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Los demonios de la noche. por Seiken

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Minos había cambiado de opinión en ese momento, no dejaría que su hermano se marchara con Shura, al menos, no esté soldado, cuya expresión era una completamente diferente a al que reconocía de la carroza, cuando trataba por todos los medios de proteger a su hermano menor. 
 
-¡Por favor Radamanthys, te necesito conmigo! 
 
Radamanthys negó eso, apartándose de su hermano que sujetaba sus brazos con ambas manos, había visto la locura de Aspros y regresar con ellos, implicaba que lo seguiría al mismo infierno. 
 
-Debiste matarlos Minos, ahora no debo regresar con ustedes, en realidad sería mucho más fácil si yo simplemente fuera con él y terminará está cacería de una buena vez. 
 
Minos negó eso, Radamanthys estaba actuando como un demente y únicamente para que no intentara regresar con ese vampiro, lo soltó, retrocediendo un paso. 
 
-Por favor, cuida de mi hermano, no dejes que nada malo le pase... 
 
Le suplico a Shura, que en realidad era Cid, quien asintió, abrazando de nuevo a Radamanthys, que estaba a punto de desmoronarse al escuchar los gritos de ese pequeño demonio, sus amenazas y las imágenes que podía ver de otra vida, una como esclavo, las estacas, el dolor. 
 
-Lo cuidare mucho mejor de lo que tú lo has hecho, Minos, de eso puedes estar seguro, mucho mejor de lo que podría hacerlo Kanon, ese bastardo que se marcho sin más, dándole la espalda a Radamanthys. 
 
Radamanthys medio reaccionó al escuchar ese nombre, mirando a Minos, quien decía que Kanon le amaba, que lo necesitaba a su lado, para simplemente darle la espalda, siguiendo a Shura, que cargandolo en sus brazos, simplemente se marcho. 
 
-¿Quien es ese Kanon? 
 
Pregunto Aiacos, al ver que tanto Lune como Minos le conocían, tampoco le agradaba ese Shura, había algo en el, una aura extraña y oscura, que le hacía pensar en lo peor. 
 
-Kanon es un pintor, un hombre que amo a mi hermano y mi hermano le correspondía... 
 
Minos respondió con la poca información que poseía, no obstante, Lune comprendía mucho mejor quien era Kanon, porque el se trataba de un demonio, un ser antiguo, de oscuridad vieja, olvidada. 
 
-Es hijo de la entidad del abismo circular, el que lo ve todo y lo puede todo, la nada y el todo, es el color de las marismas, el devorador de las tinieblas, es el Primordial, dador de vida y creador del caos... 
 
Tenía muchos nombres, pero ninguno que pudieran pronunciar lenguas humanas, angelicales o demoníacas, aun así, Aiacos al escuchar eso sonrió maravillado, si Radamanthys le correspondía, si ese ser lo amaba, entonces, tenían un aliado poderoso e invencible.
 
-¿Y dónde está? 
 
Pregunto, cruzando sus brazos, en ese momento necesitaban de toda la ayuda posible, en especial aquella que se daba de forma gratuita, como la donada por amor. 
 
-Porque nos sería de mucha ayuda ahora mismo. 
 
Minos desconocía donde se encontraba el pintor, pero debía aceptar que lo que intento realizar Shura, fallando rotundamente, lo pudo realizar Kanon con un mínimo esfuerzo, únicamente porque decía que su hermano menor era su musa.
 
-No lo sé, pero no creo que haya abandonado a mi hermano, ni mis amenazas ni esos demonios lograron que se apartará de su lado. 
 
Aiacos no podía comprender como un juez que se decía era tan astuto, fuera tan absurdo en ese momento, que no pudiera ver qué tan necesario era Kanon para ellos y que, solo él, como Lune y Violate, podrían amarles por lo que eran, tres regalos de su padre, para mantenerlos seguros. 
 
-Debemos dar con el, de lo contrario, nuestro hermano morirá y no quedará nada de lo que fuera él, solo un esclavo dócil, de Aspros o de este Shura... 
 
Lo sabía, por la forma en que le veía, como si lo viera, pero no a él, sino a través de él, buscando un espejismo, un recuerdo de lo que fuera alguna vez, esas memorias de las vidas pasadas que podían destruir su psique, la razón por la cual era muy difícil que ellos pudieran alcanzar la madurez, porque era toda una lucha encarnizada para poder lograrlo. 
 
-Las memorias de sus antiguas vidas están saliendo a flote, cualquiera de ellas puede apoderarse de su psique y necesita un pilar, algo de quién sostenerse, yo tengo a Violate, tu a Lune, Radamanthys está sólo... 
 
Todo por culpa suya, por tratar de apartar a Kanon de su hermano, cuando comenzaba a pensar que se trataba del más sincero de los dos, aunque aquel que no tenía nada y ahora no estaba por ninguna parte. 
 
-Necesitamos de ese Kanon, sin importar quien o que sea, el servirá como un pilar para Radamanthys. 
 
