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Los demonios de la noche. por Seiken

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Saga detuvo a la madre de los monstruos con algo de esfuerzo, dándole tiempo a Aiacos de cubrir a su esposa con su cuerpo, recibiendo entonces todo el daño que el demonio embarazado debía sufrir.

— ¡Llévatela de aquí!

La criatura con esa repugnante apariencia gruño furiosa, un alarido que reverbero en todo el Inframundo, Saga al escucharla dejo ir sus garras, convocando más tentáculos que de pronto formaron una pared, para que Aiacos pudiera huir, con su esposa en brazos.

— ¡No te dejare asesinar a esa pobre muchacha, mucho menos al niño que crece en su vientre, Hades no morirá, porque mi padre así lo desea!

Lune utilizo su látigo, para sostener uno de los brazos de Lamashtu, la madre de los monstruos, que únicamente permanecía en silencio, como si no comprendiera las palabras de Saga, que le daba tiempo al menor de los hermanos de llevarse a su amada esposa consigo.

— ¿Tu padre lo ha decidido? ¿Quién es tu padre para decidir cualquier cosa sobre mi mundo?

Le pregunto tirando del brazo que Lune trataba de sostener, lanzando al demonio inferior en contra de las estalactitas del Inframundo, sintiendo entonces como unas plumas de metal se clavaban en su espalda, como navajas al rojo vivo, gritando furiosa, volteando para ver al mayor de los hermanos, a ese con sangre celestial.

—Mi padre es el abismo y el desea que estos hermanos sobrevivan a tu acoso.

Ella comenzó a reírse, convocando a sus bestias, a sus hijos, interminables abominaciones que asemejaban cerdos o hienas, que se lanzaron en su contra, tratando de morderlos, pero ambos pudieron rechazarlas, Saga con sus portales, Minos con sus plumas, al mismo tiempo que Lune se levantaba del suelo, malherido, escuchando los pasos de la madre de los monstruos que trataba de alejarse de aquel campo de batalla.

— ¡No lo harás!

Le grito, sosteniéndola ahora del cuello, no la dejaría salir de aquella habitación, no podía permitir que mataran a su señor Hades, ahora que había renacido, que de nuevo gobernaría el Inframundo con ayuda de sus tres hijos.

— ¡No te entrometas en mi camino!

Lamashtu de nuevo le lanzo lejos, esta vez tratando de que su cuerpo cayera en un montón de picos, afilados como navajas, escuchando el grito de Minos, que intento llegar a él, para detenerse de pronto, cuando Saga sostuvo su cuerpo, salvándolo de una muerte segura.

—Lo siento.

Fue lo único que Saga pudo decir, antes de reanudar su combate con la madre de los monstruos, haciendo que Minos comprendiera que no hablaba de salvar a Lune, sino de no haber hecho nada por ayudarle y aunque le odiaba, debía estar agradecido con ese nuevo comportamiento, tal vez, perdonarlo.

—Siento lo que hice…

Minos sacudió su cabeza, elevándose en el Inframundo usando sus plumas como una nube de dagas que caían sobre la madre de los monstruos, clavándose sobre su cuerpo, escuchando el alarido de aquella criatura, su dolor, pero no era suficiente para destruirla, apenas, para evitar que corriera en dirección del renacido Hades, que nacería del vientre de la esposa de su hermano.

—Siento no haber hecho nada por ti.

No era el momento para esas palabras e intentaría decírselo, pero no podía hacerlo, primero debía destruir a la madre de los monstruos, después, condenarlo al peor de los sufrimientos, por entregarlos a esos vampiros.

—Pero tenían a mi hermano menor… no podía dejar que lo mataran.

Lune trataría de enfrentarse de nuevo a ella, pero Saga al ver la desesperación de Minos, aunque lo amaba y haría lo que fuera por ser correspondido, también sabía que eso nunca pasaría, ese demonio de fuego tenía su amor, su inmortalidad, sería injusto, que lo mataran, después de reunirse con el de nuevo.

—Pero ahora si puedo ayudarte y si me dejas, pagar por mis crímenes contra ustedes.

