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Los demonios de la noche. por Seiken

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Shura se alejó de Aioros sin prestarle más atención que la necesaria, seguro de que su pacto sería respetado, pero no visito a Radamanthys en ese instante, sino que espero algunas horas más antes de visitar a su amigo, dándole un poco de privacidad.

Esas fueron las mismas horas que Minos durmió en los brazos de su lobo celeste, que no dejaba de admirarle en silencio.

Casi las mismas horas en las cuales Kanon, recordó esos preciados días junto a su musa, recorriendo sus cuernos de vez en cuando, sus mejillas, aún las escamas de su espalda, seguro de su misión en esa tierra.

Todo ese tiempo Radamanthys había soñado con el pasado y el presente, con Aspros, con alguien parecido a Shura, pero sus pensamientos añoraban su hogar.

Las estepas del Inframundo, el fuego y los valles de las sombras, su instinto le pedía buscarle, su corazón verle con sus ojos mortales de momento, porque cuando terminara de madurar, sería inmortal, podría presenciar la belleza del abismo por siempre.

A pesar de nunca haber pisado su suelo, sabía cómo era, comprendía su belleza, la inmensidad de sus planicies, la altitud de sus montañas, la profundidad de sus mares de fuego.

Imaginándose a sí mismo poderoso y libre, con una tercera parte del ejército del Inframundo sirviendo cada una de sus órdenes.

Una imagen que le lleno de placer, casi tanto, como los ojos azules como el mar que le miraban con deseo y afecto apenas despertó, sentimientos que pensaba era genuinos, puesto que se parecían a la mirada que tenía durante aquella hermosa semana en sus brazos, con una diferencia, en esta había cierto dejo de añoranza.

—Buenos días.

Radamanthys sonrió, sentándose en la cama, para besar sus labios, sin importarle que fuera un extraño, que muchos no los desearan juntos, únicamente porque hacía lo que le complacía en ese instante, ajeno a cualquier clase de dudas.

—Buenos días.

Susurro, acariciando su mejilla con las puntas de sus dedos, esa actitud sin duda confundía a Kanon, quien sostuvo la muñeca de su diablillo, para besar el dorso de su mano.

—¿Te encuentras mejor?

Antes de que pudiera responderle escucharon el sonido de la puerta abriéndose de par en par, con una figura ingresando con pasos rápidos, sosteniendo un bastón que intento usar como un arma, como un garrote, para golpear a Kanon con este.

—¡Aléjate de mi hermano!

Radamanthys defendió a Kanon con uno de sus brazos, apenas sintiendo la fuerza del golpe que Minos esperaba utilizar para alejar a ese vagabundo de su hermano menor, el bastón quebrándose a la mitad.

—¡Aléjate de él, Radamanthys, únicamente te está utilizando y tampoco tiene nada que ofrecerte!

Radamanthys negó eso, observando al extraño junto a Minos, seguro que habían compartido su lecho, tenía esa aura que Lune siempre portaba cuando le dejaban complacer a su hermano, pero en cambio a él, siempre lo mantenían alejado de cualquiera.

—No, yo lo conozco, estuve a su lado en el pueblo, éramos amantes antes de irme de casa.

Minos lo sabía y eso era lo que menos aceptaba, porque ese vagabundo, ese degenerado había abusado de su hermano durante toda esa semana, ese pintor que mandó asesinar, pero escapó antes de que Lune pudiera cumplir con su deber.

—No puedes llamarle a eso ser tu amante, Radamanthys, solo fue una semana y de no ser él, seguramente habrías estado con cualquier otro.

Radamanthys por un momento se sintió decepcionado, pero no se molestaría con Minos, él había pasado una pesadilla durante todo un año, demasiado tiempo para que pudiera medir sus palabras en ese instante.

—Sali a buscar lo que tú tenías en nuestra mansión, en los brazos de Lune, en cambio yo siempre estaba sólo, escuchando las acusaciones, notando como me miraban, porque ellos sabían, no es verdad, ellos comprendían quien era yo.

Minos asintió, recordando que la razón por la cual su padre quiso matar a su hermano fue su repentino despertar, el cambio de sus ojos, la forma en que brillaban y la forma, en que en ocasiones su padre decía ver un aura a su alrededor, cambios que él se negó a distinguir o aceptar, tratando de proteger al menor, como su madre se los suplico en su lecho de muerte.

