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Los demonios de la noche. por Seiken

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Angelo les observo besarse en la entrada del castillo de Jamir, en donde le esperaba la seguridad, según le dijo su amo vampiro, Afrodita, quien había sido cruel con Kasa, pero no sabía exactamente la forma en la cual lo había sido.
 
-¿Quienes son ustedes y que hacen aquí? 
 
Pregunto un hombre de cabello lila, a su lado, había un gigante, cargando una ballesta, quien los veía en silencio, con una expresión lejana. 
 
-Mi nombre es Mu, el es Aldebaran, y tienen diez segundos para responder a mi pregunta.
 
Kiki se había marchado dejandolo a cargo de su castillo, seguro que podía hacerlo y con ayuda de su toro, podrían repeler a los enemigos, custodiar esa tierra que se figuraba como un paraíso ante la inminente locura que estaba a punto de liberarse. 
 
-Venimos a forjar un tratado, fuimos enviados por los gemelos de la jauría. 
 
Fue la respuesta de Io, Angelo se encogió de hombros, su excusa para estar allí no tenía mucho sentido. 
 
-Afrodita me mandó aquí para que no sea alimento de vampiro. 
 
*****
 
Milo espero paciente por ser localizado por Camus, el príncipe de hielo, que al verle se acercó con lentitud, rodeando su cintura, para besar su cuello, actuando con demasiada delicadeza y hasta con afecto, para ser el autonombrado amo del ángel, cuya uña brillaba en la oscuridad, como si de una llama se tratara.
 
-Vamos mi dulce ángel, añoro compartir mi lecho contigo, mi hermoso escorpión. 
 
No era suyo, sino de ese adorable cachorrito dorado, Hypnos, que había recibido mucho daño por culpa suya, pero, no se quedaría con los brazos cruzados, debía regresar a su lado. 
 
-Te he estado esperando, rata con alas. 
 
Fue su respuesta, escondiendo su uña detrás de su espalda, comprendiendo que como aquella ocasión, únicamente tenía una oportunidad y está era cuando Camus estuviera mucho más cerca, sin poder retirarse o esquivar su golpe certero. 
 
-¿Esa es la forma de hablarle a tu amo? 
 
Esa era la forma de hablarle a su carcelero, que no era su amo, ni mucho menos su compañero, ese era el hermoso Hypnos. 
 
-No soy tu esclavo, príncipe de hielo. 
 
Le respondió, aun sin moverse, con su navaja incandescente brillando a sus espaldas, relamiendo sus labios cuando Camus, rodeo su cintura, dispuesto a cortar sus mejillas, con sus uñas carmesí, para inyectar su veneno en su cuerpo. 
 
-¡Tampoco tu compañero! 
 
Le grito, cortando su cuello de un solo tajo, provocando que sangre vieja cayera de su cuello, manchando el piso y dentro de poco tiempo, el perfecto cuerpo del príncipe de hielo, se marchitara con demasiada velocidad. 
 
-¡Ni tu propiedad! 
 
Iba a terminar el trabajo, cuando escucho un alarido de dolor y locura proveniente de la ala en dónde estaba el demonio, ese que un demonio con apariencia de ángel decía era su hermano. 
 
-¡Maldita sea, se adelantaron! 
 
*****
 
Aspros llegó para encontrar una habitación oscura y sin vida, su conejito había escapado, de alguna forma que no alcanzaba a entenderlo, haciendo que se desesperara como nunca. 
 
-¡Radamanthys! 
 
Grito, un alarido casi animalesco, para colocar sus manos sobre su cabeza, casi enloquecido, llamando la atención de Minos, que se acercó a él, con lentitud, con un tesoro en sus manos, uno que le daba fuerza. 
 
-¡Nunca más volverás a violar a mi hermano! 
 
Le grito, golpeándolo con la llave de plata, provocando que el anillo cayera en el suelo, rodando, hasta detenerse en la entrada de esa habitación. 
 
-¿Donde está? ¿Donde está mi conejito? 
 
Grito enloquecido, seguro que su hermano había tenido que ver con su fuga, un hermano que sostenía la llave de plata en sus manos, una reliquia del Inframundo, que había curado sus heridas, haciéndole un poco más poderoso, acercándolo al verdadero despertar. 
 
-¡Jamás te lo diría! ¡Nunca lastimaras a mi hermano de nuevo! 
 
Una fuerza, que no era suficiente para enfrentarse con los gemelos, cuya bendición realizada por la madre de los monstruos, los hacia prácticamente inmortales.
 
-¡Entonces morirás! 
 
Le grito, saltando en su dirección, para gritar repentinamente, cuando tres dedos de su mano, cayeron al suelo, cortados de un solo tajo por la incandescente aguja escarlata. 
 
