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Los demonios de la noche. por Seiken

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Cabalgaron por demasiadas horas, cambiando turnos, sin detenerse un solo instante para descansar o comer, con dos de ellos montando guardia a cada instante.

Radamanthys todo ese tiempo y debido a que su única arma ya no tenía balas, se dedicaba a tratar de mantener a su hermano con cierta comodidad, el que aún en ese estado iba recuperando la fuerza perdida.

El convento que Shura señaló era un edificio casi derruido a la mitad de un lago, invadido por las plantas, el que no parecía tener vida en su interior.

—Hemos llegado.

Radamanthys no dijo nada ni declaró sus dudas, puesto que ese lugar no se veía nada seguro, ni siquiera cómodo, pero confiaría en su viejo amigo, el que ya le había salvado dos veces.

—Aldebaran, lleva a Minos al interior del convento, mis hermanos ya saben qué hacer con una persona en su condición.

Asintieron, Mu sin esperar a escuchar cualquier orden suya ingreso junto a su compañero de armas, para asegurarse de que Minos tuviera una buena atención, retirando el collar que Radamanthys le hubiera colocado, para guardarlo en su bolsillo.

Shura entonces introdujo la carreta en el agua para ocultarla, para liberar poco después a los caballos, dándoles una palmada en los cuartos traseros para obligarlos a seguir corriendo.

—¿No crees que podamos necesitarlos después?

Shura negó eso, en el convento había mejores vehículos, junto a sus caballos, lo que tenían que hacer era de alguna forma, borrar las huellas o hacerlos creer que se habían dirigido a otra parte.

—No nos quedaremos aquí por mucho tiempo, los gemelos que los atacaron son muy peligrosos.

Le dijo guiándolo a donde sabía estaba la entrada del convento, Radamanthys no tenía buen aspecto, la preocupación y la falta de sueño estaban haciendo mella en su salud.

—¿Saben quiénes son?

Lo sabían y temían que, de no encontrar la forma de proteger a los hermanos, estos terminarían irremediablemente muertos o algo mucho peor.

—Me temo que sí, pero lo mejor es que a ti también te atiendan los médicos, no te ves nada bien.

El convento estaba rodeado por una laguna de agua bendita, protegida la entrada por dos estatuas de ángeles, como si estuvieran rezando, símbolos poderosos le rodeaban, pintando las paredes con ellos, de tal forma que sus enemigos o cualquiera que no hubiera sido invitado, era incapaz de verle siquiera, mucho menos entrar.

—No he dormido en varios días, y apenas he comido algunos bocados, debe ser eso.

Shura asintió, seguramente se trataba de eso, aun así, paso dos días en esa mansión y aún seguía con vida, esa era una muy mala señal, porque significaba que lo deseaban vivo, tal vez por su sangre, o su energía, lo que fuera necesitaban tener precauciones especiales para salvar su vida.

—Supongo que al único que viste fue al hombre del bastón, el que aparenta ser un anciano.

Radamanthys tomo el asiento que Shura le indicaba, asintiendo, de los dos hermanos únicamente había visto a Kanon, el mayordomo, tomando un pedazo de pan de la mesa, en realidad estaba hambriento.

—Al único que vi fue a Kanon, pero la criatura que perseguía a mi hermano dijo que él tendría a Minos, ese anciano me tendría a mí, que éramos sus conejitos.

Shura sirvió entonces dos vasos con vino, acercándole un buen plato de estofado, Radamanthys tenía que recuperar su energía, eso era lo mejor, su palidez era inusual en su amigo, que se trataba de uno de los hombres más fuertes que había conocido.

—Su nombre no es Kanon, es Aspros, el otro se llama Defteros, son gemelos nacidos en la época de la antigua roma, son hijos directos del gran maestro, son vampiros especialmente poderosos y habían estado perdidos por los últimos siglos, algunos llegaron a pensar que fueron ejecutados, pero, aparentemente aun siguen entre nosotros.

Radamanthys llevo una mano a su cabeza, mesando su cabello, pensando que al menos habían logrado escapar de esos dos monstruos, preguntándose porque no lo atacaron a él, si lo que decía Minos era cierto, y le hicieron regresar a la mansión.

—¿Por qué atacar a Minos? ¿Por qué llevarme con ellos?

Shura suponía que la respuesta era obvia y Radamanthys trataba de ignorar la realidad, su madre era una bruja, una especialmente hermosa, que, aunque se había casado con un juez de la iglesia, decían que su verdadero esposo era un demonio.