—Eso no tiene nada que ver con ese embaucador que solo te está usando, desea tu fortuna y tu poder, solo por eso te acepta como eres, porque él deseaba recuperar lo que su familia perdió a costa de la nuestra, como lo hizo su hermano, ese médico que intento hacerme perder la razón, que te tendió una trampa.

Radamanthys no supo que responder al respecto, mucho menos Kanon, porque lo que decían de Saga era cierto, pero lo que Minos no entendía era que él no hubiera aceptado vender a su musa a ese anciano, que lucho para protegerle y que solamente por eso, lo encerraron en un calabozo.

—Yo no puedo responder por las acciones de mi hermano, pero si por las mías, juez Minos, yo que amo a Radamanthys desde ese primer instante en que lo vi, que nunca me atrevería a levantar una sola mano en su contra, le pido de rodillas que me dé su mano en matrimonio, que acepte mi afecto sincero por él, ahora que tengo poder, que puedo conseguir riqueza como nunca la han visto del fondo del mar, todo con tal de ser su esposo y si no lo acepta juez Minos, de todas formas, yo le seguiré al fin del mundo.

Minos guardo silencio, escuchando los pasos de Shura en esa habitación, quien los veía con una expresión lejana, había escuchado esa promesa y de alguna forma, el juez esperaba que el supuesto amigo de su hermano menor, quien sabía guardaba sentimientos profundos por él, le hiciera recapacitar, Kanon no era de fiar.

— ¿Que está pasando aquí?

Radamanthys no le respondió en un principio, escuchando los pasos de Kanon, que se levantó de la cama, acercándose a Minos, que, a su vez, abandono esa habitación, esperando que Shura le hiciera ver a su hermano su locura, la mentira de ese vagabundo.

—Yo amo a Radamanthys, mi corazón le pertenece y estoy dispuesto a pelear por él, sin importar quien sea mi contrincante.

Aquello lo dijo en silencio, únicamente para Shura, saliendo de aquella habitación, cerrando la puerta a sus espaldas, al mismo tiempo que el español le acercaba su ropa a Radamanthys, que se veía detenidamente en el espejo, comprendiendo que ya no tenía forma alguna de visitar cualquier poblado, que estaba condenado a vagar por ese mundo, a permanecer oculto de cualquier mirada ajena.

—Minos odia a Kanon, pero el me ve como una persona, estoy seguro de que no se horroriza con mi apariencia y que podría llegar a ser feliz a su lado.

Shura cruzo sus brazos delante de su pecho, suspirando, Aioros pensaba que le deseaba, el pintor que tenía que pelear con él por su amor, Minos, también creía que ellos tenían alguna clase de historia sentimental, cuando distaba de ese afecto tan especial y podía ver que su amigo en ese momento estaba dañado, confundido con todos los sucesos ocurridos durante ese viaje.

— ¿Qué es lo que deseas hacer?

Radamanthys se encogió de hombros, no lo sabía con exactitud, lo único que sabía era que no deseaba ser capturado de nuevo, que no quería convertirse en el conejito cornudo de ese demente y mucho menos deseaba que capturaran a Minos, que carecía de cualquier medio para protegerse.

—Ser libre, eso es lo único que deseo y parece que eso es lo único que jamás tendré.

*****
Harbinger espero a que Kiki lo dejara solo para visitar al toro de su maestro, usando el sigilo a su favor, a pesar de ser un hombre tan grande como lo era, seguro que su amo no le necesitaría de momento, no cuando esperaba un anuncio de Raki y se limitaba a observar como las piezas del tablero de ajedrez se iban colocando en su sitio.

No sabía bien como era que siempre encontraba la información necesaria en el momento justo, ni quienes eran sus espías, lo único que comprendía era que nunca se movía sin varias cartas escondidas en sus mangas.

El tuvo suerte supuso, el que Kiki lo quisiera a su lado le mantuvo con vida, pero lo transformo en aquello que odiaba más que nada, en un vampiro, dándole la inmortalidad, vida eterna y la esclavitud.

