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Los demonios de la noche. por Seiken

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—¿Estás bien?

Minos lo estaba, de alguna forma no había recibido daño alguno, apenas unos rasguños, igual que su hermano, que ya no tenía balas e intentaba ayudarlo a levantarse sin quitarle la vista de encima a la figura de ojos azules.

—¡Márchate, es a mí a quien desea!

Le gritó escuchando los últimos resoplidos del caballo que moría desangrado en ese bosque, pero Radamanthys negó eso, seguro de que no los dejaría marcharse, lo había dicho, eran sus conejitos y su hermano se quedaría con él, esa cosa enfrente de ellos, con su hermano.

—No me distraigas Minos.

Le regaño, sosteniendo el cansado cuerpo de su hermano entre sus brazos, respirando hondo, tratando de pensar en que hacer, como ganar tiempo.

—Si dejo que tu hermano se vaya, el mío no podrá perdonarme, así que no me causen problemas.

Radamanthys deseaba causarle todos los problemas que pudiera, aunque sin balas, ni montura, estaba seguro de que no habían llegado demasiado lejos, pero también estaba seguro de que la caballería estaba en camino, llevaban demasiado tiempo cabalgando en ese bosque, como para poder acercarse a ellos.

No sabía cómo, pero un sexto sentido le decía que ya estaban cerca, que lograrían escapar, y justo, en el momento en que esa sombra se lanzaba en su contra, sus dientes afilados brillando en la oscuridad, así como sus garras afiladas dispuestas para desgarrarlos, unas flechas de plata, una ráfaga inclemente fue disparada desde la carreta que transportaba a los mercenarios y al viejo amigo de Radamanthys.

La criatura gruño por lo bajo, arrancándose varias flechas, intacta cuando sus heridas comenzaron a cerrarse, Aldebaran era el que disparaba la ballesta, al mismo tiempo que Mu, el extraño hombre de Lemuria invocando las arcanas fuerzas de sus antepasados, creo una pared de cristal separando a los hermanos de su atacante.

Shura bajo de su carreta, corriendo para tratar de atender a Radamanthys, que, con un poco de sangre en su frente, sostenía a su debilitado hermano, con una sonrisa en los labios, al ver que tuvo razón, no lo habían dejado a su suerte.

—¡Es mucho peor de lo que pensabas!

Shura le ayudo a levantarse y entre ambos cargaron a su hermano para acostarlo en la carreta, Radamanthys volteando para ver el combate de los dos mercenarios, el que convocaba poderes mucho mas allá de su comprensión, y el gigante de la ballesta, que no dejaba de disparar, sus flechas incendiándose cuando tocaban a la silueta en las sombras, que al mismo tiempo atacaba sin descanso.

Que bien alimentada de la sangre y la energía de Minos, lograba resistir sus hechizos y sus balas, retrocediendo un poco cada vez, hasta que tuvo que ingresar a la parte más tupida de árboles, para usarlos como camuflaje.

—¡Dejen de jugar, debemos irnos!

Aldebaran y Mu intercambiaron una mirada, para después subir a la carreta, utilizando sus puestos en la parte trasera, mantendrían lejos a la criatura si trataba de acercarse a ellos de nuevo, Shura debía tener sus razones para querer abandonar el combate.

Radamanthys creía que se debía a las heridas de su hermano, a quien recostó en la carreta, sobre sus piernas, escuchando el relinchar de los caballos, que iniciaron su galope, preguntándose porque habían dejado a esa criatura con vida.

—¿Por qué no lo destruyeron?

Quiso saberlo, Shura no respondió en un principio, haciéndole un ademan a Mu para que tomara el control de la carreta, separándose del asiento del conductor, con la agilidad adquirida en el frente y en sus entrenamientos especiales, como miembro de la orden, sentándose junto a Minos, revisando sus signos vitales.

—Vi a su hermano, Radamanthys, de seguro viene en camino y no podremos enfrentarlos a los dos.

La sombra corría de árbol en árbol, dispuesta a saltarles encima, sus dientes salivando al pensar que esa sería la última ocasión que probaría la exquisita sangre de su conejito, pero al finalizar, despertaría como algo mucho mejor, un ente inmortal que siempre le haría compañía, debía recuperarlo.