Liberando el anillo, que era la última pieza de cuerno en el poder de Aspros, que sosteniendo su mano, gruñía por lo bajo, escuchando como su hermano se acercaba a ellos, tras escuchar su dolor. 
 
-¡Toma el maldito anillo y vámonos de aquí! 
 
Minos así lo hizo, tocando el dedos que se retorcía en sus manos como si fuera un animal con mente propia, tomando el anillo, y Milo el dije, la daga colgando segura en su cinto. 
 
-¡Vámonos de aquí, maldita sea! 
 
El asintió, pero justo en el momento en que los dedos regresaban a la mano de Aspros, uniéndose a esta como si fueran arcilla, Defteros, con una sonrisa desquiciada en su rostro, ingresaba en ese cuarto, evitándoles salir por allí, escuchando los pasos de Camus, que se recuperaba del profundo tajo en su cuello, con una apariencia demacrada.
 
-Te mataré a ti, maldito buitre y regresaré al conejito a la cama de mi hermano, pero para que nunca más vuelva a intentar huir, lo torturare hasta que pierda la razón.
 
Minos apretó los dientes, negando eso, no permitiría que siguieran dañando a su hermano, que ya había sufrido suficiente. 
 
-¡No te lo permitiré! 
 
Le grito, pero no creía que tuviera la forma de pelear con los dos hermanos, notando como Aspros se levantaba, para ir al encuentro del suyo, recargandose en su hombro. 
 
-¡Ya le han hecho suficiente daño! 
 
Defteros comenzó a reírse, era cierto, pero aún podía seguir sufriendo, aun le faltaba más dolor y eso era lo que tendría. 
 
-Pero antes de eso, te mataré, pequeño buitres traicionero, para que puedas reencarnar y te tenga en mis manos. 
 
Le informo, acariciando la mejilla de su hermano antes de saltar en su contra, los dos atacandolos al mismo tiempo. 
 
-¡Muere pequeño buitre! 
 
*****
 
Por alguna razón que no alcanzaron a comprender Mu creyó sus historias y les dejo ingresar en el palacio, entregándoles dos habitaciones, al darse cuenta que dos de ellos eran amantes, percatandose también que el poseía el aroma de Afrodita en su cuerpo. 
 
Siempre había fumado, al menos, desde los dieciséis, diez años después de que Afrodita lo salvará de la muerte. 
 
Aun lo recordaba, su padre se había marchado, no sabían a donde, pero si, que no regresaría, después, su madre enfermó, como todo ese pueblo, menos él, a quien culparon debido a su coloración, o más bien, la falta de esta. 
 
Su madre murió de fiebre, unos días después, los buenos pobladores de aquella región, decidieron quemarlo, usando una cruz y llamándolo demonio. 
 
Pero de alguna forma que no alcanzaba a comprender, Afrodita, el guerrero que decían no tenía sentimientos, cuyo corazón era tan retorcido como su rostro era hermoso, le salvó, lo bajo del fuego y se lo llevó con él. 
 
Para ese momento, Afrodita ya había destrozado el corazón de Kasa, pero aún seguía sirviéndole como su espía, y tal vez, como su mano derecha. 
 
Nunca mostraba sentimientos, pero con el, se quedó a su lado mientras curaban sus heridas provocadas por el fuego de la pira, acariciando su frente con gentileza. 
 
Quedándose a su lado hasta que se quedó completamente dormido y poco después, colocando a Kasa como su guardian, ya que decía, el tono de su piel era idéntico. 
 
Pero no se olvidó de el, no, por el contrario, Afrodita le visitaba seguido, le llevaba comida fresca, manjares y no se marchaba hasta que se hubiera terminado el último. 
 
Cuando le pregunto la razón del porque hacía eso, su respuesta fue que lo estaba dejando crecer para poder beber su sangre poco después, ya que su aroma era delicioso, tal vez tratando de hacerle llorar o rechazarlo, pero no le hizo caso a sus palabras, sino a sus caricias y a la expresión en ese hermoso rostro, que le veía con el mayor de los cariños. 
 
Como Io veía a Kasa, haciendole sentir contento, su corazón calentándose en su cuerpo, un sentimiento agradable, que nunca se había perdido y ahora brillaba mucho más fuerte que antes. 
 
Angelo estaba sentado en el marco de la ventana, observando la noche, esperando por su amado Afrodita. 
 
-No te tardes...
 
*****
 
Afrodita cabalgaba un caballo híbrido, un semidemonio de sangre animal, tan rápido y tan fuerte, que en cuestión de días llegaría a Jamir, con un poco de suerte, su pequeño angel estaría esperando por él, en la seguridad del reino de Kiki, su aliado, porque el había sido quien le ayudo a capturar a Harbinger, su toro de cabello lila. 
 
-Espera por mi, Angelo. 
 
