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Los demonios de la noche. por Seiken

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Hypnos beso los labios de Milo antes de sentir el filo de una espada de plata hundirse en su pecho, en su costado, derramando su sangre en el suelo, frente a la mirada horrorizada de Milo, que siguió el filo hasta su dueño, el principe de hielo, Camus, el vampiro del que huía. 
 
El que retorció la espada en el costado de Hypnos, recibiendo un fuerte golpe de Milo, intentando apartarlo de su compañero, sintiendo inmediatamente un golpe tan fuerte que lo lanzó por los aires, haciendo que cayera contra un montón de pieles. 
 
—¿Pensabas que podías insultarme y salirte con la tuya? 
 
Hypnos cayó de rodillas, llevando una de sus manos a su costado, para gruñirle a Camus, intentando levantarse del suelo, para recibir dos tajos más en su costado, más aparte una patada en el rostro. 
 
Aún así, Hypnos era tan fuerte que sostuvo el tobillo de Camus, para lanzarlo lejos de ambos, sangrando, pero con la fuerza para defenderse, aún malherido, curandose a una velocidad acelerada.
 
—He escuchado mucho de ti, y todo es malo, Camus. 
 
Camus apretó los dientes, al mismo tiempo que sus colmillos sobresalian, escuchando varios aullidos mezclados con el chillido de un cerdo, y la voz gutural de un humano. 
 
—Ya llegaron... 
 
Pronunció sonriendo al escuchar una estampida de criaturas amorfas atacar la jauría, tomandolos por sorpresa, escuchando gruñidos, gritos, toda una pelea sin sentido. 
 
—Por alguna razón, él, te quiere con vida, pero yo me llevaré a mi ángel.
 
Respondió, clavando su espada en el hombro de Hypnos, al mismo tiempo que pateaba su cabeza, con suficiente fuerza para lograr que perdiera el sentido, llevándose a Milo en sus brazos. 
 
—¿Y te llamas a ti mismo un Dios? 
 
O eso pensó, porque Hypnos transformándose en lobo, volvió a levantarse, corriendo en su dirección, atacandolo, haciendo que depositara el cuerpo de Milo en el suelo, para evitar lastimarlo en el combate. 
 
Al mismo tiempo las bestias amorfas atacaban a la jauría, mordiendo todo lo que se ponía a su paso, furiosas e imparables, matando a tantos lobos que parecía no habría un mañana, hasta que, varios portales se abrieron, con más tentáculos monstruosos, con ojos y garras, de seres que salían de una dimensión pantanosa, para destruir a los enemigos de la jauría, que le había dado un lugar a Saga, para meditar su situación y esperar a su hermano. 
 
Io fue atacado por una de las criaturas al buscar a Kasa, sin encontrarlo por ningún lado, creyendo que se había marchado, que le había dejado solo enmedio de la carnicería, sin embargo, antes de que pudieran tocarlo, una figura tan rápida, como solo un vampiro puede serlo, lo quito del camino, salvando su vida. 
 
—¡Te he estado buscando todo este tiempo!
 
Se quejó, Kasa puso una mueca de culpabilidad al principio, para después besarle, dando el primer paso de lo que esperaba fuera una larga relación. 
 
—Pensé en escapar, pero no pude, no podía dejarte atrás mi amor, aunque te canses de mi, yo te pertenezco. 
 
Al mismo tiempo, Hypnos sostenía el brazo de Camus entre sus fauces, manteniéndolo en aquel sitio, y de estar su hermano presente, este ya le habría cortado la garganta. 
 
—¡Suéltame, maldito saco de pulgas! 
 
Le dijo Camus, su furia transformándose en hielo, hielo que golpeó las fauces de Hypnos, cientos de estalactitas que avanzaron por el suelo, desde el cuerpo del vampiro, que se había transformado en un verdadero principe de hielo, estalactitas que se convirtieron en lanzas, que atravesaron el cuerpo de Hypnos, que profirió un aullido de dolor, antes de caer en el suelo.
 
—¡Espero que tu agonía no tenga fin en el infierno! 
 
Lo maldijo, clavando una última vez la espada en el cuerpo de Hypnos, seguro que con eso ya nunca más podría levantarse. 
 
—Ahora mi ángel, es momento de regresar a casa. 
 
Milo trataba de levantarse, mareado y aturdido, recibiendo otro golpe en el estómago, que le robó el aire, y pronto la conciencia. 
 
—Y abandonar esta sucia pocilga. 
 
Sin más, en medio de la jauría, en una batalla que parecía de llevaría todas las vidas de sus habitantes, Milo desapareció en los brazos de Camus, que volvió a cabalgar su montura, alejándose, dirigiéndose a su castillo, al sitio que Defteros tan amablemente le ofreció, en lo que capturaban a los hermanos Walden. 
 
Thanatos llegó en ese instante junto a su hermano, que estaba inconsciente pero vivo, vivo gracias al vínculo que compartían, porque para que uno muriera, el otro también tendría que hacerlo, así que para matar a los dioses gemelos, debían caer los dos, al mismo tiempo. 
 
