Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Los demonios de la noche. por Seiken

[Reviews - 92]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Aspros estaba preparado para recibir a los señores vampiros que deseaban controlarlos, criaturas patéticas que pensaban que con sus lenguas de plata podían convencerlos de obedecer sus órdenes, convertirlos en un esclavo de nuevo.

La habitación sería una grande, oscura, con forma oval, donde la luz no podía ingresar y no era para la protección de los señores vampiro, no, ellos ya habían dejado de importar desde que abrieron los ojos y renacieron en esas cuevas donde fueron encerrados por Sisyphus.

El mayor de los gemelos sabía exactamente qué estaba haciendo, los vampiros eran hijos de la noche, de dioses terrenales, aun ellos fueron creados a partir de la infección provocada por aquel llamado Cid, el primero de ellos, en quien el vampirismo no actuaba como en su maldición, no se debilitaba, no necesitaba sangre, en cambio, ellos estaban condenados a consumir sangre humana, sangre mortal, todo porque la madre de los monstruos decidió retorcer su bendición, celosa del poder que la noche tenía en las bestias, intentando hacerlas suyas.

Y ellos bebían sangre tratando de huir de sus garras, eso lo sabía después de leer el libro que Radamanthys tan amablemente le regalo, una biblia maldita forjada en la oscuridad del Inframundo, escrita por su amo, quien tenía a su vez una guerra declarada con su primer esposa, una entidad repulsiva, la madre de los monstruos, que sin duda alguna, les daría su ayuda a cambio de castigar a los hijos de su esposo con esa dulce muchacha, esa pura criatura de luz que cada tanto tiempo elegía para agendar a su progenie.

Cada vida ellos perecían en las manos de poderosos guerreros, en esta no lo harían, ellos los convertirían en sus esclavos a cambio de poder y de sus preciosos cuerpos retorciéndose en su lecho.

La madre de los monstruos, cuyo nombre cambiaba de religión en religión, como el día o la noche, como la oscuridad o el vacío, a la que llamaría derramando la sangre de los ancianos, alimentándose de ella, actuando en contra de las reglas divinas que les darían poder, más allá del que se imaginaban.

Aspros estaba listo para convertirse en un dios, en la criatura de las pesadillas de los mortales, todo a cambio de su conejito cornudo, comprendía muy bien que Defteros también lo estaba, no dejaría escapar a su ave, no en la vida, tampoco en la muerte.

Los símbolos habían sido grabados esa mañana con su propia sangre, con sumo cuidado, cada parte del ritual, cada detalle realizado con esmero, únicamente para poder llamarla y que ella escuchara sus plegarias, dándoles a ellos el poder que Cid no quiso en sus primeros días como creación, convirtiéndose en los padres de una nueva estirpe de vampiros, que destruiría la anterior.

En los amos y señores de los herederos del Inframundo, detendrían la destrucción del mundo que conocía, para crear uno nuevo, a su imagen, a su semejanza, un mundo que únicamente les traería placeres, la clase de tierra, que ellos se merecían.

—Ahora solo es cuestión de esperar…

Susurro, con dos mujeres embarazadas en dos altares, las que serían ofrendadas a los vampiros ancianos, para que se alimentaran de ellas, de su preciosísima sangre, de la vida de los niños no nacidos, para que después, con esa misma sangre, ellos llamaran a la madre de los monstruos, que se presentaría, únicamente, para presenciar la muerte de aquellos niños.

— ¿Estás seguro de que esto funcionara?

Lo estaba, y si no lo hacía, no perderían nada, de todas formas matarían a los vampiros ancianos para someter a sus hijos a su voluntad, de una u otra forma, ellos ganaban, al funcionar su ritual, la madre de los monstruos les daría su bendición, si no funcionaba, al asesinar a los vampiros ancianos, ellos tendrían su ejército, nada de qué preocuparse.

—Necesitamos de alguien que nos sirva para nuestros propósitos, manda llamar al vampiro de la máscara, ese que tiene una rencilla contra Camus, el que conoce al medio ángel, su nombre era Afrodita.

Defteros asintió, ese vampiro les sería útil, al hacerle saber a los hijos de los vampiros ancianos, aquellos que sobrepasaban los quinientos o mil años, que ahora ellos mandaban, transformándolo a él, de momento, en su mano derecha.

—Así se hará hermano.

