Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Los demonios de la noche. por Seiken

[Reviews - 92]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Usaría al senador para quebrar a ese demonio, a ese vampiro.

Radamanthys deseaba imaginar que así sería mucho más fácil herir a su amo, al que se llamaba su amo, se dijo, sacudiendo su cabeza, negándose a aceptar que ya le veía de esa forma, después de los días pasados como su conejito.

Quería quebrarlo, como él lo hizo, al robarle cualquier sentimiento de paz o seguridad, porque aun en el Inframundo, las sombras lo ocultaban, haciéndole pensar en que hubiera hecho para escapar de sus garras, de su camino, sin encontrar una sola forma, ni una sola oportunidad, diciéndose, una parte pequeña de su psique, de su alma, si aún tenía una, que nunca podría escapar de él.

— ¡No… no soy tu esclavo!

Radamanthys se agacho, para llevar sus manos a su cabeza, escuchando la voz de un niño, un pequeño demonio con su apariencia, al que podía ver si cerraba los ojos, que le decía que fuera con Aspros, que solamente él podría amarle con la apariencia infernal que poseía en ese momento.

— ¡Kanon… donde estas!

Gritaba ese nombre, porque el había logrado hacerle sentir normal, como un humano y no un demonio, ignorar sus garras encajándose en sus brazos, mordiéndose los labios, furioso, por escuchar esa cobarde esencia suya, el veneno del vampiro, pidiéndole acudir con Aspros.

— Me prometiste quedarte a mi lado…

Susurro, hincándose, sosteniendo su cabeza, enfocando su mirada en el suelo, en las baldosas, frunciendo el ceño cuando vio la imagen de ese demonio infantil, volteando, pero no había nada, era su psique, la parte de su mente que pensaba que no había escapatoria.

“Kanon… no es más que la sombra de Aspros, su igual, por eso lo deseas”

Esa voz infantil de nuevo, una voz que le recordaba a sí mismo en su infancia, pidiéndole a cualquier dios que quisiera escucharlo, por un poco de afecto, un poco de compañía, haciéndole estremecer, cerrando los ojos, encajando sus garras en su cuerpo, tan asustado que no podía moverse, creyendo que eso era cierto, que por eso le había aceptado consigo tan fácilmente.

—No es verdad… no es verdad…

Poco sabía que la madre de los monstruos le hacia alucinar con su amo, que caminando en su dirección, se agacho, para besar sus labios con delicadeza, usando su propia desesperanza como un arma en su contra.

“Te extraño conejito, regresa conmigo”

Radamanthys ataco a la silueta de Aspros, cortando un espejo, que se quebró en mil pedazos, despertando de aquella pesadilla, para tener que enfrentarse a su realidad, en donde su amo le seguía buscando, aun lo quería a su lado, como su esclavo.

—Por eso… te matare, te hare sufrir, como tú lo has hecho con nosotros, conmigo…

Susurro, tratando de recuperarse, respirando hondo, para regresar al abismo, que recorrió sin preocupación alguna, sumergiéndose hasta lo más profundo, observando al senador, que aún estaba en su jaula y después, a una muchacha de mirada amable, de cabello negro, que simplemente le sonreía.

—No confíes en él, Gracchus no es alguien de fiar, te traicionara apenas tenga una oportunidad para hacerlo.

Radamanthys camino hasta donde estaba la mujer, para observar al senador poco después, era una criatura tan horrenda como lo fue en su vida, cuando aún caminaba y moldeo a los demonios que habían destruido su vida, que se estaban comiendo al mundo.

—Tú eres un demonio y sabes que puedo destruirte, pero si logras quebrar a tu conejito, te lo recompensare…

No le interesaba lo que deseara decir aquella mujer, solo necesitaba venganza, acallar las voces que le pedían buscar a su amo, al que se decía su amo y creía, que eso pasaría, únicamente, si podía matarlo.

—Sólo así te dejare libre en la tierra.

*****

Aspros abrió los ojos, recordando las caricias de su conejito, sus piernas y sus labios, la incrementada belleza de sus formas, ahora con sus garras, pezuñas y cuernos, el brillo de sus ojos, una criatura divina en todos los sentidos, menos en el cristiano, en esa falsa religión, al menos, ante los ojos del mayor de los demonios de la noche, se trataba de un demonio, un monstruo que debía ser destruido, por eso, el debía protegerlo.

—Lo siento, puedo percibir como se mueve, como se acerca a mí…

Defteros no dijo nada, simplemente guardo silencio, sorprendido de que su hermano quisiera hablarle, porque llevaba demasiado tiempo guardando silencio, como si ya no creyera en sus palabras.

