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Los demonios de la noche. por Seiken

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Minos al ver las criaturas atacandolos, monstruos de pesadilla, retorcidos y repugnantes que iban detrás de ellos, comprendio que Mu tenía razón, ellos estaban condenados, de una u otra forma, fueran humanos o no, serían cazados hasta que los capturaran, a menos que matarán a sus perseguidores, esos gemelos y se daba cuenta también, que era una tarea imposible, ellos tenían todo el poder, todas las herramientas, los harían sus esclavos si la muerte no se los llevaba con ellos, y aún así, si volvían a reencarnar, ellos volverían a buscarlos, lo mejor, era rendirse de una buena vez, entregarse a ellos, cuando aún los premiarían por ello.

El aullido de Albafica lo despertó de su ensoñación, de su locura, mirándole ser atravesado por esos dientes afilados en una criatura amorfa, tan desagradable como era poderoso, cuyos gritos se quedarían marcados en su memoria por siempre.

Fue en ese momento que su terror apareció a sus espaldas, caminando con lentitud, mirándolos con esa sonrisa plagada de dientes afilados, su apariencia con un aire mucho más antinatural, haciéndolo mucho más hermoso aún, de lo que lo fue en el pasado.

—Mi hermano te extraña mucho conejito y pronto será su cumpleaños, tendremos una fiesta esplendorosa, los necesitamos con nosotros.

Radamanthys se colocó adelante de Minos, respirando hondo, buscando una forma de salir de allí, al menos para el mayor.

—¡No regresaremos!

Le gritó, seguro de sus palabras, Minos respiraba entrecortado, comprendiendo que tenía razón, estaban condenados, nada de lo que hicieran, les serviría al final.

—¿Lo dices como si te pidiera tu opinión?

Defteros veía el terror de Minos, como intentaba retroceder, pero se mantenía a las espaldas de su hermano, su corazón latiendo a mil por hora, su miedo como una dulce fragancia y sus ligeros temblores, no lo dejarían correr, aunque quisiera hacerlo.

—Tendrás que pasar sobre mi cadáver antes de que te acerques a Minos.

Esa no era una opción, aunque si lo disfrutaría, si le hacía daño al conejito, Aspros no se lo perdonaría, su dulce hermano que se merecía lo mejor.

—No haremos eso, conejito, lo que harán será venir conmigo, cuando aún estoy dispuesto a ser amable.

Minos dió un paso en la dirección de Defteros, distrayendo a Radamanthys, que lo sostuvo del pecho, a punto de preguntarle que demonios estaba haciendo.

—No tenemos otra opción.

Defteros estaba encantado con esas palabras, apenas comprendía que no lo dejaría huir, que debía quedarse a su lado para siempre, con esa belleza que le hacía perder la razón, con esa sangre que le obligaba a salivar.

—Solo soy una carga, tú puedes huir, esperar el tiempo que falta para alcanzar tu madurez, esconderte en el Inframundo, solo así seras libre, por algún tiempo.

Radamanthys nego eso, su hermano era muy fuerte, era capaz de resistir los embistes de sus enemigos, así que no debía hablar de esa forma, como si se tratase de un cobarde, como si ese demonio por fin hubiera quebrado su psique.

—¡Cállate! ¡Sólo guarda silencio! ¡Ellos no van a ganar, nosotros los destruiremos, con el poder que corre en nuestra sangre!

Minos negó eso, ya no tenía fuerzas para seguir luchando, ya no podía enfrentarse a ese vampiro creyendo que podría derrotarlo, cuántas ciudades, cuántas vidas debian perderse para que ellos comprendieran la verdad.

—¡No podemos ganar!

Fue la respuesta desesperada de Minos, que cayó al suelo, golpeando la tierra con sus manos desnudas, comprendiendo después de todo ese tiempo lo que pensaba era una verdad inamovible, llorando al recordar las violaciones nocturnas, el pueblo destruido, cada momento doloroso de su vida, a partir de abrirles las puertas a los que se llamaban sus amos.

—¡Sólo huir! ¡Sólo escondernos!

Radamanthys apretó los dientes, tomando una decisión apresurada, mataría a ese vampiro, frente a los ojos de Minos, para que pudiera comprender que aún tenían esperanza, que eran príncipes, poderosos, que eran superiores a los demás, y que no debían cruzarse en su camino, nunca.

—¡Vas a morir!

Le gritó, saltando en su contra, usando su entrenamiento militar y la energía de su cuerpo, atacando sin tregua, usando sus garras, que se prendieron en un fuego morado, de un color imposible.

Minos veía el combate en el suelo, arrodillado, sus manos en el suelo, apenas sosteniendose, absolutamente seguro que serían derrotados.

*****

Al otro lado más bestias comenzaban a atacar a los soldados malheridos, entre ellos Albafica, que se levantó como pudo, sangrando, para buscar a su amado, que debía necesitarlo.

