieron visitar a su amo, una noche que se sintió feliz, hasta que no lo vio por ningún lado.

Hasta la mañana siguiente, el también lloraba, abrazándose las rodillas, uno de sus cuernos tenía una quebradura, había perdido su punta, su rostro cubierto de lágrimas se veía diferente, sus cejas habían desaparecido por dos líneas delgadas que no le quedaban para nada a su hermoso rostro.

Su cuello tenía una horrible marca en él, un moretón con la forma de una mano gigantesca para su diminuto cuello.

Aspros entonces lo comprendió, no le habían hecho ir porque su conejito tuvo que visitar a su amo, por eso lloraba sin prestarle atención, escondido de los demás.

- ¿Conejito?

En ese momento le vio con decepción, sus llantos pequeños sollozos, sus ojos amarillos ya no brillaban como antes y al acercarse pudo ver qué más marcas cubrían su cuerpo, su conejito de hermosos cuernos negros, hermosos cuernos negros que estaban quebrados, había peleado.

-Me prometiste...

Quiso recordarle, pero no termino sus palabras, lo que fuera que deseaba decirle, llorando de nuevo, cuando le rodeó con sus brazos, sintiéndose infeliz por creer que nada malo les pasaría, por dejar que lastimara a su conejito.

- ¡Quiero ir a casa!

Le dijo aferrándose a él, llorando en su regazo, dejando que le abrazara, creyendo en su promesa.

- ¡No quiero estar aquí, no quiero ir de nuevo!

Aspros no pudo decirle nada, llorando tan bien, porque sabía que no podía cumplir su promesa, no podía protegerse, no podía salvar a su hermano, tampoco podría salvar a su conejito.

- ¡Por favor! ¡Me lo prometiste!

Cuando Aspros no dijo nada, su conejito aferrándose con más fuerza a su cuerpo siguió llorando, desconsolado.

—¡Me prometiste que sería tu conejito!

Aspros respiro hondo, cubriendo su rostro, recordando esa ocasión, el dolor de ver lo que le habían hecho, lo que ese monstruo le había hecho y ahora él se había convertido en el monstruo de su conejito.

- ¿Que he hecho?

Se preguntó, ingresando de nuevo, observando la mirada aterrada de Radamanthys, quien supuso, no debía llorar y eso le molestaría, porque no había sido obediente, no le obedecía cuando le dijo que se bañara y vistiera.

-Radamanthys...

Susurro caminando en su dirección, imaginándose a su primer conejito en su lugar, para rodear su cuerpo con sus brazos, con fuerza, acariciando su cabello con ternura, se había comportado como su amo y eso lo único que lograría sería que su conejito le temiera.

-Conejito...

Radamanthys se controló para no lanzarlo lejos, respirando hondo, agradeciendo que su sangre no humana le diera semejante control sobre sus emociones, de lo contrario lloraría o lo atacaría, pero Minos debía estar a salvo.

—Estaba disponiéndome para obedecer tus órdenes...

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).