—Vendrá a mí, puedo sentirlo, mi conejito me extraña como yo a él, mi Radamanthys, mi amante inmortal…

Aspros se asomó en uno de los múltiples balcones de la mansión Walden, una tierra sagrada, que los demonios no se atreverían a tocar, por eso, sabía que estaba seguro, los dos, aunque Defteros actuaba de una forma extraña, demasiado dominante y eso no le gustaba, no aceptaba ordenes de nadie, tal vez consejos, pero no órdenes.

—No quiero que lo ataques, no quiero que uses tu fuerza en su contra, es mi amante, será mi esposo, así que lo mejor es que se lleven bien, o tendré que meditar en las palabras de tu avecilla, estaba muy segura, cuando dijo que tú lo mataste… podría llegar a pensar que es cierto eso y créeme Defteros, no podría soportarlo de ser verdad.

Aspros tenía lo que podría llamarse dos estados, el vulnerable, cuando recordaba su pasado, todo lo que ese senador le hizo, pero sobre todo, como le robaron la oportunidad para vengarse y aquel sádico, invencible, que dominaba a los demás, que lograba seducirlos con unas cuantas palabras, pero ambos, estaban enamorados de su conejito, obsesionados a tal grado que había hecho lo indecible por mantenerlo a su lado, que haría lo que fuera por ello, aun distanciarse de su hermano, quien dudaba de que tan lejos podría llegar.

— ¿Me matarías por un esclavo?

Aspros estaba recargado en el pasamanos del balcón, mirando sus ejércitos durmientes, cuando su hermano pronuncio aquellas palabras, esa pregunta, hacia no sabía cuánto tiempo dijo que no le daría la espalda, que nunca levantaría una mano en su contra, pero eso era cuando creía que no se trataba de un demonio, de aquel que mato a su conejito, ahora, ya no lo sabía, porque si esa avecilla tenia razón, el podría matar a este otro, únicamente para que no le diera la espalda, no se alejara de él y esa actitud, era una de las que más odiaba en cualquier clase de criatura.

— No lo sé, tu dime… mataste a mi conejito.

*****

Kanon abrió los ojos al sentir los gritos de su musa atravesar las barreras invisibles de aquel universo, estaba asustado, necesitaba de su ayuda, pero, habían pasado quince años, aún faltaban cinco más, cinco días en el mundo mortal, cinco años en esa dimensión acuosa, en los cuales cualquier cosa podría suceder, como perder la vida, o la voluntad, la fuerza para seguir de pie, enfrentándose con ese monstruo.

— ¡Radamanthys! ¡Mi musa me necesita!

Le grito a su padre que con sus miles de ojos le observo sin inmutarse, no los dejaría salir hasta que se hubieran cumplido esos veinte años, de otra forma, su musa y su hijo, perderían la vida, sin que él pudiera hacer algo para defenderlo.

—Faltan cinco años… apenas cinco días en la dimensión de tu musa, puede esperar más tiempo, pero tú, no tendrás más, de salir antes de ese lapso.

Kanon maldijo en silencio, ya habían tenido esa discusión más de una vez, sin importar lo que le pidiera no le dejaría salir de esa dimensión y con cada día que pasaba, el dolor de su amado aumentaba un poco más.

—Yo podría quedarme cinco años más en su lugar, pero deja que Kanon salga, ese muchacho lo necesita.

Saga suplico también, podía ver el dolor de su hermano, pero, la respuesta de su padre fue la misma, volvió a atacarlos, pero esta vez con más violencia, ya que si tenían tiempo y fuerza, para pedirle salir de aquella dimensión, soportaban un entrenamiento mucho más estricto.

—Saldrás en el tiempo acordado, muchacho, no me hagas repetirlo.

*****

Minos ya se sentía con la fuerza suficiente para levantarse de la cama sin ayuda de su hermano o de su amante, Radamanthys estaba sentado en uno de los múltiples sillones, llevaba algunas noches durmiendo en su habitación, temeroso de quedarse solo, decía escucharlo cuando no lo acompañaban, como el hacía con Defteros, cuando este quiso llamarlo.

— ¿Cómo puedes soportarlo?

Le pregunto entonces, sintiendo las caricias del mayor, que recorría sus cejas como sabía que no le gustaba que lo hicieran, pero esta vez, no deseaba irse, no quería rechazar el afecto de su hermano mayor, que le miraba en silencio.

—Su voz, tu propia voz, diciéndote que lo necesitas, que él es tu amo… que debes ir con el…

Minos medito su pregunta, su hermano sabía que no había logrado negarse a Defteros, que había acudido a su llamado cada ocasión que eso había sucedido, como ahora, Radamanthys trataría de realizar una locura, creyendo que así podría matarlo, él y Aiacos, cuando en sus visiones, se necesitaban de los tres para lograrlo.

