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Los demonios de la noche. por Seiken

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Minos no sabía porque Lune no parecía interesado en él, en hacerle el amor cómo en el pasado, pero estaba dispuesto a descubrirlo, a obligarlo a darle su amor como en el pasado, si seguía ignorándolo como hasta ese momento, porque sabía que estaba enamorado de él, que aún lo quería, pero pensaba absurdamente, que no debía tocarlo, aunque él se lo pidiera.
 
— ¿Porque desobedeces mis órdenes? 
 
Lune estaba sentado a su lado, vigilando su sueño, después de todo ese tiempo, de fallarle como lo hizo no se atrevía a dejarle solo, Minos había preparado su cama, vestido una camisa para dormir, como única prenda.
 
— ¿Mi príncipe? 
 
Minos negó eso, no quería que le dijera de esa forma, y antes de que pudiera moverse, se sentó sobre su demonio de piedra, que le veía sorprendido, llevando de forma instintiva sus manos a su cintura, para que no perdiera el equilibrio.
 
—Desde cuando necesitamos títulos entre nosotros mi amado Lune, desde cuando has dejado de amarme, que no quieres compartir mi lecho, aunque yo te lo pedí apenas desperté. 
 
Hasta el momento Minos había sido el dominante en aquella relación, aun lo era, era quien daba las órdenes y quien tomaba las decisiones, el gustoso le daría su vida, su voluntad o su cordura, a cambio de permanecer a su lado.
 
— Le falle, fue mi culpa que usted sufriera como lo hizo y no podre perdonarme nunca por ello. 
 
Minos coloco sus manos en los hombros de Lune, negando eso, besándolo de forma posesiva, sosteniendo su cabello con fuerza, porque Defteros tenía razón en parte, le gustaba brindar dolor a sus amantes, casi tanto como a ese demonio, pero a diferencia de ese animal, él sabía cuándo detenerse, cuando usar un poco de fuerza para darle más placer a un amante, cuando ser gentil, el si era un buen amo.
 
—No quiero que vuelvas a decir algo como eso Lune, nunca, jamás o me voy a enojar contigo y sabes lo que pasa cuando me molesto. 
 
Lo sabía, cuando se molestaba le arrebataba su presencia, lo mandaba a dormir lejos, no le hablaba, no lo miraba, ni siquiera podía estar en el mismo sitio que él, un castigo que implemento con él, cuando fallo en apagar la vida del pintor.
 
—No podría soportarlo, ya he estado lejos de su luz por demasiado tiempo y un poco más, me destruiría. 
 
Minos lo sabía, así que tomando las manos de Lune, las coloco en sus caderas, besando sus labios, mordisqueando el de abajo, hasta que sangro, lamiendo el hilo rojo, gimiendo cuando los dedos de su demonio de fuego iban apretando un poco más su piel.
 
—Entonces, cumple con mi orden, quiero que me hagas el amor y borres la repugnante fragancia de ese sucio animal de mi cuerpo, con tus manos, con tu semilla, porque eres tú a quien deseo a mi lado.
 
Lune al principio no se movió, su mirada fija en los dedos de su príncipe, que iba desnudándose lentamente, quitándose la camisa de dormir, descubriendo un cuerpo que sabía era precioso, blanco como la leche, sin ninguna cicatriz, con algunas plumas plateadas como su cabello, o sus ojos, haciéndolo como una criatura de luna, una belleza que le quito el aliento.
 
—Eres tú a quien yo quiero y ya es tiempo de que el demonio al que amo, pueda poseerme. 
 
Minos empezó a desabrochar la ropa de Lune, con delicadeza riéndose al ver su sorpresa, como apenas podía moverse, sus manos aun en sus caderas, masajeando su piel con delicadeza, de forma circular.
 
—Y esa es una orden. 
 