La primera forma en que lo haría, seria apartar a Lune de una batalla en la cual no tenía el poder para sobrevivir, encerrándolo en una dimensión alterna, deteniéndolo en el tiempo, para enfocarse ahora en la madre de los monstruos, que apenas estaba recibiendo cualquier clase de daño.

— ¿Qué le has hecho?

Minos le pregunto, deteniéndose a su lado, diciéndose que no podían seguir con ese ritmo, en poco tiempo serian derrotados si no empezaban a dañar a Lamashtu, pero parecía, que un demonio y lo que fuera Saga no era suficiente para enfrentarse a ella.

— ¡No pueden derrotarme!

Lamashtu volvió a invocar más criaturas descarnadas, que saltaron en su dirección, mordiendo sus brazos y piernas, escuchando un hermoso alarido de sus bocas, riéndose al ver su dolor, su sangre, como a pesar de ser lo que eran, no podían enfrentarse a ellos.

— ¡Yo soy un dios!

*****

Con forme se iban acercando al fondo del Inframundo, las heridas de Kanon comenzaban a cerrarse, como si la cercanía con ese Saga fuera suficiente para darle vida nueva, un poder que nunca antes habían visto.

— ¡Ya casi llegamos!

Milo grito, deteniéndose al ver a Minos en el suelo, cubierto de sangre, a su lado estaba Saga, o el que pensaba era Saga, el gemelo de Kanon, no tenían que decírselo, eran idénticos, mucho más parecidos entre ellos que su cachorrito con el gigante enojado de cabello negro que gobernaba a su lado.

— ¿Qué clase de lugar es este?

Pregunto Hypnos, cambiando su forma, aun cargando el cuerpo de Kanon que comenzaba a abrir los ojos, mirando a su alrededor, escuchando los estallidos, los rugidos de esas bestias sin forma, que se lanzaron en su contra apenas los sintieron.

—El Inframundo…

Kanon susurro, pisando el suelo, notando como las heridas de su hermano mayor también se iban cerrando, debido a su cercanía, preguntándose donde estaba Radamanthys, que había pasado con él.

— ¿Dónde está mi musa?

No era tiempo de realizar preguntas extrañas, se dijo Milo, atacando con su aguja a las bestias que se abalanzaban en su contra, escuchando que su cachorrito también atacaba, esta vez, con sus manos desnudas, usando una fuerza que no sabía tenía, la cual encontraba sumamente erótica.

—Nos pidió que te trajéramos con su hermano, para que no perdieras la vida.

Podría intentar marcharse, buscar a su musa, pero también sabía que esa criatura era la causante de todos sus problemas, del dolor de los gemelos, por lo tanto el dolor de su musa y que de marcharse, lo único que lograría seria que mataran a Saga.

— ¿Qué paso con esos dos vampiros dementes?

Hypnos destrozaba la cabeza de una de las bestias deformes que los atacaban, escuchando esa pregunta, maldiciendo en silencio la inactividad de Kanon, que ya estaba completamente curado.

—Están muertos.

Fue su respuesta lacónica, defendiéndose de otras criaturas, viendo como Milo cortaba a otras más, y el gemelo, cambiaba su forma humana, por la natural, que seguía siendo antropomórfica, pero su ascendencia podía verse en cada célula de su cuerpo.

— ¡Saga!

*****

Minos vio el cambio de Kanon con sorpresa, jadeando, sin comprender como era que en poco tiempo se había transformado en eso y si su hermano sabía lo que era, suponiendo que Saga era igual, quien también abandono su forma humana, su ilusión, para vestir su verdadero cuerpo.

— ¿Estás listo?

Saga asintió, estaba listo, debía salvar a su amado y permitirle tener una eternidad a lado de su demonio, comprendiendo que la única forma de lograrlo era abrir la puerta que le dejaría a su padre ingresar en el Inframundo, una criatura antigua, de otras dimensiones, que disfrutaba de jugar con la humanidad, que temía que sus juegos estaban a punto de terminarse.

—Sí, debemos hacer lo que nuestro padre nos ha encomendado.

Lamashtu ataco sin pensarlo siquiera, hiriendo a las dos abominaciones, encajando sus garras en su pecho, para que su sangre cayera en el Inframundo, sangre que abriría una puerta dimensional, si caían al mismo tiempo, si eran heridos por una criatura como lo era la madre de los monstruos.