*****

Al ser un medio demonio cuyo despertar ya había empezado, cuya madurez casi finalizaba, los instintos de Radamanthys estaban sobre desarrollados, era como si pudiera ver y oír por primera vez en toda su vida, sentía los cambios de la inmensidad, la energía emanando del cuerpo de Kanon, algo diferente con Shura, ninguno de los dos era humano.

Y lo más extraño era que eso no le importaba, únicamente el lazo con Aspros, el que había creado al morderlo esa primera vez, que gracias a sus sentidos aumentados, a su percepción mejorada, se daba cuenta que se movía en las sombras, llamándolo, como si jalara una cuerda invisible.

No deseaba decírselo a Shura ni a Kanon, quienes ya estaban lo suficiente preocupados por el como para colocar más peso en sus hombros, Minos dormía plácidamente en el costado del lobo blanco, cubierto con una manta, la pareja de lobos hechos un extraño nudo, el de menor tamaño sobre el otro más grande, sus cabezas recargadas una sobre la otra, dándoles una apariencia como de cachorros, si no supiera que eran lobos con forma humana.

Shura dormía no muy lejos de él, sosteniendo una espada, al otro lado dormía Kanon, ambos muy cerca, como si quisieran protegerlo de los hermanos, o más específicamente, de Aspros, el único que no dormía, era Aioros, que se limitaba a ver las llamas, su desagrado por el obvio, demasiado visible como para poder ignorarlo.

Radamanthys ignorándolo se levantó de su puesto, para alejarse unos cuantos pasos, necesitaba pensar, comprender los cambios que habían transcurrido, el amor que Kanon decía sentir por él, lo que significaba Shura, pero sobre todo, la forma en la cual podría proteger a Minos hasta que el también pudiera despertar, llevando una mano a su cuerno, cuando se quitó la capucha, palpándolo, tratando de imaginarse lo que pensaría cualquier otro al verlo con esa nueva forma.

—Soy un monstruo…

Susurro, mirando sus manos con las garras negras, ya no era humano y era por mucho más desagradable que Aspros, tal vez, ya no lo desearía a su lado si comprendía la forma que tenía, probablemente no tenía por qué temerle, ahora que ya no era un humano.

—Así es, eres una criatura repugnante, una cosa nacida de las llamas del infierno que únicamente le traerá dolor a quienes se topen en su camino.

Eso lo pronuncio Aioros, deteniéndose a su lado, observándolo con desprecio absoluto, no solamente porque sospechaba que los sentimientos de Cid por el eran mucho más parecidos al amor sexual, que al amor fraternal, sus celos hablaban de lo que pensaba era cierto, sin importarle que en ese momento, apenas comprendía lo que había pasado con él.

—Deberías entregarte ahora que aun tienes tiempo para salvar al pintor y a Shura, pedirle piedad a tu amo vampiro, a cambio de tu sumisión.

Radamanthys no le respondió, porque en ocasiones pensaba en eso, en el sacrificio voluntario a cambio de la seguridad de Minos, de su amigo y del pintor, pero después, el temor a ser una cascara vacía de lo que fue alguna vez, de ser únicamente un esclavo para ese monstruo inmortal de una hermosa apariencia, le hacía arrepentirse.

—Tu hermano también, si ustedes permanecieran a su lado, evitarían que esos gemelos destruyan la tierra para cumplir su capricho, ellos son vampiros, son débiles a sus deseos más bajos, pero no solo eso, también han perdido la razón, desde mucho antes de ser inmortales, son criaturas desalmadas, que únicamente desean compañía, su compañía y le harían un favor a la humanidad, a cada raza del planeta, si los aceptaran en su lecho.

Radamanthys negó eso, no entregaría a su hermano a la locura de Defteros, que gustaba de su dolor, de sus gritos y lamentos, de torturarlo con su afecto, Minos no se merecía lo que ocurría con él, su hermano era bueno.

—Son criaturas de una sola meta, ustedes, y se, que no van a ganar, ya sea en esta vida o en la siguiente, no se detendrán hasta poseerlos, porque ellos son inmortales, ustedes, hasta que despierten, pero si lo hacen, destruirán todo a su paso, sean justos, sean buenos, sacrifíquense o destrúyanse, antes de que su sangre maldita, nos condene a todos.