Lune asintió, besándole esta vez, con delicadeza, su amado príncipe ya estaba mucho más sano, se había recuperado de lo que ese monstruo había hecho con él, y si le ordenaba satisfacerlo, como su fiel sirviente, no podía negarse.
 
—Esta será una de las órdenes que más disfrutare en realizar mi príncipe. 
 
Minos se rio entre dientes al escucharle, gimiendo cuando los labios de Lune rodearon uno de sus pezones, como si se tratase de una deliciosa y madura fruta, una fresa, acariciando la otra, con el mismo cuidado que siempre tenía al tocarlo, encantado con su cuerpo, con su belleza.
 
—Hacerle el amor, siempre es una tarea placentera, un orgullo, un honor que pido, solamente yo pueda tener. 
 
Minos asintió, tirando de nuevo de su cabello, para besar sus labios, separándose repentinamente, para asentarse en la cama, con las piernas cruzadas, cubriendo su intimidad, llamando a Lune, quien se levantó de su sillón.
 
—Quiero que te desnudes para mí, lentamente, muy lentamente... 
 
Ya se había desvestido para él, sabía como hacerlo, como darle a su príncipe un espectáculo que nunca podría olvidar, así que comenzó a desabrochar lentamente cada uno de los broches, de los botones que mantenían su armadura en su sitio, viendo casi hipnotizado como su amado señor, abría las piernas para que pudiera verlo y comenzara a acariciarse lentamente. 
 
Siguiendo el ritmo de sus manos en su propia ropa, cuando iba cayendo al suelo, con un sonido sordo, hasta que la última parte de su cuerpo estaba libre para que la mirada de su príncipe la recorriera lentamente, levantándose de la cama, para poder admirarle ahora que ya no era humano.
 
—Sigues siendo hermoso...
 
Era realmente hermoso, tan atractivo como en el pasado, tan dócil como en esa época y su voz era la misma, cuando comenzó a recorrer sus hombros con sus dedos, gimiendo al sentir su contacto, su aliento en su cuello, mirándole fijamente con una expresión de expectativa.
 
—Pero esta vez, quiero que tú me hagas el amor a mí... no al revés. 
 
Comenzaba a molestarse con esa actitud nerviosa, al no sentir las manos de su amado demonio en su cuerpo, respirando hondo, cuando Lune de pronto volteo para acariciar sus labios con su dedo pulgar, sus ojos fijos en los suyos, tragando un poco de saliva.
 
— ¿Está seguro de esto mi señor? 
 
Lo estaba, confiaba en Lune, este le amaba y él amaba a su demonio, a su sirviente, que al ver su asentimiento, ya no dudo más, besándole, una suave caricia con sus labios, sus manos recorriendo su cuerpo, desde su costado hasta sus caderas.
 
—Si desea que me detenga, solo dígamelo y yo lo hare... 
 
Minos asintió, tragando un poco de saliva, rodeando el cuello de Lune, para empujarlo en dirección de la cama, pues, sentía, que se estaba tardando demasiado, que su respeto por él, su adoración, le evitaban darle lo que más deseaba en ese momento.
 
—Si continuas hablando de esta manera, comenzare a creer que no me deseas como dices hacerlo... 
 
Lune no podía dejar que su amado príncipe pensara eso, así que trataría de darle tanto placer como él siempre le había dado en su lecho, besando su cuello, chupando con fuerza, dejando una pequeña marca y después otra en su pecho, recorriendo cada musculo, cada centímetro de piel.
 
Maravillándose como siempre de su suavidad, de la belleza de su príncipe que al despertar era por mucho más hermoso que en el pasado, como un ángel, un bello ángel que decidía compartir su lecho, gimiendo al sentir sus besos, sus caricias.
 
—Hazme olvidar... 
 
Ya eran amantes, desde antes de que esa pesadilla comenzara, siempre estaban juntos, desde que se trataba de un adolecente, cuando era su ayudante de cámara y decidió que también sería su amante, convirtiéndose en su amado, la razón, por la cual su hermano menor salió en busca de su pintor, para encontrarse con él a sus espaldas.
 
