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Los demonios de la noche. por Seiken

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Defteros llevo los trozos del cuerno del conejito con un joyero y armero, para que los montará en un anillo, en un collar y en una navaja, la navaja tenía espacio para otra joya, la que le arrancaría a su avecilla cuando madurara. 
 
El controlaría a los dos demonios, en el supuesto de que su hermano le dejara demasiada libertad a su conejito, porque está siempre pudría las mentes de los esclavos y nunca terminaba bien para nadie.
 
—No te tardes, mi hermano espera por su regalo. 
 
Le advirtió al joyero, un vampiro pelirrojo, que simplemente asintió, ya tenía las piezas en donde guardaría las joyas, la daga, el collar y el anillo. 
 
Una daga con la forma de un diente afilado en donde colocó la piedra, un colmillo, un anillo con una calavera con un cuerno de cristal y un collar que aparentaba ser una serpiente enrollada, en cuya boca pondría la joya.
 
—No me tardaré mi señor Defteros.
 
*****
 
Radamanthys desperto cuando sintió esa energía ahogarlo, rodearlo en las sombras, comprendiendo que ya no estaban en la jauría, Shura no estaba con el, únicamente los gemelos Gemini, Kanon y Saga, el bastardo que vendió a su familia. 
 
Por un momento quiso atacarlo, cortarle la garganta, pero no pudo al escuchar la preocupación por su hermano, su pobre hermano que de nuevo había sido capturado por su incompetencia. 
 
Sólo, en las garras de esa bestia de piel morena, siendo violado, golpeado por el, porque ese ser había dejado de ser humano mucho tiempo atrás, no tenía piedad y no terminaría hasta quebrar a Minos, de tal forma que ya nunca más se atreviera a volar. 
 
—Albafica está muerto, Shura se quedó atrás para darnos tiempo de huir y dentro de poco ellos regresarán por tu musa, debemos estar preparados. 
 
Shura también había caído, eso significaba que pronto lo harían los dos gemelos, no le interesaba Saga, por el, ese bastardo podía sufrir el peor de los tormentos y se lo merecía, pero Kanon, el amable pintor que decía adorarlo, que le veía hermoso con aquella forma, que intentaba protegerlo, quien decía amarlo, no se merecía ese castigo, no se merecía morir. 
 
Y acaso Minos no lo había dicho, que no se detendrian hasta tenerlos, que la única forma de ser libres era matarlos, pero como se mataba lo que no podía morir. 
 
"Ven a mi" 
 
De nuevo esa voz, de nuevo ese sentimiento de manos sobre su cuerpo, de hundirse en la oscuridad y en la muerte, como si se ahogara. 
 
"Ven a mi" 
 
Saga salió a buscar leña, y Kanon, comenzó a preparar ese claro para que fuera un poco más cómodo, armando una tienda improvisada con sus capas de viaje, pensando que estaba dormido. 
 
"Ven conejito" 
 
*****
 
Defteros guardo su daga en su cinto, su ave aún dormía en su jaula, tenía tiempo de darle un estupendo regalo a su hermano mayor, que miraba el paisaje, sus manos detrás de su espalda. 
 
—Mira, un collar y un anillo que servirán para guardar tus cuernos, un regalo de tu hermano que te quiere. 
 
Aspros volteo recibiendo los regalos, eran hermosos, así que se los puso sin pensarlo, acariciando el cuerno de la calavera, tratando de obligar a su conejito a ir con el, como vio que ocurriría en su regalo de bodas, en el libro de los Walden. 
 
—Ven a mi conejito cornudo, pequeño cuerno, ven con tu amo. 
 
Le ordenó al cuerno, que brilló con energía propia, con un aura morada, resplandeciente, como una diminuta llama. 
 
—No dejes solo a tu hermano, el no soportaría vivir sin ti a su lado.
 