El no era inmortal, podía ser destruido como cualquier otra criatura, aún así, el aroma de la muerte vieja venía de ese bosque, de su interior.

Tenía que ir por el, y eso hizo, usando su forma de lobo, dejando varios charquitos de sangre, que iba perdiendo con forme avanzaba, sus pasos tambaleantes.

—Minos...

*****

Saga uso sus nuevas habilidades para rescatar a su hermano del peligro, quien inmediatamente lo golpeó, dándole un fuerte puñetazo, sin importarle que viviera, nada era tan valioso como su musa. 

—¡No! ¡Regresame con el, mi musa me necesita!

Le ordenó, usando esa misma técnica, como si ya la conociera bien, era parte de su cuerpo, de su escencia y debía proteger a su amado.

Saga maldijo en voz baja, siguiéndole, si no podía protegerlo alejándolo del peligro, entonces, le cuidaría la espalda, cuando deseaba enfrentarse con su enemigo en condiciones desfavorables para él.

—¡Eres un estúpido Kanon!

Aunque las criaturas en la jauría estaban controladas, las que acosaban al grupo de menor tamaño no, los pocos sobrevivientes escuchando las órdenes de Defteros, acudieron a su llamado.

*****

Albafica al ver a Minos en el suelo, postrado detrás de su hermano, se imagino lo peor, avanzó en la dirección del vampiro, que respondió con una ráfaga de fuego que nacían en sus manos, el que se extendió en el bosque a una velocidad imposible.

—¡Eres el imbécil que piensa que puede apartarme de mi avecilla!

Minos reaccionaba apenas al escuchar el aullido de dolor de Albafica, ver cómo Defteros únicamente jugaba con su hermano, puesto que de pronto lo sujeto de ambos cuernos, azotando su cuerpo varias veces contra el suelo, en un movimiento de látigo, escuchando los quejidos del menor, como creaba un pequeño cráter cada vez que golpeaba el suelo.

—¡Radamanthys!

Soltandolo a tiempo para interceptar el embiste del lobo malherido, sosteniéndolo del cuello, elevándolo, para repentinamente usar sus uñas afiladas para cortar su cuello, sus costados y su estómago, lanzándolo poco después al suelo, caminando en su dirección.

Minos por un momento trato de pelear, usando una vara, casi por puro instinto, chocando contra el dorso de la mano de Defteros.

—¡Tu quédate ahí!

Le ordenó, relamiéndo sus labios, para agacharse, observando como el lobo seguía tratando de moverse, arrastrarse para atacarlo, era un animal estúpido, puro instinto, más que inteligencia, al que enfocándose para escuchar el corazón de la bestia, repentinamente, con un golpe certero, encajo en su costado su mano derecha, buscando el núcleo vital de Albafica, que aulló, un sonido que casi destruyo la cordura de Minos, aún en el suelo, escuchando los quejidos de su hermano, que intentaba levantarse.

—¿Hermano?

Pregunto, arrastrándose hacia el primero, tambaleándose hacia su lobo, cayendo a sus pies, con un sonido sordo en su oído, sangre en su nariz y boca, tratando de despertar a quien le amaba, quien murió por eso mismo.

—Fica... Albafica...

Susurro, abrazando el cuerpo de Albafica, llorando sobre él, desesperado al darse cuenta que estaba muerto, escuchando los movimientos de Defteros, su risa, observando su mirada desquiciada cuando volteo a verlo.

—Nadie podrá separarme de ti, avecilla, y quién lo intente, morirá, como ese diablo y este perro, todos morirán.

Agachándose, acarició su mejilla con ternura, para lamer la sangre que corría en su rostro y después besarlo, con afecto que podría ser sincero, que te haría sentir mariposas en el estómago, si no fuera un monstruo imparable.

—Y mataría a tu hermano, si no supiera que tan importante es para el mío...

Radamanthys se levanto del suelo, aturdido, sin darse cuenta que había una pequeña quebradura en una de las puntas de sus cuernos, la que con la fuerza suficiente, le arrancaría varios pedazos, insignificantes, que les darían el control sobre su cuerpo.

—¡Déjalo en paz!

Le gritó, levantándose del suelo, para correr en su dirección, usando su fuego, su alas, cada oportunidad que tuviera para matar a Defteros, que simplemente lo esquivaba con una sonrisa controlada.

Usando sus llamas, la energía ardiente dotada por la madre de los monstruos, incendiando el cuerpo de Radamanthys, cuando logro cortar su costado con sus garras.

—¡Arde en el infierno incubo fastidioso!

El calor comenzaba a debilitarlo, hacer que se arrodillara, pero no era suficiente para Defteros, que sosteniendo de nuevo a Radamanthys de los cuernos, lo lanzó a un lago cercano, después de derribar varios árboles con su cuerpo, de tan fuerte que lo aventó.