*****
 
Minos intento cubrir su cuerpo de las garras del vampiro que ahora deseaba matarlo, para que reencarnara en un esclavo mucho más fácil de utilizar, sin embargo, repentinamente una llamarada lo incendio, una extraña amalgama de fuego y rocas encendidas, un látigo de tres colas, que cortaron al menor de los hermanos. 
 
-¡No seguirás lastimando a mi príncipe! 
 
Fue su grito, el de un demonio de piedra y fuego pronunciando su furia, con un tono de voz que reconocía, pero era imposible que fuera el mismo. 
 
-¡Nadie volverá a tocar uno solo de sus cabellos! 
 
Minos le observaba perplejo, cuantiosas lágrimas resbalando por sus mejillas, era el, pero al mismo tiempo no lo era, se trataba de Lune, de su fiel sirviente, que atacaba a ese vampiro que intentaba destruirlo. 
 
A sus espaldas una fuerte explosión de sonido atacó al hermano mayor, lanzando lejos su cuerpo, está vez, se trataba de una mujer musculosa, de curvas pronunciadas y algunos cuernos, otro demonio, Violate, un Behemot, un demonio de la biblia, tan poderosa como el Leviatán. 
 
-Principe, debemos irnos... 
 
Minos asintió, cerrando los ojos, para volver a abrirlos, como si esa acción cambiará los sucesos que transcurrían delante suyo, pero eso no pasó, no estaban alucinando, dos demonios habían llegado por ellos. 
 
-¿Su hermano donde está? 
 
Su hermano, el había escapado, estaba solo en el bosque, huyendo de lo que podía ser la seguridad, de nuevo me había fallado. 
 
-Lo mandé lejos... 
 
Susurro, como pasmado, antes de desvanecerse para ser sostenido por los látigos de fuego, que esta vez se comportaban como suaves brazos, los de un amante, que le rodearon para acercarlo a él. 
 
-¿Qué hacemos con este? 
 
Lune podía ver qué su señor estaba peleando a su lado, también que se trataba del ángel hijo de Calvera, era valioso, lo mejor era llevarlo con ellos. 
 
-Que venga con nosotros mi señora, mi príncipe confiaba en el, así que yo también lo hago. 
 
Le informo, Violate asintió, ofreciéndole la mano a Milo, una mano que acepto, y usando los portales del Inframundo, los llevaron a la seguridad, al propio abismo, en donde esperaba Aiacos por sus dos hermanos, no solo el mayor de ellos. 
 
-¿Donde esta el otro? ¿Donde esta Radamanthys? 
 
Pregunto caminando con velocidad hacia ellos, agradeciendo que hubieran sostenido la llave de plata, para abrir los portales al Inframundo. 
 
Aun no podían abrir las puertas por completo, necesitaban la fuerza de los tres para eso, pero ya podían usar las grietas, grietas que les ayudaron a buscar a sus hermanos, al mismo tiempo que recuperaban la llave de plata. 
 
-Escapo, no sabemos a donde se dirige, pero lo encontraremos muy pronto. 
 
Le informo su esposa, a la que beso con locura, llevaba horas sin ella y no lo soportaba más, sus manos acariciando sus caderas, su espalda, su boca devorando la suya, su lengua danzando con su pareja, gimiendo su placer, sin importarle nada más. 
 
-Lleven a mi hermano a su habitación, estoy seguro que él sabe a dónde debemos buscarlos. 
 
Lune asintió, cargando a su príncipe con toda la delicadeza del mundo, jurandose qué está vez no se apartaría de su lado. 
 
-Mi señor, que hacemos con este angel. 
 
Pronunció repentinamente su esposa, mirándole fijamente, al mismo tiempo que el medio angel los veía con recelo, su uña brillando en su mano. 
 
-Supongo que Calvera estará contenta de verte. 
 
*****
 
Radamanthys se paró enmedio del bosque, al sentir que las telarañas que cubrían su mente eran destruidas, observando sus manos con extrañeza, como si las viera por primera vez en su vida. 
 
Observando también unas columnas rojas, como de fuego, lejanas, que le llamaban como si fueran su hogar. 
 
-¿Qué me pidió Minos? 
 
Pregunto, observando los pilares con una interrogación, caminando hacia el más cercano, con un paso lento, para tocarlo con las puntas de sus dedos, sintiendo la reconfortante energía del Inframundo recorrerlo.
 
-¿Qué fuera con Shura? 
 
Una energía que curo sus heridas, reparando sus cuernos quebrados, que de alguna forma crecieron de tamaño. 
 
-¿Qué fuera a un lugar seguro? 
 
Eso era, deseaba que fuera a un lugar seguro, así que eso haría, supuso, alejándose del pilar de energía demoníaca, para buscar la de su amigo, porque aquella que reconocía como la de Kanon, no la encontraba por ninguna parte. 
 
-Si, eso era. 
 

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