Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Los demonios de la noche. por Seiken

[Reviews - 92]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Cid había esperado el momento en que Radamanthys saliera del Inframundo, porque comprendía muy bien que Aspros intentaría atacarlo, llevarlo de regreso a su mansión, que había robado de la familia Walden, preguntándose, donde estaba ese mocoso Kanon, a quien despreciaba por sobre todo, porque había abandonado a su musa, con demasiada facilidad, haciéndole ver, que tan falso era su cariño, en cambio el suyo, había sobrevivido siglos, su amor era interminable.

Podía ver a ese demente creer que podía llevárselo a su lado, al castillo que les robó a los Walden, como sostenía su mano e intentaba que lo siguiera, así, sin más.

Radamanthys no se podía mover, mirándole con terror casi absoluto, pero no podría lastimarlo más, ahora él sería el responsable de protegerlo, cuando ese pintor le había dado la espalda.

Cid utilizo un hechizo antiguo, convocando varias lanzas, que arrojó en su contra, clavándolo con ellas, escuchando su quejido, viendo sus ojos endurecer e inyectarse de sangre, reconociendo su rostro, era aquel del carruaje, quien desde un inicio quiso protegerlo, separarlo de su amado conejito.

-Aléjate de él...

Le advirtió, esperando que Aspros se lanzará en su contra como solo un demente como el haría, riéndose al ver que de pronto, ese vampiro se arrancaba las lanzas, sin demostrar ninguna clase de dolor, únicamente una furia casi ciega.

-¡No me lo quitarás, mi conejito es sólo mío!

Le grito furioso, abandonando a Radamanthys en el suelo, para atacarlo con demasiada furia, cometiendo errores, sus movimientos eran torpes a comparación de los suyos, ya que ellos atacaban como unos salvajes, no habían estudiado pelea ni esgrima, ninguna arte de guerra.

-¡El desea venir conmigo!

Le grito desesperado, cortando el aire sobre el con la espada, al mismo tiempo que Cid se movía esquivándolo para responder con sus gráciles maniobras, con su espada bendita, que había recuperado de su castillo, notando como Radamanthys permanecía en el mismo lugar, su mirada perdida, su rostro desencajado.

-¡Despierta de una vez Radamanthys!

Su amigo, quien tenía el rostro de su alumno reaccionó, levantándose del suelo, para intentar atacar a su amo, deteniéndose cuando Cid le dio una señal que significaba que se quedará en ese lugar, que no se moviera.

— ¡El es mío!

El grito de Aspros fue como un rugido, apartando a Shura de su conejito, sin dejarle acercarse a él, quien permanecía en silencio, observando esa batalla, tratando de comprender la razón detrás de la fuerza de su amigo, sus movimientos, porque parecía que podía enfrentarse con su amo, como si fueran iguales.

— ¡Radamanthys no es tuyo, no es de nadie!

No le pertenecía a ese demonio, no era de Aspros, mucho menos de Kanon, tal vez, con suerte correspondería a su afecto, porque no lo aparto cuando le beso antes de que se lo llevaran, pero aun así, no era de su propiedad, no era un objeto que pudiera poseer, era una criatura viva, un ser consciente de sí mismo, era libre.

— ¡Y no dejare que vuelvas a destruirlo!

Aspros comprendió en ese momento que le imaginaba como aquel segundo conejito, el que se mató y era humano, el que nunca despertó su sangre, porque no era tan puro como este, o como su primer conejito, sonriendo, negando eso, no era ese muchacho, necio, torpe, que se quitó la vida antes de aceptar su amor.

— ¡Yo nunca le haría daño a mi conejito!

Ya le había hecho mucho daño, Radamanthys se veía asustado, un poco más delgado de lo que fuera en el pasado, su rostro desencajado, con enormes ojeras debajo de sus ojos, a pesar de ser un demonio, tenía las marcas que las pesadillas, la cacería a la que había sido sometido y el poco alimento, dejaban en cualquier ser vivo.

— ¡Lo estas matando!

Estaba destruyendo su espíritu, podía verlo en el brillo de sus ojos, en su expresión, en la forma de moverse, Radamanthys pronto dejaría de existir, si no detenía a ese demonio que intentaba apoderarse de su amigo.

— ¡Y no te lo permitiré!

Aspros estaba tan desesperado, tratando de matar a Cid sin poder lastimarlo, recibiendo tantas heridas que comenzaba a sangrar profusamente, negando con desesperación sus mentiras, no estaba destruyendo a su conejito, lo amaba, era su todo, lo único que deseaba era estar a su lado, para siempre.

— ¡Mentiroso!

*****

Minos en compañía de Aiacos y Lune, peleaban con Defteros que iba perdiendo terreno con cada segundo que pasaba, los dos hermanos eran demasiado rápidos, demasiado poderosos, las plumas cortaban como dagas afiladas, el látigo de Lune era como llamas, como piedras incandescentes, no podían enfrentarse a ellos, no cuando peleaban juntos.