—No piense en el mi señor... no piense en el... 
 
Sintió la necesidad de suplicarle, porque sabía que Minos estaba pensando en ese momento, recordando su pasado y después, comenzaría a pensar en esa bestia que le ataco, en sus garras, en su sufrimiento, arruinando ese momento que debía ser perfecto.
 
—Mi príncipe... 
 
Lune se detuvo, con una expresión de preocupación en su rostro, esperando ver el miedo en el de su príncipe, que como lo pensó, comenzó a recordar lo que le había hecho Defteros, sus garras y sus dientes, los látigos, sus gritos, el semen recorriendo sus piernas, sentándose repentinamente, para rodear sus piernas, cerrando sus ojos.
 
—No puedo... lo siento, pero no puedo... no puedo dejar de pensar en ese monstruo... 
 
Lune asintió, rodeando sus hombros con delicadeza, jalando una de las cobijas para cubrirlo con ella, comprendiendo que tenía razón, su señor aún no estaba listo para compartir el lecho de nadie, aún estaba asustado, pero él estaba allí para protegerlo, para dar su vida por su bienestar de ser preciso.
 
—No tiene que disculparse conmigo... no debe hacerlo... 
 
Minos negó eso con un movimiento de su cabeza, era Lune, era su fiel soldado, a quien amaba, a quien deseaba por sobre todo, pero, aun así, se daba cuenta que no podía dejar de pensar en Defteros, que tal vez Radamanthys tenía razón, debía destruirlo para sentirse seguro de nuevo, arrepintiéndose al dejarlo ir, al intentar jugar con él, para destruirlo poco después.
 
— ¿Piensas que cometí un error al dejarlo ir? ¿Qué el veneno del vampiro actuó en mi decisión? 
 
Lune no pudo responderle, que podría decirle que no sonara como una mentira, porque en verdad pensaba que era una equivocación dejarle ir, darle una oportunidad para reorganizar su ejército.
 
—Pienso que intenta ser mucho más fuerte de lo que cualquiera puede serlo mi príncipe, que tiene derecho a llorar, a sentirse utilizado, a odiarle o temerle, que eso no lo hace débil.
 
Al escuchar esas palabras, provenientes de su fiel Lune, comenzó a llorar de nuevo, aferrándose a su cuerpo, su cuerpo temblando desesperado, como no había podido hacerlo en todo ese tiempo, desahogando su dolor, sintiendo los brazos de su fiel sirviente rodeando sus hombros, manteniéndose a su lado, hasta que se quedó dormido en sus brazos, aun llorando su desesperación, al sentirse seguro después de más de un año en las garras de esa bestia.
 
—Yo estoy aquí mi príncipe... yo daré mi vida por usted... 
 
*****
 
Kanon salió de la cabaña completamente desnudo, sintiéndose como el hombre más afortunado del mundo, dejo a su musa descansar en esa cama, estaba dormido, con una apariencia inocente, sus ojos cerrados, sus labios entreabiertos, se veía hermoso, pero también estaba cansado y lo mejor era dejarlo dormir un poco más.
 
— ¿Por qué no mataste a Cid cuando podías hacerlo? 
 
Era Saga, que disfrutaba de los rayos de sol, sus ojos cerrados, escuchando como se desnudaba para bañarse en el pequeño lago cercano a la cabaña en donde los dos crecieron, debía recolectar agua y calentarla, no creía que su musa debiera bañarse con agua fría, casi helada.
 
—Habría sido muy duro para Radamanthys ver a su amigo perder la vida, sabe que no es el, pero aun así, ha pasado mucho tiempo a su lado, ya habría sido suficiente. 
 
