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Un Príncipe Enamorado por Emmyllie

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Notas del fanfic:

Personajes de Akira Toriyama.

Historia y trama 100% de mi propiedad.

Habrá algo de modificaciones con respecto a la raza saiyajin que se irán viendo a lo largo del fic.

Advertencia: posiblemente haya un poco de cambio en las personalidades de los personajes al principio, pero eso irá arreglándose conforme avance la trama.

Capítulo 1: Fuga

Tendido sobre su cama, disfrutaba del relajante sonido que emitía el viento al pasearse fuera de su ventana. Su cuarto, ubicado en la última planta del magestuoso y enorme palacio, contaba con una privilegiada vista a las montañas. Atardecía en Vegita y el sol se despedía descendiendo poco a poco hasta perderse en el orizonte, haciendo que el cielo se tiñera de diversos tonos y en sus aposentos las paredes se llenaran de sombras.

Sus pensamientos giraban entorno al anuncio dado por el rey hace algunos días, logrando que sus ojos de un intenso y profundo color azabache, se entrecerraran con pesadumbre. El estómago le dolía desagradablemente de sólo imaginarse lo que se le vendría encima ahora que la noticia se había regado como pólvora por todo el reino, haciéndolo sentir cada vez más seguro de la intrépida idea que desde hace mucho tiempo le rondaba la cabeza. Lo único que podía hacer al respecto era negarse rotundamente a aceptar las absurdas exigencias de su padre, aún cuando eso implicara tener que renunciar a su vida y hasta a su identidad como consecuencia.

Un tímido golpe en la puerta lo sacó de sus pensamientos, a lo que reaccionó diciendo, en tono aburrido, un simple “Pase”. Enseguida entró a su cuarto un joven saiyajin de apariencia frágil, contextura delgada y menuda, característicos ojos negros y piel acanelada, quien hizo una cortés reverencia al tenerle en frente.

–Con su permiso, príncipe Vegeta. He venido a ayudarle a que se prepare para la fiesta que se celebrará esta noche en honor a su compromiso– le comunicó.

A Vegeta le agradaba mucho su voz. Era dulce, cordial y delicada. Casi como si se tratara de una hermosa melodía, hecha sólo para tranquilizarlo en momentos de tensión.

–Dile a mi padre que se puede ir a la mierda con su asqueroso compromiso y su estúpida fiesta– le respondió, riendo para si mismo al notar la expresión traumada en el bonito rostro de su sirviente más leal. –¡No es cierto! Ya quita esa cara, Kyabe… era broma.

–Sabe que no puede faltarle el respeto así al rey, su alteza– lo regañó respetuosamente, luciendo aún algo perturbado. –Si lo oyera, sería ferozmente castigado por su insolencia.

–Sí, sí. Como sea– el príncipe le quitó importancia con un ademán de mano, estirándose cuan largo era en su gigantesca cama y mirándolo burlón. –Además, ¡tenemos casi la misma edad! ¿Hasta cuándo seguirás tratándome de usted? Es incómodo.

–Es necesario hacerlo– suspiró el otro, sonrojándose un poco. –No somos iguales.

–T’ch, por favor– bufó Vegeta, rodando los ojos.-Esas malditas reglas son una estupidez.

Kyabe no respondió, limitándose sólo a mirarlo todavía avergonzado.

Al cabo de unos segundos, el joven saiyajin de sangre real retomó la palabra.

–Sí requiero de tu ayuda, Kyabe. Pero no precisamente para prepararme para esa estúpida fiesta.

–Sabe que puede contar conmigo en lo que necesite, sin importar qué sea– le aseguró el más pequeño, siendo su valor y lealtad palpables en cada una de sus palabras.

Vegeta sonrió de lado, sintiéndose bastante complacido, ordenándole con un gesto de mano que se acercara. Kyabe acató sin objetar, pero manteniendo en todo momento la distancia y el respeto que su posición le exigía.

–Me ayudarás a escapar de aquí y vendrás conmigo– sentenció, más serio que nunca.

Tras escucharlo, la expresión de su soldado fue todo un poema. Los ojos se le abrieron como platos de la sorpresa, mientras sus labios se entreabrían como broche final para completar el conjunto. No le había gustado ni compartía para nada la idea, pero él no era más que un súbdito del obstinado adolescente saiyajin que tenía al frente, por ende no podía ir en contra de lo que fuera que le pidiera hacer, sin importar cqué tan descabellado o riesgoso le pareciera.

–¿Y cómo haremos eso?– le preguntó, claramente en desacuerdo, aunque sin expresarlo.