— ¡Malditos!

Minos comenzó a reírse, aun a medio transformar, pero seguro que podría destruirle sin problema, relamiendo sus labios, al ver que Defteros era ahora, quien estaba desesperado y no él.

— ¿Qué se siente no tener el poder ahora Defteros?

Le pregunto, riéndose de su desesperación, con la llave de plata en sus manos, un báculo que cambiaba de forma y ahora se trataba de una espada de fuego, que resplandecía en su mano, como la legendaria espada del arcángel que derroto a la estrella de la mañana.

—Espero que estés asustado, temeroso, que comprendas que no tienes una oportunidad para derrotarnos y que ahora solo te toca morir, como el gusano que eres.

Defteros sangraba, parte de su piel estaba quemada, con fuertes verdugones, mirándole fijamente con una expresión molesta, relamiendo sus labios con una extraña resolución, debía escapar, llevarse a su hermano, porque los ejércitos de no muertos caían bajo las garras de los demonios de interminables tamaños y formas, preguntándose donde se encontraba Youma, porque no les brindaba su ayuda, como se los había prometido.

—Por el momento al fin tienes una victoria buitre de dos caras, pero pronto, te matare para que pueda educarte como un esclavo perfecto, porque aún me gusta todo de ti, pero no tú, no tú.

Minos negó eso, riéndose de la derrota de su torturador, que pensaba que le dejaría huir, así como así, continuando con su ofensiva, ignorando de momento la pelea de Shura y Aspros, como este también comenzaba a perder, retrocediendo varios pasos, con un Radamanthys inmóvil.

— ¿Piensas que te tengo miedo? ¿Qué tus amenazas funcionan conmigo?

Ya no lo hacían, porque comprendía la verdad, era demasiado poderoso y ni siquiera había despertado del todo, cuando lo hiciera, mataría a Defteros con sus propias manos, así que, sin más dejo de atacar, tal vez cometiendo un error fundamental, dejando escapar a su enemigo, para que pudiera llegar con su hermano e intentara llevárselo consigo.

—Dejen que se vaya, que huya, que comprenda el dolor que nosotros sufrimos.

Aiacos no estaba nada seguro de eso, de permitirle escapar, porque podían destruirle con facilidad o por el contrario, esos dos gemelos regresar con un poder mucho mayor, un mejor ejército.

—Deberíamos destruirlos por lo que han hecho con ustedes…

Minos negó eso, deseaba madurar cuando lo matara, y aún faltaba algo que le hiciera despertar, no eran los pilares de fuego, ni la llave, debía ser algo más, algo que debía ocurrir, de lo contrario, pensaba, no podrían realizar el trabajo que su padre les encargo.

—Lo haremos, cuando haya despertado por completo.

*****

Aspros seguía peleando con él, con su otro enemigo, el primordial era ese pintor, que intentaba apartarlo de su hermoso conejito, cuando, Defteros llego a su encuentro, atacando por la espalda a Cid, logrando lanzarlo lejos de su hermano de momento.

— ¡Debemos irnos ahora que podemos!

Estaba loco si creía que abandonaría a su conejito, que aun yacía inmóvil, observando su batalla, como trataba de protegerlo de ese otro vampiro, que lo confundía con el segundo conejito.

— ¡No, no me iré sin mi conejito!

Radamanthys retrocedió unos pasos cuando Aspros intento acercarse a él, para ser golpeado por su hermano, por la espalda, con tanta fuerza, que perdió el conocimiento, cargándolo en sus brazos, no sin antes prometerle una muerte dolorosa a su conejito, quien apretó los dientes, como si a él si pudiera atacarlo.

—Asesino…

Pronuncio Radamanthys, escuchando la voz del pequeño con cuernos, que odiaba a Defteros por sobre todo, por apartarlo de su amado, recordando cómo le hirió, arrancando sus alas, su cola y al final sus cuernos, únicamente porque amaba a su sol.

—Tú asesinaste a su conejito.

Defteros retrocedió, porque estaba en lo cierto, pero no había forma en que ese demonio lo supiera, a menos, que recordara fragmentos de aquella otra vida, cuando pudo matarlo, para proteger a su sol, de las garras de ese demonio con apariencia de niño.

—Pude matar a ese demonio para salvar a mi sol de su influencia, así que puedo matarte a ti también.

Pronuncio antes de irse, con su hermano entre sus brazos, quien estaba al borde de la consciencia, escuchando sus palabras, como en un sueño, sin poder moverse, sin poder mover un solo dedo, pero sus sentidos, aún estaban despiertos, aún estaban presentes.

—No lo dudes…

*****

Cid se puso de pie con un solo salto, observando como el hermano menor se llevaba al mayor, acercándose a Radamanthys, para rodear su cuerpo con fuerza, sus brazos envolviéndolo, apretándolo contra su cuerpo.

— ¿Te encuentras bien?

