Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Los demonios de la noche. por Seiken

[Reviews - 92]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Las horas seguían pasando, el tiempo no se detenía y Shura no despertaba, permanecía inconsciente, postrado en su cama improvisada, luchando con la enfermedad en su cuerpo, con la pérdida de sangre, con demonios ocultos que no recordaba.

Shion seguía a su lado, esperando verlo abrir sus ojos dentro de poco, que pudiera decirle algo más, porque Mu los traiciono y que deseaban esos vampiros.

No obstante, esa noche Shura no despertaría, estaba demasiado débil, demasiado mal herido, recordando el pasado, al menos un pasado que vivió alguien más.

Memorias que sucedían una tras otra, debilitando su espíritu, con un bombardeo de imágenes borrosas que le torturaban con la fuerza y detalle de estos.

*****

Había pasado otro día sin ver a su hermano, según le había dicho su proclamado amo, el propio Minos no deseaba verlo hasta que pudiera caminar por su propia cuenta.

Radamanthys le había dicho a Aspros que se conformaba con comer en su habitación, junto a su cama, a su lado, pero la respuesta de Defteros fue la misma, su hermano asistiría a comer con él, cuando pudiera caminar por su propia cuenta.

Preocupando de sobre manera a Radamanthys, que apenas había probado bocado, aunque se esforzaba por alimentarse, cada noche, su amo bebía de su sangre, en ocasiones tanta que no podía moverse hasta la mañana siguiente, en otras apenas un sorbo, pero con cada nueva mordida, el dolor iba retrocediendo, transformándose en un placer difícil de explicar.

Ese día llevaba puesto un traje de color negro con algunos detalles morados y lilas, una ropa extraña, que le hacía sentir como un payaso, pero su amo la eligió para él, le ayudo a vestirse con ella, recorriendo su cuerpo en el proceso, pasando sus manos por sus músculos, lamiendo sus heridas, no dejaría que su sangre se desperdiciará.

Aspros vestía con la ropa sencilla de siempre, botas, abrigo, pantalones negros, una camisa blanca y un pañuelo, su cabello peinado en una coleta, el suyo estaba suelto.

-Mañana verás a tú hermano por fin, ya está en condiciones para caminar por su propia cuenta y Defteros me ha dicho que desea verte, que te ha extrañado.

Radamanthys comenzaba a pensar que le había mentido, no le dejaría ver a su hermano, porque tal vez estaba en peor estado de lo que le decían.

-Han pasado varios días, no tiene que estar recuperado para que pueda verlo.

Le recordó, levantándose de la mesa, para sentarse en sus piernas, se sentía extraño, pero era como se imaginaba que un esclavo dócil se comportaba.

-Tú me lo prometiste.

Aspros beso su muñeca, encajando los dientes en ella, bebiendo su sangre, escuchando un ligero quejido que fue seguido de un gemido de placer, comenzaba a disfrutar de aquella sensación.

-Y mi hermano me ha jurado que solo está cumpliendo el capricho de Minos, tu hermano es orgulloso, no querrá que vuelvas a verlo en esa triste situación.

Radamanthys sintió entonces como abandonaba su muñeca, para tirar en su dirección, besando sus labios, haciendo que saboreara su propia sangre.

-Yo no te mentiría conejito, te dije que tendrías un lugar donde dormir cuando me lo pediste, y ya lo tienes.

Ya que Minos había decidido esperar un día más para ver a Radamanthys, supuso que no había nada de malo en aprovechar el tiempo que tenían para ellos.

- ¿Acaso no es un lugar cómodo cerca de tu hermano?

Aspros comenzó a recorrer sus muslos por encima de la ropa, acariciándolo con delicadeza, besando su cuello, para llevar sus dedos a los botones de su ropa, comenzaba a ser muy bueno desvistiendo a su conejito.

-Es más, he localizado tu collar, el que le diste a tu hermano para protegerlo del mío, Defteros lo tenía y quiero verte con el puesto, sin nada más encima.

Radamanthys se alejó de Aspros, poniéndose de pie, para desvestirse lentamente, como le gustaba a su amo que lo hiciera, quien siempre le observaba como si fuera esa la primera vez que se desnudaba frente a sus ojos.

-Muy bien conejito, ya vas aprendiendo.

Radamanthys en ocasiones aún desviaba su mirada, en especial cuando las últimas prendas caían, y en algunas ocasiones, aún se esforzaba por mantenerse quieto.

Escuchando los movimientos de Aspros, que se acercaba a él con un paso lento, recorriendo su cintura con las puntas de sus dedos, besando su espalda.

-Relájate, no voy a morderte, no está vez.

Aspros encontraba esas palabras divertidas, mucho más los esfuerzos de su obediente conejito por quedarse quieto, su ligero salto cuando la cadena fría toco su piel, el collar que pensaba era para su protección adornando su cuerpo.

-Conejito date la vuelta, quiero verte.

Radamanthys obedeció, permitiendo que Aspros le observará, el que se alejó varios pasos, asintiendo, aún le daba de beber raíz púrpura, o también conocida como el corazón del diablo, esperando que su conejito cambiará mucho antes, ansiaba el momento en que pudiera ver sus preciosos cuernos adornando su cabeza, unas alas y una cola, la verdadera apariencia de su compañero.