Aiacos lo recordaba bien, como estaba a punto de perder la razón, sus vidas transcurriendo frente a sus ojos y de pronto, esa hermosa muchacha estaba a su lado, con cuernos, apenas una niña, que le ayudo a sobrepasar su transformación, a no perderse en los recuerdos de alguien más. 
 
-Lo encontraremos sin importar que pase... 
 
*****
 
Milo en cuanto Hypnos se detuvo en un claro del bosque, no perdió el tiempo para rodear el cuello de su compañero, casi ahorcandolo con sus brazos.
 
-¡Pensé que te perdería! 
 
Sus ojos azules como el cielo se bañaron de lágrimas que recorrían su rostro, mojandolo, gotas cayendo en el piso, con lo que se podría llamar terror retrospectivo.
 
-¡Cuando ese bastardo te lastimo creí que jamás volvería a verte o a sentirte mi cachorrito! 
 
Hypnos sonrió con un poco de pesar, sintiéndose culpable al ver que Milo creía que lo perdería, que lloraba sin detenerse en sus brazos, pero sonriendo al saber lo mucho que significaba para él, para su amado angel. 
 
-Nunca me alejaré de ti mi ángel, no tienes porqué tener miedo a que yo te abandoné. 
 
Pronunció, besando sus labios, acariciando su mejilla con las puntas de sus dedos, lamiendo sus lágrimas, mirándole fijamente con una expresión que lo decía todo, que hablaba de su amor por el, que era interminable. 
 
-Atravesaria el mismo infierno para estar a tu lado, sin importar lo que pase con mi cuerpo o con mi alma, yo soy tu alfa, soy tu señor y tú esclavo, jamás podría darte la espalda. 
 
Jamás, esa era una promesa que le hacía a la noche, a la eternidad, a si mismo y a la deidad que les dió vida. 
 
-No pude matar a Camus, pero la próxima vez que lo vea lo cortaré en mil pequeños pedazos que daré de comer a los perros. 
 
Hypnos asintió, no sin antes, recibir su castigo, porque nunca le permitiría alejarlo de su amado, de su pequeño angel y le haría pagar todo el daño que le había hecho a la primera oportunidad. 
 
-Yo te ayudaré a eso Milo, tendremos nuestra venganza, pero en especial tu, por atreverse a tocar a la criatura más maravillosa de esta tierra. 
 
Ahora comprendía la forma de pensar de su hermano, como enloquecía cada vez que lo separaban de su fuego demoníaco y la razón detrás de su secuestro, aunque fuera un rapto planeado por ambos, fue un acto que rallaba en la locura, como el amor que sentía por su ángel en ese momento. 
 
-¿Puedo besarte? 
 
Hypnos le pregunto, esperando recibir una respuesta de su escorpión, de su ángel rubio, que saltó a sus brazos para rodear su cuello, besándole con pasión, abriendo su ropa con su uña, cortandola sin lastimar su piel.
 
-¡Ese maldito te hizo mucho daño! 
 
Pronunció recorriendo algunas de las cicatrices en su cuerpo, que al ser producidas por plata, no curaban y desaparecían, sino dejaban una fea marca en la piel de un licántropo tan poderoso como el, matando a uno mucho más jóven, como Io.
 
-Pero te prometo que le haré una cortada y una herida profunda por cada herida que él te hizo a ti. 
 
Le juro, como si el fuera la criatura milenaria que había sido insultada con ese comportamiento, lamiendo, besando cada cicatriz de su cuerpo, cortando mas partes de su ropa, de su aburrida ropa como de sacerdote, de la que sabía tenía varios cambios más, de lo contrario, se sentiría algo molesto, aunque su ángel no dejaría de romper sus prendas, lo sabía, por la mirada de picardía que le dedicó. 
 
-¿No harás nada gran lobo malo? 
 
Le pregunto con una sonrisa, besando su cuello, esperando recibir un beso, una caricia de su lobo, que usando su fuerza, lo recostó en el suelo, acariciando su cadera con delicadeza. 
 
-Por supuesto que lo haré mi ángel, pero no soy malo, soy un gran lobo bueno, que protegerá a su amado de cualquier daño, porque sin el, perdería la razón. 
 
Milo amaba esa forma de hablar, tan tranquila y aquella mirada seria, pero, llena de lujuria, sus labios delgados besando su piel, apoderándose de su cuello, dejando pequeños besos sobre su piel, que iba descubriendo de a poco, sin romper su ropa, respetando sus pertenencias, hasta el final. 
 
-Eres tan hermoso, todo tu ha sido creado por el cielo, y has robado mi corazon, mi alma, mi mente. 
 
Milo se rio, esperaba que así fuera, porque de lo contrario, estaría muy enojado con su gran lobo bueno, porque el se había enamorado perdidamente de su alfa rubio. 
 
-Pues ya somos dos... 
 
Le dijo, empujándolo de nuevo, para besar sus labios y subirse sobre su cuerpo, ya desnudo, relamiendo sus labios para besar su entrepierna, lamiendolo, recorriendole con sus dientes, gimiendo cuando pudo probar esa piel milenaria, ver cómo dejaba de moverse, para darle lo que deseaba. 
 
