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Los demonios de la noche. por Seiken

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Shura luchaba por salir a la superficie, su afecto era real y muy profundo, amaba a su hermano de armas, a su buen amigo, que se limitaba en su combate para no destruirlo, aunque eso era lo mejor.

Desde que había sentido ese poderoso golpe en el puente, al despertar, trataba de abrir los barrotes de su celda, ir con su amigo, evitar que Cid siguiera manchando sus manos con la sangre de amigos, de inocentes.

Se horrorizo cuando abandonó a Minos a su suerte, cuando llego a pensar en dejarlo como carnada para los gemelos, a cambio de mantener a Radamanthys a su lado.

Cuando mató a Aioros, o intento hacerlo sin importarle su amor o su pasado conjunto, en ese momento redobló sus esfuerzos por despertar.

Pero cuando decidió matar a Radamanthys por la promesa de recuperar a su alumno, de tomar las vidas de esos guerreros de la iglesia e intentar destruir a su amigo, fue demasiado para él.

Y ahora, que peleaba con Radamanthys, quien no se atrevía a lastimarlo, comenzaba a desesperarse, su miedo de perderlo creciendo en su interior, para llegar a su lado, evitar que lo matarán, aunque ellos tuvieran que perder la vida para lograrlo.

— ¡Mátame Radamanthys!

La desesperación podía escucharse en su voz, verse en su cuerpo tembloroso, peleando consigo mismo para no hacerle daño a su amigo, apretando los dientes, retrocediendo algunos pasos, cuando Radamanthys trato de acercarse a él.

— ¿Shura?

No, no era Shura, era Cid, pero al vivir en el bastión, al tener una vida larga en ese mundo, pudo crear una segunda personalidad, a quien llamó Shura, quien se pensaba un humano muy longevo, que se había enamorado de Radamanthys, cuando sin preocuparse por nada, lo protegió del peligro.

— ¡No te acerques, no soy Shura, soy Cid!

Cid comenzó a reírse, él era la personalidad dominante, la personalidad verdadera y Shura no podría estar tanto tiempo despierto, no tenía el poder para eso.

— ¡Te dije que guardes silenció!

En algún lugar de la psique de Cid, los dos guerreros se veían las caras, los dos vestidos de la misma forma, con una espada en su mano derecha, los dos dispuestos a matarse, todo por amor, al menos, uno de ellos.

—No te dejare matarlo...

Cid únicamente se rio al escucharle, era un alma antigua, un ente de siglos, una criatura que no podían derrotar fácilmente, mucho menos una mala copia suya, un ser inferior en todos sus aspectos.

—Le estaré haciendo un favor al desaparecer esa esencia demoníaca de su cuerpo, al despertar a mi pequeño, para que pueda volver a la vida y el olvidar a esos demonios que los esclavizaron.

Shura negó eso, no lo estaba haciendo por su alumno, sino por él, por la culpabilidad que sentía en ese momento, al dejarle morir, al pelear su guerra en busca de su victoria, abandonando a su alumno en las manos de su captor no sabía por cuántos años, todo por su egoísmo, por su afán de poder.

—Lo dejaste años en las manos de ese vampiro y lo sabes muy bien, tú le diste la espalda, tú eres un traidor, un demonio sin alma...

Cid comprendía que Shura no lo dejaría proseguir con su plan, con su deseo de regresar a su amado alumno a sus brazos, de tener otra oportunidad para hacer bien, todo lo que hizo mal, de corregir sus errores, como únicamente las criaturas como ellos podían hacerlo.

—No lo abandone, me lo robaron y nunca podre perdonarme si no lo recupero.

Shura no podría perdonarse si dejaba que mataran a su amigo, a su hermano de armas y a su amor, aunque él no le correspondiera, aunque hubiera perdido cualquier oportunidad de tenerlo a su lado.

—No importa cuánto te esfuerces, el no regresara y tal vez lo mejor es que no lo haga, porque no creo que te guste escuchar sus reclamos, saber cuánto lo traicionaste.

Cid ya no soporto más aquellas palabras que pensó eran una mentira y usando su espada, trato de cortar la cabeza de Shura, de un tajo limpio, que fue esquivado con gracia, recibiendo en cambio un codazo en su torso, que lo lanzo lejos.

—Tú peleas como un guerrero del pasado, yo como un guerrero del presente y yo, en cambio, si amo a Radamanthys.