—Solamente él tiene el poder para reparar todo el daño causado…

Saga dijo entonces, colocando una rodilla en el suelo, sintiendo como su herida, que casi atraviesa su corazón se cerraba, escuchando al atronador sonido de las dimensiones abriéndose, riéndose al ver la expresión de esa criatura con hocico de lobo, la que era de un terror indescriptible.

— ¡Que han hecho!

Era obvio, lo habían dejado entrar y ahora, su padre, se encargaría de matar a Lamashtu, su padre que iba elevándose del portal que su sangre abrió en el suelo del Inframundo, un circulo luminoso, del cual empezaron a brotar cientos de tentáculos de todos los tamaños, dándole paso a un ente circular, si debías nombrarlo de alguna forma, una maraña de tentáculos con bocas y dientes, una masa amorfa, con tres ojos principales unidos, tres ojos, con tres iris cada uno.

—Lo hemos traído aquí, Lamashtu, el sí puede destruirte.

El señor de los abismos se elevó en el cielo del Inframundo, destruyendo sus paredes y sus valles, opacando el cielo cubierto de llamas, con su masa imponente, que se retorcía en el cielo, ondulando sus tentáculos, sus ojos buscando a su enemiga, a la criatura que deseaba apoderarse de un mundo, que era suyo por derecho, que era suyo mucho antes de que los ángeles o los demonios existieran, mucho antes, de que el dios que muchos adoraban hubiera nacido, antes de la creación o del gran estallido.

—Lamashtu…

La voz de su padre siempre sonaba acuosa, como si fuera pronunciada debajo del agua, silabas que formaban palabras casi incomprensibles, lentamente, como si estuvieran reptando del suelo, emergiendo del agua, o del lodo, una voz, antinatural, que apenas podían comprender.

—Madre de los monstruos…

Kanon y Saga observaban a la entidad con quien habían peleado todo ese tiempo, en silencio, los dos juntos, Minos aun volaba, preguntándose si debía atacar a esa cosa, o permitirle hacer lo que deseaba, cuando sintió el dolor de su hermano menor.

— ¿Por qué los estas ayudando? ¿Qué ganas limpiando el desastre de mi esposo?

La criatura de los nueve lóbulos, comenzó a reírse, un sonido que retumbo en sus propios corazones, azotando sus tentáculos donde Lamashtu estuviera momentos antes, tratando de atravesarla con ellos, de devorarla con sus cientos de bocas.

—Este mundo me gusta tal y como esta…

Le respondió a la madre de los monstruos, elevando más tentáculos, tratando de atraparla con ellos, para llevársela consigo, a su dimensión, en donde la mantendría encerrada el tiempo que fuera conveniente.

—Algún día será destruido, pero, no hoy…

Kanon y Saga se dieron cuenta que estaba jugando con esa cosa, haciéndole moverse de un lado a otro, como si pudiera esquivar sus cientos de tentáculos, disfrutando de su locura, a punto de adquirir su conocimiento, pues, era un gran coleccionista del saber de las dimensiones, era un ser extraño, que les dio vida únicamente, para comprender un poco más del Inframundo.

—Lamashtu.

*****

Aiacos cargaba el cuerpo de su esposa, escuchando los sonidos de titanes chocando sus tambores en el Inframundo, estruendos provocados por los tentáculos del dios primordial, que se divertía con Lamashtu, protegiendo el Inframundo, su conocimiento de aquella forma, el tesoro que esperaba obtener al proteger a los príncipes, al casar a uno de sus hijos, con uno de los retoños de Hades, del dios del Inframundo, que en algunos momentos fue llamado Pazuzu, el esposo de Lamashtu.

— ¿Te encuentras bien?

Ella asintió, rodeando el cuello de su esposo, quien aún la cargaba, protegiéndola del peligro, pero escuchando la carrera de las criaturas que los seguían, bestias deformes de piel rosada que matarían a su esposa de alcanzarlos.

—Sí, mi señor, no debe preocuparse por mí.

