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Oportunidad para amar por BlackHime13

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Notas del fanfic:

Pues es una adaptación del cuento la Bella y la bestia, tiene un poco de la peli, pero no mucho así que tenedlo en cuenta n.n

Los personajes no me pertenecen a mi sino a Amano-sama (=^w^=)

Notas del capitulo:

Pues hace mucho que no escribo algo de ellos así que me puse manos a la obra y llevo los últimos cuatro días trabajando en este oneshot... por ello mi espalda grita de dolor, pero todo sea por el yaoi XD

Se que hay muchas adaptaciones de este cuento, pero se me ocurrió el ¿qué pasaría si hubieran dos principes? y pues tuve que plasmarlo jejejeje

Nota: aquí no hay nadie que haga de Gastón asi que no hace falta que me comentéis que él falta, ya lo sé XD


Nos leemos en las notas finales (=^w^=)

 

What will be of us?

 

Se levantó como todas las mañanas, con su usual alegría y sonrisa natural. Se miró al espejo y observó su reflejo: ojos de color miel le devolvieron la mirada, su cabello había crecido hasta casi llegar a su cintura y lo ató en un cola baja para que no le estorbara al trabajar o comer, su piel ligeramente bronceada parecía brillar bajo la ligera luz del sol que se colaba por las rendijas de su ventana. Se visitó con una camisa simple color crema junto a unos pantalones algo por debajo de la rodilla color marrón suave y sus zapatos algo desgastados, pero los más cómodos que tenía para laborar en el campo.

Oyó a su madre llamarle y su sonrisa se amplió aún más. Por su mente pasaron los recuerdos que compartían junto a su progenitora. No podía evitar sentirse orgulloso de ella y no habría podido desear a nadie mejor para ser su madre. Era amable, alegre, trabajadora y sobretodo muy fuerte. Nunca desde que tiene memoria la había visto llorar o enojarse con alguien, no de forma seria al menos, ni siquiera cuando su padre les abandonó poco después de enterarse de su condición como doncel. Aunque si era completamente sincero aquello pasó a sus jóvenes 7 años y casi que no recordaba nada de aquella época.

La partida del varón mayor fue un duro golpe para la mujer, pero aún así siguió con su vida y trabajó lo más que pudo para cuidarle. Cierto que no poseían un estatus elevado, a duras penas y tenían para vivir día a día, pero no se quejaba. Incluso aunque no tuviera muchas posesiones materiales o hubiera asistido a la escuela, todo lo que sabía lo había aprendido en la calle o de los libros que el bibliotecario del pueblo le prestaba de tanto en tanto, él se consideraba muy afortunado.

Es verdad que había ocasiones en que los otros niños del lugar se metían con él y le insultaban, pero con el pasar de los años aprendió a ignorar los comentarios mal intencionados, tanto de los niños como de los adultos, pero no podía negar que durante su época como niño todas aquellas palabras le afectaban y dolían. Sin poder evitarlo una enorme herida se abrió camino en su corazón y era completamente inseguro en muchos aspectos, el más destacable era el ámbito amoroso. No se creía merecedor de un varón que le quisiera, lo veía prácticamente imposible, por lo que hacía todo lo que estuviese en sus manos para pasar los más desapercibido posible. No quería destacar en lo más mínimo. Reconocía que su falta de autoestima podía llegar a ser un problema en ocasiones, pero de momento estaba bien con seguir siendo de esa forma.

Salió de sus pensamientos cuando oyó a la mujer volver a llamarle y apresuradamente caminó por el pasillo hacia la pequeña cocina, donde vio a su castaña madre, él era la copia casi exacta de ella tanto física como en comportamiento, sentada en la simple mesa de madera. Le sonrió avergonzado por su tardanza y ella solo rió divertida ante la actitud de su hijo.

-Buenos días mamá.- saludó con su fina voz a la vez en que se sentaba en su lugar frente a ella.

-Buenos días cariño. ¿Cómo dormiste?- preguntó sonriendo dulcemente.

-Muy bien, pero... ¿no tenías que ir a entregar un pedido al pueblo vecino?- cuestionó a su vez el menor. Su madre trabajaba como artesana y vendía sus obras a diversos negocios.

-Si es cierto... es solo que esta mañana me lastimé el tobillo y el doctor me recomendó descansar. Como el camino es bastante largo y no creo poder ir, pensé en enviar una carta disculpándome por no ser capaz de hacer la entrega.- respondió suspirando algo cansada. El ojimiel se preocupó al oír aquello y después de meditarlo un rato volvió a hablar.

-Yo podría ir en tu lugar... es un cliente importante después de todo.- propuso sonriendo lindamente.

-Mmm.... no se... hay que cruzar el bosque y es algo peligroso para un doncel el ir solo...- dijo ella no muy convencida.

-No te preocupes mamá. Ya tengo 17 años, no soy un niño pequeño.- aseguró y aunque la mayor seguía sin estar segura al ver la decisión en los ojos de su hijo no le quedó de otra más que aceptar. Comprendía que lo que decía su niño era verdad, pero como su madre no podía evitar el preocuparse por su bienestar. Decidió no decir nada más sobre ese tema pues sabía que si continuaba negándose las inseguridades de su pequeño saldrían a flote y de seguro le vendría bien para subir su autoestima si hacía el trabajo de forma satisfactoria. Ante la afirmativa de la mujer el castaño sonrió ampliamente, terminó su desayuno poco después, recogió sus cosas y cuando acabó de cargar el carro con todo lo necesario emprendió camino hacia su lugar de destino, claro que antes se despidió de ella quien seguí algo inquieta por dentro, pero le sonrió alentadoramente.

El trayecto fue algo tedioso para el doncel quien no estaba acostumbrado a estar sentado tanto tiempo y duró unas cuantas horas pues llegó pasado el mediodía. Por suerte no tuvo ningún contratiempo y descargó todo el material a la hora estimada. Por pedido del dueño del establecimiento se quedó a comer y hablaron bastante hasta que el castaño notó lo tarde que se había hecho. Quedaba poco para que atardeciera y tenía que ponerse en marcha si quería haber atravesado el bosque para cuando fuese a anochecer.

El varón le invitó a quedarse, algo preocupado pues no era seguro para alguien tan joven y delicado el viajar tan tarde, pero este negó y con una sonrisa amable le agradeció por su hospitalidad y emprendió camino otra vez. Según sus cálculos ahora que no llevaba peso podría ir más rápido y sin tener que preocuparse por si un movimiento brusco lograba romper algo importante.

Si no hubiera estado tan concentrado en regresar a tiempo, tal vez habría notado como unas nubes negras como la noche cubrían el cielo y una tormenta sin igual se desató cuando recién llegaba a la frondosa montaña. Sin que pudiera hacer nada para evitarlo se vio rápidamente siendo empapado por la constante caída de la lluvia que no le daba tregua. A medida que avanzaba sentía su cuerpo más pesado por culpa de las mojadas prendas que portaba y su visión se volvía más borrosa, pero no podía hacer nada más que seguir hacia delante.

Paró y abrió los ojos enormemente al ver que el único puente que había para poder cruzar el río había colapsado y solo quedaban algunos restos. Sospesó la idea de atravesar ese torrente de agua de todas formas, pero el caudal había aumentado demasiado y bajaba con tanta fuerza que el caballo no lo aguantaría, mucho menos su pequeña constitución. Maldijo por lo bajo su estatus de doncel, haciendo que fuese tan menudo y delicado. Giró dispuesto a volver sobre sus pasos, pero notó como el camino se había vuelto muy inestable como para poder pasar por allí sin resbalar y caer barranco abajo.

No sabiendo que hacer, pues sus únicas opciones no eran precisamente las mejores, no si quería seguir viviendo, y con su cuerpo cada vez más frío y adolorido por culpa de la fuerza con que esas gotas de agua caían sobre su persona comenzó a entrar en pánico. Sentimiento que aumentó al oír los aullidos de lo que atribuyó pertenecían sin lugar a dudas a lobos. Un fuerte estruendo logró sobresaltarlo y hacer que saliera de sus cavilaciones. Giró hacia lo que supuso fue la causa del ruido y vio un enorme árbol en el suelo, el cual había sido alcanzado por un rayo. Tembló y miró con nerviosismo hacia el cielo notando los ligeros destellos de luz entre la espesura de las nubes. Suspiró para tranquilizar a su acelerado corazón y observó con detenimiento su alrededor otra vez. Fue ahí cuando notó que detrás de aquel enorme trozo de madera un camino embarrado, pero bastante seguro a su parecer, se dejó ver. Sin meditarlo mucho más decidió ir hacia allí, pues mal que mal a algún sitio le llevaría, lo cual era mucho mejor a quedarse allí congelándose.

Minutos más tarde su preocupación crecía pues no lograba encontrar un lugar donde poder resguardarse de la lluvia. Estaba perdiendo toda la esperanza de poder salir de aquella horrible situación cuando a lo lejos logró vislumbrar una tenue, pero constante luz. Parpadeó varias veces, no creyendo lo que sus ojos veían, pero cuando siguió sin desaparecer decidió dirigirse hacia allí. Se apresuró lo más que pudo oyendo a sus espaldas como las rocas de la montaña se desprendían y cortaban el camino, imposibilitando así cualquier forma de dar marcha atrás.

La cantidad de árboles fue menguando poco a poco hasta que desaparecieron llegando a ver un enorme y majestuoso castillo. Imponente y precioso. Incredulidad era lo que en ese mismo momento expresaba su rostro. Nervioso siguió avanzando hasta la entrada, no sin antes dejar a su caballo bajo resguardo en un establo muy bien cuidado del frío que causaban el aire y la lluvia, dejándole algo de comida que encontró en el lugar. Una vez se encontraba enfrente de las grandes y robustas puertas de madera se armó del suficiente valor como para llamar.

Pasaron varios minutos en que no oyó nada procedente de dentro y en cualquier otra situación nunca habría entrado sin recibir primero el permiso del dueño, pero sabía que su cuerpo no aguantaría más. El frío le calaba los huesos y sabía que estaba al borde de la hipotermia así que, pidiendo disculpas mentalmente por su falta de modales abrió lentamente la puerta y se adentró.