—¡Hypnos! 
 
Thanatos cargo a su hermano, para depositar su cuerpo en la cama, notando la sangre y la ausencia de su compañero, el que decía Manigoldo que sería su compañero. 
 
—¡Te vas a poner bien Hypnos! 
 
Pronunció, desesperado, al mismo tiempo que Saga usando el poder oculto de su sangre, los profundos de otras dimensiones, mataba a cada uno de los hijos de la madre de los monstruos, aquellos seres que amamantaba en sus pechos, pero no eran tan poderosos para enfrentarse con los seres que habitaban el abismo. 
 
—¡Se llevaron a Milo! 
 
Pronunció, Manigoldo, suponiendo que no lo buscarían, porque por el momento Thanatos estaba pendiente de su hermano, sin saber que habían tomado a uno de los príncipes y que esperaban por el otro, cuando este se sacrificara o ellos lo vendieran a cambio de la paz. 
 
Algunas horas después, la jauría apenas estaba recuperándose y el incendio había sido detenido entre Shura y Aioros, para evitar que los lobos perecieran incinerados. 
 
Io acariciaba el rostro de Kasa, después de haber sido salvado por el, al ser aceptado por su extraño amigo, que se mantenía a su lado. 
 
A quien mandó llamar Thanatos, sin que Manigoldo lo supiera, tampoco su hermano, que aún estaba inconsciente. 
 
Ambos fueron, deteniéndose frente al gigantesco lobo negro, en forma humana, sorprendiendose al ver que Manigoldo no estaba presente, puesto que aún lloraba la muerte de Albafica, y le juraba proteger a su amado, convencer a Thanatos de cumplir su palabra, o esta vez, jamás podría perdonarlo. 
 
—Vayan con esos gemelos, díganle a quien incendio el bosque, que no protegeré a los príncipes a cambio de su amistad, no dejaré que maten a los míos, para proteger a unos demonios. 
 
Kasa trago un poco de saliva, observando a Io, que no comprendía esa orden, no del todo al menos. 
 
—No quiero que Manigoldo lo sepa, no estará de acuerdo con esto. 
 
Io asintió, observando a Kasa, que también se marchó, siguiéndolo, obedeciendo sus órdenes, porque deseaba permanecer a lado de su lobo, de su amado pequeño.
 
—Haré lo que sea para que la jauría sobreviva. 
 
No podía enfrentarse con dos Gemini, ni con esos vampiros ancestrales con su hermano en aquel estado, lo que si podía hacer, era no intervenir, quitarle más caminos a ese príncipe de la oscuridad, para que fuera a los brazos de su amo.
 
—Myu, ven aquí. 
 
Un hada, una figura diminuta sobrevolaba ese cuarto, sus ojos de un solo color le daban un aspecto mucho más parecido al de un insecto, pero, se trataba de un excelente espía. 
 
—Dile a Verónica que prepare una poción del sueño, que se las dé a beber a los gemelos en la sopa, en el agua, en cada alimento que entre en contacto con ellos y a Manigoldo también. 
 
Recordaba las palabras de ese vampiro, deseaba al de ojos lilas, el que protegía al príncipe demoníaco, así que, le ofrecería su apoyo, para que Radamanthys comprendiera que estaba sólo, tal vez, hasta podría llevárselo como regalo a los nuevos monarcas, los regalos de sangre siempre eran aceptados. 
 
—Dile a ese vampiro, Aioros, que deseo conversar con él. 
 
Myu respondió algo que parecían solo murmullos, pero aceptaba sus órdenes, sin importarle el sufrimiento ajeno, únicamente, ser útil para sus amos.
 
—En privado... 
 
*****
 
—Kanon... 
 
Saga se sentó enfrente de su hermano, que no se había separado un solo centímetro de su musa, delineando sus cuernos, notando la punta que se había quebrado. 
 
—¿Porque son tan crueles? 
 
Kanon llevaba mucho tiempo sin llorar, pero allí lo estaba haciendo, un año lo torturaron a él y a su hermano, hicieron algo infinitamente peor con Minos, si lo que decía su hermano era una muestra, usaron el amor de Radamanthys por su familia, como un arma, y ahora, después de una paliza, de dañarlo de una forma inconcebible, quebrando sus cuernos, lo dejaron atrás, como si quisieran desesperar aún más a su amado, al saber que se llevaron aquel que no podía defenderse.
 
—¿Porque les hacen esto? ¿Porque parece que los odian así? 
 
Saga abrazo a su hermano menor, recordando esos días sirviendole a Aspros, comprendiendo bien que una bestia vivía en esa casa, que ellos se estaban comiendo la ciudad y que los jóvenes Walden eran sus presas.
 
—Porque no saben diferenciar el odio del deseo, y mucho menos, del amor, están tan enfermos que piensan que lo que hacen es amarlos, cuando es más cercano al odio. 
 