*****
 
Los ojos de Radamanthys cambiaron de color momentáneamente, con un tinte morado que los cubrió por completo, dándole el último empujón que necesitaba para huir, en medio de la noche, estirando sus alas para alejarse del suelo con un solo movimiento de estas, que llamo la atención de Kanon, que corrió al verle alejarse, tratando de usar sus tentáculos, pero siendo detenido por su padre, que lo llamo ante su presencia justo en ese momento, a él y a Saga, que aún recogía madera del bosque. 
 
Sin poder evitar que Radamanthys huyera, volando en la dirección de su hermano, que también era a donde se encontraba su amo, que lo esperaba en la cámara principal. 
 
Fue cuestión de minutos el tiempo que Radamanthys se tardó en llegar a donde se encontraba su castillo, aterrizando en los jardines, recuperando sus sentidos, admiro las puertas monumentales, avanzando con un paso firme. 
 
*****
 
Defteros no había cambiado la ropa de su avecilla, ni le había mandado a dar un baño, únicamente esperaba porque despertara, acostado en el suelo con una postura que le recordaba una princesa en desgracia, una postura casi teatral, con un collar unido a una cadena dorada en su cuello, que terminaba en un grillete, en la muñeca de su amo. 
 
Al escuchar el aleteo y el pesado cuerpo de Radamanthys aterrizar en el patio del castillo, supo que todo estaba bien, que tomo la mejor decisión, porque, que había más satisfactorio que la presa llegara a tus fauces por su propia voluntad. 
 
Aspros dió un solo paso en dirección de la única entrada al castillo, sus ojos bien abiertos, espectante, observando como Radamanthys, con su apariencia inhumana ingresaba en el castillo, sus cuernos resplandeciendo en la oscuridad, sus alas, aún sus garras, era perfecto, como si su primer conejito si hubiera logrado sobrevivir y ahora regresará a sus brazos, como un hombre hermoso e inhumano. 
 
—Conejito... 
 
Pronunció con una voz anhelante, dando un paso más, estirando su mano en su dirección, llamando la atención de Radamanthys, que le observo con odio y desagrado, buscando a Minos con su mirada, notando que estaba en el suelo, a los pies de Defteros. 
 
—¡Minos!
 
Grito, prácticamente corriendo en su dirección, para sostenerlo entre sus brazos, su odio por Defteros mucho más visible aún. 
 
—¿No intentaras matarnos, diablo cornudo? 
 
Radamanthys desvió la mirada, no había llegado para matarlos, no estaba en condiciones para pelear con ellos, había llegado para que Minos, su pobre hermano, no estuviera solo en esa prisión, al menos así, esperaba que mantuviera su cordura. 
 
—No... vengo a suplicar piedad... 
 
Eso era diferente, una mejor actitud que aquella que habían tenido hasta ese momento, tratando de huir, escapar, sin comprender que eran un insecto atorado en la tela de una araña. 
 
—Pues mi hermano se siente muy solo, ha estado demasiado olvidado, muy mal atendido, así que, no es a mi a quien debes encontentar, es a él, a mi pobre hermano mayor, no es así Aspros. 
 
Aspros asintió, una sonrisa formándose en sus labios, al ver que Radamanthys asentía, aceptaba esa orden, e intentaba levantarse para pedirle piedad. 
 
—No, conejito, ven a mi, pero de rodillas, demuéstrame que tanto sientes el haberme roto el corazón. 
 
Radamanthys no se movió ni un apice, escuchando como Minos comenzaba a despertar, Defteros llevo una mano a su rodilla, recargandose en sus nudillos. 
 
—Les ofreceremos lo mismo que la vez pasada, seremos tan buenos, como ustedes lo sean con nosotros, pero si nos hacen enojar o intentan escapar de nuevo, les haremos ver el castigo que su hermano sufrirá, en nuestras manos, en pocas palabras, si vuelves a herir a Aspros, Minos lo pagará muy caro. 
 