—Sabes que no pude hacerlo, como tú tampoco lo estas logrando, por eso es que deseas realizar esta locura, ofrecerte como un cordero para sacrificio rodeado de lobos, porque piensas que así podrás destruirlo, pero no es así, de esa forma, peleando tu solo, lo único que lograras, será que te capturen de nuevo.

Radamanthys se levantó, observándole fijamente, preguntándose si acaso Aiacos le había dicho sus planes, la razón de eso, porque Minos no estaba en condiciones para enfrentarse a esos hermanos, podrían matarlo.

—Aiacos es un buen hermano, quiere ser parte de la familia y está preocupado por ti… así que me dijo, me advirtió de tu locura.

Radamanthys se levantó entonces, estaba desesperado, porque si no podía matarlo, que ocurriría, terminaría aceptándolo como su amo, uno que no dejaba de llamarle, de tirar de la cuerda invisible que los unía, que le causaba el mayor de los terrores, porque lo extrañaba.

—Tengo miedo Minos… tengo mucho miedo… miedo a ser su esclavo, miedo a aceptarlo como mi amo… así que… debo destruirlo.

Minos asintió, pero no iría solo, irían los tres, en sus sueños, ellos se enfrentaban a esas hordas de demonios y tal vez, el necesitaba un poco de la fuerza terrenal para terminar de madurar, finalizar su transformación, ya que a diferencia de sus hermanos, era medio ángel, estos, no vivían en el Inframundo.

—Por eso yo te acompañare, tú, yo y Aiacos seremos invencibles, te lo prometo.

Radamanthys quiso negarse, su hermano estaba muy malherido, estaba débil, moriría de enfrentarse a esos demonios, Defteros lo mataría para que volviera a nacer, así que no podía permitirlo, porque lo perdería sin remedio.

—No te dejare ir de otra forma…

No era un niño, tampoco le estaba pidiendo permiso, aun así, asintió, relamiendo sus labios, la verdad era que le tenía miedo a Aspros, un miedo que congelaba su sangre y le evitaba pensar con claridad, porque muy en el fondo creía que su destino estaba echado, que nada del mundo podría cambiarlo, que el seria su esclavo.

—No me dejes caer, no dejes que me convierta en su esclavo.

Le suplico entonces, logrando que Minos asintiera, no lo permitiría, porque antes de eso lo destruirían, por intentar lastimar a su hermano, porque se vengarían de su dolor, como era justo que pasara.

—No lo permitiré Radamanthys… no dejare que vuelvan a hacerte daño, porque de eso se trata ser tu hermano mayor…

Minos rodeo el cuerpo de Radamanthys en ese momento, recordando sus visiones, pero mucho más aun, las palabras de Defteros, que le acusaba de ser un mal hermano, de darle la espalda al menor, como si no valiera nada, pero la verdad era que toda su vida había tratado de cumplir la promesa que le hizo a su madre, protegerlo del peligro, mato a su padre, lo mando lejos y ahora, le ayudaría a matar a ese demonio, a ese vampiro, que no lo dejaría ir tan fácilmente.

—Serás libre y… y te dejare ver a ese pintorcillo tuyo, aunque no me agrede en lo absoluto que se parezca a ese Saga…

Radamanthys sonrió, porque no estaba pidiéndole permiso de ser cortejado por Kanon, si aún estaba vivo, o si aún le deseaba a su lado, además, le había dicho que no deseaba otro amante, porque pensaría que aceptaría a ese pintor a su lado.

—Francamente prefiero a Shura, pero, puedo ver que te atrae de ese pintorcillo, ese pobre diablo, es atractivo, es inteligente, es poderoso… y creo que te ama…

Minos odiaba a ese hombre, porque sedujo a su hermano menor, pero que podía hacer cuando este le amaba tanto, debía aceptarlo, sin tratar de interponerse en su camino.

—Pero primero, nos vengaremos de esos demonios…

 *****

Milo en compañía de su madre regresaron a la jauría, en donde Thanatos dio la alarma apenas pudieron verlos, estaban a punto de marcharse en dirección del castillo flotante, pero, primero debían reunir a su hermano, con su ángel, que caminaba como si hubiera visitado el pueblo y regresara de un simple paseo, seguido de una mujer de cabello negro, que veía ese lugar con extrañeza.

— ¿Licántropos?

Pregunto Calvera, estos eran tan malos como los vampiros, especialmente aquellos de aquel inmenso tamaño, como ese lobo negro, y después, ese de pelaje dorado, que aulló al ver a Milo, para correr en su dirección, al mismo tiempo que su hijo lo imitaba, abriendo los brazos, para recibir a un hombre gigantesco, que le abrazo con fuerza, dando vueltas con él en el mismo sitio, para besar sus labios con pasión, con lujuria, haciendo que se sonrojara, porque seguía siendo tan gentil como lo recordaba, así como apuesto.

—Mi cachorrito… sabía que no podías estar muerto.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).