—Este collar es un regalo del señor del Inframundo, un demonio poderoso que protege a sus hijos con estas reliquias.

Esta vez era Mu, quien se había quitado la capucha, en una de sus manos traía un libro demasiado pesado para poder cargarlo con una sola mano, en la otra tenía el collar de su hermano.

—Porque las criaturas de la noche generalmente respetan a quienes los portan, creyendo que cuando el señor del Inframundo vuelva a la vida, serán castigados de atreverse a lastimar a su progenie, como ustedes dos.

Radamanthys guardo silencio, aun conservaba su mochila, en ella el libro de su madre, el que había leído a medias, porque no entendía la mitad de lo escrito en él, porque se trataba de una lengua extraña, garabatos inteligibles, demasiado extraños para poder ser considerados como una letra o una palabra, pero lo eran.

—Pero ellos han ignorado este collar de protección, supongo que su sangre debe ser especial, la energía que recorre su cuerpo y supongo que al ser ustedes dos hermanos, como ellos, decidieron quedarse cada uno al que más le gustaba.

Mu hablaba con demasiada tranquilidad, como si lo que acababa de pronunciar no fuera una locura, ni tuviera que ver con la seguridad de su hermano y la suya, porque dos vampiros, en los que suponía no debería creer, de no haberlos visto con sus propios ojos, deseaban alimentarse con ellos.

—El pueblo que señala a su familia como la de unos demonios ha sufrido varias bajas, todos ellos se veían como un cadáver de varios años, una criatura retorcida, seca, como una momia, pero Minos apenas está debilitado y se esta recuperando a una velocidad imposible para ser solamente un humano.

Probablemente tenía razón, Minos con unas cuantas horas de sueño y un poco de comida se sentía mucho mejor, pero eso que tenía que ver con su madre que era una delicada criatura, tal vez con su padre, que siempre había sido un hombre muy fuerte, pero seguramente no tenía nada que ver con lo que Mu señalaba.

—¿Cómo si fuéramos ganado?

Podía verlo así, los veían como si fueran un aperitivo bastante sabroso y nutritivo, supuso Mu, notando que trataba de desviarse del tema de su padre, el señor del Inframundo.

—Son atractivos a la vista, tienen una coloración muy rara, sus ojos tienen un cierto fulgor en la oscuridad, que a veces puede pasar desapercibido pero está ahí, tienen media sangre, eso hace que su energía sea diferente, tal vez, se mantenga después de morir, si ellos deciden transformarlos en sus sirvientes.

Radamanthys comenzaba a sentirse incómodo al ser catalogado de una forma tan fría, como si fuera un caballo, un animal, no una persona.

—Para ellos podrían ser algo parecido a un ave del paraíso, una mascota diferente a las demás y puedo ver qué es lo que les llama la atención en ustedes, de ser ellos, yo también los conservaría a mi lado.

Mu era un medio vampiro, su madre había sido atacada durante los últimos meses de su embarazo, haciendo que su retoño mantuviera algunas de las características de la criatura que le transformó en algo más y aunque en ocasiones la sed era terrible, podía controlarla en gran medida gracias a Aldebaran, sin embargo, el comprendía la forma de pensar de uno de sus enemigos hasta cierto punto.

—¿Estás diciendo que planeaban convertirlos? ¿No sólo alimentarse de ellos?

Pregunto Shura, su semblante cambiando por uno de completa preocupación, bebiendo un trago del vino.

—Minos necesitaba el beso final para ser transformado, Defteros le ha poseído y no lo mató desde el principio, por lo que supongo, que debía controlarse para beber lo suficiente para debilitarlo, pero sin llevarse su vida en el proceso.

Radamanthys se bebió entonces todo el vino de un solo trago, realmente lo necesitaba, se dijo, llevando una mano a su cuello, el que comenzaba a molestarle, como si hubiera pasado mucho tiempo en una postura incómoda.

—Aspros se veía como un anciano y eso quiere decir una cosa, hasta hacía poco tiempo, estaba debilitado, pero se ha recuperado asombrosamente.

Mu sabía que los hermanos habían sido desterrados por su maestro tras cometer un acto de traición en su contra, pero como eran sus hijos no podía matarlos directamente, pero había una forma de hacerlo, encerrarlos en alguna cripta, en algún mausoleo, en alguna parte del mundo para debilitarlos y que murieran de inanición o al tratar de alimentarse de los humanos, que comenzarían a cazarlos.

