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Los demonios de la noche. por Seiken

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¿Kanon?
 
¿Kanon estaba a su lado?
 
¿Ese pintor estaba corrompiendo a su conejito? 
 
Llenando de mentiras su cabeza, convenciendolo de su amor, de su deseo por él, tal vez, hasta tratando de compartir su lecho, porque eso era lo único que deseaba, lo único que le interesaba de su pequeño cuerno.
 
Aspros no estaba dispuesto a obedecer las órdenes de su hermano, ni las órdenes de Cid, porque el de poder hacer su voluntad, se habría quedado con los tres, con su conejito, ese muchacho que creía en las mentiras de Cid, y ahora, él, Radamanthys, su otro conejito. 
 
-Son todos tuyos... 
 
Como era de esperarse Defteros respondió por él, haciéndole enojar, pero no dijo nada, como no habría dicho nada en el pasado, cuando confiaba en su traidor. 
 
-Yo lo único que quiero es a mi conejito conmigo... eso es todo. 
 
Y se daba cuenta que al poseer a su conejito tenía a los tres bajo su protección, bajo su cuidado, haciéndole compañía, compartiendo su lecho. 
 
-Lo tendrás, por eso no debes preocuparte. 
 
Claro que debía preocuparse, porque esos dos demonios que estaban en su presencia, esos monstruos, querían destruirlos y se preguntaba, cómo podría separar esas supuestas dos partes, sin destruirlas o quebrarlas en el proceso. 
 
-Piénsalo Aspros, tú siempre has deseado volver a verlo, después de lo que pasó con él, después de permitirle ir con ese senador, pero en esa época no podías hacer nada, ahora sí, en esta ocasión nadie te lo arrebatará. 
 
Defteros tenía el mismo presentimiento, no podías separar algo tan fuertemente unido, sin romperlo y esa posibilidad era lo que buscaba, si ese demonio perdía la vida al intentar separarlo para crear dos entidades, ya nunca más volvería a acercarse a su hermano, a poblar sus sueños, ni sus recuerdos, no regresaría, por fin estarían juntos de nuevo, sin obstáculos, su sol brillaría únicamente para él. 
 
-Si me prometes que no será lastimado... no soportaría tener que perderlo de nuevo. 
 
Defteros asintió, con esa sonrisa que trataba de hacerle sentir mejor, rodeando sus hombros con ambos brazos, para juntar sus cuerpos, lo estaba abrazando, acariciando su cabello y el simplemente debía permitirlo, notando, desde que escuchara su confesión, que lo tocaba demasiado para su gusto. 
 
-No lo perderás, te lo prometo. 
 
Después un beso en su frente, para dejarlo ir, sin darse cuenta que no estaba para nada contento con eso, con esas caricias y muestras de afecto, mucho menos con esa decisión tomada a sus espaldas. 
 
-Te regresaré a tu conejito y ya no volverá a separarse de ti, mi querido hermano. 
 
Pero Aspros no permitiría que los separarán, quería a ese conejito a su lado, exactamente como lo era en ese momento, ese Radamanthys era inocente como su viejo conejito pero ya era un adulto que podía complacerlo de tantas formas posibles, no era un fanático, que le odiaba por ser lo que era, por ser un vampiro y por eso lo rechazaba, a quien tenía que forzar cada ocasión a darle lo que necesitaba, este ya había aceptado su dominio, había dejado de pelear con él, pronto comenzarían a amarlo, pero sobretodo, no moriría al ser un demonio, una criatura inmortal y al tener esa hermosa apariencia no volvería a recordar al senador. 
 
El senador que ese conejito le ayudo a destruir para poder vengarse, para poder tener una catarsis, una expiación de sus temores, al saberse más fuerte que esa bola de grasa, mucho más poderoso que cualquiera de sus enemigos. 
 
Y la forma en la que gemía cuando le hacía le amor, como se retorcía como un pescadito debajo de su cuerpo, sus temblores, sus manos en sus brazos, su calor, no estaba dispuesto a perderlo, de ninguna forma. 
 
