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Los demonios de la noche. por Seiken

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Io guardaba silencio para no molestarlo, supuso Kasa, pero seguía allí, en ese cuarto que le otorgaron en el sótano, un túnel más que una habitación, pero había estado en peores lugares, en compañía de aquellos que se suponía eran sus hermanos, su misma clase.

Trataba de dormir, pero no sé lo permitía la constante respiración que lo alertaba de la presencia del lobo de pelaje blanco, con un tinte rosado, el manto más extraño que había visto nunca, uno que le parecía hermoso, aunque no lo dijera en voz alta.

—Tu habrías sido un lobo muy exótico, de pelaje blanco, un color bonito.

Kasa no se molestó en responderle, sentado en el suelo, sus ojos cerrados, recargado en la pared casi derruida de ese túnel., tratando de dormir, o fingiéndolo, para que Io dejara de hablarle, estaba cansado de su constante parloteo.

—Trato de recuperarme, Io, necesito descansar para poder salir a cazar, así que porque no te marchas y me dejas tranquilo.

Kasa podía imaginarse sus orejas moviéndose de un lado a otro, como en un puchero, encontrando esa imagen graciosa, escuchando como Io se levantaba, utilizando su forma de lobo, deteniéndose a un lado suyo, para recargar su cabeza en sus piernas, seguro que sus quemaduras a causa del sol eran demasiado dolorosas y necesitaba sangre en ese instante, no cuando despertara de su imaginaria siesta.

—Se que eres tú, Io, apártate.

Pero Io únicamente suspiro, cerrando los ojos, esperando que Kasa acariciara su cabeza y lo hizo, cerrando los ojos, como si fuera a dormir en ese sitio, con él en sus piernas, recorriendo su pelaje con lentitud, igual a como lo haría con una mascota.

—Eres un tramposo, lo sabías, Io.

Se quejó, aunque sonreía, era la primera vez que lo acariciaban de esa forma, supuso, al sentir la cabeza de Io restregarse contra sus manos, el calor de su cuerpo y la forma en que parecía suspirar en su regazo, como si le gustara estar a su lado.

—Claro que no te importa, supongo que piensas que mis piernas son más cómodas que el suelo.

No eran sus piernas, que eran un tanto huesudas, sino su presencia, así que Io se transformó en hombre de nuevo al ver que no era rechazado y utilizando su sorpresa, lo beso, con delicadeza, sosteniendo sus muñecas para no ser apartado de golpe.

—Podrías confiar en mí, sabes que yo te quiero.

Kasa intento alejarlo como por reflejo, pero Io no se movió, pensando en todos los años que llevaba de conocer a esta exótica belleza, tal vez únicamente para sus ojos, que le miraba como si le dolieran sus caricias o no se creyera merecedor de estas.

—Nunca habías sido cruel conmigo.

Io no lo soltó, sabía bien que Kasa estaba muy débil, casi no se alimentaba, pero no sabía muy bien cuál era la razón, si bien no era una belleza como Albafica, no era del todo feo, era muy exótico, piel blanca, ojos amarillos y cabello negro, muchas personas le encontrarían agradable, así que pensaba que tal vez, el que no bebiera sangre no significaba que no lo intentaba, sino que de alguna forma le tenía piedad a los humanos, que nunca la tuvieron con él.

—Me gustan tu extraña sonrisa, tu piel blanca y tus ojos como de reptil, lo sinuoso de tus movimientos, pareces una serpiente, un... lagarto.

Además, era muy sigiloso, podía ingresar en un cuarto sin que lo notaran, era un guerrero hábil en algunos aspectos y un espía fenomenal, estaba seguro de que sería poderoso de beber suficiente sangre, además, únicamente era cruel cuando alguien lo ameritaba, con sus enemigos o cualquiera que le hiciera enojar.

—Tú lo has dicho, parezco un reptil y estos no son agradables.

Fue su respuesta, deteniendo su lucha, permitiéndole acariciar su mejilla, colocando su cabeza en su pecho, nunca peleaba cuando sabía que no ganaría y estaba seguro que Io no se detendría, así que, lo dejo tocarle, seguro que nadie podría encontrarlo agradable, solo estaba jugando.

—Pero a mí sí me gustan los reptiles, tú me gustas, además, has olvidado que tú me salvaste la vida...

Io se alejó de Kasa, que permanecía inmóvil, tratando de no corresponder a sus caricias, no creer de nuevo en una mentira como esa, porque siempre le dejaba deseando un poco más, un poco más de calor, un poco más de amor, pero esto nunca llegaba, ni siquiera cuando era humano.

—Evitaste que me descubrieran, lo recuerdo muy bien.

Kasa en ocasiones observaba a los otros vampiros, aún a los humanos, la forma en que interactuaban con los demás, envidiando las caricias nocturnas, los susurros, los pequeños momentos arrebatados, imaginándose a si mismo en aquella situación, pero siempre estaba solo, nadie lo amaría jamás, no había nada que pudiera gustarle en su persona.