Cid fue quien respondió con una patada en el costado de Shura, después un gancho al hígado y un derechazo, que impacto con el rostro de esa patética criatura que intentaba derrotarlo sin los conocimientos suficientes para ello.

—El no te ama, el ama a Kanon, a esa abominación.

Lo sabía, porque los había visto atrapado en ese cuerpo y porque Radamanthys en dos ocasiones le hablo de su pintor, sonreía al recordarle, sus ojos brillaban, una sonrisa boba se formaba en sus labios, era obvio que le amaba.

— ¡No me importa!

Le grito, esquivando varios pisotones, girando en el suelo para responder con una patada en las rodillas de ese bastardo que deseaba matar a su amigo, usando la espada, para recibir a la espada gemela en las manos de Cid, apretando los dientes, cuando las llamas se unieron como lenguas, como una enredadera.

— ¡No me importa si no soy correspondido!

Cid negó eso, a él si le importaba, así que intento encajar la espada en el torso de Shura, cortando su costado, quemándolo con la espada, escuchando un reconfortante grito de dolor de los labios de su enemigo, que golpeo su pierna de nuevo, respondiendo con un tajo profundo en el cuerpo de su rival, a la altura de su pecho.

— ¡No vas a matar a Radamanthys!

De nuevo le grito, esquivando otros cuantos tajos con la espada que pudieron lastimarlo, tratando de pensar en la forma de matar a Cid, al menos, su consciencia, porque no se arriesgaría a encerrarlo en su psique.

— ¿Quién me lo impedirá? ¿Tu?

Shura dio un salto hacia atrás, para correr en dirección de Cid, con la espada de Fuego, que al chocar en contra de la espada de su enemigo cayó al suelo, sin embargo, el guerrero moderno, que había entrenado con varios soldados, que se había ganado una medalla y amaba a Radamanthys, aunque no le correspondiera, aprovecho la fuerza de su primer golpe para propinarle un codazo en el cuello al antiguo vampiro, que retrocedió llevando una de sus manos a esa parte de su cuerpo.

—Sí, yo…

Como podría derrotarlo si había perdido su espada, no obstante, Shura pateo el interior de la pierna de Cid para que cayera al suelo y sosteniendo la propia espada de Cid, que estaba quemando sus manos, peleo con su enemigo, por el dominio de su arma, enfocándose en su afecto sincero por Radamanthys, usándolo como un escudo psíquico, que le dio la fuerza para arrebatarle al viejo vampiro el control de su espada.

—Yo… no dejare que lo mates…

Con la cual, a pesar de quemar sus manos, lo ataco, encajando el filo en su pecho, atravesándolo con esta espada, escuchando un reconfortante quejido acompañado de sangre que se derramaba en su boca, sus dientes apretados, sus ojos perdidos.

— ¡Acaso has perdido la razón!

Muy probablemente había perdido la razón, pero que más daba, el deseaba proteger a Radamanthys, aunque su vida se fuera en ello, comprendiendo que sin Cid, él no podría mantenerse con vida, un sacrificio que estaba dispuesto a realizar.

—No, simplemente lo amo más de lo que tú quisiste a tu alumno.

Cid negó eso, gritando cuando la espada después de atravesarlo fue liberada de su cuerpo, sonriendo aun, seguro que todavía podía recuperarse, hasta que Shura, usando la espada de fuego, corto su cabeza de un solo tajo, la que cayo rodando en ese mundo imaginario.

—Yo no lo dejare solo…

*****

Radamanthys veía con sorpresa el extraño comportamiento de Cid, o Shura, que hablaba en voz alta, usando dos acentos diferentes, uno frio, distante, al que llamaría Cid, el otro, aquel que correspondía con su amigo, Shura.

Como si un combate mortal se realizara en ese momento, los dos con las mismas oportunidades de ganar, de llevarse la victoria, escuchando esa declaración, cuando su amigo decía amarlo, sin importarle que no le correspondiera y lo triste era, que no lo hacía, su corazón era de Kanon.

—Pero debo…

Shura había ganado, había destruido a la otra voluntad porque la suya era mucho más fuerte, porque su amor por Radamanthys le daba el poder para enfrentarse con su enemigo, aun así, lo mejor era destruir ese cuerpo para que su Cid nunca más regresara.

—Terminar con esto…

Intento encajar la espada en su cuerpo, sin embargo, Radamanthys, usando su cola le arrebato su espada, tomándola el entre sus manos, alejándola del que sabía era su amigo, a quien reconocía del campo de batalla.

—No lo hagas… no me dejes.