-Sí, Defteros, ya no quiero estar solo de nuevo... 
 
Cid estaba complacido, al darse cuenta que el hermano dominante era Defteros y no Aspros, así podría convencerlo de apartar a ese vampiro de su conejito, una vez que los dividiera, el humano estaría algo roto después de ese doloroso procedimiento, pero con su anillo, le olvidaría, la parte demoníaca, eso no sabía que forma tomaría, porque no creía que fuera humano, no lo sería, le arrancarían esa parte de su ser, aunque sabía, que muchos testigos de aquel hechizo terminaban tan heridos en su psique como aquellos en quienes era utilizado, podría ser ese el caso de Aspros, al ver el sufrimiento de su conejito, al ver sus restos, tal vez, quedaría completamente quebrado, como esos hombres a los que les retiraban el lóbulo frontal, para aliviarlos de sus demonios, un final irónico, para quien le robó a su alumno.
 
-Yo me encargaré de los preparativos, ustedes vayan por el con sus ejércitos. 
 
En todo ese tiempo, Youma guardaba silencio, aun esperaba la respuesta de Minos, el mayor de los hermanos, y mientras lo hacía se dio cuenta que Aspros no estaba conforme con ese trato, no estaba dispuesto a perder a su conejito, tal vez, si podía liberarse de Defteros, para conversar con él unos instantes, podría mostrarle el pasado, la traición de su hermano, lo sabía, porque la había visto, todo el tiempo esperando ese instante, en el cual, estos gemelos, con los que ya había jugado demasiado tiempo, matando a su madre, forzando su venta y la locura del senador, le dieran lo que necesitaba, la oportunidad para liberar a Partita, su esposa embarazada, que no podía a dar a luz en el Inframundo.
 
-Te lo traeremos Cid, pero mi hermano debe recuperar a su conejito... 
 
Trataba de actuar como su amigo, como su hermano protector, pero se daba cuenta que Defteros no lo veía de esa forma, sino como una propiedad, como un objeto que podía usar a su antojo, que podía utilizar, cuyo conejito había asesinado y ahora también deseaba robarle a este, confiando en su enemigo, en Cid, que seguramente tenía alguna treta escondida, alguna forma de herirlos, de dañarlos, para no cumplir con su promesa. 
 
-No lo lastimen... mucho. 
 
Aspros apretó los dientes, el nunca lastimaría a su conejito, jamás lo haría, era su amado, era su pequeño y de alguna manera, una vez que lo hubieran recuperado, se lo llevaría a su lado, para reiniciar su vida, mostrarle que tan bueno podía ser, que tan arrepentido estaba de permitirle a su traidor herir a su hermano, aún podían ser felices. 
 
-Yo nunca lo lastimaría.
 
*****
 
Radamanthys despertó para ver la hermosa mirada de Kanon, que estaba recargado en su mano derecha, acariciando su cabello, besando sus labios y después, su frente, con una sonrisa que era contagiosa.
 
-Buenos días... o mejor dicho, buenas noches. 
 
Estaba oscuro, pero aun así podían ver en la oscuridad, los ojos de Kanon eran de un color azul, con un ligero brillo cian, los suyos amarillos, con su pupila alargada, ya no eran humanos, aunque su pintor en ese momento lucia exactamente como uno, que estaba vestido, acostado a su lado.
 
-Te vestiste muy pronto... 
 
Se quejó sonrojado, recargando de nuevo de su cabeza contra el pecho de Kanon, su nariz restregando su ropa, sus cuernos sobresaliendo de las cobijas, sintiendo las caricias del mayor en ellos, relamiendo sus labios, antes de besarle de nuevo, sentándose sobre él.
 
-Debes comer algo, he cazado un venado para nosotros, pero quería saber si querías que lo cocinara o lo prefieres fresco, yo lo prefiero fresco, pero... no sé lo que tú desees. 
 
Fresco quería decir crudo, como aquella carne que Cid le ofreció, y de ser humano lo habría preferido cocinado, al fuego, peor ahora, se le antojaba mucho más un buen trozo de carne cruda, aun sangrante, tenía hambre, también tenía sed.
 