Atándolo a su voluntad, cuando él deseaba la muerte y realmente lo había intentado, escapar del amor de su maestro, aun viendo el sol, pero Kiki siempre encontraba la forma de regresarlo a casa, pero, con este nuevo toro, esperaba que no sucediera lo mismo.

El que estaba sentado en una cama, después de intentar abrir los barrotes y las puertas que daban a su habitación, ansioso por volver a alguno de los bastiones, sin creer una sola mentira de Kiki, sabía que le estaba mintiendo, como sabía que su maestro estaba muerto.

—Eres el nuevo toro.

Pronunciaron al otro lado de la puerta cerrada con candados, un hombre de cabello celeste, tuerto, podía jurar que, de su estatura, con piel morena, un vampiro con un collar en el cuello con la inicial de aquel otro ser que lo visito para contarle una serie de mentiras elaboradas, para que pudiera perdonar a su maestro.

—Mi nombre es Harbinger y he venido a sacarte de aquí, solo trata de guardar silencio.

Aldebaran se levantó de su cama, acercándose a la puerta, escuchando como los seguros y candados se abrían, dándole paso, preguntándose porque ese otro gigante se encontraba en ese castillo, porque ayudarle, pero, sobre todo, porque se veían tan similares.

—A mí también me dicen toro, en ocasiones, ni siquiera se la razón de ello, pero sé que Kiki lo sabe, pero, qué más da, te dejare ir antes de que Mu regrese a verte, la inmortalidad no es amable con la mayoría de nosotros.

Harbinger le hizo una seña para que le siguiera, deseaba escapar, ya había visto lo suficiente y no quería permanecer en ese castillo, pero Kiki siempre lo encontraba, tal vez por culpa de ese collar en su cuello, el que Aldebaran aún no portaba, así que todavía podía marcharse.

—¿Qué pasará con Mu, si yo me marcho?

El toro de cabello celeste guardo silencio, la respuesta era obvia, mucho más la renuencia de Aldebaran por marcharse.

—Esta es la última oportunidad que tendrás para marcharte, después de eso, con lo que se aproxima, estaremos perdidos.

Pero de todas formas esperaba intentarlo una última vez, llevar la información que había recabado al bastión liderado por Shion, el sabría qué hacer, él y Shaka, eran los humanos más fuertes que conocía, aquellos que habían tenido una vida mucho más larga, pero si en verdad había caído, en ese caso, acudirían a la jauría.

—No podemos perder más tiempo.

*****

Radamanthys finalizo de vestirse con ayuda de Shura, que no había dicho mucho desde su llegada, los restos del bastón estaban en el suelo, Kanon lo esperaba al otro lado de la puerta, lo sabía de alguna forma que no alcanzaba a comprender, sus instintos demoníacos le hacían sensible a su energía, una poderosa, pero siniestra, mucho más oscura que aquella reflejada por Aspros.

— ¿Estás seguro de esto?

No lo estaba, pero Kanon se veía sincero, lo veía hermoso y sabía que se trataba de alguien fuerte, aunque también sabía que se trataba del gemelo de Saga, el doctor que intento enloquecer a su hermano, una razón suficiente para que Minos sintiera aversión por él, lo quisiera lejos de su persona.

—No, no estoy seguro de nada, lo único que comprendo es que ya no puedo regresar el tiempo y que lo mejor que podría pasarme, es finalizar mis cambios, madurar tan rápido como pueda para que Minos este a salvo.

Radamanthys era una buena persona, siempre estaba preocupado por su hermano mayor, aun cuando vio la carta, después de todo lo que había hecho Minos, decidió acudir, seguro de que era una trampa, por eso fue por lo que le pidió ayuda, esperar por una señal para ir por ellos, su hermano nunca pedía su ayuda.

—Kanon puede ayudarme a eso, sé que es fuerte, puedo sentirlo en la misma medula de mis huesos y en este momento utilizaré toda la ayuda que se me ofrezca, la del cielo, la del infierno y la de los otros.

Shura no creía que su amigo comprendiera quienes eran los otros, pero al mencionarlo, alguna herencia del Inframundo debía ser quien hablaba por él, al ser un demonio, tal vez, recordaba vivencias que ni siquiera habían sucedido.