Y ahora, un lobo le ofrecía lo que siempre había deseado, un lobo hermoso, que siempre había considerado su amigo, que le miraba con demasiado esmero, como si esperara que de un momento a otro le rechazaría, pero no, no podía lastimar al único amigo sincero que tenía.

—Lo recuerdo...

Io había decidido adentrarse demasiado en los terrenos de los cazadores, buscaba una forma de neutralizarlos, pero, era joven, no comprendía lo suficiente de trampas, ni que ellos sabían que los lobos eran humanos, que al ser heridos regresaban a su forma natural, que esperaban asesinarlos a todos ellos.

Y por su descuido, cayó en una de ellas, pisándola, su pata quedó atrapada en una trampa para oso, casi cortándosela, un aullido desgarrador llamo la atención de los cazadores, así como de algunos vampiros, entre ellos, uno que buscaba sangre de animal para beber, para alimentarse, como lo hacia cada día de su vida desde que fuera convertido por el más hermoso de ellos.

Pero al ser un licántropo resistió ese golpe, transformándose en un humano, que intentaba inútilmente liberarse de las tenazas que sostenían su pierna, llorando a causa del dolor, su sangre regándose en el pasto, los cazadores acercándose a él.

Sería asesinado, el clan Oros era conocido por su crueldad y él estaba en sus territorios, con una trampa en su pierna, a punto de cortarle el tobillo, no había forma en que pudiera sobrevivir, Io lo sabía, pero como cada condenado a muerte, quiso pelear, sin darse cuenta que alguien mas se acercaba a él.

—¿Nunca te dijeron que no debes vagar por estos lugares, cachorrito?

Eso lo preguntaron con demasiada burla, un vampiro, ataviado con una capa gris, algo raída, que cubría todo su cuerpo, pero podía ver qué su piel era blanca, como la luna, sus ojos amarillos brillaban en el interior de la capucha, tenía dientes afilados, como los de un tiburón y cabello negro, sus ojos de lobo le permitían ver en la oscuridad.

Lo que también pudo ver fue que no olía a sangre humana, únicamente a sabrosa sangre de animal, que era un vampiro algo extraño, con una apariencia de reptil, como si no fuera del todo humano, mucho antes de transformarse en un vampiro, además, que este sujeto de extraña apariencia se agacho a su lado, como si estuviera divertido con esa trampa, pero no con su dolor, tal vez si con su inexperiencia.

—¿Qué es lo que deseas vampiro?

Le pregunto con desagrado, si estaba esperando a que los hermanos Oros le destruyeran, podía esperar sentado, nunca se dejaría destruir, pero el vampiro, con una sonrisa sádica en su rostro, que se veía cansado en general, como si nunca comiera lo suficiente, se acerco un poco más, para ver la trampa.

—Estaba buscando comida, cuando yo te encontré a ti, pero eres un licántropo, tu sangre es veneno, así que podría dejarte a morir aquí, pero eres muy joven, casi un niño, ni yo soy tan cruel.

El vampiro encapuchado abrió la trampa con sus manos, utilizando poca fuerza, para liberar su pierna, no le gustaban los licántropos, pero no dejaría a uno de ellos en las manos de los Oros, no dejaría que lo destruyeran de una forma lenta, tan dolorosa que perdería la razón antes de que su ultimo aire se escapara.

—Te ayudare, pero no quiero que me causes problemas, o juro que beberé toda tu sangre.

Le advirtió, en ese momento el joven licántropo no sabia que los vampiros generalmente no bebían sangre de lobo, porque era un tabú, además, de que su sabor era demasiado potente, algo desagradable para ellos, no como la dulce sangre humana.

—Conviértete en un perro y no dejes que te descubran.

Io por alguna extraña razón le obedecía, transformándose de nuevo en un lobo, el que llevaba en sus brazos, escuchando unos pasos a sus espaldas, suponiendo que se trataba de un vampiro inferior que había sentido la sangre de la pata del joven licántropo, pero se trataba del propio Afrodita, que le veía con demasiado desagrado.

—¿Un bocadillo para después?

Le pregunto con demasiado desagrado, sus brazos cruzados delante de su pecho, Kasa asintió, sabían que se alimentaba de animales, así que porque no llevarse a uno de ellos para comérselo después, no era asunto suyo de todas formas, mucho menos cuando el hermoso vampiro le confeso que únicamente deseaba saber cuánto tiempo se tardaría en perecer.

—No me gusta alejarme demasiado de mis habitaciones cuando salgo a cazar, porque no llevarme este lobo que dejaron los Oros, sería un desperdicio que perecieron en ese sitio, cuando su sangre es tan sabrosa y esta fresca.

Afrodita, con su belleza sin igual afeaba su rostro con una mueca de completo desagrado, y aunque era perfecto en todos los sentidos, tan hermoso que según decía era un privilegio que un vampiro como el pudiera estar a su lado, haber sido transformado por él, después de su traición, ahora únicamente veía sus imperfecciones, encontrándolo tan desagradable como el vampiro de inmensa belleza encontraba a ese lobo malherido.