Radamanthys asintió, tensándose levemente al sentir los brazos de Cid rodear su cuerpo, acariciando su cintura y su cabeza, como si fueran amantes, o amados, sin atreverse a apartarse, porque, no sabía cómo lo tomaría, si aceptaría ese gesto o se sentiría rechazado, traicionado.

—Sí, gracias a ti.

Respondió, al mismo tiempo que Minos caminaba en su dirección, preocupándose de pronto al ver que Cid abrazaba a su hermano, que decía no se sentía seguro recibiendo esa clase de caricias, que no correspondía a los afectos de su amigo.

—Suéltalo, Radamanthys no se siente seguro cuando lo tocan… no por el momento.

Cid volteo, sin entender lo que le decían, liberando a Radamanthys de sus brazos, preguntándose que se suponía que deseaba decirle Minos, el mal hermano, quien dejo que atacaran a su hermano menor, que lo condeno a esa pesadilla, únicamente por un poco de poder, un medio demonio todavía, uno que podía morir, evitando que el Inframundo se elevara por completo en la tierra.

— ¿Y permitirías que una aberración del abismo lo tocara? ¿Le dejarías a Kanon hacer lo que desee con tu hermano? ¿Unicamente por un poco de poder?

Minos permaneció en silencio por unos momentos, no podía reconocer a este hombre que se encontraba junto a Radamanthys, quien simplemente guardaba silencio, escuchando al pequeño niño, gritarle, ordenarle que fuera con su amado, con Aspros, amenazándolo con destruir su psique si le seguía haciendo daño a su amo.

— Tu provocaste todo esto Minos, tu avaricia los condeno, pero como siempre, tu buena suerte te ha salvado, te ha liberado del interés de Defteros, cuando, Radamanthys es la presa de Aspros, cuando este nunca le dejara libre, a menos que sea destruido y aun así, lo dejaste huir.

Repentinamente, Radamanthys regreso en sí, mirando a Minos como si no comprendiera sus acciones, porque les había visto pelear con Defteros, estaba malherido, no podía enfrentarse a tres demonios, e intento huir, pero en vez de perseguirlo, le permitieron alejarse.

— ¿Por qué? ¿Olvidaste que debían matarlos? ¿Qué solo así podremos ser libres?

Cid rio entonces, al ver que Radamanthys no entendía sus actos, pero que podía ver lo que él vio en sus acciones, una nueva traición en contra de su hermano, únicamente, para demostrar que era poderoso, únicamente, porque no se daba cuenta que él estaba en peligro, en cambio, el mayor, ya no sería la presa de Defteros, no hasta que asesinara al tercer conejito.

—Quería despertar por completo, para así poder presumir que un demonio, un hibrido, pudo destruir a su enemigo, pero tu Radamanthys… tu no le importas, no en realidad, porque de hacerlo, no te habría dejado solo, no te habría mandado al frente, no habría buscado la llave de plata ni te habría culpado de ser quien los condeno, tampoco te habría hecho regresar a la mansión en donde corrías peligro, ni dejado ir a tu enemigo, para darle una nueva oportunidad para destruirte.

No podía dejar que regresara al Inframundo, debía volver con él a su castillo y la única forma en que podía hacerlo, era separarlo del mal hermano, de ese que únicamente buscaba su gloria o su poder, que le había dado la espalda desde su primera vida.

—Ven conmigo a mi castillo, allí estarás seguro, yo me encargare de matar a esos dos demonios, de mantenerte seguro, además, así ellos nos atacaran a nosotros, no al Inframundo y tu hermano, tu querido hermano, estará seguro.

Si culpar a Minos de su desgracia no funcionaba, trataría de que entendiera el peligro que su presencia en el Inframundo implicaba para sus hermanos, Radamanthys era bueno, el no permitiría que su familia fuera dañada por ellos.

—Radamanthys, no escuches estas estupideces, por favor.

Minos no podía comprender qué clase de persona era Shura, porque hablaba con esa ponzoñosa lengua de plata, ni porque su hermano lo estaba escuchando, sin embargo, tampoco podía negar sus pecados, su traición al menor, así que simplemente esperaba, que no cometiera ninguna locura.

—Shura tiene razón, no sé por qué no lo he visto antes, mi presencia en el Inframundo es un peligro para tu esposa, para ti, para Minos, debo irme, no puedo permanecer en su compañía, no hasta que mi hermano mayor, nuestro hermano, renazca como un ser completo, hasta entonces, aceptare la protección de mi amigo.

Ese hombre no era su amigo, no era la misma persona con la cual iniciaron ese viaje, este era un hombre tan perverso como Aspros, que también deseaba a su hermano para sí, quien, no deseaba ver que lo estaban engañando, que no era su amigo, sino alguien más.

—Regresa con nosotros, no cometas ninguna locura.

Minos trato de tocarlo, pero no pudo, porque Radamanthys retrocedió algunos pasos, desviando la mirada.

—No Minos, no lo hare…


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).