El de mayor rango se incorporó en la cama, tomando del buró su computadora portátil.

–Ya modifiqué la configuración de los satélites que custodian quién entra y sale del planeta. Lo único que debemos hacer es desactivarlos el tiempo suficiente, tomar una nave y largarnos de aquí antes de la fiesta– explicó el príncipe, mostrando en la pantalla un mapa con las coordenadas exactas del lugar en que se encontraban.

–¿Es decir que dispondrá de los recursos que le destinó su padre antes de sellar su compromiso?– a cada palabra que decía, más agobiado se veía el menor.

–Ese maldito compromiso es una puta mierda– escupió Vegeta, frunciendo el ceño más que fastidiado. –Yo jamás me casaré con alguien, mucho menos si ni siquiera le conozco– se levantó, caminando resuelto hasta el ventanal que yacía ubicado en una de las esquinas de la habitación. –Y si esa es la estúpida condición que se me impone para tomar mi lugar como futuro rey de este planeta, créeme que prefiero mil veces largarme lo más lejos que pueda para que así mis padres jamás vuelvan a saber nada sobre mí.

Vegita era un planeta ubicado en una pequeña galaxia dentro del séptimo de los doce universos que conformaban el todo. Habitado por Saiyajines, una raza cuyo espíritu guerrero era tan grande como su inteligencia. Eran poseedores de un basto conocimiento, capaces de desarrollar maquinarias sorprendentes; desde vehículos programados para manejarse solos, hasta robots instruidos por inteligencia artificial. Sus avances tecnológicos los habían llevado a conquistar cada uno de los planetas de su galaxia e incluso planetas de galaxias vecinas, gracias a que eran acreedores también de una gran fuerza de lucha. Eran expertos en combate, especialmente el rey y su descendencia, quienes poseían un increíble poder de pelea y una inteligencia por mucho superior a la de los demás.

Vegeta, primogénito de los reyes y único hijo varón, tenía el deber real de asumir a los dieciocho años el título oficial de Príncipe de la Corona, para lo cual la condición era comprometerse en nupcias con la fémina saiyajin que sus padres escogieran. Según las leyes del reino, sucedería a su padre en el trono al cumplir los veinte años de edad, después de desposar a su prometida, exactamente el día siguiente de haber consumado el matrimonio. Esto no complacía para nada al adolescente, quien pese a estar muy arraigado a sus raíces y ya haber mostrado vocación como rey, estaba en total desacuerdo con los términos que se le imponían, renuente a aceptar casarse con alguien a quien ni siquiera conocía.

–Contigo o sin ti, me iré de aquí de todas formas– advirtió, aún mirando por la ventana.

–Mientras yo viva, jamás estará solo, mi príncipe– aseguró Kyabe, sonrojándose otra vez.

Vegeta sonrió satisfecho, volteándose a verlo. Su mirada reflejaba claramente la enorme gratitud que sentía para con aquel chico con el que prácticamente se había criado y que era en su vida mucho más que otro simple sirviente. Kyabe era su amigo, su mejor y único amigo, por lo que tener su apoyo en su decisión significaba demasiado para él, por mucho que jamás estuviera entre sus planes admitirlo abiertamente.

-Lo sé– asintió agradecido, diciendo con sus ojos más de lo que podían expresar las palabras.

Una dulce sonrisa se ganó por respuesta, junto a un suave “Siempre lo apoyaré, mi Príncipe”.

~~~

 Después de su plática, se apuraron a tomar todo lo necesario para ejecutar su plan. Enceres personales y objetos importantes, los empacaron en un par de mochilas para pasar lo más desapercibidos posible. Con los recursos a los que el joven príncipe tendría acceso sólo cuando se comprometiera, y de los cuales se había apropiado antes de tiempo, obtendría todo lo que les hiciera falta allá donde fuera que decidieran ir.

–Tenemos exactamente treinta minutos antes de que los satélites vuelvan a activarse– informó el saiyajin de élite, caminando junto a Kyabe hasta donde guardaban las naves que se utilizaban para realizar viajes largos. –¿Quieres pilotear tú?

–Claro, sería un honor– respondió él.

Una vez dentro del vehículo espacial, el menor de ambos digitó en los controles las coordenadas para ir en dirección al planeta que, a juzgar por los dos, era la mejor opción. Enseguida las puertas se cerraron y la nave emprendió su salida de Vegita, surcando a gran velocidad la inmensa negrura del espacio.