Una vez traspasó la entrada el aire caliente que la chimenea situada en la pequeña sala de estar a su derecha desprendía logró relajarle. Con cuidado de no tocar y manchar nada con el barro o el agua que le cubría de pies a cabeza, dejó su abrigo cerca de aquella reconfortante fuente de calor para que la prenda se secara. Permaneció ahí delante unos minutos, calentando lo más que podía su cuerpo y cuando consideró que ya no se desmayaría del frío observó un poco mejor el lugar.

El sofá, los candelabros, incluso los manteles dejaban entrever que esos objetos habían sido fabricados con las mejores calidades posibles. Comenzó a sentirse nervioso nuevamente y tragando para mantener el temblor de su cuerpo volvió a hablar para hacer notar su presencia en el lugar. Una vez más fue recibido con el más absoluto de los silencios y con paso titubeante comenzó a caminar por los extensos pasillos, parando para observar cada uno de los detalles que decoraban cada una de las paredes. Por fin llegó frente a otra puerta donde llamó, recibiendo la misma respuesta que anteriormente. Suspiró entre cansado y molesto para así abrir otra vez la puerta donde observó lo que dedujo era el comedor dado que una enorme mesa ocupaba casi toda la estancia, decorada con ostentosas vajillas y manteles, pero lo que más llamó su atención fue la gran cantidad de comida servida lista para ser consumida.

Miró hacia todos lados y su rostro se llenó de confusión, puesto que no se encontraba ni una sola persona allí a pesar que todo parecía recién hecho, incluso se veía el vapor salir de alguno de los alimentos. Pronto su expresión cambió a una de ligero miedo a causa de que por su mente recuerdos de las historias de fantasmas que los niños de su edad le contaban para asustarlo, cuando era más pequeño por supuesto, comenzaron a resurgir de donde estaban enterrados en su cerebro. Negó rápidamente para olvidar ese tipo de cosas pues que él supiera los fantasmas no comían lo mismo que los humanos y todos esos alimentos eran claramente para una persona viva, no un ente espiritual.

La tentación de probar algo estaba ahí, dentro suyo, sobretodo cuando su estómago gruñó en protesta, exigiendo la falta de comida que era más que obvio necesitaba de forma primaria, era una necesidad básica para seguir viviendo quisiera o no, pero ya había sido muy grosero al adentrase en casa ajena sin permiso y no estaba dispuesto a ser más irrespetuoso con quien fuera que viviera allí. Por lo que ignorando las protestas que ese órgano le dirigía dio media vuelta y volvió sobre sus pasos hasta llegar nuevamente a la sala de estar donde, después de comprobar que su abrigo se encontraba completamente seco lo colocó sobre el sofá frente a la chimenea y se recostó. Su intención era esperar por que alguien hiciera acto de presencia en el lugar y así explicar su situación, pero el cansancio de todo lo ocurrido y la calidez que le envolvía logró que sus orbes fuesen cerrándose en contra de su voluntad hasta el punto en que fue llevado por Morfeo al reino de los sueño sin que pudiera hacer nada para evitarlo.

Ajeno a su conocimiento sus acciones y movimientos fueron presenciados y analizados por dos pares de ojos que en cuanto vieron caerle profundamente dormido comenzaron a hablar en voz baja.

-¿Qué opinas de él?- preguntó tímidamente un joven de cabellos rojizos y ojos de igual color.

-Pues... considerando su situación creo que ha sido muy educado y respetuoso.- respondió la joven a su lado quien poseía cabellos y ojos violetas sin dejar de mirar al castaño.

-Estoy de acuerdo... además que hay que admitir que tiene un aspecto realmente lindo y adorable... parece un pequeño animalito nervioso porque está en un sitio nuevo y desconocido.- confesó él soltando una risita divertida siendo acompañado por su amiga quien había imaginado a ese chico con una tiernas orejitas peludas y no pudo estar más de acuerdo con él.

-Yo diría que se parece mucho a ti Enma... de seguro que podríais ser muy buenos amigos.- comentaron detrás del doncel quien sintió como le abrazaban por la cintura y el peso de la cabeza ajena sobre la suya, pero sin llegar a lastimarle.

-¿De verdad lo piensas?- curioseó este mirando ilusionado a su rubia pareja quien le sonrió y miró con ternura.

-Absolutamente.- aseguró el mayor para a continuación besar dulce y castamente los labios de su adorable novio quien aceptó gustoso el gesto cariñoso.

-Dejad de tontear e id a recibir a esos dos quienes están a punto de regresar.- ordenó una nueva persona con voz profunda y autoritaria. Sin decir nada ambos caminaron hacia la puerta para acatar con su deber mientras que el moreno con patillas que había hablado suspiraba cansado por la actitud tan empalagosa que ambos tenían cuando estaban junto al otro.

-¿Usted que opina del joven Reborn-san?- preguntó la joven quien se había quedado a su lado.

-Ciertamente parece un doncel interesante e incluso me atrevería a decir que diferente a cualquier otra persona que pisó nuestra casa con anterioridad, pero lo que yo piense no es importante aquí. Quienes deben decidir qué hacer son los amos de este lugar y no es algo que podamos hacer por ellos.- fue su sincera respuesta al tiempo en que no despegaba la vista del joven que dormía plácidamente sin ser consciente de lo que ocurría a su alrededor. No sabía por que, pero la imagen que ese chico desprendía le hacía querer protegerlo de cualquier cosa que pudiera hacerle el más mínimo daño.

Salió de sus cavilaciones cuando escuchó el sonido de la puerta principal ser abierta. Por ella entraron los dueños del lugar completamente mojados de pies a cabeza y claramente se encontraban molestos por ello. Sus ceños se fruncieron aún más cuando notaron al inesperado invitado durmiendo en el sofá de la pequeña salita de té. Inmediatamente exigieron una explicación para aquella escena y fue el moreno quien se la proporcionó sorprendiendo a ambos pues nunca imaginaron que alguien sería tan educado dadas las circunstancias. Volvieron a mirar al joven durmiente, pero ahora con ojos repletos de curiosidad.

-¿Qué desean que hagamos al respecto?- cuestionó la joven pelivioleta con respeto.

-Llevadlo a una habitación para que descanse como es debido.- ordenó uno de ellos y sin decir nada más caminaron hacia el comedor para cenar, importándoles poco si mojaban o ensuciaban algo en el proceso. Se encontraban empapados hasta los huesos y hambrientos a más no poder, siendo esta última más importante de saciar, así que dejaron el tema de la limpieza a los sirvientes del lugar. Por sus mentes pasó la idea de despertar al joven doncel para darle algo de comer, pero estuvieron de acuerdo en que lo primordial en ese momento era que el chico descansara tanto como su cuerpo considerara oportuno para así no enfermarse.

Tanto varón como doncella esperaron hasta verles desaparecer por el pasillo para girar otra vez en dirección al pequeño doncel. Se acercaron y con la mayor delicadeza del mundo, algo que quienes conocían al moreno era una imagen que nunca creyeron poder presenciar, el de ojos negros levantó al de ojos miel quien tembló ligeramente al sentir el aire frío que el movimiento había causado. Sin perder ni un segundo la joven le tapó con el pequeño abrigo sobre el sofá para así evitar que este despertara. Con cuidado subieron las majestuosas escaleras llevándole en brazos casi sin esfuerzo alguno. Giraron a la derecha y entraron en la primera habitación donde el varón le depositó con suavidad sobre el mullido colchón y posteriormente le taparon con las finas sábanas y calientes colchas.

El mayor se retiró de allí dejando a la joven velando por el sueño del doncel y en espera a que amaneciera y este despertara, además que le gustaba verle con una expresión tan tranquila dándole una apariencia casi angelical.

La luz que entraba por la ventana y daba directamente en su rostro fue lo que le sacó de su profundo sueño. Poco a poco sus orbes miel se fueron abriendo y parpadeó confundido cuando enfocó su mirada y no reconoció donde se encontraba. Se asustó y sentó con rapidez, mirando hacia todos lados con los ojos cubiertos de pánico, pero entonces recordó la fuerte tormenta y cómo había acabado entrando en ese castillo. Pronto volvió a sentirse confundido pues que él recordara se había quedado dormido en el sofá junto a la entrada no en la cama de aquella ostentosa y enorme estancia.

Así que no lograba comprender lo que había sucedido después de caer en los brazos de Morfeo y eso le preocupaba un poco, descartando que hubiese caminado en sueños pues sabía con certeza que no padecía sonambulismo.

Poco tiempo después fue sacado de sus pensamientos cuando la puerta hizo un gran estruendo al ser abierta bruscamente. Volteó su mirada hacia allí y sus ojos se abrieron de sobremanera ante lo que estos veían. Quiso decir algo, pero de su garganta no salía palabra alguna, era ese nivel de estupefacción el que le había embargado.

-Veo que despertaste herbívoro.- oyó que decía con una voz profunda y grave. El castaño solo le miró todavía sin ser capaz de pronunciar ni una sílaba. En su defensa no era culpa suya el haber reaccionado de esa forma, sobretodo por que no era que todos los días viera a un humano medio pájaro, esas piernas eran claramente de ave no de humanos y de su espalda una alas de un negro profundo sobresalían, pararse delante suyo y hablarle como si fuera lo más normal del mundo.

-Te dije que me esperaras.- gruñeron detrás de ese... ¿hombre? El ojimiel no estaba muy seguro sobre cómo debía clasificarlo. Casi le da un paro cardíaco cuando vio aparecer por la puerta a un hombre lobo, bueno supuso que tenía algo de humano dado que podía hablar, de un pelaje azul oscuro que cubría todo su cuerpo. Sin poder evitarlo un grito escapó de su garganta ganándose así la atención de ambos seres quienes dejaron de matarse con la mirada para dirigirla hacia su persona. Su cuerpo tembló al sentir tan penetrantes ojos mirando en su dirección: unos era de un gris metalizado con toques en azul mientras que los del segundo eran dispares, uno rojo como el rubí y el otro azul como el zafiro.