Pero claro que debía preocuparse por ella, esas criaturas deseaban matarla, destruir al niño en su vientre, un acto, que no permitiría, así que dejándola en el suelo, se preparó para enfrentarse con un centenar de aquellas criaturas.

— ¡Vete Violate, debes irte ahora mismo!

Ella negó eso con un movimiento de la cabeza, preparándose para enfrentarse con esas criaturas también, no era débil, se trataba de un guerrero, podía pelear a lado de su esposo, ambos podían ganar.

—No me marchare mi señor.

*****

Radamanthys atacaba sin descanso, sin tregua, odiando al hombre que había asesinado a su buen amigo, esquivando la espada de fuego con gracia, usando sus alas, sus cuernos y aun su cola, para enfrentarse con su enemigo.

Por cada nuevo golpe que Cid trataba de darle, el, respondía con uno nuevo, con una cornada, o una garra clavándose en su carne, escuchando sus quejidos, pero sin detenerse, respirando hondo, con algunos cortes en el pecho, en los brazos.

—Tú mataste a Shura.

Shura no era más que una ilusión, una mentira que utilizo para olvidar a su pequeño alumno, que lo atacaba con sus garras, con sus cuernos, incansable, imparable, un guerrero completamente diferente al que se enfrentara con Aspros, pues, a él no le temía, a el únicamente le odiaba.

—Yo soy Shura…

No era cierto, Shura era un guerrero honorable, su mejor amigo, no era ese vampiro anciano que deseaba destruirlo para darle vida a un recuerdo, a una ilusión.

— ¡Mientes!

*****

Lamashtu seguía intentando esquivar los tentáculos del señor de los abismos, que con cada segundo que pasaba, sus movimientos eran mucho más certeros, clavándose en su pecho, en su espalda, aun en sus piernas, mordiendo su hombro con una serie de dientes afilados, arrancando un trozo de su carne, haciéndole gritar.

— ¡Hades no te agradecerá esto, en cambio, yo si lo hare!

La criatura que flotaba empezó a reírse, sosteniéndola con un tentáculo grueso, con el que comenzaba a aplastar su torso, escuchando más alaridos de aquella deidad menor.

—No me importa el agradecimiento de Hades, únicamente deseo su conocimiento.

Pronuncio la masa de tentáculos, al mismo tiempo que los nueve ojos se fijaban en los de la madre de los monstruos, que comenzó a intentar liberarse con desesperación, sintiendo como pequeños tentáculos iban rodeándola, algunos luminosos, que iban absorbiendo la información de su ser, información que el guardaría en los eones por venir.

—Pero primero empezare contigo, madre de los monstruos.

Lamashtu comenzó a retorcerse cuando más tentáculos empezaron a cubrirla, ingresando en su cuerpo, por la nariz, por la boca, por los oídos, tentáculos luminosos que iban absorbiéndola de a poco, hasta que, su cuerpo entero brillaba, acompañado de un alarido de dolor, antes, de disolverse en esos apéndices, en esos tentáculos con garras y dientes, sin dejar rastro alguno de su existencia en ese mundo.

— ¿La mataste?

Minos fue el primero en pronunciar una palabra, elevándose hasta colocarse enfrente de los tres ojos, con los tres iris, cada uno, esperando que esa criatura le respondiera, quien llevando un tentáculo a su rostro, toco su frente, como si pensara en hacer lo mismo que hizo con Lamashtu, para después, alejarlo.

—No… ella vivirá en mí, su conocimiento me ha hecho más fuerte y cuando el momento llegue… el Inframundo… el cielo y la tierra… toda esta dimensión habitaran en mí… pero… ese momento no ha llegado…

La criatura una vez que había logrado su propósito empezó a marcharse, dándole la espalda a sus hijos y a los príncipes del Inframundo, lo que pasara desde ese momento, ya no le interesaba, no hasta que fuera el momento de absorber más información.

—Pueden regresar en el momento en que lo deseen, en mi ciénaga serán bienvenidos, mis queridos hijos…

El señor de los abismos desapareció, cerrando el portal que la sangre de los gemelos había creado, quienes, repentinamente, se vieron rodeados por demonios, que parecía deseaban destruirlos.

—Su padre se ha marchado… les ha dado la espalda… creo que es momento de poder vengarme.


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