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Los demonios de la noche. por Seiken

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Kanon contaba los años que faltaban para regresar con su amado, con su musa, esperando que aún estuviera a tiempo de salvarlo, ansioso porque esos dos años se fueran mucho más rápido, pero comenzaba a pensar que serían los más largos de su vida, especialmente, porque no sabía si al terminar su musa aun lo estaba esperando, o ya no, ya le había olvidado.
 
—Solo estuvimos una semana juntos... 
 
Saga le veía fijamente, ya no se atrevía a decirle nada más, porque no había nada que pudiera hacer para que se sintiera mejor, únicamente ayudarle a mejorar, a ser mucho más poderoso, únicamente así, podría servirle a su demonio de ojos amarillos y el a Minos, al pobre chico que le dio la espalda.
 
—Lo amas, únicamente enfócate en eso... en nada mas... 
 
*****
 
Radamanthys seguía observando el paisaje, las nubes que rodeaban el castillo, no se había movido de aquel balcón en todo ese tiempo, diciéndose que eso era lo mejor, que así su hermano estaba a salvo, que Shura era su amigo y debía confiar en él.
 
—Te traje algo de comer, es carne casi cruda y un poco de vino. 
 
Volteo a verle, preguntándose porque no bajaron, porque no salir de aquella habitación, tratando de ignorar al pequeño niño demonio y ahora la voz de alguien cercano a su edad, que decía que Cid era de fiar, que lo amaba.
 
— ¿Por qué carne casi cruda? 
 
Pregunto sentándose en la mesa en donde Shura únicamente bebía de una copa algo que sabía no era vino, que erizo su piel, pero en vez de escuchar sus instintos que le decían que debía salir por esa ventana, usando sus alas para alejarse o la inmensa cadena que sostenía ese castillo, que lo anclaba a la tierra, se forzó a comer de la carne jugosa.
 
—Es lo que comen los demonios de tu tipo... es alimento que te ayudara a recuperarte de esta pesadilla. 
 
Cid se preocupaba por él, comprendiendo que hacía mucho tiempo que Radamanthys no comía los nutrientes suficientes o bebía algo que no fuera agua, si es que comía del todo, por la desesperación con la cual devoraba su alimento.
 
— ¿Los demonios de mi tipo? 
 
Pregunto, colocando una mano en sus cuernos, tratando de comprender que le decía Shura, quien simplemente le sonrió, mostrándole un libro, no era el que le pertenecía a su familia, pero se le asemejaba un poco, solo que este compendio había sido creado por manos humanas.
 
—Existen dos clases de demonios, los que tienen alas de murciélago y los que tienen alas de ave, tus hermanos tienen alas de ave, descienden de ángeles, de seres de luz, los de alas de murciélago nacieron de la oscuridad, serás mucho más fuerte que tus hermanos, pero al nacer de la oscuridad, evocas sentimientos oscuros en los corazones mortales. 
 
Había visto toda clase de demonios en el Inframundo, toda clase de formas y tamaños, pero, Shura le mostraba la imagen con demasiada seguridad, señalando los cuernos, las alas, las pesuñas, las palabras que decían que los demás demonios eran mezclas, anomalías de las dos principales ramas, Minos era una mezcla de un demonio emplumado y un ángel, el no aparecía en ese libro.
 
—Lujuria, envidia... ira, avaricia... 
 
Susurro, apartándose de ese tomo que decía que su propia oscuridad despertaba sentimientos oscuros en los demás, en aquellos mortales o humanos que estaban en contacto con su persona, cerrando los ojos.
 
—Estas diciendo que yo he provocado el odio de mi padre, la lujuria de Aspros, que mi propia energía los ha transformado en esas criaturas.... 
 
Shura no menciono nada al respecto, pero su silencio le hizo notar que era cierto lo que pensaba, estaba diciendo que era su culpa la cacería de la cual era víctima, notando como se levantaba, para colocar sus manos en sus hombros.
 
—El deseo de Kanon, ese amor que dice tenerte no es más que una ilusión, una farsa que se termina cuando ha pasado el tiempo suficiente lejos de ti. 
 
Radamanthys coloco sus manos en la mesa, negando eso, no quería creer que el amor de Kanon fuera una ilusión, que él hubiera provocado esa cacería, la cicatriz en su pecho, escuchando como Shura se hincaba a sus pies, tomando una de sus manos.
 
—Sé que no quieres pensar que ese afecto que Kanon te tiene es una ilusión, pero, piénsalo, en donde se encuentra ahora si es que te ama como piensas que lo hace, no crees que debería estar a tu lado, protegiéndote de tus enemigos, pero se fue, se marchó... 
 
Shura beso entonces su mano, restregándose contra esta, para sostener la otra, obligándolo a levantarse de su asiento, para que pudiera ver la inmensidad, que observara su castillo y que tratara de imaginarse a Kanon en alguna parte de aquel mundo, en compañía de alguien más, de alguien humano.
 