Saga acariciaba su espalda, seguro que Shura, o quien decía llamarse así, les observaba, protegiendo a Radamanthys del amor sincero de su hermano, pero únicamente actuaba en base a su odio, sus celos. 
 
—Pero su misma locura les hará equivocarse tarde o temprano, y ellos son fuertes, mucho más de lo que piensan, además, nosotros los cuidaremos, nos amén o no, dos antiguos los quieren, los aman... 
 
Kanon trato de sonreír, pero no podía hacerlo, temeroso de la reacción de su musa, cuando comprendiera que habían secuestrado a su hermano.
 
—¿Que son ellos a comparación de nosotros?
 
Le pregunto, suspirando, tratando de creer el mismo en sus palabras, en que podrían salvarlos de aquel destino, y evitar que los matarán. 
 
—No son más que unos pobres lunáticos, nada más... 
 
*****
 
Shura salió de la tienda, observando toda la destrucción a su alrededor, los lobos caídos, el llanto de Manigoldo, el humo en el bosque, caminando en cualquier dirección, escuchando con su oído vampirico las noticias, Hypnos estaba malherido, muchos decían que agonizando.
 
El recordaba otro campo de batalla, otra perdida, y otro pago a cambio de paz, de la piedad de los gemelos, un pago injusto a cambio de la vida de un inocente. 
 
Sisyphus lo traicionaria a la primera oportunidad, le daría la espalda si eso significaba que podía matar a su muchacho, así tendría el camino libre, en su ancestral mente desquiciada, maldiciendo esa inestabilidad que padecían con la edad, preguntándose si el no estaba loco también, su amor por Radamanthys, el cariño que le tenía, si acaso no lo confundía con su alumno. 
 
Tomando una decisión, los gemelos debían marcharse con Radamanthys, sólo así estaría seguro del peligro.
 
*****
 
Shura ingreso en la tienda en donde dormía Radamanthys, observando a los gemelos, demasiado frío, demasiado distante. 
 
—Deben irse cuánto antes, nos hemos quedado sin aliados, y estoy seguro que pronto venderán a Radamanthys. 
 
Kanon estuvo a punto de negarse, pero Saga asintió, tenía sentido lo que decían, ya habían demasiado bajas, si eran líderes sabios, los entregarían a sus enemigos. 
 
—¿Tú qué harás? 
 
Le pregunto a Shura, quien se había hecho con una espada, seguro de que tenía razón, debían escapar antes de que los vendieran a sus enemigos. 
 
—Darles tiempo, de aquí, hasta que Radamanthys madure por completo, deben mantenerlo seguro, entre los dos podrán hacerlo, son poderosos, demasiado. 
 
Kanon y Saga se miraron unos instantes, para después asentir, tenía razón, su musa estaba en peligro, pero aún así, no estaban dispuestos a abandonar a Minos. 
 
—¿Qué hay de Minos? 
 
Shura no quiso responderle, porque pensaba que ya había muerto, a menos que madurara por puro milagro. 
 
—¡Eres un monstruo! 
 
Pronunció Kanon, pero Saga le dijo que guardara silencio, para después decirse en voz baja, que no lo abandonaría en las manos de ese vampiro enfermo. 
 
—Debemos irnos de una buena vez. 
 
Saga tenía que planear la forma de matarlos, ya lo había hecho, pero nunca pensó que eso era posible y necesitaba a Kanon, el viejo Kanon, el embustero, el mentiroso, el embaucador, aquel que existía antes de su musa y mucho antes de pensar que podría convertirse en un pintor, cuando lo tacho de ser un degenerado que veía mucho a un niño, que era cierto, pero el niño creció y seguía amándolo.
 
—Si dejan que algo malo le pase, los mataré a los dos. 
 
Susurro Shura de pronto, con una voz peligrosa, de un asesino despiadado, como si pensara que abandonaría a su musa a su suerte.
 
—Kanon deja de perder el tiempo y vámonos. 
 
*****
 
Poco tiempo después, Aspros se dió cuenta de que su hermano había dejado el castillo en el momento en que lo hizo, seguro de que le traería a su conejito, pero cuál fue su sorpresa cuando con quién regreso no fue él, sino su avecilla. 
 
Defteros le observo en las escaleras, dándose cuenta de que lo pensaba un traidor, que le había dado la espalda.
 
—¡Hermano, mira! 
 
Le gritó, dejando a Minos en el suelo, enseñándole dos cristales, uno de ellos se lo quedaría el, por si las dudas.
 
—¡Tengo sus cuernos, el vendrá a ti, pero deberás dejarme tenerlos un tiempo, quiero envolvertelos de una forma especial! 
 
Aspros tocó los cristales suspirando, sintiendo la energía de su conejito, casi como si fuera el, haciéndole despertar en donde quiera que estuviera sin darse cuenta.
 
—¡Así que debemos apresurarnos con los preparativos de tu cumpleaños, la fiesta será hermosa, como tú te lo mereces! 
 
Y sería una muestra de su poderío. 
 
—¡Todo será perfecto! 
 

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