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Los demonios de la noche. por Seiken

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Tuvo que abandonar a Minos en su habitación para desayunar en el comedor principal, en donde le sirvieron en silencio, comida que se veía apetitosa, pero el estado de su hermano, le había hecho perder cualquier intención de probar bocado.

El doctor de su hermano les estaba acompañando, quien parecía silencioso, meditabundo, alejado de ese cuarto tanto como si no estuviera presente en toda esa mansión.

Esa comida iba acompañada de más del té de sabor amargo, que Saga también bebía con lentitud, untando mantequilla en un pan tostado, que dejó en el plato blanco de porcelana, al mismo tiempo que el mayordomo, se recargaba en la pared, observándolos fijamente.

—¿Que tiene Minos?

Quiso preguntar de nuevo, porque parecía que Saga no estaba dispuesto a decírselo, quien le miró fijamente, abandonando su pan, el que ni siquiera había tocado y Kanon ya retiraba de la mesa.

—Delirios de persecución, cree que algo lo atacó en el bosque, un ente de oscuridad pura y forma demencial.

Radamanthys empezó a comer en silencio, escuchando lo que le decía Saga, el que iba disponiendo de cada uno de sus platos, los que solo revolvía con su cubierto, sin tocarlos siquiera.

—Cree que esto le siguió hasta su mansión y le ataca de todas las formas posibles, apenas anochece.

Radamanthys ya no tenía puesto su collar, detalle que Kanon no pudo ignorar, suponiendo que al no encontrar el de su hermano, se lo dio, creyendo que esa piedra y ese metal podían funcionar como un amuleto de la buena suerte.

—He tratado de convencerlo de que solo es una ilusión producida por su mente febril, pero no me escucha, como pudiste verlo, cree que yo soy un asesino, que es culpa mía su padecimiento cuando no he tratado más que hacerle sentir mejor, arrebatarlo de las manos de la muerte.

Radamanthys termino su desayuno para cuando Saga finalizó su relato, uno que hablaba de la enfermedad de Minos, como si fuera solo un demente y nada de lo que dijera pudiera ser verdad.

—¿Cree que mi hermano sobreviva?

Saga guardo silencio, meditando su respuesta, al mismo tiempo que las ramas de los árboles se agitaban golpeando los cristales, dentro de poco, comenzaría a llover, y con esa pequeña lluvia pasarían unos días encerrados en su mansión.

—Ya que no tiene una respuesta, sé que en algunos hospitales modernos podrán encontrar una cura para su mal, mucho más fácilmente que un médico en una vieja mansión alejada del mundo civilizado, así que, necesito que lo preparen para nuestra partida, no dejaré que la muerte se lleve a Minos.

Kanon se alejó de la pared con una expresión preocupada, Saga negó eso, era demasiado imprudente tratar de llevarse al joven juez de sus aposentos, quien poseía unos veintitrés años, mientras Saga se veía de unos treinta y tres, aunque se trataba de un médico muy joven para aquellos tiempos, uno muy respetado.

—Me temo que, si hace lo que planea, su hermano no soportara el viaje, no solo eso, puede entrar en pánico, ya que fue en los bosques cercanos a esta mansión en donde dice, ese ente lo atacó.

Radamanthys no estaba acostumbrado a que le dijeran que hacer, así que, levantándose de un solo movimiento, aventó la servilleta a la mesa, para regresar con su hermano, dentro de poco le daría una carta al mayordomo, debía entregarla en el correo, una carta que escribiría en compañía de Minos.

—¡Usted dice que mi hermano puede morir en esta mansión, pero también puede morir en el viaje de camino a la civilización, en donde habrá doctores de verdad!

Le recordó, moriría en esa mansión o en el camino, pero si sobrevivía ese trayecto, su hermano tendría mejores oportunidades que en esa vieja casa.

—Yo, y estoy seguro de que Minos también, estamos dispuestos a arriesgarnos, porque no lo dejare morir aquí.

Al decir eso último, Radamanthys optó por marcharse, para visitar a su hermano, que tras una noche de sueño continuó ya podía respirar con cierta normalidad, pero no deseaba comer nada que ningún sirviente tratara de darle.