-¡Les pedí que no entraran hasta que le contara la situación!- exclamó con frustración ahora una voz femenina, gracias a dios la joven no tenía nada fuera de lo usual excepto por un antifaz que cubría medio rostro suyo, pero aún así pudo observar con claridad el color violeta de esos orbes.

Ellos dos chasquearon la lengua molestos, o eso supuso el castaño dado que la expresión en sus caras no cambió prácticamente nada, y sin decir nada salieron de la estancia dejándolos a ellos dos solos.

-Siento mucho lo que pasó. No quise que le sorprendieran de esa forma al aparecerse aquí de repente como si fuera lo más normal del mundo.- se disculpó ella haciendo una reverencia. Realmente le apenaba el comportamiento que sus amos habían tenido al presentarse delante del joven doncel como si no hubiera nada de raro con ellos.

-¡N-no te preo-preocupes!- fue la respuesta en tartamudeos nerviosos del menor quien no sabía muy bien cómo digerir lo que había presenciado.

-Sé que no es fácil asimilar que algo como ellos existe, pero... si me da la oportunidad para explicarlo todo... creo que será capaz de comprender mucho mejor la situación a su alrededor.- pidió con voz queda algo nerviosa también por saber la respuesta que recibiría.

-Em.... es-está bien... pero deja de ha-hablarme tan forma-malmente... es un po-poco extraño ya qu-que parecemos tener la mi-misma edad...- susurró en voz floja mientras se sonrojaba y jugaba con sus manos de forma inquieta, costumbre que adquirió de pequeño cuando algo le incomodaba o se sentía nervioso y que nunca fue capaz de superar, era un hábito que tenía muy arraigado en su ser.

-Está bien...- accedió ella sonriendo dulcemente por el lindo actuar del joven.

Este todavía se encontraba muy confundido y sorprendido, pero decidió prestar atención a lo que ella le contaría pues estaba seguro que si se despistaba aunque solo fuese medio segundo, no lograría entender nada.

El relato duró más de lo que en un principio pensó que lo haría y claramente se sentía cada vez más incrédulo con todo lo que salía de la boca ajena, pero a pesar de todas las preguntas y dudas que le asaltaron siguió escuchando atentamente hasta que ella finalizó. Cuando por fin lo hizo el silencio se hizo presente, ella no decía nada para darle tiempo a asimilarlo todo mientras que el castaño intentaba organizar todos sus pensamientos para poder decir algo coherente y no la estupidez que de seguro saldría de sus labios si no meditaba muy bien antes sus palabras.

-A ver si lo he entendido bien...- murmuró casi para si el menor.-... Hace mucho tiempo, no sabes cuanto exactamente, se celebró un baile en este castillo para buscarles pareja a los dos príncipes. A esta reunión asistieron todo tipo de doncellas y donceles, sin importar su estatus social, dándole la oportunidad a todos en el reino por igual. Incluso con la gran cantidad y diversidad de los posibles pretendientes a los herederos al trono nadie logró llamarles la atención por lo que rechazaron cada propuesta que les fue ofrecida. La noche transcurrió sin ningún tipo de incidente y los invitados comenzaron a marcharse quedando solamente los amigos más cercanos a la familia real y los sirvientes que trabajaban para ellos. Vale y aquí es cuando se complican las cosas...- comentó rascándose la nuca algo frustrado y se mordía el labio inferior, cosa que hacía cuando se concentraba mucho en algo.-... dos hermanas llegaron al palacio para conocer a los príncipes y ser sus futuras consortes, pero ellos las rechazaron por dos motivos. 1: por que habían llegado tarde y la impuntualidad no es algo que les agradase mucho y 2: que no estaban interesados particularmente en ellas, incluso si eran atractivas a la vista, ellos no veían nada que les llamara la atención. Aquello las molesto, al parecer heridas en el orgullo por que no imaginaron ser rechazadas, y fue entonces que maldijeron a los dos hermanos transformándolos en esos seres que vi antes. A su vez todos los que se encontraban allí también fueron afectados y quedaron atrapados dentro del castillo sin la posibilidad de poder escapar. A esto sumémole el hecho de que el tiempo pareció congelarse para vosotros lo que hace que no importa cuantos años pasen fuera de esta montaña, vosotros no podéis envejecer ni morir, ocasionando que sea una tortura sin fin para todos aquí.... ¿no me dejo nada verdad?- preguntó algo ansioso y cuando ella asintió suspiró aliviado.

-Correcto... todos los que llevamos este antifaz somos incapaces de alejarnos del castillo. Mukuro-sama y Kyoya-sama si que pueden irse si así lo desean, pero si se diera la ocasión en que alguien ajeno a nosotros les vieran de seguro que los tracharían de monstruos e intentarían matarlos.- explicó con la voz afligida al tiempo en que agachaba el rostro y apretaba las sábanas entre sus manos, puesto que se encontraba sentada junto al menor. Él cogió con suavidad sus manos y le sonrió con cariño.

-Comprendo... es horrible que por culpa de dos personas egoístas no podáis vivir con normalidad... pero debería de haber una forma de revertir esa maldición ¿no?- habló con voz tranquila y conciliadora.

-Es muy amable por tu parte el que te preocupes por nosotros. Lo cierto es que si que la hay, pero no es algo que yo deba explicar sino que es algo que concierne completamente a los amos. Siento no poder darte más información sobre el tema.- dijo algo apenada, pero el de ojos miel solo negó con la cabeza.

-No importa, entiendo que hay cosas que un extraño no debería de saber y mucho menos si las personas involucradas no se sienten cómodas compartiendo algo tan íntimo. Aún así te agradezco el que me contaras lo que sucede. Por un momento pensé que estaba soñando o que había muerto en la tormenta y me encontraba en un mundo lleno de fantasía.- comentó restándole importancia al asunto y logrando que el tenso ambiente que empezaba a rodearles desapareciera.

-Eres realmente amable... em...

-Tsuna... Sawada Tsunayoshi.- se presentó cuando ella no supo cómo continuar.

-Yo soy Nagi... aunque solo Mukuro-sama me llama así, todos los demás se dirigen a mi como Chrome... siéntete libre de usar el que prefieras.- aclaró con una sonrisa en el rostro y el doncel solo asintió.- Por cierto... me agrada saber que me crees y no piensas que lo inventé todo o que me volví loca... no mucha gente confiaría en que algo tan descabellado como lo que te conté fuese real.- siguió diciendo a la vez en que se levantaba para estirar el cuerpo.

-Bueno... creo que si me hubieras dicho esto antes de verles lo más seguro es que habría reaccionado como esperabas, pero... como aparecieron antes de que me contaras algo... sinceramente sería estúpido por mi parte el negar que sea verdad.- susurró volviendo a rascarse la nuca. Ella solo asintió comprendiendo lo que quería decir.

-Debes de tener hambre... te acompañaré al comedor principal, aunque creo que ya has estado ahí.- comentó burlona y el castaño se sonrojó pues la de cabellos violáceos también le había contado lo que sucedió desde que llegó allí. Avergonzado solo asintió y se cambió de ropa por otra que la mujer le había preparado. A continuación caminaron en dirección a la estancia que vio la noche anterior notando que los dueños del lugar ya se encontraban sentados a la mesa, esperando por él. Con cierta timidez caminó hasta el asiento que le indicaron era el suyo, justo en la cabeza de la mesa con cada uno de los hermanos a su lado cosa que le ponía increíblemente nervioso, pero se sentó sin decir nada, esperando a que alguien lo hiciera.

-Herbívoro.- su deseo fue concedido cuando la voz profunda del moreno a su derecha resonó en la habitación, pero eso no evitó que él saltara ligeramente en su sitio sorprendido por la fuerza que tenía esa garganta. Le miró nervioso por lo que saldría de aquella boca, pico... lo que fuese.

-¿Si... esto...?- murmuró no sabiendo cual de los dos hermano era el que le estaba hablando.

-Tsk. Yo soy Kyoya y él es Mukuro. ¿Ha quedado claro?- medio gruñó, aunque el menor no sabía si los pájaros podían hacerlo, pero dado que también era parte humano entonces no lo veía tan descabellado, aunque ciertamente la situación ya era lo suficientemente bizarra para su gusto como para complicarla más ahora pensando en el modo correcto de tratarles a ambos... dejó de divagar en su cabeza cuando notó que el mayor le miraba alzando una ceja... de nuevo no sabía si los pájaros podían hacerlo... ehem, bueno que el varón esperaba un gesto que indicara que le estaba prestando atención por lo que asintió para animarle a seguir hablando, ahora si centrándose en sus palabras.- Decía que sabemos que la situación es muy incómoda para ti y seguro que quieres irte cuanto antes, pero sigue lloviendo y sabemos por experiencia que cuando estas tormentas comienzas no terminan muy rápido que digamos, por lo tanto tendrás que quedarte aquí durante un tiempo.- explicó lo mas veloz que pudo sin mirar la expresión en la cara ajena.

-¿Cuanto es un tiempo?- cuestionó cohibido, pero claramente preocupado.

-Hmp. Mínimo unas cuantas semanas aunque no conocemos cuantas exactamente seguro que Nagi te contó que nosotros no tenemos la misma noción del paso del tiempo que vosotros... simplemente hay que esperar a que amaine.- respondió el peliazul con aparente desinterés aunque el ojimiel notó un deje enfadado en la voz que empleó y estaba seguro que fue por su culpa.

-Si me lo dijo... em... no es que... me moleste estar aquí... tampoco lo odio... es solo que... me preocupa dejar sola a mi madre tanto tiempo...- aclaró el menor jugando nerviosamente con sus dedos, de nuevo ese hábito suyo volvía a aparecer. Se prometió mentalmente a aprender a dejar de hacer eso cuando las cosas se ponían incómodas o tensas a su alrededor.