—Debes pensar en lo qué estás haciendo Radamanthys, no quiero que te arrepientas después, porque sabes que, si dejas que tus sentimientos se apoderen de tu sentido común, terminarás por arrepentirte.

Radamanthys lo sabía y era por eso por lo que trataría de acelerar su madurez, la que suponía estaba a la mitad, seguro de que todavía falta un poco, se volvería más fuerte, mucho menos humano, pero debía proteger a Minos, esa era su responsabilidad, la sangre era mucho más importante que cualquier otro vínculo.

—Debo cuidar a Minos, tu no viste lo que le hicieron, los latigazos, las heridas, yo sí...

Radamanthys había visto el daño recibido por su hermano, recordaba bien que la primera vez que intentaron escapar, a pesar de sus heridas, Minos fue castigado con locura.

—Ese demonio quiso matarlo cuando intentamos escapar, lo sé, aunque no lo recuerdo del todo.

Recodaba el miedo de perder a su hermano y el odio por Defteros, que lastimaba al mayor, que seguramente en ese momento ya sabía la clase de castigo que le implementaría a Minos, que dependía de su fuerza para estar seguro, ya que había madurado.

—Si mi hermano sigue a su lado, si vuelven a capturarlo, se perderá en el abismo de la locura.

Finalizó, esperando escuchar lo que Shura deseaba decirle, pero tenía razón, fueron criados como esclavos, lo único que harían sería repetir los castigos que ellos sufrieron.

—¿Pero estas seguro que Kanon te será de utilidad? ¿Que cumplirá su palabra?

Radamanthys asintió, estaba seguro de que su deseo era real, tal vez el amor que decía tenerle, seguro de que Kanon cumpliría su promesa.

—No tengo otra opción, porque sé que tú y yo solos, no podremos derrotarlos, Kanon es... algo especial, puedo sentirlo, así que si lo único que tengo que hacer para que sirva a mis propósitos es darle mi cuerpo, pues, que así sea.

*****

Raki había realizado su deber, justo como se lo había solicitado, al brindarle ayuda a los gemelos, para que dieran con el paradero de Camus con mayor facilidad, puesto que el príncipe de hielo era realmente bueno escondiendo su rastro.

Esa información aceleraría el proceso y con suerte, los gemelos, Camus, así como los clanes vampíricos, junto a cada uno de sus sirvientes, atacarían a los príncipes del Inframundo, que suponía, tratarían de protegerse con la jauría.

Ellos eran los últimos resquicios de la rebelión organizada por Cid, y el maestro había desaparecido, sus soldados no se involucrarían, sin recibir una orden suya.

Aioria estaba perdido, o en las manos de Youma, los Gemini al fin estaban extintos, ya solo quedaban los Walden, que, al ser obligados a beber la sangre de sus amos, serían las dos armas que les darían la victoria sobre la humanidad y sobre el maestro, con su ejército de soldados leales.

Kiki estaba contento, sus planes, aquellos ideados en conjunto con Camus, y Youma, sin que sus aliados lo supieran, estaban ocurriendo como deberían.

Estaba tan contento de su futura victoria que deseaba visitar a su toro, que al final había aceptado su amor y se comportaba como debió hacerlo desde un principio.

Cómo Aldebaran lo haría una vez que Mu le hiciera comprender que no había escapatoria de su afecto, dos toros, que, a pesar de no tener ningún lazo sanguíneo en común, descendían de los mismos seres, de allí, que sus cuerpos y su fuerza, fuera superior a la de cualquier otro humano.

—Harbinger.

Pronuncio, abriendo las puertas, esperando verle en su celda, esperando por él, como había hecho por todo ese largo año, encontrando una cama vacía y un cuarto a oscuras.

—Aun sigues firme, por lo que veo, mi hermoso toro, y yo que estaba tan contento como para premiar tu buen comportamiento... que lastima.

Raki se asomó por la puerta, a su lado estaba Mu, su maestro, que seguramente ya sabía que su propio toro había escapado, gracias al suyo, ese necio que seguía peleando con él, tratando de cumplir con su deber.

—Tratarán de ir a los territorios de la jauría, Harbinger conoce su ubicación, pero no llegarán muy lejos... pronto amanecerá.


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