Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Los demonios de la noche. por Seiken

[Reviews - 92]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Minos no pudo dormir desde que dejó que su hermano creyera que había sido culpa suya lo ocurrido hasta ese momento, sentía la mirada divertida de su amo, que no menciono nada del buen o mal hermano, pero si le pareció divertido su actuar.

Podía ver al otro lado del jardín a su hermano, caminando a lado de Aspros, quien sonreía contándole alguna historia de su pasado, o algunos planes para el futuro, deteniéndose de pronto para acariciar su mejilla, y besar sus labios.

-¿Tan rápido lo rompieron?

Le preguntaron a sus espaldas, un hombre rubio, que le miraba fijamente, un hombre joven, tan joven como ellos, cuya energía vital le pareció desagradable de alguna manera que no alcanzaba a comprender.

-¿Quién eres tú?

Le pregunto, dándole la espalda, observando a su hermano, sentarse a los pies de Aspros como si se tratara de una mascota, haciéndole fruncir el ceño, cuando vio que sus ojos brillaron de un color extraño, tal vez un reflejo de la luz ambiental, pero no estaba seguro.

-Milo, Camus quiere convertirme en su mascota, y yo no lo permitiré.

Minos despreciaba a las personas como ese Milo, tan presuntuosas, tan carentes de sensibilidad o de respeto por los demás.

-No me veré cómo ese pobre idiota de allá enfrente.

Minos volteo y por un momento quiso golpear al intruso, tal vez para sus ojos inexpertos su hermano estaba roto, para él, algo le habían hecho, lo controlaban como a una marioneta, y eso tenía que ver con los trozos perdidos de su cuerno, no lo sabía de manera consciente, pero lo intuía.

-¡No te atrevas a insultar a mi hermano!

Milo simplemente sonrió, cruzándose de brazos, así que este era el segundo príncipe, por quien este otro se comportaba como un vil esclavo sin voluntad.

-Pues tú y tu hermano son unas putas muy caras y exóticas, tanto como yo, supongo.

Minos guardo la calma, mirándole de pies a cabeza, buscando alguna anomalía, a lo que Milo simplemente se rio, levantándose de su asiento, para rodear al otro príncipe, notando su alas a su espalda.

-Muy bonitas, parecen alas de ángel, aunque solo eres un demonio, no es verdad, yo soy un ángel, o eso dicen que soy, pero si me salgo con la mía, les enseñaré el infierno.

Le dijo, tocando una de las alas de Minos, que ya no crecían, necesitaba otro empujón para cambiar, Defteros lo sabía y creía que ver así a su hermano, se lo daría.

-Y tú podrías ayudarme, antes de que nos veamos como el, podríamos escapar, además, podemos llevárnoslo con nosotros.

Prosiguió charlando con él, esperando que Minos aceptará su propuesta, haciéndole sonreír, necesitaban toda la ayuda posible.

-Yo no me iré sin mi hermano, así que te ayudaré con esa condición, lo único que deseo es llevarlo conmigo a un lugar seguro.

Esa era su petición y aunque hubiera deseado atacar a Milo, para que no insultara a su hermano, bien sabía que Defteros lo vigilaba a cada paso que daba, así que iniciar un combate con ese supuesto ángel llamaría su atención, un acto descuidado, como muchos otros, que ya no podía seguir realizando.

-Esperaba escuchar eso.

Milo simplemente se fue, dándole la espalda, dejándolo solo, sentado en ese jardín, observando a su hermano en compañía de su amo, que actuaba como embelesado, sin prestarle atención a nada más que a Radamanthys.

-Perdóname...

*****

Mu sintió un cambio en el ambiente, estaba a lado de su toro, que aún encadenado, yacía desnudo en la cama, recuperándose de sus actividades recientes, de su orgasmo.

-Creo que ese otro toro ha muerto...

Susurro, al sentir el grito del cosmos de Kiki, su desesperación atravesando planos de existencia, sintiendo pena por él, pero nada más, ese hombre era fuerte, era ágil, era seguro que no se detendría hasta lograr cualquiera de sus propósitos, en este caso fue encontrar la muerte.

-¿Qué ha dicho?

Aldebaran intento levantarse a pesar de lo pesadas que eran las esposas que lo mantenían quieto, preguntándose si acaso todos aquellos que tuvieran que ver con ellos, perderían la vida.

-Kiki grito su desesperación, él ha muerto, su toro... si gigante, su pequeño.

Aldebaran cerró los ojos, así que no pudo llegar ayuda a los príncipes y ese guerrero había muerto antes de que pudiera lograr su propósito, no muy lejos de allí.

-Al menos es libre de sus cadenas...

Respondió Aldebaran, observando las suyas, preguntándose si acaso no era mucho mejor simplemente romperlas y ver el cielo diurno, el amanecer, para que borraran su existencia.

-¿De qué estás hablando?