—Radamanthys, dile a este infeliz, que se largue, yo puedo comer por mí mismo.

El menor, sólo por un año, suspiro tomando la cuchara de la mano del sirviente, uno de cabello negro, ojos amarillos y piel blanca, casi del color de la leche.

—Minos, debes comer algo, necesito que recuperes tu fuerza, al menos una poca, para marcharnos de este sitio, te llevaré a un sanatorio de verdad, en donde sabrán curar tus males, este sanatorio está ubicado en un convento.

Minos sonrió al escucharle decir eso, aceptando la cucharada de sopa que Radamanthys le ofrecía, la que era la misma comida que el degustó en compañía de Saga y de su mayordomo, deseoso de marcharse de aquella mansión, alejarse de sus sirvientes que habían tomado el control de su vida.

—¿Crees que nos dejen marcharnos?

Radamanthys no supo que decirle en ese momento, pero le dio otra cucharada de sopa, la que enfrió primero al soplarle con delicadeza, tratando de no responder esa pregunta inmediatamente, Saga no se veía muy contento acerca de su decisión, pero tampoco se lo estaba preguntando, no le interesaba su opinión, sólo la seguridad de su hermano.

—Entonces... ¿Realmente me crees?

Radamanthys asintió, con un leve movimiento de su cabeza, que esperaba pasaría desapercibido por cualquiera que los observará, seguro de que, de alguna manera los estaban espiando.

—Minos, debes recuperarte sólo un poco y para eso necesitas comer algo, yo te llevaré a un lugar seguro.

Su hermano asintió, no quería morir, no deseaba perder su vida en esa mansión, no cuando había tanto que deseaba hacer, cómo vengar la muerte de su querido Lune, su ayudante de cámara, que era al mismo tiempo su amante y el único en quien podía confiar completamente.

—¿Por qué tengo tu collar?

Le pregunto de pronto, llevando una de sus manos a la pieza de joyería, regalo de su verdadero padre, no del esposo de su madre, quien, a su vez, se los entrego a ella para que sus hijos los portaran, diciéndole que así estarían a salvo de cualquier mal.

—Es lo mejor, además, tu lo necesitas mucho mas que yo.

Radamanthys le tenía un cariño especial a ese collar, su madre, una mujer hermosa de cabello negro y ojos lilas, se los entrego en su lecho de muerte, pidiéndoles que nunca se dieran la espalda, algo que hizo Minos a la primera oportunidad, pero el menor había llegado porque recibió su carta, porque pensaba que necesitaba su ayuda.

—Siempre has sido muy noble, pero tu serás quien comience a debilitarse si no descansas un poco, durante el día generalmente estoy bien, es en la noche cuando eso llega a mí, cuando...

Minos guardo silencio inmediatamente, observando la puerta abrirse, era Saga que llegaba a realizar sus curaciones rutinarias, con un maletín que llevaba aquellas medicinas que únicamente lo desorientaban.

—Señor Walden, puede dejarme a solas con su hermano, su curación tardara unos minutos y no creo que desee ver todas las marcas que tiene en su cuerpo, las que debo atender, para que no se infecten.

Radamanthys estaba a punto de negarse, decirle que no lo abandonaría en sus manos, pero Minos le hizo una señal, solicitándole que se marchara, tal vez, porque se sentía avergonzado de que su hermano menor viera todo el daño que había recibido durante ese espantoso año de soledad.

—Estaré afuera, si me necesitas, solo llámame Minos y estaré aquí en un instante.

Saga parecía molesto por su falta de confianza, o tal vez, lo que le molestaba era que actuaría como un guardaespaldas de su hermano hasta que pudiera llevárselo de aquella mansión.

—Minos esta en buenas manos.

Trato de asegurarle el médico, pero el no lo creía de esa forma, así que simplemente le dio la espalda, para salir de ese cuarto, recargándose contra la puerta, no se alejaría demasiado, aunque, estaba completamente exhausto después de su viaje de regreso a casa y la noche en vela, acompañando a Minos en su padecimiento.