Finalizo Aioros, alejándose tan rápido como llego, dejando solo a Radamanthys, que negando eso con un movimiento de la cabeza, se alejó aún más, hasta que se topó con una laguna, en donde se quedó quieto, observando la luz de la luna, la oscuridad de su interior, su forma condenada, no era humano, pero tampoco era un demonio, preguntándose si ese hombre tenía razón, si lo mejor era perecer o entregarse a los vampiros para evitar lo que decía era el fin de los tiempos.

—Mi amor… mi conejito…

Radamanthys comenzó a buscar al vampiro por todas partes, sus ojos brillando en la oscuridad, dispuesto a defenderse, pero no estaba por ninguna parte, únicamente podía sentirlo al otro lado de su vínculo, siendo esa la primera vez que se comunicaba así con él, preguntándose si eso era lo que sentía Minos, cuando decía que su torturador le llamaba.

—Ven a mí…

No, no iría a él, no podía caminar hacia el como si fuera únicamente una marioneta, porque se llevaría a Minos con él, lo condenaría sin remedio y era el único que podía enfrentarse con sus amos vampiros por el momento.

— ¡Guarda silencio!

Le grito, comprendiendo bien que Aspros únicamente se reía de él, de sus vanos esfuerzos por cerrar su mente, por construir una pared, cuando nada sabía de su condición, cuando apenas comprendía lo que estaba pasando.

—En ese caso, yo iré por ti.

Sentencio, fuerte y claro a través de su vínculo, desesperando a Radamanthys, que en un intento por ignorar su voz se sumergió en la helada agua de la laguna, esperando que el frio le ayudara a embotar sus sentidos, cerrando los ojos, para observar unos repulsivos ojos amarillos, de algo que parecía una mujer, una criatura amamantando un cerdo y un perro, montando un burro, una cosa que le causo nauseas, que abriera los ojos para verla al otro lado del paraje, una deidad que reconocía, enemiga de su padre, cuyo collar, se suponía que los mantenía seguros.

Una cosa que le señalo sus repulsivas garras con serpientes en ella, que se enroscaban y movían como tentáculos sanguinolentos, que comenzó a reírse, para simplemente alejarse, con el aterrador sonido del llanto de unas madres, de los alaridos de voces viejas, una visión que le hizo retroceder hasta toparse con algo, una cosa a sus espaldas, la misma cosa que lo ataco en el campo de batalla, sus ojos hambrientos, sus garras, un monstruo, Aspros.

—Conejito.

Radamanthys cayó al suelo al intentar separarse de la figura con dientes y garras, sin importarle su apariencia actual, cayendo en un charco de sangre, con cuerpos nadando en ella, a punto de reventarse a causa de la descomposición, criaturas que fueran vampiros, bebes, madres, una imagen aterradora que podría llevarse su cordura, si no supiera que eso era únicamente una visión, una pesadilla en carne viva.

— ¡Radamanthys! ¡Radamanthys!

Le gritaron a lo lejos, tratando de hacerlo racionar, una criatura que vio con una apariencia extraña, una mancha luminosa rodeada de tentáculos, garras y dientes, ojos, figuras dantescas que no le causaban temor, una figura que lo sacudía, y a lo lejos, atravesando la eternidad, el abismo llameante que les daría cobijo, pudo ver a otro más, un demonio de cabello negro que parecía reconocerlo, su hermano.

— ¡Radamanthys despierta!

E hizo eso, descubriendo que temblaba a causa del frio, que sus labios estaban azules, que casi muere ahogado como su hermano menor, aquel que vio en el abismo y creía que él también lo había visto, siendo sostenido por los brazos de Kanon, que le pegaba a su cuerpo, angustiado por su seguridad, acariciándolo con ternura al ver que por fin despertaba de aquel trance.

—Pensé que te perdería… pensé que habías muerto.

No tenía tanta suerte, supuso, recargándose en el pecho de Kanon, ignorando la preocupación de Shura y la mirada penetrante de Aioros, que tal vez tenía razón al decir que la muerte sería más piadosa, que no escaparían.

—Tal vez eso sería lo mejor.

 

*****

Después de mucho, mucho tiempo, al fin tenemos la segunda temporada de esta historia, de la cual, aún faltan suficientes capítulos, espero que les guste y tratare de actualizar al ritmo que llevaba antes, dándoles un caluroso y muy especial agradecimiento por sus comentarios y por leer esta historia.

Mas a parte, un agradecimiento muy especial a angeloDivoglio, mi beta reader, muchísimas gracias, además, vayan a leer sus historias, son geniales.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).