-Aunque no tenemos vino, si tenemos suficiente agua fresca. 
 
Radamanthys asintió, para vestirse de nuevo con la ropa que le preparo Kanon, usando las vendas en sus piernas, para que sus pantalones no se rasgaran con nada y pudiera andar descalzo.
 
-Otro asunto, mi hermano me acompaña, Saga, pero se arrepiente de lo que ha hecho en su contra y ha jurado pagar sus crímenes para redimir sus errores, nos ayudara a matar a los gemelos y a todos sus enemigos, a mantenerlos seguros, además, se entregara a Minos, para que él decida su sentencia. 
 
Radamanthys había olvidado que Saga era el hermano de Kanon, que era su gemelo y que era quien los llevo a esa trampa, para él, su pintor y ese medico eran personas completamente diferentes, pero debía admitir, que eran gemelos, eran casi idénticos físicamente hablando.
 
- ¿El está aquí? 
 
Radamanthys pregunto, molesto, desviando la mirada para no ver la expresión de Kanon, que asintió, era su hermano quien les había costado tanto, quien les abandono en las manos de la bestia, así que se preguntaba, si Radamanthys podría perdonarlo por parecerse a él.
 
-Llévame con él. 
 
Kanon asintió, ya habían hablado de eso y creían que aun los príncipes del Inframundo no tenían el poder para derrotarlos, para enfrentarse a ellos, sin embargo, su padre les ordeno protegerlos, él amaba a su musa, no se atrevería a levantar una sola mano en su contra, pero sabía que su musa podría desear impartir justicia en nombre de su hermano mayor, al que en realidad quería.
 
-Sí, Saga espera por verlos. 
 
*****
 
—No es prudente acudir al castillo de Shura, no sabemos nada de él, ni siquiera si es de fiar. 
 
Se quejó abiertamente Milo, sus brazos cruzados delante de su pecho, una mueca de disgusto en su rostro, esperando que Hypnos lo comprendiera. 
 
—Yo sí estuve con él, todo el tiempo ayudo a Radamanthys, pero a su hermano lo dejo a su suerte, nunca le interesó protegerlo, ni siquiera como una muestra de amor a su amigo. 
 
Manigoldo había insistido en que era precipitado acercarse a ellos, acudir a ese castillo, porque bien podían ser traicionados por Shura.
 
—Además, todo esto que está pasando en este momento fue culpa suya, de enfrentarse a los gemelos, o de ayudar más activamente a Minos, algo más habría pasado y no creo que este interesado en devolver el mundo a su normalidad. 
 
Milo asintió, ese vampiro no era de fiar y llevar a todos los lobos de la jauría a ese castillo podría ser considerado un suicidio, Manigoldo tenía razón, pero que hacer, como ayudarle a su compañero.
 
—Yo ayude a proteger al príncipe Minos, a mandar a su hermano a la seguridad, ellos son amables, son honorables, nos dejaron ir a mi madre y a mí, debido a eso, yo puedo ir a verles, tratar de firmar un pacto, que valdría mucho más que una promesa de este vampiro. 
 
Hypnos no deseaba dejarlo ir, así que le acompañaría, porque Camus aún estaba suelto, el príncipe de hielo pagaría su osadía, si acaso volvía a interponerse en su camino, pero, aún faltaba la opinión de su hermano, de Thanatos.
 
—Si mi hermano acepta esa propuesta, yo la acepto, últimamente no he tenido las mejores decisiones y escuchare a mi compañero, Manigoldo siempre ha logrado leer a las personas, antes de que yo lo haga. 
 
Así que era su decisión, que medito en silencio, porque aunque confiaba en su ángel, y sabía que el siempre actuaba buscando lo mejor para sus seres queridos, no sabían nada de estos príncipes, sin embargo, el antiguo dueño de aquel castillo les dio la espalda apenas murió su alumno, abandonándolos en la reconstrucción, permitiendo que a los gemelos los encerraran, cuando debieron ser ejecutados.
 
