Fue amor a primera vista. Sí, lo sé. Lo sé. Caí en el más estúpido y anticuado cliché de todos los tiempos.
Incluso yo era el típico de los que se reían a carcajadas al ver estas escenas; el chico apanicado, sudando y temblando declarando su amor y pidiendo atropelladamente a la chica que saliera con él. Día tras día la misma escena.
Sin cesar juraba y juraba que a mí nunca me pasaría. Y aun así no pude evitar caer rendido a sus pies.
Fue tal la revolución que hizo en mí que hasta el día de hoy no lo creería de no haberlo vivido en carne propia. Así que damas y caballeros tengan a mano insulina-ya que probablemente sufran un coma diabético- aquí está mi historia de amor.
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Era una pacífica y calurosa noche de primavera en uno de los restaurantes más concurridos de todo Japón “Black Palace” o lo era hasta que…
-Hola nena, ¿cómo te llamas?-
-Que tal hermosa. Me acabo de mudar a la ciudad ¿podrías darme instrucciones de cómo llegar hasta tu casa?-
-¿Qué hace una preciosidad como tú tan sola en éste lugar?-
Un grupo de estudiantes de preparatoria estaban sitiando a una jovencita.
-¿Hay algún problema señorita?- dije con sutileza cortante, dejando caer con aplomo mi mano en el hombro del chico que tenía más próximo.
-N-No… Ningún problema- cantó a coro el grupo
-De hecho ya nos íbamos. ¿Cierto, chicos?- quien parecía ser el jefe intentaba mantener la compostura y su porte aunque sobraba decir que por dentro estaba gritando como una nena.
Ya sin vos los demás asienten para luego salir despedidos por la puerta su líder por detrás.
-Aquí tiene- le extiendo uno delos postres que llevaba para uno de los comensales. Sólo entonces pude ver los hermosos y cautivadores ojos zafiro que estaban escondidos tras la carta.- La casa invita- Sin saber que más decir ni hacer torpemente sonrió y me dirijo a toda prisa a la cocina.
Una vez se cierran ambas puertas me dejo caer al piso con los brazos sosteniéndome la cabeza
-¡Por el amor de Dios! ¡¿Qué demonios estaba pensando?!- Gritaba dentro de mí- ¿Qué tal si esos mocosos iban armados? ¿Un cuchillo, una pistola, una bomba?- Puede que aquí debraye un poco -O peor aún, que me hubiera visto la capitana. Tiemblo solo de imaginármelo-.
Sin embargo… Al recordar aquella mirada siento como poco a poco mi rostro se va tiñendo de color.
-¡Kagami!- El estrepito grito de Hyuuga-sempai retumba por toda la cocina- ¡¿Qué estas haciendo?! Lleva esta orden a la mesa 7, 13, 16 y 27 de inmediato.-
-S-Sí- y de un salto me pongo en pie pero aún mi mente no coordinaba con mi cuerpo por lo que parte de las ordenes la tiro al intentar tomarla, otras terminan siendo arruinadas incluso antes de empatar y muchas otras tanta terminan en los uniformes de mis otros compañeros meseros para finalmente incendiar el mío.
-¡KAGAMI IDIOTA!- Estalla Hyuuga-sempai.
En ello entra la capitana Riko-sempai con una siniestra sonrisa. Al verla se hizo un silencio sepulcral.
Y éste sólo era el comienzo.