—Debe estar en alguna parte por debajo de nosotros, disfrutando de su nueva fuerza, de su riqueza, de su belleza, al ser uno de los hijos del primordial, olvidándose de ti, de sus promesas hacia ti. 
 
Radamanthys sintió entonces que sin soltar sus manos le abrazaba, de nuevo, rodeando su cintura, besando su cuello con delicadeza, disfrutando de su aroma natural, para llevarlo ahora frente al espejo, para que pudiera verse, necesitaba convencerlo de su amor por él.
 
—Mírate... ya no eres un humano, para alguien como Kanon tu no debes ser agradable, un demonio, uno con la forma que tienen aquellos de la biblia, si yo fuera el, un simple joven, me asustaría el siquiera pensar en compartir mi eternidad a tu lado... 
 
No sabía dónde estaba Kanon y quería creer que aún estaba vivo, pero tal vez, ya le había abandonado, le había dado la espalda al verle tan inhumano y ni siquiera podía culparlo por ello, era una abominación que solo un loco como Aspros podía considerarlo deseable.
 
—Pero yo... yo te amo Radamanthys, te conozco desde que luchamos en el frente, somos amigos, no lo recuerdas, tú y yo, en contra de los demás, como en ese campamento, cuando evitaste que me violaran. 
 
Shura le hizo voltear para que pudiera verlo, caminando hasta que los dos se toparon con el borde de su cama, haciéndole temblar, ligeramente, relamiendo sus labios que fueron besados por los de su amigo, que rodeando su cintura, intento seducirle con sus caricias.
 
—Así yo hare contigo, te protegeré de cualquier clase de daño, porque yo te amo, te adoro, te adorare por toda la eternidad, pero lo único que te pido es que tengas piedad de mi... ten piedad de mi... 
 
De nuevo lo beso con delicadeza, esperando que Radamanthys le correspondiera, era su amigo, no lo había apartado de su cuerpo en ninguna de aquellas ocasiones, haciéndole pensar, que compartía su deseo por él, no que, esa clase de sometimiento lo paralizaba debido al terror que sentía, después de haber sido violado varias veces, tantas, que ya no deseaba ninguna caricia, ninguna mano en su cuerpo.
 
—De mi amor por ti, de mi deseo por ti, mi dulce Radamanthys... mi pequeño... 
 
Radamanthys cayó en la cama cuando intento apartarse de las manos de Shura, jadeando cuando este se recostó arriba de su cuerpo, aun besándole, aun acariciando su cintura, sin atender a sus intentos por detenerlo, por liberarse.
 
—No... no... Shura... por favor... no... 
 
Cid al principio no le prestó atención, recordando aquella vez que su alumno se le entrego tan dulcemente, sus gemidos, sus pequeñas suplicas y sus estremecimientos, sin embargo, este no era su alumno y este trataba de soltarse sin lastimarlo.
 
— ¡Detente!
 
Hasta que se vio obligado a usar su fuerza, apartándolo de su cuerpo, retrocediendo hasta llegar a la cabecera, observándolo con desagrado, con temor, limpiando sus labios como si ese beso le hubiera parecido algo repugnante.
 
— ¿Por qué no te detuviste? 
 
Cid cerró los ojos, sentándose junto a Radamanthys, comprendiendo que no era su alumno, aunque se le parecía demasiado cuando aún era un humano, acariciando su tobillo con delicadeza, el que aparto de su lado.
 
— Porque yo también he caído presa de tu embrujo y deseaba seducirte, pero tú no eres mi pequeño, aquel niño inocente que no pude salvar de ese vampiro, el que murió en esas lanzas, al que has olvidado por completo, pero descuida, te ayudare a recordar nuestro pasado, así podrás olvidar a Kanon, así regresaras a mí. 
 
Aspros deseaba a su conejito, este a su pequeño niño, el que asesino su amo, no su amo, el vampiro que deseaba destruirlo para convertirlo en un niño cornudo, este vampiro deseaba que renaciera su alumno, ninguno amaba a su entidad del presente.
 
—Tú no eres Shura... no se quien seas... 
 
Cid se levantó de la cama, para alejarse, aún tenía un objeto que le perteneció a Radamanthys, a su alumno, con este podría traerlo de regreso, únicamente debía dárselo y seria suyo, pero ese demonio era poderoso, podría intentar escapar en cualquier momento, usar sus alas, o sus garras.
 
—Sigo siendo Shura, pero uno mucho más sabio, que te mantendrá lejos de ese vampiro enloquecido, ese Aspros, a cambio de una oportunidad para poder seducirte.
 
Radamanthys se sentía como el mayor idiota del mundo al subir a ese castillo, pero al mismo tiempo, sabía que Aspros lo perseguiría hasta el fin del mundo, y era mejor, que destruyera ese castillo, a que se vengara del Abismo, para darle paso a la madre de los monstruos que se alimentaria del pequeño en el vientre de la esposa de su hermano largamente perdido.
 
—Puedo hacerlo... únicamente, si me prometes no volver a hacer algo como eso sin mi consentimiento, hasta que esté listo para recibirte... 
 