—Eso es repugnante, la sangre animal no puede compararse con la humana, pero, tienes razón, que humano dejaría que tú le tocará siquiera.

Kasa asintió, tratando de alejarse, habían avanzado lo suficiente, sus habitaciones estaban en la parte más remota de los territorios del príncipe de Hielo, era imposible que pudieran descubrir el aroma de licántropo, y en todo caso, podría explicar que se trataba de su alimento.

—No quiero ver a ese saco de pulgas cerca de mis aposentos, Kasa, y cuando vengas a verme, es mejor que el aroma a esa sangre desaparezca, no quiero perder mi apetito.

El vampiro de piel blanca únicamente asintió, comenzaba a odiar al hermoso Afrodita, que escucho un débil gruñido del lobo en los brazos de Kasa, pero simplemente lo ignoro, permitiendo que se alejara, no le gustaba verlo, era demasiado desagradable para sus ojos.

—Estoy cometiendo un acto de traición a mis hermanos, al brindarte ayuda, cachorrito, así que trata de no dejar que te vean, no me gusta darme baños de sol.

Io movió su cola cuando le dijo eso, echado en un montón de paja, mirándole partir para buscar nueva comida, Kasa bebía su sangre, a él le traía los cuerpos, esperando que la carne de cualquier tipo le ayudara a recuperarse, manteniendo su promesa de no entregarlo.

Io siempre le estaría agradecido, ese vampiro tan extraño salvo su vida, lo alimento y curo sus heridas, de alguna forma que no podía entender, pero lo hizo, Kasa era especial, aunque se decía que no era nada atractivo.

—Siempre te estaré agradecido.  

Kasa le había llevado comida, animales sin nada de sangre, pero frescos, en esa época se alimentaba mucho más de lo que acostumbraba, encontrándose un poco más fuerte, regresándole la salud a Io al mismo tiempo.

Quien charlaba demasiado, parecía que nunca había visto a un vampiro con su apariencia, haciéndolo sentir incómodo, como un fenómeno de alguna clase, aunque Io parecía que apreciaba su apariencia, o eso supuso al sentir de nuevo sus labios sobre los suyos, con demasiada suavidad, pidiéndole que respondiera a sus caricias, pero no se sentía capaz de hacerlo.

—Detente…

Susurro, sintiendo como Io se detenía, apartándose unos cuantos centímetros, sus ojos cerrados, realmente lo deseaba, pero si estaba débil, lo dejaría descansar, pero si creía que únicamente estaba jugando con él, en ese caso no lo haría.

—¿Qué ocurre?

Kasa no supo que responderle, pero Io lo sabía, su amigo se creía demasiado feo para poder ser amado por él, una mentira, por supuesto, porque realmente lo deseaba, tal vez, tendría que demostrárselo de alguna forma.

—No creo que desees esto en realidad.

Fue su respuesta, pero, Io deseaba enseñárselo, demostrárle que tan hermoso lo encontraba, besándolo de nuevo, tratando de que su cuerpo hablara, creyendo que el amor que sentía era fácil de que lo sintiera.

—Yo te amo.

Le aseguro, esperando que Kasa quisiera creerle.

*****

Al mismo tiempo, Mu que había salido a buscar sangre fresca para alimentarse después de su transformación, ya que estaba seguro que si visitaba a su toro, al probar ese maravilloso elixir, no podría detenerse, por fin pisaba sus aposentos, los que se encontraban en un piso diferente de a donde tenían a los hermanos.

Aldebaran estaba sentado frente a la chimenea que ya no crepitaba, la que parecía haberse apagado hacia mucho tiempo, en sus manos había una copa, vacía, con un liquido rojizo que se derramo en el suelo, en la alfombra, este estaba seco.

Su toro no se movía, no podía escuchar el latido de su corazón, ni el tranquilizante sonido de su aliento, era como si ya no existiera más, cuando el seria eterno.

Mu se acero a su muchacho sosteniendo su muñeca, su cuerpo estaba frio, parecía como si durmiera, pero no lo hacía, su amado estaba muerto, su ultimo aliento lo dio cuando el tomaba el de varios inocentes, parecía que Aldebaran no soportaba la culpa de lo que habían hecho, que no deseaba ser inmortal y que se sabía el causante de su caída, se odiaba por eso.

Al menos, eso era lo que decía el papel en sus manos, aquel que le arrebato con manos temblorosas, para leerlo una docena de veces, sintiendo que comenzaba a perder la razón, al ver que su amado ya no existía más.

Cayendo al suelo, llorando lágrimas de sangre, aferrándose a la mano de su toro, gritando de pronto, un alarido que aun a los gemelos perturbo, a cada vampiro, y a los hermanos, ese era el sonido de una criatura que lo ha perdido todo.

—¡Aldebaran!


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