-En ese caso... ¿por qué no intentas escribirle una carta explicándole la situación? Estoy segura que Kyoya-sama sería capaz de entregársela sin problemas.- intervino la muchacha viendo que la situación comenzaba a hacerse insostenible. La tensión casi que podía cortarse con un cuchillo y todo por que sus amos no parecían saber cómo tratar al lindo doncel logrando que sus actos y palabras fuesen toscas y para nada delicadas.

-¿En serio?- preguntó aliviado por la propuesta de la joven y miró al moreno quien solo asintió sin poder negarse. Uno era por la mirada aniquiladora que la de ojos violeta le dirigía prometiendo una tortura muy dolorosa hacia su persona si no aceptaba, y dos por que la mirada y voz esperanzada que el pequeño y adorable animalito de ojos color miel le dirigía le dejaba incapaz de decir que no.- Gracias...- susurró este suspirando algo más relajado.

-Solo recuerda no...

-Si lo sé. No puedo decir nada de este lugar ¿verdad? Solo diré que el puente quedó destruido por culpa de la tormenta y que tardarán unas semanas en arreglarlo, pero que no se preocupe que encontré un sitio para quedarme. Podéis incluso revisarla antes de entregarla, no me molestaría para nada.- interrumpió sonriendo de oreja a oreja. Los dos varones asintieron sin saber muy bien cómo continuar la conversación así que callaron y comieron su desayuno sin volver a abrir la boca, aunque observaban de reojo las expresiones de deleite que el doncel ponía cada vez que comía un bocado y tuvieron que aguantar las sonrisas que querían apoderarse de sus rostros.

El tiempo transcurrió tranquilo y cuando los tres terminaron de llenar sus estómagos los mayores se levantaron con rapidez con la intención de irse de allí cosa que no hicieron pues fueron detenidos por la exclamación que salió de esos labios color fresa.

-¡Oh! ¡Lo olvidé por completo! Esto... me llamo Sawada Tsunayoshi y quiero decir que me siento muy agradecido por la hospitalidad que demostraron al aceptar que me quedara a pesar de mi inesperada aparición.- habló con educación al mismo tiempo en que hacía una reverencia. Cuando volvió a mirarles notaron como sus mejillas se encontraban coloreadas por la vergüenza de haber olvidado algo tan básico como lo era el presentarse.

-Kufufufufu no es como si pudiéramos dejarte ahí fuera muriéndote de hipotermia.- comentó riendo nerviosamente el peliazul quien sintió ganas de golpearse al darse cuenta de la estupidez que había salido de su boca. Pero no era culpa suya. Estaba desconcertado, a falta de mejor término para describir el revoltijo de sentimientos que en ese momento le embargaban. Hacía mucho que no interactuaba con un doncel tan bello como ese joven, no solo de aspecto sino que todas sus acciones eran transparentes... transmitía sus verdaderos sentimientos como si fuese un libro abierto, y él no sabía qué hacer o decir para no parecer grosero o incomodarle, peor aún incluso podría asustar al joven y no deseaba que le mirara de esa forma. Notó como su hermano se encontraba en el mismo dilema que él y sin dejar que el castaño dijera una sola palabra salió de allí a paso rápido al igual que el moreno. Podría parecer cobarde, pero definitivamente preferían huir ahora antes de meter la pata hasta el fondo con alguno de sus comentarios y quedar en ridículo frente al menor. Como dicen por ahí: “Es de valientes saber cuando hay que retirarse.” Aunque ese comportamiento no era del agrado de cierto moreno con patillas quien suspiró y negó con la cabeza ante las acciones de esos dos. Creía que les había enseñado mejor, pero tal vez necesitaría volver a comenzar con sus lecciones.

El ojimiel por su parte les vio salir sin comprender muy bien lo que había sucedido para que la actitud de ellos cambiara de esa forma.

-¿Dije algo que no debía? Tal vez debería irme... parecían muy incómodos por tenerme aquí...- murmuró para si el castaño creyéndose un estorbo.

-No es eso... te aseguro que el problema no eres tú ni nada de lo que dijiste es solo que... ha pasado mucho tiempo desde que alguien se quedó aquí y con quien ellos tuvieran que interactuar así que estoy segura que no saben muy bien como comportarse... te confieso que desde que los conozco siempre han tenidos problemas para expresarse correctamente.- animó la joven quien reía nerviosamente por los torpes actos de sus amos.

-¿Estás segura de eso?- preguntó dejando que su inseguridad saliera a flote. De verdad que tenía que hacer algo con su falta de autoestima pues ahora mismo se sentía la cosa más insignificante del mundo.

La doncella sonrió con comprensión y acarició con cariño y dulzura los cabellos caramelo del contrario con la intención de hacer que se relajara cosa que con sus mimos estaba consiguiendo pues este cerró los ojos y permitió que su mente quedara vacía de preocupaciones o pensamientos negativos.

Pasaron un par de días en que la situación entre los tres seguía siendo tensa e incómoda. El castaño a duras penas y veía a los príncipes durante las horas en que comerían juntos en el comedor principal, pero aún así se armó de valor para intentar entablar una conversación con ellos en varias ocasiones... cosa que siempre acababan rápido a causa de las cortantes y secas respuestas que los mayores daban. De verdad que quería tomarse las cosas con calma como su amiga pelivioleta, si ya la consideraba como a su amiga, le había dicho, pero ser rechazado de aquella forma comenzaba a ser realmente doloroso y no creía poder seguir aguantando esa actitud.

Su ansiedad crecía día con día, pues de dos pasaron siete y nada parecía mejorar en lo más mínimo. La actitud de ambos herederos seguía siendo la misma que cuando llegó así que dejó de intentar hablar con ellos. Para cuando terminaban de comer ahora era él quien se iba primero para evitar seguir molestando con su presencia y se encerraba en el cuarto que ocupaba durante su breve estadía. Se sentía con la moral por los suelos, sus inseguridades estaban más fuertes que nunca y los pensamientos negativos inundaban su cabeza sin darle descanso. A duras penas y había sido capaz de conciliar el sueño por las noches y ni qué decir durante el día. No, era incapaz de desconectar el tiempo suficiente como para lograr dormirse.

Sentía unas enormes ganas de llorar. Cada vez más la convicción de que era un inútil, como todos los que le rodeaban le decían desde que tenía memoria, iba creciendo. Y no ayudaba en nada el pasarse el día encerrado sin hacer nada. Él estaba acostumbrado a trabajar duramente durante todo el día, pero la vez que intentó ponerse a limpiar junto a su amiga a esta casi le da un infarto y se lo prohibió, diciendo que esa era la tarea de la servidumbre y no de los invitados, así que se quedó mirando como ella trabajaba desde un rincón para no molestarla.

Cierto que conoció a más personas que vivían allí, como era el caso de Enma y Dino con quienes se llevó bien enseguida, pero después de un rato ellos se sumergían en su burbuja de amor y felicidad y dejaban de prestar atención a lo que les rodeaba así que no podía pasar mucho tiempo cono ellos tampoco.

Así que no sabía cómo ocupar su tiempo y como los dueños del palacio no le había dicho que podía o no hacer, pues no se veía capaz de deambular por ahí por miedo a que se molestaran al verle curioseado por las distintas habitaciones. Eso le dejaban con solo una opción, quedarse en su cuarto lo más tranquilo posible.

La inestabilidad emocional del pequeño de ojos miel pasó desapercibida para todos en el castillo excepto para un moreno de patillas quien se sentía irritado a más no poder. Algo dentro de él se enfureció al ver como el estado de ánimo del doncel decaía con cada día que pasaba y todo era por culpa de los idiotas a quienes llamaba discípulos, pero eso acababa ahí. De eso se encargaría él mismo en ese preciso instante. Caminó con paso decidido hacia donde estaba seguro que los príncipes se encontrarían, la biblioteca. Definitivamente les haría saber todo el mal que estaban ocasionándole al menor con su estúpido actuar, pues aunque ese joven no hubiese pasado mucho tiempo allí, había logrado despertar una parte que nadie esperó que el moreno tuviera dentro suyo... así es. El amor de padre... y en definitiva no dejaría que nadie le causara semejante dolor al doncel ni siquiera si estos eran los herederos al trono de ese país.

Llegó a su destino casi sin darse cuenta y entró dando un sonoro golpe a causa de la fuerza que empleó para abrir la puerta. Los hermanos le miraron molestos por ser interrumpidos en su tranquilo momento de lectura, pero antes de hablar notaron la mirada aniquiladora que el mayor les dirigía y volvieron a cerrar la boca. No tenían constancia de haber hecho nada que pudiera cabrear de esa forma al jefe de los guardias del palacio y antigua tutor suyo, tanto en el ámbito académico como en el de defensa personal.

-Me vais a escuchar bien, par de inútiles por que no pienso repetirlo dos veces.- ordenó con voz sombría que hizo estremecer a los dos jóvenes mitad animal.- Vuestra actitud con Tsuna ha llegado a un nivel tan lamentable que el chico está cada vez más deprimido. Vuestros constantes rechazos y palabras secas cuando él intentaba hablaros y conoceros más han logrado que lo poco de autoestima y amor propio que ese doncel se tenía se esfumara y quedara a menos que nada. Y no ayuda el hecho de que se crea una total molestia por que no es capaz de hacer nada, dado que dos idiotas que tengo enfrente ni siquiera le han dicho qué es lo que puede o no hacer en el castillo, así que se pasa los días encerrado en la habitación sintiéndose un inútil. Por lo que ya estáis saliendo de aquí para hablar con él y arreglar las cosas, por que no podré mataros por la maldición, pero eso no me evitará torturaros hasta que deseéis estarlo.- amenazó y sin esperar por una respuesta se fue de la misma forma en que llegó. Los príncipes no lo admitirían en voz alta, pero para si aceptaron que el moreno era muy intimidante cuando quería y aún más cuando no soltó ni un improperio ni alzó la voz en ningún momento. Todo lo dijo lentamente y de forma clara, pero aún así el efecto de miedo que sus palabras produjeron fueron diez veces mayor a si las hubiera dicho gritando. De verdad que ese hombre sabía como usar su imponente presencia.