—Hermoso.

El que estaba seguro de que no hablaba de su persona, sino de aquel primer conejito, el que había perdido y cuya historia no compartiría, comprendiendo que Aspros estaba enfermo, estaba encerrado con una criatura inmortal con la psique rota, aferrándose al pasado, cuando era mortal, suponía, sin saber muy bien cuál era la razón de eso.

—Y serás mucho más hermoso aún.

Le aseguro, besando su cuello, un poco por encima de la mordida que tenía del día anterior, recorriendo su cintura con ambas manos, sentándolo en la mesa en donde aún seguía servida la comida de su conejito, que se negaba a probar bocado hasta que no viera a Minos.

—Ya lo veras.

*****

Su hermano no entendería lo que estaba a punto de pedirle, Minos tampoco lo comprendía del todo, sin embargo, no estaban en condiciones de pelear o de huir, tenían que esperar un poco más, hasta que decidieran llevarlos a su mansión, en ese momento podían intentar escapar, llegar a un lugar seguro, porque, a pesar de ganarse la confianza de sus amantes, estos no los dejarían seguir viviendo como unos meros mortales, Defteros se lo había dicho, cuando pudieran, les regalarían la libertad.

—Seremos una hermosa familia.

Le repetía sin descanso, recorriendo su espalda con ambas manos, besando cada centímetro de su piel, escuchando sonoros gemidos, Minos trataba de ser tan vocal como lo hubiera sido con su fiel soldado, Lune, imaginando que eran sus manos las que le brindaban semejante placer.

—Mañana veras a tu hermano y le dirás que me has aceptado, así el se olvidara de sus planes de escape, por mantenerse a tu lado.

Esperaba que eso pasara, que Radamanthys decidiera confiar en él, si volvían a escapar sin un plan, sin las herramientas adecuadas, lo único que lograrían seria ser capturados de nuevo.

—Radamanthys hará lo que yo le sugiera, como tú, él sabe que solo me preocupo por su bien.

Defteros asintió, bajando sobre su cuerpo, lamiendo la línea de su espalda sosteniendo sus nalgas, amasándolas, con un movimiento circular, le había prometido no morderlo hasta que pudiera ver a Radamanthys, después de asegurarle que su hermano no se sentiría seguro si le veía en mal estado, en ese momento querría escapar, pero si estaba en optimas condiciones, fuerte, vigoroso, el conejito permanecería a su lado, únicamente porque eran familia, no tenían a nadie más que a ellos, hasta que les demostraran que sus compañeros si les amaban.

—¿Te preocupas por el mío?

Minos no le respondió de momento, decirle que lo hacia seria mentirle y Defteros se daría cuenta, lo sabía, así que simplemente cuando abrió sus nalgas un poco más, lamiéndole, movimiento que recibió un fuerte gemido, arqueando la espalda, escuchando como el vampiro arriba de su cuerpo se reía.

—Algún día lo harás, yo lo sé.

Fue su respuesta tratando de introducir su lengua en su cuerpo, acariciando su sexo, forzándole a elevar la cadera, para que su intimidad estuviera expuesta para él, escuchando más hermosos gemidos de su avecilla cantora, que se retorcía en sus manos, sin pedirle que se detuviera, solo, disfrutando de sus placeres.

—Pero me conformo con que no me niegues tus caricias.

*****

Radamanthys gemía en voz baja, no era tan vocal como su hermano, pero tampoco se negaba a sus caricias como se lo había prometido, estaba sentado en la mesa, ambas rodillas un poco por encima de sus hombros, al mismo tiempo que el lamía su sexo, sosteniendo una de sus piernas con una de sus manos e ingresando dos dedos en la pequeña apertura entre sus nalgas con la otra.

Los que doblo buscando su próstata, escuchando un gemido un poco mas sonoro, sintiendo como Radamanthys se recostaba en la incomoda superficie de la mesa, llevando el dorso de su mano a su boca, en un inútil intento por silenciarse.

Aspros se rio al escuchar eso, ingresando dos dedos más, creyendo que algunas cuantas cuerdas se verían encantadoras en la piel de su conejito, marcas rojizas surcando su torso, sus ingles, aun su cuello.

Imaginándoselo cohibido durante su desayuno con su hermano, tratando de ocultarle que vestía algo como eso debajo de su elegante ropa, tal vez un dilo en su cuerpo, uno pequeño, le daría color a sus mejillas.

O también podía imaginarse a su conejito amarrado a esa mesa, con cuerdas suaves, sus ojos vendados para que no pudiera ver que le tenía preparado, sirviendo comida en su cuerpo, como si fuera un plato, para poder consumirla sobre él, aunque no comía y esa fantasía únicamente serviría si fuera un humano, aunque bien podía beber su sangre.

Aspros comenzaba a excitarse un poco más al imaginarse aquellos actos, de pronto, visualizando a su conejito con cuernos, con alas, tal vez garras afiladas, encontrándolo hermoso, mucho más aun que al ser un humano común.

