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Los demonios de la noche. por Seiken

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Shion fue quien le dio la noticia, Kiki había sido mordido, no sabían cuando, pero desde ese entonces había compartido información con el príncipe de hielo, Camus, para que pudieran derrotar a la orden, ignorando los tratados del maestro, que no deseaba una guerra, sólo la sangre suficiente para poder mantenerse en pie.

Su maestro en la magia negra y blanca deseaba que Shaka se encargará de buscar a Kiki, creyendo que había asesinado a los cazadores que le trataron de dar alcance.

Pero Kiki era su responsabilidad, era su alumno y de haberse corrompido como lo pensaban, estaba en sus manos el darle una muerte piadosa.

Mu sentía demasiado su caída, era un buen joven, un soldado poderoso que había destruido cientos de vampiros, el mismo había seleccionado al sádico Harbinger y entrenado a Raki, para darles caza.

Entre los tres eran invencibles, sin embargo, parecía que su alumno había caído, lo descubrieron cuando les daba información a sus enemigos, mató a doce cazadores, sólo uno pudo escapar, quien les dio la terrible noticia.

Kiki había caído no sabían cuánto tiempo atrás, era un espía y un vampiro sanguinario, la clase de criatura que más odiaba.

Pero no lo enviaron a él en un principio, en ese momento viajaba en compañía de Aldebaran, su joven discípulo, el que ya le había dado de su sangre y entregado su cuerpo.

Tal vez por eso Shaka pensaba que no debían dejarle ver a Kiki, tal vez, tenía razón, el visitar a su viejo alumno le haría flaquear en su decisión de no dejarse corromper por su propia oscuridad, que cada día le pedía más sangre.

En vez de permitirle limpiar su error al convertir a ese granuja en uno de ellos, al que conocía cuando evitó que robara una bolsa de oro en el pueblo, mandaron a sus alumnos, Raki y Harbinger, junto con una docena más de cazadores, creyendo que Kiki no se atrevería a lastimarlos.

Pero, nunca regresaron, Kiki los derrotó y suponía que, para ese momento, cuando se acercaba a su morada, ya no existirían más.

Esperaba ser atacado, recibir una docena de vampiros que intentarán matarlo, pero nadie salió a su encuentro, le dejaron ingresar a su sala del trono.

Los vampiros vivos siempre habían sido exageradamente pomposos, no sabía la razón, pero cada uno de ellos tenía un castillo, un trono y uno que otro favorito.

Kiki era igual supuso, al ver que Raki le saludaba desde la entrada, parecía contenta de verlo, haciéndole una seña jovial.

—¡Maestro Mu! ¡Maestro Mu!

Ella corrió a verlo, para abrazarlo con fuerza, emocionada y no temerosa, sorprendiendo a Mu, quien sabía que ella se había convertido en una vampiresa.

—Kiki te estaba esperando, sabía que vendrías.

Mu asintió, si Kiki deseaba verlo, entonces no tendría que recurrir a la violencia, no de manera innecesaria, pero su deber era eliminarlos, eran enemigos de su estirpe, se alimentaban de sangre humana y habían jurado destruir a la orden.

—Maestro Mu, lo enviaron a matarme, supongo.

No sé lo estaba preguntando, lo sabía y por eso era por lo que le dejo pasar, quería convencerlo de no realizar su deber, supuso, observando a cada uno de los seres habitando ese cuarto, muchos eran vampiros, otros eran cosas extrañas, diferentes entre sí como el día y la noche.

—Supones bien.

Kiki asintió, levantándose de su cómoda alfombra en medio de aquella habitación, aún estaba tranquilo, seguro de que no cumpliría su misión.

—Y supongo que no trajo con usted a su nuevo alumno, ese que le deja beber su rica sangre.

Mu trato de ocultar su sorpresa, pero no pudo, Kiki lo había estado vigilando, a él y a su alumno brasileño, recordando una época en la cual también lo salvó, lo llevo a la orden, pero el no llamo su atención como Aldebaran lo hizo, supuso.

—Su compañero, Aldebaran, su toro.

Mu no entendía de que le estaba hablando Kiki, porque parecía que estaba tan interesado en su relación con su alumno como Shaka parecía estarlo Shaka, que lo condenaba por su amor hacia su protegido.

—Harbinger, ven un momento.

Así que él también estaba vivo, o debería decir muerto, el joven tuerto, con un ojo lila y cabello celeste, se acercó a Kiki.

Vestía ropa negra, que contrastaban con la ropa tradicional de su alumno, tan parecida a la suya que podían ser padre e hijo.

—Maestro Mu, usted sabe que yo lo respeto, que usted es mi inspiración, lo que yo deseo ser.

Mu suponía que en un momento dado fue cierto, pero ahora no era más que un vampiro, una criatura de la oscuridad, que se veía como el mismo muchacho que entreno, que le sonreía con cariño sincero.