-Debo admitir que hasta a mi me asustó esa amenaza y eso que no tenía nada que ver conmigo.- admitió un peliplateado de ojos violeta quien sonreía divertido después de presenciar semejante escena.

-Lárgate Byakuran.- gruñó el peliazul molesto.

-No os desquitéis con nosotros solo por que no seáis capaces de admitir que Reborn tiene razón. Habéis tenido una actitud patética para con Tsuna y si él no hubiera venido a decíroslo a la cara lo habría hecho yo.- habló ahora un rubio de ojos color chocolate.

-¿Y tú que tienes que ver en todo esto Cavallone?- preguntó con sorna el moreno.

-Pues que ese doncel castaño es alguien maravilloso y no lo creo solo por que Enma haya congeniado muy bien con él. Pero cómo ibais a saberlo si no os habéis parado a hablar con él tan solo cinco minutos.- contraatacó el rubio a la vez en que se cruzaba de brazos.

-Cosa que no han hecho por cobardes por que todos hemos visto como os quedáis mirándole desde lejos cada vez que notáis que está en el mismo pasillo o habitación que vosotros, deseando que gire a miraros y os hable, pero no poniendo nada de vuestra parte para que eso ocurra.- siguió ahora un moreno de ojos rubís.

-¿Por qué tanto interés en que nos involucremos con ese doncel?- exclamó irritado el de ojos heterocromáticos.

-Todos sabemos que en cuanto la tormenta acabe él se irá y no volverá a pisar este sitio nunca más.- confesó lo que tanto él como su hermano habían estado pensando esos últimos días.

-Solo por que otros hayan hecho eso no significa que él sea igual. Si ni siquiera le dais la oportunidad para que os conozca mejor es evidente que no elegirá el quedarse aquí con ninguno de los dos.- declaró completamente convencido y con la voz más tranquila el varón de orbes violáceos.

-Sabemos que estáis cansados de intentarlo, que los que vinieron con anterioridad dieron media vuelta nada más veros y no mostraron la más mínima intención de conocer a las personas detrás de esa apariencia monstruosa e intimidante. Han pasado años desde la última vez en que dejasteis a alguien entrar al palacio y comprendo que queréis protegeros y por eso sois más cautelosos a la hora de revelar información íntima, pero... tenéis que reconocer que Tsuna si lo ha intentado. Incluso a pesar de su tímida personalidad él quiso entablar conversaciones con vosotros. Durante días se armó de valor para intentar conoceros, a vosotros, a quienes residen dentro de ese envoltorio que a cualquiera le haría retroceder asustado. Por dios incluso aunque temblaba como gelatina en vuestra presencia os ofreció una sonrisa sincera y la respuesta que recibió fue una pared de hielo... le habéis dado la espalda a la única persona en años que genuínamente a mostrado interés en ambos...- dijo lentamente el rubio aunque él también se encontraba enfadado con ellos por hacerle tanto daño al joven, seguían siendo sus amigos y quería que abrieran los ojos y no dejaran que la oportunidad de ser felices se les escapara de las manos, no de esa forma, no sin haberlo intentado al menos.

Ninguno de los dos hermanos dijo nada pues sabían que todo aquello era cierto, que de la boca de sus amigos solo habían salido verdades. Lo supieron desde el primer día. El castaño era diferente a cualquiera que conocieron tiempo atrás. Él les sonrió y trató como a personas y no como monstruos. Él intentó conocerlos y ellos se escondieron en un escudo.

El problema lo tenían ellos y eran completamente conscientes de ese hecho. Estaban tan acostumbrados a ser rechazados que ahora que había aparecido alguien que quería intentar aceptarles por como eran se acobardaban y no sabían como actuar. Cuando le vieron sonreírles ese primer día... tuvieron claro que el involucrase con el doncel sería peligroso. Que con su forma tan sincera y linda de actuar si le dejaban acercarse a ellos, a sus corazones... acabarían inevitablemente enamorados de la pureza que ese doncel desprendía.

Y les aterraba. Temían que cuando viera a su verdadero ser, se decepcionara o creyera que no valía la pena el esfuerzo. Y estaban convencidos que para ellos sería demasiado tarde, por que ya habrían caído bajo los encantos de ese delicado y tierno ser. Puede que en el pasado fueran rechazados, pero sabían que lo que sentían no era amor, solo ligera curiosidad e interés así que cuando ellos y ellas daban media vuelta lo superaron relativamente fácil. Pero uno acaba cansándose de buscar esperando encontrar a alguien especial y acabando con las esperanzas destrozadas una y otra vez.

Con el pasar de los años se iban convenciendo cada vez más en que lo único en lo que se fijarían sería en el exterior y... ¿quién podría enamorarse de monstruos como ellos? Así que dejaron de intentarlo, sintiéndolo mucho por todos los que se vieron involucrados en ese lío, pero cada vez que alguien les rechazaba una pequeña parte de su alma se iba rompiendo... y sabían que si tomaban el riesgo con ese joven... el golpe que recibirían sería el definitivo. Ya no se verían capaces de volver a intentarlo y era precisamente esa enorme posibilidad la que les impedía dar un paso hacia delante.

-No os estamos pidiendo que os enamoréis... pero quizás lográis haceros amigos y una cara nueva por aquí es bastante refrescante.- admitió de forma cantarina el peliblanco.

Los hermanos miraron a esos tres varones. Eran de los pocos a quienes consideraban como a amigos, pues no se cortaban en darles su sincera opinión incluso si eso hacía que se molestaran o, como en ese caso, se sintieran avergonzados de si mismos. Giraron a verse entre ellos y con los ojos brillando de decisión asintieron para luego levantarse y comenzar a caminar en dirección a la salida. Lo habían decidido. Irían a hablar con el doncel castaño, al menos para decirle que podía moverse libremente por el castillo, que no tenía por que quedarse encerrado en su habitación.

Caminaron hacia los aposentos que le ofrecieron al de ojos color miel notando la puerta abierta y pararon antes de llegar. Dudaban en si entrar o no, pero en ese momento oyeron la voz de su antiguo tutor y la curiosidad por saber de que hablaban ambos les ganó, por lo que se acercaron hasta quedar recostados en la pared al lado de la puerta desde donde podían oírlo todo.

Por otra parte el moreno mayor estaba consciente de la presencia de los recién llegados. En realidad después de hablarles calculó el tiempo que tardarían en asimilar la información y cuanto les costaría admitir su culpa e ir a arreglar la situación. Como notó a los amigos de esos dos allí supo que ellos les harían abrir los ojos algo más rápido, por lo que hacía solo unos minutos que había llegado a la habitación del doncel.

-¿Por qué te encierras aquí durante todo el día?- preguntó directamente a la vez en que se sentaba en el sofá enfrente de donde estaba acomodado el ojimiel.

-Emm... no es que tenga nada más que hacer...- respondió nervioso dado que ese hombre era ciertamente intimidante, incluso si solamente se encontraba ahí sentado sin hacer nada más que mirarle.

-Te llevas bien con la gente de aquí. ¿Podrías pasar más tiempo con ellos?- comentó alzando una ceja divertido por las reacciones del menor ante su sola presencia. Ese chico era todo un libro abierto y le entretenía ver lo inquieto que estaba por su culpa.

-Pero tienen trabajo que hacer y no puedo molestarlos mucho cuando están ocupados solo por que yo me aburra...- dijo bajito mientras miraba hacia otro lado que no fuese ese varón quien sabía estaba disfrutando de ver su incomodidad.

-¿Podrías ayudarles?- sugirió y le sorprendió el ver como el menor negaba rápidamente con la cabeza para luego hacer un puchero que logró que su curiosidad aumentara. Al parecer algo había pasado de lo cual él no era consciente y quería saberlo.

-Lo intenté una vez... a Nagi casi le dio un infarto cuando me vio coger una escoba... me dijo que ese era el trabajo de la servidumbre y que los invitados como yo no debían de ponerse a limpiar...- se quejó haciendo un berrinche realmente adorable. El moreno sintió unas ganas casi indomables de revolverle el cabello ante lo lindo que se veía en ese momento el doncel, pero logró controlarse. Al igual que tuvo ganas de golpearse la frente con la mano ante lo despistada que podía ser la pelivioleta en algunas ocasiones... era sorprendente que hubiera veces en las cuales era la primera en notar las cosas, pero había otras... en que ni con un enorme cartel se daría cuenta de la situación.

-Así que tu solución es quedarte aquí sin hacer nada... pero es evidente que no estás acostumbrado a estar desocupado...- suspiró negando con la cabeza.- Siempre puedes intentar hablar con los príncipes o dar una vuelta por los alrededores.- instó, pero la reacción de pánico que recibió hizo que sus ganas de asesinar a esos dos volvieran de nuevo.

-¡Imposible! Nadie me dio permiso para ir a curiosear por ahí y a los príncipes ya parece molestarles lo suficiente mi sola presencia así que no quiero hacer nada que les haga enfadar aún más... además que ya intenté hablar con ellos cuando Nagi me aseguró que eran buenas personas, creo que es cierto dado que me permitieron quedarme aquí, pero lo único que conseguí fui miradas frías y respuestas cortantes... así que dejé de intentarlo.- balbuceó nervioso y a cada palabra que salía de su boca más se deprimía al recordar todos los desplantes de lo varones para con su persona. Por su parte el varón sintió deseos de ensartar a esos dos en un palo y miró mal en dirección a la puerta al tiempo en que su aura asesina aumentaba. Los jóvenes al otro lado de la pared se tensaron al notar ese pesado ambiente y se sintieron aún más culpables de causarle tanta tristeza al castaño.

Solo por haber sido unos idiotas y evitarlo para protegerse a si mismos, sin pensar en la imagen que le estaban mostrando al lindo doncel.

El silencio que le siguió fue abrumador e incómodo a más no poder hasta que el mismo chico fue quien lo rompió.

-Reborn-san... ¿puedo preguntarle algo?- pidió bajito mirándole con timidez.

-Dime.- le animó y después de pensarlo un poco el joven hizo su pregunta.