Cid asintió, abandonando ese cuarto, dejando el libro en la mesa, el que Radamanthys comenzó a leer, terminándose el vino que le había llevado, para sentarse en el balcón, dándose cuenta que ya estaba mucho más fuerte, después de comer ese trozo de carne cruda.
 
—Demuéstrame que no es cierto Kanon... que no te has olvidado de mi... 
 
*****
 
Al mismo tiempo Minos estaba sentado en otro balcón, uno derruido en el mundo natural, pensando en la razón detrás de sus acciones, porque Radamanthys había decidido marcharse, escuchando un sonido como el que realiza una llamarada, volteando para ver con sus propios ojos, a un demonio con una chistera en la cabeza, con un ángulo imposible.
 
—Príncipe Minos, es todo un placer poder verlo... 
 
Minos entrecerró los ojos, sin mostrarle ninguna clase de miedo, manteniéndose tranquilo al reconocer a un embustero cuando lo veía, fingiendo que no se había dado cuenta que no era más que un mentiroso.
 
—Podría empezar con decirme gracias... 
 
Porque debería agradecerle cualquier cosa se preguntó, pero no le pregunto nada al hombre de la chistera, que le veía con una sonrisa casi demente, ansioso de decirle la razón de su agradecimiento.
 
—Por el momento aleje al ejercito de los soldados de la iglesia, que por cierto están poseídos por la madre noche, después de ser alimento de vampiro, de su castillo, porque usted posee algo que yo deseo... 
 
Minos seguía guardando silencio, sin perderse un solo detalle de su interlocutor, un mentiroso fenomenal, que sonreía como un demente, quien le veía con una mueca en su rostro desaliñado, mucho peor que el de Kanon, cuando se trataba del pintor del pueblo.
 
—Lo único que deseo es que me regrese a mi esposa, a Partita, que está encerrada en el agujero más profundo del Inframundo, como lo hicieron con Calvera, de esa forma, yo me volveré el mejor amigo que ustedes podrían tener en la guerra que está sucediendo justo en este momento. 
 
Minos ladeo un poco la cabeza, podía ver la desesperación de ese demonio de la chistera, que deseaba liberada a uno de los prisioneros del Inframundo, que si su experiencia previa le decía algo, era que se trataban de unos traidores, que no debía confiar en ellos.
 
—Tendré que pensarlo... 
 
*****
 
Radamanthys no había salido de aquella habitación, no tenía el apetito de hacerlo y lo único que lo mantenía ocupado era el libro, así como el vacío, las nubes rodeando ese castillo, en ocasiones Shura lo visitaba, trayéndole regalos, manteniéndose a su lado todo el tiempo que podía, pero, aun así, su confianza estaba quebrada.
 
Como su esperanza de que Kanon le amara, que recordara al niño que fue en el pasado, al humano debajo de aquella apariencia, comprendiendo bien que se trataba de un prisionero, de quien pensó era su amigo, pero ahora sabía que no. 
 
—Al menos, cuando Aspros ataque, estaré aquí y no con ellos... 
 
Eso debía ser suficiente para él, especialmente cuando tenía dos opciones, Shura o Aspros y de las dos, su amigo era menos dañino, supuso, mirando el cielo, una vez que había perdido toda clase de fuerza, de resistencia para seguir luchando por su libertad.
 
—Te traje esto Radamanthys... 
 
Radamanthys volteo a verle, tenía una cajita en sus manos con un anillo en ella, una prenda que le perteneció a su antiguo alumno, que le ayudaría a despertarlo cuando la tuviera puesta en sus manos, un anillo, que el mismo le pondría, para que recordara el amor que alguna vez le tuvo.
 
—Una muestra de mi amor por ti... 
 
Shura se hinco a sus pies, tomando su mano, para intentar colocar el anillo en uno de sus dedos, pero el demonio de ojos amarillos, se apartó, tragando un poco de saliva, mirándole fijamente, escuchando al niño demonio que le decía que no aceptara su regalo, no dejara que borrara su memoria, no le pertenecían, sino a Aspros, él era su amo, su dueño, seria su conejito eterno y en realidad, no sabía que era peor.
 
—No lo quiero... 
 
Radamanthys se apartó, logrando que Shura apretara los dientes, molesto, pero al mismo tiempo guardara el anillo, cuando durmiera, cuando estuviera debilitado se lo pondría y despertaría siendo su pequeño alumno.
 
—No lo acepto... 
 
*****
 
—Han pasado los veinte años, ya es hora de que nos dejes ir... 
 
Kanon pronuncio seguro, su hermano a su lado, pero el que se decía su padre únicamente lo ataco, usando sus tentáculos, sus cientos de dientes, picos y extrañas extremidades, para mantenerlos en esa marisma.
 
—Aún no están listos... 
 
Pero esta vez, Kanon pelearía por su libertad, sin importarle lo que pasara, debía ir con Radamanthys, lo necesitaba, lo sentía de alguna forma y debía apresurarse.
 
—¡Este día saldremos de aquí! 
 

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