Shura negó eso, debía morir, destruir su cuerpo para que el fuera libre de Cid, pero, Radamanthys usando sus manos, destruyo la espada, quebrándola en muchos pequeños pedazos, que después, lanzo al abismo, para que nadie pudiera llegar a ella.

—No quiero hacerte daño.

Radamanthys asintió, lo sabía, pero no deseaba perderlo, no quería perder a su buen amigo, a quien rodeo con sus brazos, cerrando los ojos, escuchando repentinamente el sonido de la horda, los vampiros muertos que habían estado perdidos, como en una suspensión, pero, ahora, regresaban con más fuerza, para intentar alimentarse con ellos.

—Yo lo se…

*****

Kanon ignoro la discusión de los hermanos, la presencia de Milo, aun la de Saga, lo único que deseaba era alcanzar a Radamanthys, asegurarse que estaba a salvo, observando al llegar, como se enfrentaba a la horda, usando sus portales para protegerlo, destruyendo a tantos vampiros muertos como podía.

Shura peleaba a lado de su musa, un guerrero con una actitud completamente diferente a la que había tenido hasta ese momento, quien cuidaba las espaldas de su amado, como si estuvieran acostumbrados a pelear juntos.

Falto poco tiempo para que los otros dos hermanos también lo alcanzaran, Aiacos y Minos, usando sus dones heredados de su padre, convirtiéndose en una fuerza invencible, cerrando los portales, al menos, el de plumaje blanco iba apagando los portales, una vez que decidieron que no deseaban abrir las puertas al Inframundo, no por el momento.

Saga lo alcanzo también, ayudándole a destruir a tantos no muertos como podía, aun el licántropo y el ángel peleaban sin descanso, hasta que cada una de aquellas criaturas, yacía en pedazos en el suelo, a punto de recibir los rayos de sol, con el próximo amanecer.

Kanon intento acercarse a Radamanthys, para verificar que estuviera a salvo, pero se detuvo cuando Shura lo abrazo, susurrando algo en su oído, un gesto de afecto que su musa recibió sin problemas, como si le correspondiera.

—Te extrañe tanto Shura…

Kanon cerró los ojos, sin saber que hacer o que decir, pensando que tal vez lo mejor era marcharse, pensando que probablemente ahora que Shura, había regresado, él no tenía mucho que ofrecer, Minos le preferiría, el conocía mucho mejor a su amado, tuvieron años para corresponderse, en cambio, con el apenas fueron unos días.

—Yo también, Radamanthys… pero ahora que he vuelto, no me alejare si eso es lo que deseas.

Radamanthys asintió, separándose un poco de Shura, acariciando la mejilla de su amigo, Kanon al mismo tiempo, tragando un poco de saliva, a punto de decirle que podía irse, podía tener a su amigo, él no se interpondría entre ellos.

—No, quédate a mi lado, no quiero que te vayas.

Eso era suficiente para Kanon, que intento marcharse, para ser sostenido por una mano, con fuerza, creyendo que era Saga, pero no, era Minos, que negaba eso, no quería que se fuera, no era justo, porque no sabían que era lo que deseaba su hermano menor.

—Pregúntale que es lo que desea… no es justo que simplemente te vayas y lo abandones…

Kanon negó eso, ya sabía que Minos no lo deseaba con su hermano, y pensaba que Shura era una mejor opción para Radamanthys, porque sabía que era su amigo, su forma de comportarse, aun su aura era diferente, mucho menos sangrienta.

—Merece tener la oportunidad de decidir… no se lo arrebates.

Minos de nuevo abogo por él, extendiendo sus alas cuando intento marcharse, no lo dejaría ir, porque su hermano le amaba con locura, lo quería, y no era justo que se fueran, sin siquiera decirle la razón.

—Lo mejor para él no soy yo…

Era una cosa, no era humano, cuando lo fue, no era más que un tramposo, un pobre diablo, un seductor caído en desgracia, y aunque ahora pudiera recuperar tesoros hundidos, aunque pudiera darle una vida como aquella a la que estaba acostumbrado, seguramente Shura también podría hacer eso.

— ¿De que estas hablando?

Esta vez fue Radamanthys quien pregunto qué estaba haciendo, acercándose a Kanon, que le miraba de reojo, tratando de no verle, porque no quería que advirtiera que tan triste estaba, que distinguiera sus lágrimas, su dolor, al pensar que sería rechazado por su musa, ahora que regreso Shura.

—Debo irme…


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