—Sin saberlo, yo me conseguí mi propio toro, Harbinger me daba su sangre antes de ser descubierto, pero ahora es inmortal, como Raki y como yo, siempre estaremos juntos, nada nos separará jamás.

Raki repentinamente lo abrazo, con afecto, sobresaltando a Mu, que veía a Kiki con sorpresa, acaso le aconsejaban convertir a su toro en uno de ellos.

—Piénselo maestro, si usted aceptará su linaje, su sangre inmortal, su toro sería su compañero, siempre estarán juntos.

Mu por un momento quiso negarse, ser un vampiro era un castigo, siempre lo había pensado así, la inmortalidad era el peor de los castigos.

—Como yo estoy a lado de mi compañero, Harbinger es mío, Aldebaran será suyo.

Kiki se mantenía tranquilo, su maestro deseaba eso, la inmortalidad con su toro, por esa razón era que no lo atacaba, de lo contrario, ya estaría muerto.

—La inmortalidad, a lado de la persona que amas, es el mayor de los tesoros.

Mu no dijo nada más, pero no cumplió su promesa ni su misión, aceptando las palabras de su alumno como ciertas, la vida eterna junto a Aldebaran sería el mejor de los regalos.

Pero se decía que tu poder dependía de que tan poderoso fuera el vampiro que te transformaba y no había nadie mejor que los gemelos para darle ese regalo, la inmortalidad, que compartiría con su toro, para después regresar con su alumno, aceptando su destino como media sangre.

—Espérame en esta habitación Aldebaran.

Le ordenó a su alumno, era el momento de buscar a los gemelos, la inmortalidad y un futuro en compañía de su hermoso toro.

—Espero no tardar demasiado.

Que simplemente asintió, no deseaba ser un vampiro, pero la eternidad en compañía de su maestro sería el mejor de los regalos, aunque para eso tuviera que abandonar su mortalidad.

—Si maestro.

*****

Saga busco un lugar en donde perderse, bebió hasta el cansancio, esperando que alguno de los presentes deseara su dinero, quisiera matarlo.

Pero nadie se le acercó, como si estuviera maldito a seguir existiendo cuando su hermano había muerto, por culpa suya, en las manos de unos demonios y el, creyendo en sus promesas, se dejó engañar.

Saga había caminado después de su intento por perderse en el alcohol, por morir de una sobredosis, actuando como todo un demente, sin encontrar la forma de fallecer.

El esperaba que los vampiros muertos lo devorarán entonces, buscando sus sombras, sus fauces, esperando que su hermano se burlara de él en el infierno.

Sin embargo, cuando estuvo a punto de ser descubierto, escucho varios estallidos, una persona, alguien lo había salvado de la muerte, cuando lo único que deseaba era su beso.

—¿Qué haces aquí?

El que preguntaba era un hombre joven, cabello castaño y ondulado, ojos azules, vestido de lo que parecía ser una armadura de cuero, acompañado de varios más, todos ellos portando máscaras negras y armas de plata.

—Mataron a mi hermano y busco reunirme con él.

El sujeto vestido de armadura desmontó su caballo, para observarle con detenimiento, apuntando su arma a su cabeza, parecía que dispuesto a cumplir su deseo.

—Así que eres un cobarde, pues bien, yo cumpliré tu deseo, en diez, segundos una estaca de plata atravesará tu cabeza, para que puedas reunirte con tu hermano.

Saga asintió, no deseaba permanecer con vida y comenzó a contar, su mirada fija en el cañón, ese hombre lo mataría, sería libre de la culpa.

—O puedes acompañarnos, vengar la muerte de tu hermano y dejar de ser un cobarde.

Saga desvío el cañón, tenía razón, esos demonios debían pagar por el dolor de su hermano, en vez de huir, ser libres de cualquier castigo.

—Tiene la razón, ellos deben comprender que fue un error probar la sangre de un Gemini.

Gemini era un nombre casi olvidado, pero el joven castaño sonrió, lo reconocía de su historia, los Gemini, los Walden y los Oros fueron héroes, podían volver a serlo.

—¿Como te llamas?

Quiso saberlo, suponiendo que aquel fallecido era el gemelo de la desgracia, este sería el mayor y el más poderoso.

—Saga Gemini.

Respondió, notando como el hombre que le salvó de morir en las manos de esos vampiros, que apenas se acercaban a él, sonreía extendiendo su mano.

—Yo soy Aioria Oros, ellos son mi ejército, mis aliados en esta divertida cacería.

Saga asintió, había escuchado mucho de Aioria y no todo era bueno, sin embargo, si lo que le ofrecía era la venganza, el con mucho gusto le ayudaría.

—Y el, ese demonio de allá se llama Youma, es mi consejero más leal.

Pudo ver a un hombre vestido de traje, con un sombrero de copa en su cabeza con un ángulo imposible, que solo se sostenía por pura magia.