—Haremos lo que nuestros compañeros nos piden, pero yo acompañare a Milo al Inframundo, tu quédate aquí, si llegamos a estar en peligro, tendrán que marcharse... 
 
Emitió Hypnos, relamiendo sus labios, con tanta seguridad que nadie se atrevería a desobedecerlo, aunque Milo no deseaba hacerlo, viajar con él era mucho más agradable, que viajar solo o con ese otro licántropo, el que fumaba como una chimenea.
 
—Si llegara a ocurrir eso, marcharemos hacia la fortaleza abandonada, esas paredes resistirán algunos días, pero no creo que dure mucho más. 
 
Estaba decidido, tratarían de forjar una alianza con los príncipes, si lo hacían, tal vez les mandaran demonios, o les concedieran una zona segura, estaban cansados de luchar, comenzaban a tener sed y hambre, necesitaban ayuda.
 
—Regresaremos en unos días Thanatos. 
 
*****
 
Saga escucho los pasos de la musa de Kanon, pero no se movió, se había preparado durante veinte años para recibir la furia de los hermanos después de sus pecados, y estaba listo para enfrentarse con el menor de ellos, ver a Minos, aún era demasiado duro para él.
 
—Estoy listo para recibir tu furia y tú enojo, Radamanthys, pero el castigo le pertenece a Minos. 
 
Radamanthys lo levanto de la ropa, sus dientes apretados, dientes blancos que se veían un poco más afilados de lo común, sus ojos emanaban fuego, sus cuernos brillaban de rojo, y parecería que pronto le prendería en fuego.
 
—Debería matarte aquí mismo Saga... pero no lo hare porque eres el hermano de Kanon y porque como tú lo has dicho, el castigo le pertenece a Minos, al que dejaste que violaran, al que intentabas convencer de su locura... al que dejaste sufrir una pena que nadie, ni tu, te mereces. 
 
Radamanthys acerco su rostro un poco más al de Saga, recorriendo su mejilla con su garra, llevándola a su cuello, como si estuviera pensando en cortárselo, deteniéndose, porque bien sabía que Saga le dejaba hacerle eso, como una penitencia, porque pensaba que Kanon era muy poderoso, tal vez mucho más fuerte que el mismo si ese vampiro que usaba el cuerpo de su amigo no quiso pelear en su contra.
 
—Pero a cambio de tu vida, tendrás que cobrarte la vida de Defteros, desgarrarlo como el hizo con mi hermano, para que sufra lo que Minos sufrió en sus manos, de lo contrario, te mataré como a uno de los culpables del dolor de mi hermano. 
 
Poco después lo dejó caer al suelo, sin arrepentirse, esperando que Kanon se molestará con el por la forma en que me trató, pero no fue así, el estaba llorando, rascando el suelo, haciendo unos surcos con la fuerza de sus dedos. 
 
—¡Trate de disminuir su dolor al convencerlo de que todo eso era una pesadilla, curaba sus heridas, lo mantenía lo mejor que podía, pero no escape con el, solo porque tenían a Kanon en sus manos, porque también matarían a mi hermano!
 
Radamanthys volteo, comprendiendo que sus palabras eran ciertas, al igual que su dolor, sus lágrimas, aunque llegaban demasiado tarde ya. 
 
—¡Nunca podré borrar lo que le hice, pero quiero pagarle mis errores, él no intentar escapar, aunque esas bestias nos tenían vigilados todo el tiempo, habría sido mejor morir intentando salvar a ese niño, que dejarlo a su suerte!
 
Kanon guardaba silencio, sin atreverse a decir nada, mirándoles, Radamanthys apretó sus puños, cerrando los ojos, para verle de nuevo, con una luz diferente.
 
—¡Aun así, después de matar a Defteros, de asegurarme que jamás regresara, le permitiré matarme si eso es lo que desea, si eso necesita, porque yo sé que no merezco perdón, no merezco nada, únicamente merezco la muerte!
 

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