Radamanthys se arrastró para llegar a los pies de Aspros, llevando su cabeza al suelo, a punto de repetirle que tuviera piedad, que no dejará que lastimaran a su hermano, pero no pudo decir nada cuando el vampiro sostuvo su cuerno, elevando su rostro con fuerza, dejándolo a la altura de sus caderas. 
 
—No te creo Radamanthys, yo te trate con respeto, aún en la mansión, cuando no eras más que un mocoso petulante, yo trate de atenderte para darte algo de comodidad, pero tú escapaste y ahora, debes convencerme de tu buena fe, de tu cambio de actitud, compláceme con esa boca que usarías para mentirme. 
 
Minos acababa de despertar, llevando una mano a su cuello, al notar la cadena, siguiéndola hasta toparse con la mirada de Defteros, una plagada de lujuria. 
 
—Ven aquí, llevo mucho tiempo sin sentirte. 
 
Defteros jalo con fuerza, haciéndo que se levantará de un salto, deteniéndose cuando vio a Radamanthys a los pies de Aspros.
 
—Radamamthys... 
 
Su hermano menor volteo a verlo, cerrando los ojos, para comenzar a desabrochar los pantalones de Aspros, como si fuera a darle una felación justo en ese lugar.
 
—Tu hermano vino aquí para pedir por tu seguridad, y hemos aceptado su oferta... 
 
Minos se negó a moverse, sin comprender que era lo que estaba pasando, sintiendo que lágrimas se escurrían de sus labios. 
 
—Seremos tan dulces con ustedes, como ustedes lo sean con nosotros, pero si intentan escapar de nuevo, serán castigados y los obligaremos a ver cada instante de eso. 
 
Defteros siguió jalando su cadena, para obligarle a Minos a sentarse en sus piernas, quien intentó alejarse del vampiro, que inmediatamente llevo sus manos a sus caderas, para besar su cuello. 
 
—No sabes cómo te he extrañado... 
 
Radamanthys volteo a ver a Minos, escuchando sus intentos por separarse de Defteros, desesperandose, pero eso lo único que lograría sería que fuera castigado. 
 
—No hay forma de escapar, no hay forma de detenerlos, Mu tenía razón, solo estábamos alargando lo inevitable, pero si nos rendimos y somos buenos con ellos, ellos lo serán con nosotros, Minos, tu mismo lo dijiste, no podemos escapar. 
 
Radamanthys entonces prosiguió con su felación, tratando de imaginarse que Minos no estaba presente, que no habían sido derrotados, llevando sus manos a sus caderas, sin saber, que en parte hacia eso, porque los pedazos de sus cuernos estaban en las manos de sus enemigos, respondiendo a sus deseos ocultos. 
 
—¡No, Radamanthys, huye, vete, solo lárgate! 
 
Le gritó, sintiendo como su ropa vencía ante las manos de Defteros, que iba besando la piel que iba descubriendo. 
 
—¿Qué te han hecho? ¿Qué le han hecho? 
 
Aquello lo dijo con tanta desesperación que por un momento Radamanthys intentó alejarse de Aspros, pero este, sosteniendo su cabeza, le obligó a proseguir, mirándole fijamente, sin perderse ni un solo instante de su inhumano conejito cornudo complaciendolo con su boca. 
 
—Ha comprendido lo que tú pronto entenderás, no pueden huir de nosotros avecilla, no los dejaremos ir, así que es mucho más fácil, rendirse, aceptar nuestro amor, ahora que aún podemos ser amos comprensivos. 
 
Minos llevo sus manos a las muñecas de Defteros, intentando soltarse, cuando comenzó a recorrer sus muslos, sentandolo para que pudiera ver como su hermano complacía a su amo, le viera sucumbir. 
 
—¡No es verdad! ¡Ustedes le han hecho algo! ¡Radamanthys! 
 
Grito, negándose a gemir, con el vampiro acariciando su entrepierna, después de amarrar sus muñecas con su cadena, para que no intentará seguir peleando con el. 
 