Saga asintió, con Kanon y el protegiendo a su musa, él estaba seguro, pero no por eso debían bajar la guardia, mucho menos cuando los cazadores ya eran tres, los gemelos y ese vampiro, otro enemigo que debían destruir.
 
—Pero si vuelve a acercarse a mi musa, lo matare y creo que disfrutare haciéndolo, igual, que amare destruir a Aspros, una vez que pueda dar con él, o que nos ataque, que es lo más probable. 
 
Dos gemelos vampiros enfrentándose a dos gemelos del abismo, a dos profundos, por la mano de un príncipe demonio, unos años antes habría pensado que no era más que una locura, se habría reído de quien le dijera aquellas palabras, pero ahora, podía ver que Kanon siempre tuvo razón, debían usar sus dones, aceptar su herencia de sangre.
 
— ¿Cómo se encuentra? 
 
Quiso saberlo, porque se veía muy afectado en ese castillo y esperaba escuchar que había logrado dormir, que ya había comido algo, que se recuperaba de ese martirio, como médico únicamente deseaba cumplir con su juramento, pero bien sabía que no entendía nada de la anatomía de un demonio, mucho menos, este muchacho querría saber cualquier cosa del hombre que ayudo a esas bestias a capturarlos.
 
—Está más tranquilo, ha recuperado un poco de su color, lo deje durmiendo, espero que tenga unas cuantas horas de sueño, se ve que lo necesita. 
 
Kanon regreso a la cabaña, para vestirse y regresar a la cama de su amada musa, rodeando su cintura cuando vio que comenzaba a agitarse en sus sueños, regresándole su tranquilidad, notando como empezaba a recuperarse.
 
—Tranquilo... yo te cuido... yo estoy aquí... 
 
Como si fuera un truco de magia, o Radamanthys lo sintiera aun en sueños, empezó a dormir un poco más tranquilo, volteando en la cama, para recargarse en su pecho, suspirando, provocando el deseo en Kanon de besar su frente.
 
—Ya nada malo te pasara.
 
Cosa que hizo, un simple beso, que dibujo una sonrisa en el rostro durmiente de su musa.
 
—Porque yo te cuido.
 
*****
 
Los gemelos irrumpieron el castillo flotante con sus soldados, los poseídos por la madre de los monstruos, después de que Youma decidiera regresar, Shaka y Aioria a su lado, vivos, pero perdidos en un oscuro remolino de dolor.
 
—Los estaba esperando... 
 
Aspros apretaba los dientes, preguntándose porque ese vampiro ancestral parecía tan tranquilo, su hermano deteniéndolo con su brazo, no lo dejaría atacarle, porque esperaba que ese mentiroso, atacara a su conejito, le destruyera.
 
— ¿Cómo si fuéramos visitas o tus amigos? 
 
Cid asintió, con una mirada fría, sus manos detrás de sus espaldas, señalando a los dos soldados de la iglesia, a los dos hombres rubios, que le miraban sin verlo.
 
—Tengo una forma en que los dos obtendremos aquello que más deseamos, pero antes, quiero que entreguen a esos dos... 
 
Defteros respondió antes de que Aspros pudiera hacerlo, haciendo que se desesperara, porque lo trataba como un lisiado, una marioneta y comenzaba a cansarse de eso.
 
—Tu quieres al demonio, yo quiero al humano, podríamos separarlos... cada uno se queda con la parte que ama de ese joven, es un hechizo antiguo, que usa la vida de dos personas, para mantener la vida de las dos partes separadas, pero ellos no nos importan, solo mi pequeño alumno, que tú me robaste y tu conejito, que aun aguardan en el fondo de sus recuerdos. 
 
Cid pronuncio, esperando que su respuesta fuera afirmativa, llevando sus manos a su espalda, con una postura que Aspros pensaba que todos los traidores que se pensaban con poder utilizaban.
 
—Pero, no tenemos mucho tiempo, Kanon servirá como un ancla y pronto, será imposible recuperarlos... 
 

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