-Umm... siento si le molesta, pero hace unos días note algo... em... ¿dónde están los reyes?- cuestionó quedamente y notó como el cuerpo ajeno se tensaba, arrepintiéndose de inmediato por haber formulado palabra alguna.- No importa, no debí decir nada, después de todo no es algo en lo que deba meterme um... lo siento mucho...- se excusó con rapidez al tiempo en que bajaba la cabeza mordiéndose el labio nervioso y con sus manos apretaba la tela del pantalón.

-No te disculpes... es normal que sintieras curiosidad, pero... ¿por qué me lo preguntas a mi? Tienes más confianza con otros residentes del palacio.- inquirió curioso.

-Bueno... Nagi parece incomodarse cuando pregunto sobre ciertos temas... Dino y Enma solo prestan atención cinco minutos antes de volver a sumergirse en su burbuja y... Mukuro-san y Kyoya-san nunca responderían algo tan íntimo... no cuando ni siquiera responden a mi saludo por las mañanas...- admitió seguro de sus palabras y una sonrisa complicada en el rostro.

-Ya veo...- susurró y suspiró sabiendo que las palabras del doncel eran completamente ciertas.- Es cierto que todos en este lugar fuimos afectados por la maldición impuesta a los dos herederos al trono y nuestro tiempo se detuvo... todos excepto el de los reyes.- explicó con la mirada ausente recordando.

-Eso quiere decir que...- murmuró con los ojos abiertos mirando la expresión perdida del mayor.

-Así es... ellos envejecieron con normalidad y murieron hace muchos años... supongo que fue otra forma de hacerles sufrir... no solo les transformaron en seres de monstruosa apariencia sino que vieron como las personas que genuínamente les querían y cuidaban se iban debilitando con el pasar de los años hasta que ya no pudieron más.- dijo lo que el doncel había supuesto a la vez en que apretaba los puños con rabia, pues a todos les dolió ver a los reyes fallecer sin que pudieran hacer nada para evitarlo.

La estancia volvió a sumirse en el silencio y cuando pasaron un par de minutos, tiempo que el moreno empleó para tranquilizarse, decidió mirar en dirección al de cabellos caramelo quien no había pronunciado palabra alguna y cuando lo hizo sus ojos se abrieron enormemente y, por primera vez en su vida, entró en pánico.

-¡¿Oye, estás bien?!- exclamó claramente alarmado levantándose apresuradamente del sofá. Los príncipes entraron con rapidez, pues no era normal que el del patillas perdiera la calma de aquella forma, pero nada les preparó para lo que vieron.

De los preciosos ojos color miel, finas y cristalinas lágrimas se escapaban, las cuales recorrían con total libertad las mejillas sonrosadas del menor. Era una imagen devastadora y bella a partes iguales. Los tres quedaron paralizados sin saber cómo actuar en una situación como la que se estaba produciendo en esos momentos. De los dulces labios ajenos los sollozos se hicieron presentes, aumentando de sonido sin que fuera consciente y fue aquello lo que llamó la atención de cierta joven de ojos violáceos quien pasaba por allí, la cual entró corriendo viendo la escena sin comprender. Los varones parecían estatuas de lo rígidos que se encontraban mientras que el lindo doncel lloraba sin descanso.

-Yo... eso es... tan cruel... ¿cómo puede alguien... hacer algo así?- murmuró con verdadero pesar en su voz, entrecortada por culpa del llanto. Esas palabras enternecieron a los hombres y aunque querían estrechar al menor entre sus brazos sus cuerpos no parecían querer obedecer. Por su parte la pelivioleta, aún sin saber lo que había causado todo aquello, decidió que lo primordial era calmar al pequeño chico, ya luego preguntaría. Por lo que echó a los inútiles que solo estorbaban allí, puesto que no estaban haciendo nada más que ocupar espacio, y luego de cerrarles la puerta en la cara corrió al lado del castaño, abrazándole.

Este se acurrucó en su pecho y descargó todos sus sentimientos de tristeza con esas lágrimas mientras que ella acariciaba sus suaves cabellos y tarareaba una lenta, pero cálida melodía que lograron que él fuese calmándose más con el paso de los minutos. Media hora más tarde los sollozos del ojimiel ya se habían detenido por completo y alzó su enrojecida mirada a su amiga.

-Lo siento... no quise preocuparte...- se disculpó con la voz ronca y cansado, pues el llanto le había dejado agotado física y emocionalmente.

-Sshh... no pasa nada... ¿necesitas algo?- preguntó con la voz maternal. Él solo pidió algo de agua y no muy segura asintió saliendo de la estancia y fulminando con la mirada a los causantes de tal estallido emocional del menor.- Luego quiero saber qué fue lo que ocasionó esa reacción.- ordenó y sin dejar lugar a ninguna réplica por parte de ellos dio media vuelta y caminó en dirección a la cocina para cumplir el pedido del joven.

Cuando ella desapareció de su campo de visión voltearon a verse entre si y después de asentir con decisión, entraron de nuevo a la estancia donde el doncel se encontraba secándose con un pañuelo su humedecido rostro por las saladas gotas de agua que lo mojaron. El de patillas le acercó otro y el contrario agradeció con una leve sonrisa al tiempo en que lo tomaba.

-¿Estás más calmado herbívoro?- cuestionó algo dudoso el joven mitad pájaro y este solo asintió.

-Por el amor de dios... un doncel no debería dejarse ver en un momento tan vulnerable por cualquier varón.- comentó el de pelaje azul haciendo reír levemente al joven.

-Eso es muy antiguo...- rió bajito ante tal comentario.

-Hemos vivido más años de los que crees, pues claro que somos prácticamente unos ancianos.- bufó de nuevo sarcástico logrando que el de ojos caramelo volviera a reír. Aquello gustó a los tres varones quienes se encontraban más relajados ahora que veían al doncel más calmado y abierto, no tan nervioso e inquieto como siempre solía estarlo en su presencia. Aunque sabían que era culpa suya que antes actuara de esa forma.

-Siento haber reaccionado así...- se disculpó avergonzado por su actitud tan sentimental. Ellos le restaron importancia al asunto y decidieron cambiar de tema para que dejara de sentirse culpable o les mirara con lástima.

-¿Qué te respondieron tus padres?- inquirió el moreno sorprendiendo al menor por el cambio, pero sonrió contento al ver que mostraba interés en su persona. El mencionado sentía mucha curiosidad desde que le entregó la respuesta al joven, por educación no leyó el contenido de esta, pero no se había animado a preguntarle antes.

-No mucho... mi madre solo dijo que estaba contenta de que no me hubiera pasado nada grave y me recordó que debía comportarme ya que me encontraba en casa ajena y no debía causar problemas para los residentes del lugar.- explicó resumidamente, pues su progenitora le había escrito lo que debía hacer y lo que no, resultando en una carta realmente extensa.

-¿Y tu padre?- cuestionó el de ojos heterocromáticos dado que había notado que el menor no había mencionado nunca a su progenitor solo a ella. Los dos morenos cayeron en cuenta de lo mismo y le miraron expectantes.

-No tengo uno.- dijo con simpleza, pero cuando notó las miradas estupefactas que le dirigían decidió entrar un poco más en detalles.- A ver si que lo tengo, no está muerto que yo sepa... bueno a lo que me refiero es que... cuando se enteró que era doncel pues... simplemente salió por la puerta de casa y nunca más volvió.... y como sucedió cuando era muy pequeño ni siquiera recuerdo cómo era... ¡pero de verdad que no me molesta! Emm... quiero decir que tengo una madre maravillosa y me considero afortunado por tenerla a ella... esto...- intentó hacerse entender mejor, pero cada vez parecía liarse más con las palabras hasta que se quedó callado con el rostro realmente sonrojado el cual tapaba con sus manos sintiéndose frustrado consigo mismo.- Có-cómo sea... Mukuro-san, Kyoya-san ¿Cómo es que vinieron a verme?- curioseó pues no era usual que los príncipes decidieran hacerle una visita, bueno más bien no había sucedido hasta ese momento. Además que aquello le sirvió para desviar la conversación en otra dirección que no le hiciese quedar como a un tonto doncel que no sabía ni explicarse de forma decente. Odiaba ponerse tan nervioso y comenzar a balbucear cuando le preguntaban algo íntimo.

-Reborn nos contó que no salías de tus aposentos así que... vinimos a decirte que puedes hacer lo que quieras en el castillo ya sabes... moverte libremente por el lugar sin problemas...- quien comenzó a responder fue el varón de ojos grises metalizados quien no se atrevía a mirar al joven a los ojos.

-Y que... no queríamos darte la impresión de que te odiamos a ti o tú presencia cerca nuestro es solo... que hace mucho que no interactuamos con alguien y no sabíamos muy bien como hacerlo... por ello te evitábamos al igual que creíamos que te incomodaría estar a nuestro lado...- finalizó en un medio gruñido su hermano arrastrando un poco las palabras como si no estuviera seguro de decirlas y por lo tanto su voz sonó un poco forzada.

Nerviosos por que por fin se habían sincerado con el menor le miraron y notaron como la expresión de este era de absoluta sorpresa, pero que gradualmente una bella sonrisa se instaló en sus labios al igual que sus orbes miel brillaron con ilusión.

-Ya veo... pues si... no os molesta... ¿podríais acompañarme y enseñarme las distintas estancias?- pidió tímidamente, pero a la vez esperanzado.

Los mayores solo asintieron y se levantaron de sus lugares en el sofá siendo imitados por el castaño quien les siguió hacia fuera realmente animado. El ex-tutor de los jóvenes les observó desde el pasillo, lugar al que se había retirado después de escuchar el bochornoso actuar del padre del doncel y que ocasionó que una ira inmensa creciera en su interior. Por consiguiente la aura que le rodeaba se volvió más pesada y amenazante y no quería asustar al de ojos colo caramelo, por lo que prefirió alejarse un poco. Además que también aprovechó para dejar que los tres siguieran con la buena atmósfera que les rodeaba y para evitar que la llegada de la joven sirvienta les interrumpiera cuando por fin mantenían una conversación decente.