—¡No se lo llevaran!

Grito, congelando la sangre de Minos, que lo único que deseaba era escapar de aquel horrible destino, salvar a su hermano de sufrir esa larga tortura, que al final le convertiría en algo que a el mismo le diera horror, ya que eso era lo que sentía, las ultimas ocasiones en que pudo verse en un espejo.

—¡Aldebaran!

El gigante disparo una bala mucho más gruesa que las demás, la que se dividió en cientos de pequeñas estacas de madera, que cayeron como una lluvia cegadora, evitando que la sombra pudiera atacarlos, saltar en el interior del carruaje.

—Lo mejor es alejarnos todo lo que podamos de este pueblo, a un día de camino hay un convento en donde podremos descansar unas horas, allí podremos curar a tu hermano y podre responder todas las preguntas que desees hacerme.

Radamanthys asintió, deseando tener un arma, así podría ayudarle a Shura a defender a su hermano, pero confiaba en él, siempre había sido así, desde que el mismo sufrió un ataque de una criatura parecida a la que seguía a su hermano.

Un ente descarnado, que lo recordaba como una criatura blanca con dientes afilados y ojos azules, la que le mordió casi un año antes, hacia unos diez meses, los últimos días que paso en el frente en compañía de su tropa.

Una criatura que se estaba comiendo a su tropa, cada noche un nuevo soldado desaparecía, muchos pensaban que se trataban de soldados que desertaban, pero pronto, cuando varios comenzaron a perderse, comprendieron que algo más estaba pasando.

No fue hasta que Radamanthys vio como atacaban a otro de los soldados, cuyo rostro se le había esfumado, que comprendió que había cosas más allá de la imaginación humana, que se alimentaban de su sangre y que esta, precisamente, deseaba alimentarse de él,

La bestia salto en su dirección, la boca llena de colmillos solevantes, ajena a cualquiera criatura humana, la que pudo esquivar en un principio disparándole con su rifle, pero de nuevo salto en su contra, sosteniéndolo de los hombros para morder su cuello, el dolor era insoportable, pero aun así logro quitárselo de encima encajándole una daga en el pecho, llevando su mano a su herida, los dientes apretados, seguro que moriría en ese momento.

Pero no, antes de que esa criatura de boca salivante y ojos azules, que brillaban en la oscuridad, volviera a atacarlo, el estallido de un arma de fuego pudo escucharse, después otro y otro más, logrando que la criatura se marchara, gruñendo, un sonido bajo, que jamás olvidaría.

—¿Es lo mismo?

Shura asintió, era igual a esa criatura, pero esta estaba bien alimentada por lo que podía ver, por la resistencia que mostraba y la velocidad a la que corría, este vampiro era diferente al que atacara a su amigo, unos meses atrás.

—No es momento para responder preguntas Radamanthys, debemos darnos prisa, o tu hermano no lo lograra.

Radamanthys supuso que tenía razón, no era el momento para discutir sobre vampiros o demonios, lo mejor era escapar, al menos, así estarían vivos, aunque no comprendía porque a los dos una criatura no humana los había atacado.

—Tienes razón, pero prométeme que me dirás la verdad.

Shura asintió, Radamanthys era un buen amigo suyo, se lo había ganado en el frente y no le daría la espalda, aunque pensara que ayudarle no le causaría más que problemas, riéndose entre dientes, sus maestros le dirían que tenía razón, debían destruir a cualquier no humano, sin embargo, los jóvenes Walden contaban como no humanos.

—Tu conduce la carreta, necesito de Mu para librarnos de este vampiro.

Radamanthys dudo un momento si debía soltar a Minos, pero lo mejor era darles la oportunidad para esquivar a esa criatura e inmediatamente se sentó en el asiento del piloto, tomando las riendas, permitiendo que Mu se uniera a su amigo.

Quien comenzó a convocar alguna clase de aura alrededor suyo, su cosmos, con el cual iba cargando las balas de Aldebaran, que, rodeadas por su polvo estelar, estallaban al contacto, incendiando la piel del vampiro, que furioso, elevo dos líneas de fuego que comenzaron a perseguirles a una velocidad imposible.