—Se ve cansado joven Walden, tal vez, le vendría bien dormir un poco, mi nieto se tardará mucho tiempo en atender las heridas de su hermano, lo mejor sería que aprovechara este tiempo para ir a sus habitaciones, refrescarse un poco si es que no desea dormir.

Radamanthys no le respondió al mayordomo, que le miraba fijamente, como si tratara de adivinar sus pensamientos, creyendo, tal vez, que abandonaría a su hermano a su suerte, pero no lo haría, Minos le necesitaba.

—No dormiré lejos de mi hermano, así que lo que hará será preparar una cama o un catre en su habitación, a su lado, en donde pueda dormir y estar pendiente de su estado de salud, quedo claro.

Kanon asintió, era su mayordomo, no tenía forma alguna de negarse a obedecerle, pero aun así no se marchó, permaneciendo a su lado, en vez de eso, llevo sus manos detrás de su espalda, como si esperara una orden o pudiera perder su tiempo a su antojo.

—La preocupación que siente por su hermano es un acto loable, cualquiera hubiera pensado que después de ser traicionado, mandado lejos, usted habría cortado cualquier relación con el juez Minos, pero aquí esta, tratando de salvarle, usted es un buen chico.

Radamanthys no dijo nada, pero no le gustaba esa actitud aduladora, como si pensara que con esas cuantas palabras comenzaría a confiar en el, pero se trataba del abuelo de Saga, el medico que no había logrado hacer nada por Minos hasta ese momento.

—No me hable como si fuera un niño pequeño, ni como a un iluso que confiara en unas cuantas palabras de apoyo, mi hermano esta muy grave y esto es culpa de alguien.

Kanon estaba seguro de que así era, ese alguien bien podía ser el propio Minos, o la madre del muchacho, que se decía no los engendró con su padre por las leyes de los hombres, sino con algo diferente, que no era humano, de allí la apariencia de los hermanos, cuya pupila tenía un aire felino.

—En el pueblo dicen que es culpa de algo en su sangre, que ha llamado a esa bestia para alimentarse de su hermano, cuyos pecados son muchos, demasiado extensos para mencionarlos.

Radamanthys había escuchado esas mentiras durante mucho tiempo en su niñez, de allí que fueran personas solitarias, despreciados en el pueblo, en donde su hermano tenía el puesto de su padre, a pesar de su edad, de su juventud, porque se trataba de un hombre inflexible, un hombre justo, supuso el menor.

—Tambien decían que mi madre era una bruja, que tanto él como yo somos demonios, pero usted cree que me vea como uno, que mi pobre hermano padeciendo en esa cama sea un demonio.

Kanon no dijo nada al respecto, suponiendo que los demonios tendrían muchas formas, de existir, aún aquellas tan hermosas como los angeles, después de todo, no decían que la lujuria era un pecado y ciertamente los jóvenes aristócratas la despertaban.

—Si fuéramos demonios estaríamos a salvó de los entes de las tinieblas, de existir estos...

Radamanthys guardo silencio entonces, desviando la mirada, inquieto por la tranquilidad de aquel anciano, la forma tan felina de mirarlo.

—Vaya y haga lo que le he ordenado, yo permanecere en este lugar hasta que Minos este lo suficiente fuerte para marcharnos.

El mayordomo está vez decidió obedecerle, alejándose unos cuantos pasos, para detenerse de pronto, como si quisiera decirle algo.

—Saldre al pueblo en seis horas, si necesita cualquier cosa, por favor, déjemelo saber.

Radamanthys asintió, necesitaba enviar la carta, pero primero tenía que escribirla con ayuda de Minos, describir lo que decía le estaba haciendo daño.

—Estare en mi habitación si necesita cualquier cosa, joven Walden, necesito descansar un poco antes de marcharme, pero usted puede tocar la puerta, no me molesta tener visitas a mi edad.

Al principio no entendió porque le decía eso, de ser más joven lo creería una invitación, pero al ser tan viejo, supuso que solo era una forma de expresarse.

—Y descuide, antes del anochecer, usted tendrá un lugar donde dormir.


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