Aquel fue el momento en el cual su relación dio un giro de 180 grados. Ahora era común el ver a los tres haciéndose compañía mutuamente mientras tomaban el té o cuando leían con tranquilidad en la biblioteca, lugar que no importaba cuantas veces viera, siempre fascinaba al doncel.

Durante el tiempo que pasaban juntos había logrado aprender tanto de ellos dos. Se acostumbró a la actitud directa y tosca del moreno quien era muy callado la mayoría de las ocasiones, pero no por ello era menos cómodo y tranquilizador el estar a su lado. Por otra parte el poseedor de ojos heterocromáticos estaba acostumbrado a ser más sarcástico y hacer comentarios para molestar a su hermano mientras que a su persona le avergonzaban, pero al igual que con el de ojos grises disfrutaba de su compañía. También se había dado cuenta que le gustaba en demasía lo diferente no solo en apariencia sino también en actitud de ambos príncipes. Tanto le agradaban esos momentos a solas que se veía a si mismo continuar de aquella forma mucho tiempo más, olvidando por completo que llegaría el momento en que debería marcharse y regresar a su hogar como le prometió a la castaña mujer.

En contraposición los herederos al trono eran muy conscientes de que el joven doncel se marcharía cuando se diera la ocasión, cierto que habían notado como este se relajaba y disfrutaba de su compañía, pero no creían posible el que abandonara a su madre por quedarse con ellos. Con cada día que pasaban a su lado los sentimientos que habían nacido en ellos iban creciendo sin detenerse, por que como supusieron en un principio... ese doncel era el ser más bello que alguna vez tendrían el placer de conocer y habían caído irremediablemente enamorados de él.

Para ellos el haber desarrollado sentimientos románticos hacia el castaño fue tan natural como el respirar para vivir y no les sorprendió para nada cuando se dieron cuenta de ellos. Pasó en una de las tardes de lectura en la biblioteca donde se quedaron observando el adorable rostro concentrado del ojimiel cuando leía que un pensamiento inundó sus mentes: “Nunca me cansaré de ver sus expresiones... no importa cuanto tiempo pasemos en su compañía... le quiero a mi lado siempre.” Cuando se percataron del significado de ese pensamiento simplemente lo aceptaron, por que ya esperaban que pasara daba igual si era en ese momento o más tarde, pero con la aceptación también llegaron el miedo, las dudas y la incertidumbre. Era innegable la mejoría que dio su relación en comparación al comienzo, pero veían a ese joven como a alguien demasiado maravilloso como para que pudiera enamorarse de alguno de ellos. Reconocían el ser muy inseguros en el ámbito amoroso y aunque sus mentes estuvieran llenas de conjeturas y escenarios imaginarios, sabían que si no se armaban de valor para hacer la pregunta nada podría suceder más que el inevitable adiós.

Embargados por tantos sentimientos y pensamientos negativos su actitud para con el menor volvió a cambiar, no fue algo radical, simplemente se quedaban mucho más rato metidos en su mundo interior ignorando algunas ocasiones cuando el castaño les hablaba o tardando más de lo usual en responderle. Todos esos pequeños cambios los notó el doncel quien al principio pensó que solo estaban cansados, sabiendo que solían hacer sus rondas por toda la montaña para asegurarse que no hubieran problemas ni invitados indeseados, pero cuando pasaron varios días y ellos seguían tan ausentes comenzó a preocuparse. Quería hacer algo para ayudarlos y aunque no se le ocurrió nada de buenas a primeras decidió que la mejor opción era hablarlo con alguien. A quien escogió fue realmente obvio. El varón de patillas se había convertido en casi una figura paternal para su persona y sabía que el sentimiento era completamente mutuo así que no dudó ni un segundo en presentarse frente al moreno en busca de consejo.

Este se encontraba tomando su habitual descanso en la salita del té en compañía de un libro y una taza de hierbas aromáticas cuando él llegó y se sentó a su lado.

-Reborn ¿podemos hablar?- preguntó y el mayor solo le miró con una ceja alzada para luego asentir.

-Dime Tsuna.- accedió sintiéndose orgulloso de la confianza que el menor había ido adquiriendo para hablar sin su acostumbrado nerviosismo o hábitos que demostraban su inquietud. Con el pasar de los días había logrado superar muchas de sus inseguridades y ahora podía mantener una conversación normal mirando a los ojos de la otra parte.

-Es que... Kyoya y Mukuro están actuando muy extraño y no sé que hacer para ayudarles.- contó con la voz repleta de preocupación. El de patillas suspiró sabiendo de donde venía el problema y la conversación que estaban por tener iba a ser un poco complicada así que dejó la taza sobre la mesita a su lado y giró para prestar completa atención al chico quien entendió que aquella era una situación seria y necesitaba concentrarse.

-Tsuna... ha pasado poco más de un mes desde que llegaste y... todos en el castillo sabemos que tu estancia aquí está por llegar a su fin.- habló acariciando su cabello con cariño, acto que solo el menor lograba sacar de él.

-¿A qué te refieres?- preguntó confundido.

-Pues... que la tormenta está por terminar en poco y sabemos que es la razón por la que te quedaste desde un comienzo.- paró un momento al ver que la comprensión inundaba esos orbes miel que tanto le gustaban.-... desde que llegaste nuestro tiempo aquí ha sido más divertido y quienes han disfrutado más de tu compañía son los príncipes y por ello... también son quienes tienen más consciente que te irás y eso les ha afectado... por que les gusta mucho estar junto a ti.- siguió diciendo con voz inusualmente suave, otra cosa que solo el doncel había conseguido.

-¿Por qué no han dicho nada?- quiso saber él afligido.

-Por que no quieren ser egoístas. Saben lo mucho que querías regresar al lado de tu madre a quien le prometiste volver cuanto antes y no se ven capaces de hacerte elegir entre nosotros y ella... bueno nadie se ha atrevido a ello la verdad, no solo los príncipes.- explicó con una sonrisa melancólica pues entre esas personas también se incluía él. Nadie quería ver partir a la persona que les había proporcionado la calidez que tanto echaban de menos, pero al mismo tiempo no podían obligarle a quedarse así que todos tenían sentimientos contradictorios dentro suyo y no había manera de que se pusieran de acuerdo en cómo deberían proceder con esa situación en particular.

El castaño se excusó y se marchó a su habitación pues necesitaba pensar en todo lo que el varón le había contado. Una vez llegó allí se encerró y se dejó caer sobre el mullido colchón enterrando la cara en la suave almohada, para a continuación darse media vuelta y quedarse observando los preciosos techos decorados con pinturas espectaculares.

A su mente llegaron los recuerdos de los últimos días y sintió su pecho calentarse y el corazón acelerarse de tan solo pensar en los príncipes, sus palabras, gestos y actitud en general. En lo mucho que habían cambiado en su actuar para con él, en todo lo que había aprendido de ellos y todo lo que no sabía todavía, pero que quería tener la oportunidad de conocer. Le dolía el solo imaginar que no podría hacerlo y aunque la imagen de su sonriente madre siempre le había parecido muy tranquilizadora el solo pensar que regresaría junto a ella y dejaría a ambos ocasionaba que su pecho se estrujara, un nudo se instalara en su garganta y las lágrimas se acumularan en sus ojos, las cuales a duras penas logró retener. Adoraba a su progenitora de verdad que si, pero la idea de abandonar a los medio animal era demasiado devastadora para él y fue entonces que se dio cuenta. Lo que estaba sintiendo en esos momentos, lo que hacía que el pensar en dejarlos fuese tan insoportable, era por que no solo les quería como amigos o como familia... el sentimiento era mucho más intenso que eso y solo podía significar una cosa... se había enamorado de ambos.

Los siguientes días a su descubrimiento se la pasó también sumido en sus propios pensamientos, preocupando a los sirvientes quienes lo notaron al igual que los mayores, estos últimos ya habían tomado su decisión y por ello ya no se la pasaban ausentes todo el día. Sin darse cuenta el cielo se fue despejando hasta quedar libre de toda nube y eso indicaba que era el momento que todos más temían, el castaño se marcharía.

Él se levantó y vistió con las ropas que llevaba el día en que llegó. Miró su cuarto por última vez y observó el cielo a través del gigantesco ventanal que adornaba gran parte de la pared. Fue sacado de sus pensamientos cuando oyó que llamaban a su puerta.

-Tsunayoshi, ¿tienes un momento?- preguntaron desde el otro lado distinguiendo inmediatamente al dueño de aquella voz. Abrió la puerta y se encontró con los dos hermanos allí, esperándole.

-¿Qué pasa?- dijo algo cohibido pues en los últimos días de su estancia allí no habían pasado mucho tiempo juntos y ahora que estaba consciente del acelerado latido que resonaba en su pecho causado por ellos no podía evitar sonrojarse y que sus piernas temblaran cual gelatina por la excitación y nerviosismo.

-Nos gustaría enseñarte algo antes de que te vayas.- habló ahora el joven de aspecto lobuno y cuando el menor asintió accediendo ambos voltearon y comenzaron a caminar siendo seguidos por el castaño. Fue un camino corto y silencioso, subieron las escaleras hasta lo alto de la torre y lo que vio allí le dejó estupefacto. Desde ahí se veía gran parte del bosque, las montañas a su derecha y el brillo del sol bañar todo el paisaje logrando que los árboles parecieran tener un resplandor especial. Sinceramente era lo más bello que había tenido la oportunidad de ver y dejó que tal preciosidad penetrara bien en su ser.

Los varones observaron la reacción del doncel y amaron ver ese rostro iluminado de aquella forma. Suspiraron para armarse de valor y sus ojos brillaron con determinación por lo que habían decidido hacer. Durante esos días llegaron a un acuerdo entre ellos y decidieron que tomarían el riesgo. Preferían quitarse esa duda de encima y no preguntarse en un futuro qué hubiera pasado si... incluso si eso conllevaba a ser rechazados y que sus corazones se rompieran. Consideraban que era mejor sufrir ahora que ser atormentados luego por la incertidumbre.