Radamanthys a su vez trataba de mantener la velocidad con la cual avanzaba la carreta y no salirse del camino, notando un punto negro en el horizonte, un carruaje negro que reconoció inmediatamente como el suyo.

El que se detuvo de pronto al verlos acercarse, Radamanthys únicamente elevo la velocidad con la cual cabalgaban los caballos, azotándolos con las riendas, deseando equivocarse y que aquel hermano que le había seleccionado no fuera ni el médico, ni el mayordomo.

—¡Shura!

Shura maldijo al ver el carruaje de la familia Walden, en su interior estaba el hermano, quien bajo del vehículo con un paso lento, observando su persecución, la desesperación con la cual intentaban alejarse.

—¡No vayas a pararte!

Le ordeno, Radamanthys de todas formas no planeaba hacerlo, se dijo, escuchando la batalla a sus espaldas, observando por el rabillo del ojo que Shura desenvainaba una espada, una catana, una espada de sus antepasados, con un filo tal que podía cortar montañas de un solo tajo, dueña de un poder superior.

—¡No lo hare!

Respondió gritando, observando la figura del anciano mayordomo, que parecía tranquilo, con el bastón en sus manos, como si creyera que no podrían pasarle encima, ya que había caminado hasta situarse a la mitad del camino.

—¡No te detengas!

Le repitió, si Radamanthys llegaba a hacerlo estaban muertos, pero el joven rubio era un hombre valiente, que, al ver al mayordomo, apretó los dientes, no le molestaba pasarle encima, se dijo, manteniendo el paso de los caballos.

—¡Te escuche la primera vez!

Al mismo tiempo que Mu y Aldebaran seguían dañando al hermano menor, que simplemente sonrió al ver al mayor salir del carruaje, sin atender que Shura tenía su espada en la mano, lista para usarla en contra de sus enemigos.

—Que conejo tan escurridizo.

Preguntaron, saltando justo en el momento en que Radamanthys iba a golpear al anciano, aplastarlo entre las patas de los caballos que seguían su carrera, aterrizando a pocos centímetros de su vehículo esquivando por milésimas el certero espadazo de Shura, que apenas pudo cortar una línea roja en su pecho, observándolos alejarse, al mismo tiempo que haciéndole una señal a la criatura que los había perseguido todo ese tiempo, hizo que esta también detuviera su cacería.

—Deja que se vayan, se a donde se dirigen.

Le ordeno a su hermano menor, cuya apariencia después de beber la sangre de Minos había recuperado su juventud, músculos marcados en una piel morena, cabello azul desordenado, ojos azules y colmillos afilados, que ya existían mucho antes de convertirse en un vampiro.

—Me prometiste un compañero.

Y él tendría el suyo, ese pequeño rubio era demasiado interesante para dejarlo escapar de sus manos, se dijo con una gran sonrisa, reconocía a ese mocoso de la espada, era el mismo de la fotografía, su pase para ganarse el perdón de su maestro, tal vez, hasta su permiso para convertir a los dos herederos en uno de los suyos con el respaldo del más viejo de su clan.

—Regresaremos al castillo, nuestro maestro nos dará su apoyo si le enseño esta fotografía, de eso estoy seguro.

Su hermano no estaba de acuerdo, su maestro, aquel que los transformo fue quien les encerró en ese pozo durante siglos, de no ser por su conejito, allí hubieran permanecido, pero el heredero Walden quería recuperar una reliquia familiar, creyendo que se encontraba en ese pozo, que daba a unas grutas tan antiguas como su mansión.

—Y así no podrán quitarnos a nuestros conejitos.

El segundo nacido, que era el segundo en renacer asintió, su hermano siempre tenía razón, después de todo era el mejor gemelo de los dos, aquel nacido con suerte, cuando el tuvo suerte de nacer vivo.

—Minos será mío.

Le recordó y el primer nacido, lo aceptaba, el menor tenía algo que le gustaba, no sabía que, con exactitud, pero pronto lo descubriría.

—Y Radamanthys es mío, eso no ha cambiado.


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