Mu al escuchar esas palabras quiso saberlo, tomando a su pequeño del cabello, para que pudiera verlo a los ojos, quien parecía dolido por esa muerte y avergonzado por su traición.

-Las cadenas de Harbinger eran físicas, y ya está libre de ellas...

Mu no usaba demasiada fuerza para que su toro le observara, no era necesario, de alguna forma, aún era obediente.

-Yo... conmigo son una mezcla...

Pronunció levantándose, mostrándole sus cadenas, con una expresión triste, melancólica, que hizo que Mu quisiera besarle, arrebatar ese dolor de su muchacho.

-Las suyas son psíquicas... yo soy su cadena y yo soy quien le ha convertido en alguien que no es usted, que no es mi dulce maestro, sino un ente que no medita sus acciones, que no le importa el sufrimiento de los demás, que lo ha transformado en algo diferente, por completo, su amor por mi le ha destruido, y eso es algo que nunca me podré perdonar.

Mu negó eso, era la misma locura que Shaka le había dicho antes, algunos años atrás, con la misma seguridad que usaba su pequeño, que regreso a la misma postura de antes, con las cadenas en sus muñecas.

-No puedo vivir sin ti, no me digas que viva sin ti, mi pequeño, porque no puedo hacerlo, y aunque no sea humano, aunque haya traicionado a esos dos demonios, lo hice por tu bien, por nuestro bien, por favor, debes entenderlo, no quiero vivir sin ti.

Aldebaran lo entendía, así que era su culpa la situación que vivía su amado maestro, su amor por él lo había contaminado y ahora no era más que un monstruo, pero uno al que seguía amando, contra el que no podía levantar una sola mano, pues era su todo, sin embargo, si dejaba de existir, tal vez, al liberarlo de sus cadenas, podría recuperar su honor, su bondad, ser quien fue antes de conocerlo.

-Yo lo entiendo maestro y acepto la culpa de su caída, pero no me pida estar contento por ello, porque sé que tan bueno era, antes de corromperlo con mi presencia.

Aldebaran finalizó, cerrando los ojos, dándole la espalda, no lloraría, porque eso le dolería a su maestro, pero encontraría la forma de liberarlo de su carga, de cualquier forma, Mu renacería cuando el dejará de existir.

-Y lo siento tanto, que en verdad creo que habría sido mejor que esa cosa me devorará, así no habría pasado esto.

Mu negó eso, acariciándolo por la espalda, haberle encontrado era lo mejor que pudo pasarle y de saber que su pequeño se preocuparía tanto por sus acciones, por mantenerlos a ambos juntos, por toda la eternidad, le dolerían tanto, no lo habría hecho, pero ya era tarde y su pequeño debía comprenderlo.

-Aldebaran, eres al único que amo y de alguna forma, haré que olvides esas extrañas ideas, porque eres lo mejor que pudo haberme pasado.

Le dijo a su toro, besando su frente, alejándose de su pequeño, que se quedó quieto en su cama, en completo silencio, esperando que el sol de la mañana calcinara sus huesos para liberar a su maestro de su carga, preguntándose si aquel que había salvado a Harbinger era Shaka, y si era el, si se atrevería a mostrarle piedad a ambos.

-Lo siento tanto...

*****

Minos regreso a su habitación en silencio, después de conversar con Milo y ver a su hermano a los pies de Aspros, seguro de que estaba haciendo lo correcto, si su hermano le odiaba en ese momento, no podría salvarlo, pero si aguantaba la culpa el tiempo suficiente para escapar, podría soportar su odió.

—No pensé que fueras capaz de hacer algo como eso, de mentirle así a tu hermano, únicamente para no cargar con la culpa...

Minos vio al vampiro recostado en su cama, sus brazos cruzados delante de su pecho, en una postura exageradamente cómoda, usando sus almohadas como un respaldo.

—No soportaría que me odiara, pero tú qué sabes sobre eso, tú que usaste a Aspros para vivir tranquilo, sin importarte su dolor, ni su desdicha.

Defteros se levantó de la cama con una sonrisa de medio lado, dio varios pasos y se detuvo junto a Minos, deseoso de verle retroceder angustiado, pero se mantuvo firme, observándolo con esos ojos de ave de presa.

—No me digas que no pudiste hacer algo por él, intentar escapar, convencer a tu amo de ser su esclavo, compartir esa pena, pero no hiciste nada, porque te gustaba la placentera vida que tenías a costa de tu hermano.

Defteros negó eso, esa ave estaba transformando lo que pasaron en algo mucho peor, convirtiendo su cautiverio en algo diferente, cuando lo trataron como a un animal, cuando apenas podía ser visto, solo por su hermano en la mayoría de las veces, haciéndole enfurecer.