Tal vez no tenían el derecho a pedirle que se quedara, cosa que entendían y no pensaban hacer, pero si que se sincerarían por completo sobre sus sentimientos por él. Además que guardarían el recuerdo de haberle conocido y todos los momentos que pasaron junto a su persona como si fuera un verdadero tesoro, lo más irreemplazable del mundo para ellos.

-Tsunayoshi... ha sido maravilloso el que nos dieras la oportunidad de conocerte.- comenzó el moreno ganándose la atención del mencionado quien dejó de mirar el paisaje para voltear a observarlos a ellos, quienes temblaron de nervios al sentir esa mirada color miel sobre si.

-Nunca creímos que podríamos encontrar a alguien a quien consideraríamos como especial para nosotros y nos rendimos hace mucho tiempo a pasar nuestros días sin fin en completa soledad.- continuó el peliazul.

-Pero entonces llegaste tú e hiciste nuestros días más coloridos. El pasar tiempo junto a ti, hablando o simplemente disfrutando de tu compañía, nos ha hecho inmensamente felices y es por eso que...-se sinceró el de ojos grises.

-Que empezamos a sentir algo que nunca creímos que sería posible que sintiéramos.- acabó el poseedor de heterocromía. Luego se miraron y asintieron.

-Tsunayoshi... estamos enamorado de ti.- confesaron los dos a la vez ocasionando que los ojos del contrario se inundaran con sorpresa.

-Sabemos que es imposible que sientas lo mismo por nosotros, no teniendo en cuenta nuestra pésima actitud y mucho menos gracias a nuestra apariencia física, pero...- volvió a hablar el príncipe medio ave.

-Si hay una remota posibilidad de que así sea... te pedimos por favor que aceptes esto de alguno de los dos.- fueron las palabras del otro varón dichas de forma casi suplicante. Después de que esas palabras abandonaran su boca los dos le extendieron una rosa al menor, una de un azul profundo y la otra de color negro noche.

El silencio que le siguió a su confesión fue devastadoramente largo para los hermanos quien sentían su miedo aumentar y finalmente un sonido salió de la boca ajena... uno que no imaginaron que lo haría. La suave y dulce risa del joven castaño les dejó perplejos y algo dolidos.

-No sé si sentirme alagado u ofendido por lo que acabo de escuchar.- fueron las primeras palabras que escaparon de esos labios. Sus cuerpos se tensaron esperando lo que sabían vendría a continuación y cerraron los ojos esperando el golpe que vendría, pero entonces notaron que de sus manos extendidas algo faltaba. Con gran rapidez volvieron a abrir sus orbes y los fijaron en el doncel delante suyo sin poder creer lo que estos veían. Él se encontraba sosteniendo ambas flores con delicadeza al tiempo en que les miraba con una sonrisa dulce y tímida, pero sobretodo feliz.

-Alagado por saber vuestros sentimientos y ofendido por que me creyerais tan superficial como para que solo me importara vuestro aspecto... pensé que me habías conocido mejor en todo este tiempo que pasamos juntos.- se quejó haciendo un tierno y adorable puchero.

-Eso quiere decir...- murmuraron ambos todavía sin poder procesar lo que pasaba.

-Que siento lo mismo... me da igual como luzcáis y no digáis que vuestra actitud es pésima por que es una de las cosas que más me gusta de vosotros. Me encanta cómo os comportáis conmigo y adoro el pasar tiempo a vuestro lado.- admitió el ojimiel sonrojado hasta las orejas. A los varones se les iluminó la cara y le rodearon en un fuerte abrazo que apenas duró unos segundos pues el menor se separó de ellos rascándose la nuca nervioso.

-Se hace tarde... debería irme ya.- avisó y esas palabras hicieron que a los príncipes se les cayera el alma al suelo. Al parecer, incluso con todo lo que el doncel dijo, aún así iba a marcharse. Sin decir nada caminaron hasta la entrada donde todos los residentes del palacio les esperaban. Se entristecieron al ver que el ojimiel si planeaba irse además que incluso a pesar que llevara las rosas en la mano su maldición seguía en curso por lo que el significado de lo que ocurría era más que obvio.

Antes de subirse al carruaje que amablemente le habían preparado giró a ver a los dueños del lugar.

-Kyoya, Mukuro.- les llamó y estos dirigieron su mirada a su persona, claramente decepcionados y tristes.- No pongáis esa cara... solo voy a ver a mi madre para decirle que me he enamorado y deseo quedarme junto a esa persona el resto de mi vida... prometo que estaré de regreso antes de que os deis cuenta ¿si?- habló decidido ante la sorprendida mirada de todos los presentes. Luego, como forma de sellar su promesa, besó los delicados pétalos de cada rosa las cuales brillaron y cambiaron de color a un apasionado rojo.

El doncel exclamó sorprendido y miró otra vez a los varones para pedir una explicación, pero no se encontró con lo que esperaba. Sus ojos se abrieron enormemente al ver que en lugar de un hombre medio pájaro y uno medio lobo ahora eran dos jóvenes humanos quienes le miraban fijamente. Uno poseía una cabellera de finos hilos negros, ojos grises con toques en azul metalizado, estatura alta, piel pálida y cuerpo bien trabajado. A su lado había otro varón de igual estatura, color de piel y cuerpo igual de definido, pero sus cabellos eran largos en un extraño peinado y de color azul marino mientras que sus ojos eran heterocromáticos, uno azul y el otro rojo. Inmediatamente los reconoció, pero su rostro se sintió completamente caliente al notar lo muy atractivos que eran con esa apariencia física, notando también que apenas tendrían unos 20 años.

-¿Mukuro? ¿Kyoya?- susurró sin poder creer lo que sus ojos veían. Los hermanos se miraron confundidos por la expresión que el doncel había puesto al verlos y cuando comprendieron lo que había sucedido saltaron a abrazarle de nuevo quien no lo evitó pues seguía estando perplejo y su mente se encontraba hecha un revoltijo de ideas que no lograba conectar. Además que se sentía morir de la vergüenza que le provocaba el ser tocado por tan bellas personas.

-Te amo tanto Tsunayoshi.- le susurró el moreno al oído.

-No me robes las frases Kyoya.- se quejó el peliazul, pero su voz estaba tan llena de vida que se notaba que no se encontraba para nada molesto.

-¿Qué ha pasado?- logró preguntar al fin el de ojos color miel y cuando los varones no respondieron por estar demasiado metidos en su pequeña discusión, decidió mirar al moreno de patillas en busca de una respuesta que su confundida mente pudiera comprender.

-Rompiste la maldición Tsuna.- fueron las simples palabras que recibió y el menor sintió su cerebro estallar en sobrecarga.

-¡¿Eeeehhh?!- gritó estupefacto y después de que los príncipes lograran tranquilizarle y parar el ataque de pánico que el pobre chico tuvo por culpa de la situación tan inesperada, fue que le explicaron con más detalles algo que no le habían dicho antes. La forma de revertir el hechizo que aquellas brujas les pusieron.

-Así que la solución era que la persona de la cual os hubierais enamorado debía aceptar las rosas y demostrar que sus sentimientos hacia vosotros eran genuinos... y eso pasó cuando yo besé los pétalos después de prometer que volvería.- resumió todo lo que le habían contado y cuando todos asintieron, suspiró cansado para luego sonreír feliz pues le gustaba saber que había podido ayudarles a regresar a la normalidad.

-Bueno herbívoro... es hora de hacerle una visita a tu madre.- declaró el de ojos grises quien le alzó desde detrás para dejarle dentro del carruaje, donde su hermano ya se encontraba acomodado, para después entrar él. Reborn por su parte se había sentado delante como chófer para ser quién les llevara hasta allí.

-Espera ¿qué?- cuestionó sorprendido.

-Ahora que volvimos a ser como antes podemos ir y conocer a la maravillosa mujer que crió a tan precioso niño hasta que creció siendo lo más bello del mundo. También debo añadir que planeamos pedirle formalmente tu mano en matrimonio.- contestó sonriendo con orgullo el peliazul.

-Además también tenemos la intención de invitarla a vivir en el palacio para que así no se quede sola y podáis pasar todo el tiempo juntos que queráis.- añadió el moreno quien le miraba con los orbes rebosantes de dulzura al igual que su hermano.

-Gracias...- susurró él sonriéndoles con cariño y amor para luego darles un beso casto y tierno en la mejilla a cada uno.

No sabía como le explicaría todo a su progenitora ni si la gente del pueblo se tomaría a bien la noticia, aunque estos poco le importaban la verdad, pero en ese momento estaba tan feliz que no quería pensar en otra cosa que no fueran ellos. En lo mucho que les amaba y en que estaba seguro que nunca se arrepentiría de su decisión de aceptarles y pasar lo que restaba de su vida junto a ellos. Había encontrado a las personas que veían lo mejor y peor de él y aún así le amaba con todo su corazón, algo que nunca imaginó que pasaría. Puede que ellos se creyeran afortunados por tenerle a él, pero en definitiva era él quien se sentía más feliz, querido y protegido del mundo. Ellos eran lo que había estado esperando, lo que tanto anhelaba tener, pero creía no poder conseguir. Y por eso daba gracias a esa tormenta e incluso a aquellas mujeres despechadas que le dieron la oportunidad de conocer a tan espectaculares varones.

Podía decir con total seguridad que eran el amor de su vida... ¿y quien sabe? Tal vez de la siguiente también.

 

...FIN...

Notas finales:

Esto es todo... se que ha salido bastante largo, pero me ha gustado mucho escribirlo y me haría mucha ilusión tener comentarios, aunque con uno me conformo en serio >////<

Por cierto Reborn no bebe café por que nadie puede salir de la mansión excepto los príncipes y aunque habría sido una situación hilarante el verles hacer de recaderos, pues como que no iba mucho con la historia XD

Espero que os haya gustado y pues ya nos leeremos en otra ocasión (=^w^=) PD: me encantaría que os pasaráis por mi perfil para leer mis otros fics, sobre todo los últimos que he subido que parece que no tienen muchas vistas u.u

Bye byeee n.n


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