Haciendo que sus cuernos al rojo vivo, al menos, la parte que estaba quebrada, se rompiera al tocar el agua casi helada de aquel bosque incendiandose, la que se evaporó, escuchando un grito de dolor que lo lleno de júbilo, relamiéndo sus labios, para recoger los trozos de cristal desprendido de sus cuernos, tres de ellos, pequeños pedazos, que su hermano encontraría útiles.

Escuchando los pasos de Minos, los portales que usaban los Gemini, tenía que irse, pero dudaba respecto a cual hermano se llevaría con el, tomando una decisión, Minos le causaría más problemas, Radamanthys, el carecería de la voluntad para negarse a ir por él.

—Vamonos, tu hermanito nos alcanzara muy pronto.

Le dijo a Minos, cargandolo en sus brazos, bebiendo un poco de su sangre, solamente un sorbo, para que perdiera el sentido.

—Estupidos Gemini.

*****

Kanon corrió tan rápido como podía, deteniéndose al ver el cadáver de Albafica en el suelo, el único que le mostró piedad, cuando dijo que habían robado a su amado, que le ayudo y quería tanto a Minos, que no se preocupó por sus heridas, por quien lloro lágrimas silenciosas, puesto, que lo consideraba su amigo.

El fuego lo quemaría, pero aún así, debían darle una muerte digna, a ese pobre hombre.

—Llevalo a la Jauría Saga, es lo menos que puedo hacer por el, y lo que sea que pasó, ya terminó.

Le dijo, caminando, deteniéndose al ver que Radamanthys estaba en el suelo, inconsciente, cubierto de heridas.

—Vinieron por tu hermano mi musa, por favor, no me odies por eso.

Le suplico, cargandolo en sus brazos, besando su frente, notando que parte de los cristales con los cuales estaban hechos sus cuernos, habían desaparecido.

—No lo soportaría, pero te juro que haré lo que sea para encontrarlo.

*****

Shura terminaba de destruir a cada una de las bestias y comenzaba a buscar a Radamanthys, que emergió inconsciente en los brazos de Kanon, el que caminaba junto a Saga, quien llevaba el cuerpo de Albafica en los suyos, el que al morir había tomado forma humana.

—¿Qué pasó? ¿Qué le ha pasado a su cuerno?

Saga se detuvo al escuchar esa pregunta, entregándole el cadáver de Albafica a uno de los lobos, para que le dieran una correcta sepultura.

—¿No preguntas por Minos? ¿El no te importa verdad?

Shura guardo silencio, el único que le importaba era Radamanthys, eso era todo y sabía, que Minos, no era más que una carga para su amigo.

—Minos es una mala persona, ha cometido cientos de actos injustos, Radamanthys no, el es únicamente un chiquillo.

Saga evitó que se acercara a la musa de su hermano, al que debía tanto, que debía pagarlo de alguna forma.

—El condenó a muerte a muchas personas por crímenes inexistentes en algunos casos, pero únicamente, si no conoces su historia.

Kanon asintió, esperando recibir ayuda de los licántropos, después de haber sido atacados con tanto odio, únicamente por ayudar a su amado y a su hermano.

—Todos y cada uno de ellos fueron partícipes de una quema de brujas, del asesinato de una mujer inocente, de una muchacha pura, dueña del corazón más delicado del mundo entero, ellos mataron a su madre, tenía que vengarse.

Shura negó eso, sin importar sus excusas, no debió asesinar a tantos aldeanos, el odio únicamente engendraba más odio.

—Lo dice quien vendió a mi amigo a esos monstruos, tú hiciste que Radamanthys asistiera a la mansión, no eres mejor que esas criaturas.

Kanon volteo a verle, quería una explicación, algo que le ayudará a perdonarlo.

—Atraparon a Kanon, me dijeron, que lo torturarian hasta enloquecer a mi hermano, y que cada día que yo les ayudará, ellos lo dejarían vivir, así que...

Kanon escuchaba cada palabra, comprendiendo porque se tardaron tanto tiempo en matarlo, porque Saga estaba comprando tiempo para él.

—Fue por eso que hice lo que hice, intentando salvar a mi hermano, pero aún así, trate de darle todas las comodidades que pude a Minos, hacerle creer que no era más que un mal sueño, pensando que eso era lo mejor.

Nunca podria perdonarse por ello, por no intentar escapar con ese muchacho en sus brazos, del que, sin darse cuenta, se había prendado.

—Pero comprendo, que merezco morir, merezco el peor de los infiernos.

Unicamente por lo que le había hecho a ese inocente, por dejarlo en las fauces de la bestia.

—Pero antes protegere a mi hermano y salvaré a esos niños de la locura de esas bestias.

Kanon le creía, de alguna forma le creía, ahora solo faltaba que su musa lo hiciera y pudiera perdonar a su hermano.

—Dare mi vida por proteger a esos niños, de cualquier peligro, aún el que se ve como un amigo, pero únicamente piensa en él.

Eso lo dijo mirando fijamente a Shura, esperando una respuesta de sus labios.

—Debemos llevar a Radamanthys a un lugar seguro, yo atenderé sus heridas.

 


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