—Yo no soy como tú, yo sí soy un buen hermano, que servirá tus sucios propósitos, únicamente para estar a su lado, porque sé que algo le hiciste, tú tomaste sus cuernos, pero no entiendo que logras con eso, tal vez... tal vez por eso les obedece.

Susurro para sí mismo, odiándose por bajar la guardia, porque Defteros tenía razón, él era el mayor y debía proteger a su hermano, se lo suplico su madre, en su lecho de muerte, le pidió que no lo dejará solo hasta que su padre fuera por ellos.

—No te conviene hacerme enojar avecilla, porque si bien insisto que hay bondad en ti, que te pareces a mí salvador, también puedo lastimarte, podría matarte en este instante, aunque te amo, juez Minos, pero no lo hago porque te deseo, porque tu muerte, destruiría la cordura de tu hermano.

Minos sonrió, asintiendo, con una mueca lejana a la cordura, señalándolo con el dedo, acercándose algunos pasos, comprendiendo bien que Defteros, mientras su hermano estuviera al cuidado de Aspros, no podía hacerle daño, ambos, tenían las manos atadas, pero no por mucho.

—Hazlo, mátame, enloquece a mi hermano, para que el tuyo caiga con él, es más, sería mucho más humano que matarás a mi pobre Radamanthys, salvando su alma condenada del Averno, enloqueciendo al tuyo, al quitarle su juguete, porque Aspros usa como un bastón, una forma de mantenerse de pie a su conejito...

Defteros no dijo nada, simplemente colocó una de sus manos en el cuello de Minos, la otra en su barbilla, esperando asustarlo con ese contacto, y tuvo el impacto que esperaba, él estaba aterrado, pero no se movió, no hizo nada, porque no podía darse el lujo de ser débil, como lo había sido desde que Defteros lo atacó esa primera vez, esperando un milagro, un héroes que llegara a salvarlo, recordándose a sí mismo escribiendo esa carta que decía que necesitaba ayuda, la que hizo que su buen hermano menor fuera a su encuentro, para brindarle ayuda, ayuda que él no le dio hasta ese instante.

—Tu hermano... ese que sufrió tanto que ya no es más que un demente, que imita a su amo para ser fuerte, pero no es más que un niño con el cuerpo de un inmortal, lo sé, por la forma en la que juega con mi hermano, a veces como si fuera una mascota, en otras un muñeco y en otras un objeto sexual, pero no una persona, porque el mismo se ve como ese mocoso que llegó contigo a ese infierno, no es verdad, sigue siendo el mismo y por eso tú escondes tu verdadero ser de Aspros, porque sabrá que tanto te falló de comprender la verdad.

Su hermano no era como los demás y se había esforzado demasiado en lograr parecer un hombre común, el en presentarlo como el hermano dominante, como el que comandaba, porque en parte así era, cuando su hermano estaba bien, era un hombre astuto, seguro de sí mismo, pero cuando recaía, como en esos momentos de debilidad, no era más que un niño, sin embargo, él estaba allí para cuidarlo, para darle lo que necesitaba, para mantener su frágil mente en su sitio.

—Ustedes dos no son más que una mascota, príncipes, un juguete en nuestras manos, por lo que no te permitiré hablarme de esa manera.

Minos se mantuvo firme, podía azotarlo, beber de su sangre, pero nada más, no lo destruiría, se había esforzado demasiado en capturarlo.

— ¿Qué harás que no hayas hecho ya?

Le pregunto, haciéndole recordar a él mismo cuando asesino al conejito de su hermano, cuando el senador quiso castigarlo por ello, pero no se atrevió, porque eso implicaba que Aspros dejaría de obedecer y le gustaba demasiado para tener que cambiarlo por otro.

— ¿Matarme? ¿Violarme? ¿Herir a Radamanthys?

Le pregunto, aún firme, aunque si estaba asustado, Defteros debía saberlo, porque se rio al ver su actitud, para golpear su rostro con el dorso de la mano, con tanta fuerza que se aturdió de momento.

— ¡Puedo hacerte mucho daño Minos!

Le respondió, pero Minos en el suelo, limpiando la sangre de su rostro, fingió una sonrisa, con los dientes manchados de sangre, después, una carcajada.

—Pero nada que me haga obedecer, ya no, ya has hecho todo lo que podías para quebrarme y no lo lograrás, en cambio, si me lastimas, Radamanthys sabrá que lo hiciste y será huraño con tu hermano, no hará feliz a Aspros.

Pronunció, levantándose, esperando un nuevo golpe, el que vino con un azotan en contra de una columna y después, otro más, cuando cayó sobre su cama.

— ¡Está rebelión me enciende avecilla, y me excita mucho más extinguirla!

Le dijo, avanzando a la cama, arrancando la ropa de su cuerpo, con fuerza, riéndose al verle en ese lecho, levantándose para buscar más pelea.

— ¡Te enseñaré modales, avecilla, para que no vuelvas a burlarte de tu amo!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).