—¡Basta! ¡Por favor, basta! 
 
Comenzó a gritarle a Aspros, que embestía la garganta de Radamanthys sin miramientos, sosteniéndolo de ambos cuernos, sus ojos enfermos, repletos de lujuria, observando cada detalle de su hermano a sus pies. 
 
—¡Radamanthys! 
 
Defteros hacia oídos sordos de sus gritos desesperados, acariciandolo con fuerza, su cuerpo respondiendo al de su amo vampiro, debido al veneno de su mordida, no porque el lo deseara o disfrutará de sus caricias, simplemente, no podía luchar con la maldición, si se creía el culpable de aquella pesadilla. 
 
—Mi conejito cornudo, te he extrañado tanto... 
 
Pronunció Aspros después de una eternidad para los ojos de Minos, derramandose en su boca, haciéndole tragar cada gota de su semilla, dejándolo recuperar el aire, momento, en el cual Radamanthys regreso en si, observando como Defteros acariciaba a su hermano, sus pectorales, retorciéndo sus pezones, al mismo tiempo que lo embestía sin misericordia en ese trono de piedra. 
 
—¿Minos? 
 
Pregunto, observando a Aspros, que al ver que su hermano no perdía tiempo y ya poseia a su avecilla, se rió entre dientes. 
 
—Parece que mi hermano no tiene suficiente de Minos... 
 
Radamanthys llevo entonces su mano a su boca, notando el sabor y la sustancia que la manchaba, era semen, comprendiendo que mientras el complacía a Aspros, de alguna forma, había dejado que violaran a su hermano, sin hacer nada al respecto. 
 
—Y yo tampoco... 
 
Radamanthys retrocedió, al comprender que esa pesadilla apenas había comenzado, pero al menos, no volverían a lastimar a Minos, a golpearlo, o lastimarlo con el látigo, torturarlo hasta que perdiera la razón, si era bueno, su hermano mayor estaría a salvó. 
 
—De ti... 
 
*****
 
Kanon grito el nombre de Radamanthys y convocó a sus sirvientes, tratando de detenerlo, sin embargo, su padre lo evitó, transportando a sus retoños a su dimensión, al pantano de criaturas reptantes que no podrían ser descritas por palabras humanas. 
 
—¡No!
 
Kanon grito, comprendiendo bien a donde iba a Radamanthys, lo que Shura no entendió, porque no tenía hermanos, a nadie que amara, no como ellos, que sabían que nunca se dejarían solos, que Radamanthys no podía soportar la idea de Minos sufriendo solo.  
 
—¿Porque has hecho esto? 
 
La criatura que era su padre, cuyos ojos flotaban en un negro mar de tentáculos no se vio afectado por su dolor, aunque, estaba dispuesto a darle las herramientas a sus retoños de hacer lo que debían, para proteger a sus futuros consortes, porque, no dejaría que lo derrotaran. 
 
—Si van en este momento, no serán más que comida de vampiro, moriran sin remedio. 
 
La voz acuosa les advirtió, enseñándoles algunas posibilidades, en donde ellos perdían la batalla con sus enemigos. 
 
—Por eso los traje aquí, para que aprendan lo que no podrán en la tierra que habitan. 
 
Kanon observó a Saga, quien también parecía sorprendido, sin comprender muy bien lo que acababan de ver, pero seguro de que tenía razón, ellos serían derrotados y si perecian, los príncipes, estarían condenados.
 
—Un año aquí, es un día en su tierra, necesito veinte días de su dimensión para enseñarles lo que deben saber, para prepararlos para la lucha que se avecina, para que ganen y obtengan el tesoro que significan los herederos de Hades, pero quiero su respuesta, su completa sumisión, antes de perder mi tiempo con ustedes. 
 
Su padre guardo silencio, esperando su respuesta, comprendiendo que era una decisión difícil, pero que tomarían el camino correcto al final. 
 
—Vamos hijos míos, cuál será su respuesta. 
 

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