Ese hombre con barba de tres días y una sonrisa siniestra, que se veía no trataba de esconder sus intenciones, sus deseos de ver el mundo a su alrededor arder con llamas infernales que lo consumieran todo a su paso, también tenía dos cuernos, como los de un toro.

—Hace tiempo que no veo a dos gemelos Gemini, son realmente divertidos cuando saben usar sus dones...

Youma desmontó su caballo, uno negro, con ojos rojos que brillaban como llamas, acercándose a Saga, suponiendo que no conocía nada de su pasado, ni de su presente, mucho menos de su magia natural, en ese cuerpo tan frágil.

—Pero tú no sabes nada, supongo, así que yo seré tu maestro, para tener un buen soldado de nuestro lado.

Aioria asintió, creía en Youma, quien colocando su brazo alrededor de los hombros de Saga, sonrió con una mueca repleta de locura.

—La magia es fuerte en ti, mucho más cuando están juntos, porque los gemelos no deberían separarse, pero el tuyo ya se murió por lo que necesitamos de métodos alocados para enseñarte tus dones.

Saga no estaba del todo seguro, pero no le quedaba otra opción, escuchar a ese ejército e intentar vengar a su hermano, o morir como un cobarde.

—Pero tu confía en tu viejo amigo Youma, se cómo despertar la grandeza en personas como tú, aunque mis métodos no son del todo amables.

Claro que no lo eran, porque los primeros gemelos que lo divirtieron habían perdido la razón, después de la muerte de su madre, una vida como esclavos y no sabía cuánto tiempo encerrados en unas grutas, habían encontrado la forma de comerse al mundo, pero se distraían con demasiada facilidad, con unas piernas bonitas, que debían ser destruidas para que el mundo sufriera su venganza.

—Te daré la oportunidad para matar a quienes asesinaron a tu hermano, pero solo si me escuchas, como Aioria lo hace actualmente, yo soy tu mejor amigo.

Saga no era un hombre crédulo, pero si había una forma de vengarse, en ese caso, escucharía a este demonio, que decía que había magia recorriendo sus venas.

—No tengo otra opción.

Claro que no, y eso era lo más divertido de sus juegos, que nunca había otra opción más que cumplir sus deseos.

—Existe la muerte, pero no creo que tú desees eso, mi querido gemelo, porque en ese caso, no podrías vengarte.

Le explicó, esperando su respuesta con una sonrisa desquiciada, alejándose para subir a su montura, escuchando como le prestaban una a Saga, para que los siguiera.

—¿Como se llamaba tu hermano?

Le pregunto entonces Aioria a Saga, quien cabalgaba a su lado, seguido de su ejército y el demonio con la chistera.

—Kanon, era mi hermano menor.

Aioria asintió, recordando la muerte del suyo, en manos de un demonio.

—El mío se llamaba Aioros, era mi hermano mayor, pero un demonio lo mató, es por eso por lo que los odio a todos, menos a Youma.

Youma se mantenía en la retaguardia, guardando silencio, observando a Saga y al joven Oros, seguro de que podría divertirse demasiado.

—El me encontró cuando mataron a mi hermano, evitó que un demonio me devorará, me salvó.

Así que le debía su vida, su lealtad y por el momento lo mantenía entretenido.

*****

Kiki recordaba cuando era humano, las enseñanzas de su maestro, el odio a los vampiros, él era un cazador, un soldado poderoso, que se enamoró de Harbinger, cuando lo conoció ya era un vampiro, eso mismo que su amante intentaba destruir.

Estaba tan solo, lo único que deseaba era encontrar un compañero y lo encontró en el sádico guerrero de cabello celeste, que acepto alimentarlo, como Aldebaran lo hacía con Mu, su maestro tenía suerte, porque sería transformado por los gemelos, aquellos que Camus admiraba tanto.

El vampiro de hielo, que se había prendado de otro cazador, haciendo que lo encontrara sumamente divertido, un cazador y un vampiro, un joven rubio que logró escapar, refugiándose con los lobos, los gemelos, los dioses del sueño y de la muerte.

Aun no comprendía porque les llamaban de esa forma, pero sí que eran poderosos, como la sangre del escorpión, cuya sangre era diferente, como la que corría por las venas de los Walden, pero distinta, tan difícil de describir, que solamente después de transformarlo en uno de los suyos, podía ser que comprendieran de dónde venía ese muchacho, pero antes, debía esperar por su maestro y su alumno, dos nuevas adiciones a su ejército.

—Harbinger.

Pronuncio y su amante se acercó a él, portando una túnica que cubría su desnudes, estaban solos, nadie se atrevería a interrumpirlos, porque sabían que no estaría contento si lo hacían, no le gustaba compartir a su toro.

—Quiero verte.

Harbinger se despojó de la túnica, su cuerpo desnudo debajo de la tela, exceptuando por un collar negro, ceñido al cuello, con una K de oro como dije, como muestra de su pertenencia.

—Eres hermoso.


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