*****

Defteros amaba ver la expresión de su avecilla cuando le poseía, aun cuando dormía le encantaba su rostro contorsionándose por el placer, su ligero sonrojo, la delicadeza de sus movimientos, encontrándolo sublime.

Y como se lo había prometido, si no se le negaba, su compañero no tenía porque sentir dolor, nunca más, si se trataba de un amante obediente, pero si le engañaba, si pensaba en alguien más, tendría que castigarlo, marcar esa preciosa piel, cuya sangre borraba todas sus heridas en un puñado de días.

El vampiro de piel morena lamía uno de los pezones de Minos, que erguido y rosado le recordaba un botón de rosa, una fresa que podía disfrutar solamente él, cuya hermana retorcía con sus dedos, escuchando más gemidos de su avecilla.

Minos llevo sus manos a su cabeza, sus piernas estaban abiertas de par en par, su sexo restregándose con el de su amo, el que se decía ser su amo, quien parecía encontrar su pecho erótico, besando sus pezones, acariciándolos, pellizcándolos, hasta que comenzaron a ponerse rojos, deteniéndose solo así, para ver la erótica visión de su ave de plumaje blanco debajo de su cuerpo.

Las mejillas de Minos estaban pintadas de rojo, su cuerpo jadeante, sudor resbalando por los poros de su piel, deseaba ser poseído, le necesitaba con la misma desesperación que el deseaba poseerlo por toda la eternidad.

—Descuida Minos, pronto seremos uno.

Minos asintió, besando sus labios, necesitaba ganarse a su demonio, para poder salir de su cuarto, recuperar su fuerza y ver a su hermano, sin importar lo que tuviera que hacer, creía que Aspros era el peor de los dos, el menor deseaba su cariño, de una mano firme que lo guiara, tal vez, su compasión, alguien que no fuera su hermano que estuviera dedicado a su persona.

*****

Aspros necesitaba que le obedecieran, quería la lealtad de Radamanthys, su voluntad, su deseo, pero, sobre todo, su sumisión, la dependencia de este muchacho que le trato como a un sirviente, pero era su conejito, era su pequeño demonio.

Cuyo cuerpo  le recibía, recostado en la mesa con un brazo debajo de su cabeza que de lado tenía unas cuantas lagrimas mojando sus mejillas, el otro sosteniendo su hombro, como si tratara de alejarlo, deteniéndose antes de empujarlo porque sabía que rompería su promesa de hacerlo, una de sus piernas colgando de la mesa y la otra recargada en su hombro, medio doblada.

Una postura incomoda, una lucha entre permitirle poseerlo y pelear con él, lo sabía porque de vez en cuando sus dedos se encajaban en su hombro, para después relajarlos, sus gemidos enloqueciéndolo, apoderándose de su cordura, que muchos decían, era escasa.

*****

Minos rodeaba su cintura con ambas piernas, sus brazos estaban situados a cada lado de su cabeza, sosteniendo su almohada, permitiendo que se moviera a su antojo, respondiendo a sus besos, gimiendo sin vergüenza alguna.

Lagrimas de placer recorriendo sus mejillas, quiso creer Defteros, la verdad era que ni siquiera el juez comprendía porque sentía placer en las manos del vampiro, de conocer lo que sabían los licántropos, podría decir que su cuerpo reaccionaba al afrodisiaco de su mordida, no a la compañía de su cama.

Que se derramo en su cuerpo, pero deseoso de más, enamorado de la belleza de su avecilla, de sus gemidos y de su calor, cambio su postura en la cama, ayudándole a sentarse en sus piernas, esperando que el mismo se empalara en su hombría.

Acto que realizo sin que tuviera que ordenárselo, sosteniéndose de sus hombros, cerrando los ojos, arqueando su espalda, esta vez, su memoria, sus sueños que le atormentaban desde que tenía memoria, le hicieron pensar en alguien más, un lobo celeste, una criatura hermosa como ninguna, un espejismo, cuyo nombre tenía en la punta de su lengua, como toda su apariencia, pero siempre se le escapaba, nunca lograba terminar de recordarle.

*****

Aspros prácticamente se había subido a la mesa, sosteniendo las manos de su conejito, cuyas piernas dobladas rodeaban su torso, temblando ligeramente, su cuello arqueado, gimiendo con fuerza, deseando estar en otra parte, imaginándose al único hombre que conocía y había demostrado interés en él, en vez del vampiro.

Pensando en el pintor, en el artista, imaginándoselo arriba de su cuerpo, brindándole placer, sólo así, pudo derramarse en su vientre, sintiendo la semilla del vampiro inundarlo y poco después sus dientes en su pecho, sobre uno de sus pectorales.

*****

Minos sin saberlo finalizo al mismo tiempo, manchando el torso de Defteros, que le observaba con placer, con una sonrisa que bordeaba la locura, sus ojos azules fijos en el cuerpo pálido de su avecilla, que trataba de comprender porque veía a ese lobo, quien era y si no, el estar a lado de esos vampiros, le habían vuelto loco de la misma forma.

*****

Al mismo tiempo, Shura, por fin abría los ojos.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).