-Solo pensaba en ti, recordando tu apuesta figura, el calor de tu piel, tus ojos dorados brillando en la oscuridad, tu aroma, tu amor... 
 
Milo entonces sostuvo su sexo, llevándolo a su cuerpo, al paraíso oculto entre sus nalgas, que le acepto sin culpa, rodeándolo con gula, resbalando sobre él, debido a las ocasiones que ese príncipe de hielo pudo tomarlo, lo único que le agradecía, porque así podría recibir su cuerpo en el suyo, sin demasiados preparativos. 
 
-Hypnos... Hypnos... esto es maravilloso, es sublime... 
 
Hypnos al sentir el calor de su amado rodearlo comenzó a moverse, elevar sus caderas para llegar un poco más profundo, embistiendo su próstata sin descanso, de arriba hacia abajo, después de forma circular, admirando las expresiones de completo placer de su ángel, que encajando sus manos en sus hombros empezó a saltar sobre el, buscando ese contacto, esa fuerza, sintiendo el gran tamaño de su lobo invadirlo. 
 
-¡Hypnos! 
 
Solo podía pronunciar su nombre, recibiendo sus embestidas, mirándole fijamente con una extraña expresión del más intenso placer, uno tan grande como el que el sentía. 
 
-¡Mi ángel! ¡Milo! 
 
Hypnos dió un último embiste y se derramó en el interior de su ángel, que lo mancho con su semen, para besar sus labios con desesperación, mordiendo su labio, lamiendo la sangre que brotaba debido a su pasión. 
 
-Te extrañe tanto... y aún no tengo suficiente de ti... por favor... solo un poco más. 
 
Milo no tenía porque pedirle que le hiciera el amor hasta el amanecer, por varias horas, sin descanso, porque él tampoco estaba saciado y deseaba seguir devorando el cuerpo de su amado, de su ángel de ojos azules, tan hermosos como dos joyas invaluables. 
 
-Eres tan perfecto... tan hermoso... 
 
Pronunció, girando el cuerpo de Milo, para que esta vez el se acostara de espaldas a la hierba, perdiéndose en la mirada de su amado, que seguiría entregándose a su placer, besando su cuerpo y acariciando su figura hasta que los dos estuvieran saciados.
 
-Te amo tanto... 
 
Pronunció besando sus labios de nuevo, separándose unos pocos centímetros, para poder admirarle. 
 
-Yo también te amo... 
 
*****
 
Radamanthys se había marchado a ese castillo en el cielo, Minos no intento detenerlo, tampoco atacar a Shura, porque su hermano no se lo perdonaría, pero tal vez, si Kanon regresaba, si lo encontraban, podrían convencerlo de regresar a su mundo, al Inframundo, en donde estaba seguro. 
 
-¡Maldito seas Kanon, aparece de una buena vez! 
 
Le grito, aunque sabía que ese pintor no lo escuchaba, que no estaba en posición de hacerlo y que tal vez, por culpa suya, lo habían asesinado, porque cuando dejó de pelear con Defteros, cuando asesinaron a Albafica, fue casi la misma fecha en la cual perdieron su rastro. 
 
-Mi hermano te extraña y te necesita... 
 
Minos regreso al Inframundo, dejando solo al menor, pues, Shura no lo aceptaba en su castillo, ya le había hecho demasiado daño, y lo peor de todo era que tenía razón.
 
-Soy el peor hermano del mundo... 
 
Aiacos se detuvo para mirarle en silencio, escuchando los pasos de su esposa, que ya estaba embarazada, quien escucho ese lamento, que no les ayudaba en nada a recuperar al segundo príncipe. 
 
-Hay muchos peores que tú, como ese Defteros... 
 
Minos volteo a verla, sin saber si hablaba en serio o trataba de bromear, pero al ver su expresión, era seguro que no estaba bromeando. 
 
-Minos, te presento a mi esposa, Violate, un behemot, madre de mi futuro heredero y por lo tanto tu sobrino. 
 
Al igual que Radamanthys, beso su mano, con una reverencia, al comprender que era ella a quien su hermano dijo que no deseaba que dañaran, una demonio embarazada, que daría a luz un niño, que eran el alimento de la madre de los monstruos, esa horrible cosa que habían visto. 
 
-Mi nombre es Minos, soy el hermano mayor, es un placer conocerte... 
 
Aiacos estuvo a punto de alejarla de su hermano, pues era un demonio muy celoso, pero su esposa le vio molesta, ya había hablado con el, sus hermanos eran parte de la realeza del Inframundo, ella solo tenía ojos para el y sus hermanos, como si el propio Hades esperara evitar peleas por el trono o la sucesión, guerras interminables, decidió que sus dos hermanos fueran homosexuales, los dos preferían un compañero masculino, que evitaba que tuvieran descendencia. 
 
-Me alegra que Aiacos te tenga a tu lado, eres una mujer sumamente hermosa. 
 
*****
 
Radamanthys veía el paisaje a través del balcón de piedra, estaba vestido con ropa que Shura le había preparado, asegurándole que su vida sería muy cómoda, actuando como su amante o su amado, cuándo sólo era su amigo y no sabía cómo rechazarlo. 
 
-Kanon... 
 

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