—Minos me dijo que Defteros ha cambiado, porque la primera vez que lo atacó tenía una apariencia cadaverica, dientes y ojos sumidos, una criatura espantosa que mató a su amante frente a sus ojos, para después atacarlo a él, se veía como la cosa que me atacó a mi cuando salvaste mi vida la primera vez.

Esa información confirmaba sus sospechas, Defteros, debilitado y medio loco, logro salir de su prisión, encontrando al hermano mayor, al juez Minos, como si fuera un gran tesoro, del que comenzó a alimentarse, su sangre y su energía vital, reparando el daño sufrido hasta entonces, al que visitaba todas las noches, tal vez esperando el momento en que la debilidad lo matara, para despertarle de nuevo, convirtiéndolo en uno de sus hijos con su sangre condenada y al ser un media sangre, su energía se mantendría intacta.

—Tu hermano ha tenido mucha suerte, pero, esta clase de criatura una vez que prueba la sangre de su víctima no se detendrá hasta matarla o ser destruida, Minos está condenado si no logramos destruir a Defteros.

Su pobre hermano estaba en peligro, aún en ese momento, porque esa criatura no se detendria hasta matarlo, haciendo que se preguntará, que podría hacer para ayudarle.

—Debe haber algo que podamos hacer.

Ya se lo había dicho, tenían que matarlo para poder liberar a Minos del peligro, pero también estaba el hecho de que los dos hermanos habían sigo seleccionados por los gemelos, el salvaje Defteros y el astuto Aspros.

—Pero si esta clase de criatura no detiene su cacería, porque razón, la que me atacó en el campo de batalla me dejó ir, esa cosa casi me corta el cuello.

Shura lo recordaba, un vampiro había mordido a Radamanthys en el campo de batalla, apenas había logrado salvar su vida, un vampiro degenerado por la falta de alimento, que huyó a la profundidad del bosque y no regreso a buscarlo, como supuso que pasaría.

—¿Puedes dejarme ver tu cicatriz?

Radamanthys asintió quitándose la camisa hasta los hombros, para que Mu revisara su piel, quien se acercó a él con una mirada impenetrable, la herida era de las peores que había visto, era un milagro que no hubiera muerto, solo su media sangre lo mantuvo con vida, supuso.

Y era extraño, porque al ser mordido por uno de ellos, de alguna manera contaminaba su sangre, manteniendo a la víctima invisible para otros de su misma clase, una barrera que no entendían del todo, pero allí estaba.

Como una segunda mordida, justo en el punto en que Radamanthys sentía la molestia en su cuello, otro de los mecanismos de aquellas criaturas, cuya mordida no solo protegía a su víctima de otros vampiros, sino que actuaba como un sedante, su saliva además de tener un anticuagulante, también ocultaba el daño durmiendo aquella zona.

—No te ha dejado ir, porque sospecho, que Aspros y esa criatura, son las mismas.

Shura sabía que Radamanthys se veía demasiado pálido y que había pasado dos días en esa mansión sin perder su vida, un suceso poco común, pero ahora veía que no, como Defteros atacó a Minos en sus sueños, Aspros debió encontrar el momento indicado para alimentarse de él.

—¿Estuviste a solas con él?

La respuesta era un si, lo había estado, cuando fue a entregarle la carta que les ayudo a escapar de esa mansión, momentos antes de que se sintiera tan cansado y comenzará a anochecer.

—Cuando le lleve la carta, me desmaye...

Respondió llevando su mano a su cuello para sentir la mordida y ver la sangre en la punta de sus dedos.

—En ese momento te atacó.

Radamanthys asintió, suponía que fue directo a su trampa, seguro de que Aspros, ese anciano, era lo que estaba esperando.

—No van a matarnos.

Les aseguro golpeando la mesa, pero tanto Shura como Mu intercambiaron una mirada que claramente decía que no tenían esperanza de sobrevivir.

—Diganme que tenemos que hacer para sobrevivir.

*****

Aspros mantenía los ojos cerrados, el sabor de su sangre aún inundaba su paladar, su cuerpo debajo del suyo, sus pequeñas súplicas y sus gemidos, su energía fluyendo libre, alimentando su inmortalidad.

Su conejito era especial, era único, y creía que podía escapar, que dejaría que una rareza como el se marchara, por supuesto que estaba en un error.

Pero antes de comenzar su cacería, tenía que visitar a un viejo amigo, por pura cortesía.


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