~~~

 Varios meses después, príncipe y sirviente aterrizaron en la Tierra, un planeta muy bien conocido por sus bellos paisajes llenos de una basta flora y fauna, cuyos habitantes eran seres sumamente inofensivos debido a su bajo poder. Durante su viaje habían establecido contacto con Nappa y Fasha, saiyajines que desde hacía varios años radicaban allí, quienes no dudaron ni un segundo en prestar ayuda al inexperto futuro regente de su raza.

–¡Oh, su alteza, mire cuánto ha crecido! ¡Pequeño Kyabe… estás hecho todo un hombre!– fue la efusiva bienvenida de Fasha, quien no evitó abrazarlos con gran afecto.

Nappa se limitó sólo a dedicarle una respetuosa reverencia a Vegeta y una sonrisa paternal al menor.

Ciertamente los mayores estaban en desacuerdo con la decisión tan apresurada del joven príncipe, ya que les parecía que estaba faltándole el  respeto a sus padres y se estaba metiendo en demasiados problemas por algo que, a su parecer, no era más que un grave brote de rebeldía adolescente.

–Sé que no me entienden y no los culpo por eso, pero no intenten hacerme cambiar de opinión– les advirtió Vegeta, con una educación y altivez sólo dignas de alguien con sangre real corriendo por sus venas. –Aunque se nieguen a ayudarme, no me retractaré.

Era magnífico como ese par de orbes negros, llenos de determinación y seguridad, podían expresar tanta frialdad en contraste con la inocencia aún guardada en sus pupilas. El rostro del futuro heredero al trono de Vegita inspiraba respeto y ternura a partes iguales, ya que aunados a sus ojazos había también unas pestañas largas y rizadas, mejillas sonrosadas y finos labios rojizos, todo aquello enmarcado por lacios cabellos azabaches peinados en punta como flamas de fuego.

Fasha pese a no comprender al cien por ciento sus razones, fue incapaz de negarse a prestarle ayuda, debido a que podía notar en él señales claras de alguien que actúa impulsivamente, sólo a causa de la imposibilidad de sus padres de ver más allá de su indisciplina. Sabía que Vegeta era un buen muchacho, podía verlo en sus ojos y en sus gestos llenos de nobleza, pero sabía también que estaba luchando contra la corriente de un río que más temprano que tarde terminaría arrastrándolo hasta hundirlo en sus tormentosas aguas. “No me casaré con alguien que no conozco” le había dicho y ella lo entendía; se ponía en sus zapatos e incluso era capaz de sentir la desesperación que consumía al chico ante tanta imposición y falta de consideración, por parte de quienes debían ser los primeros en tomar en cuenta su opinión y sentimientos antes de decidir cualquier cosa. Y aunque Nappa aún dudaba si inmiscuirse en ese asunto o no, nada más una mirada de su parte bastó para darle a entender que ellos eran lo único que el príncipe tenía en esos momentos.

Como vivían haciéndose pasar por comunes terrícolas, decidieron que registrarían a ambos adolescentes bajo su apellido, el cual era Saito, ya que el joven heredero corría peligro al andar por ahí exhibiendo su nombre y Kyabe, al ser su más leal sirviente y cómplice número uno en el crimen, estaba expuesto también. Nappa y Fasha llevaban una vida umilde y honrada, pero conocían a una persona que podía ayudarles a realizar cualquier trámite con total discreción. Así en cosa de dos semanas obtuvieron su tuición legal, tras lo cual los dos adolescentes pudieron al fin empezar a construir los cimientos de su vida lejos de las imposiciones de Vegita.

~~~

 Los recursos que Vegeta llevó consigo les alcanzaban fácil para mantenerse cómodamente por varios años, pero lo que ellos querían era pasar lo más desapercibidos posible. Por ende decidieron utilizar esos ingresos para comprarse un departamento, un carro y ropa suficiente para no tener que pisar una tienda en al menos dos años. Y pese a que Kyabe se negó incontadas veces a permitir que “su príncipe”, como solía referirse a él, le regalara cosas en exceso, éste se reusaba rotundamente a seguir con el trato amo-sirviente que el menor se empeñaba a mantener entre ellos, dándole como última orden el empezar a llamarle por su nombre y dejar de una vez a un lado los formalismos.

–Soy Vegeta, Kyabe. Ve-ge-ta– lo enfrentó un día en que llegaban de uno de sus tantos viajes al centro comercial, rodando sus ojos con molestia y frunciendo el ceño al haber sido llamado “príncipe” otra vez por aquél a quien consideraba su mejor amigo. –Te exijo que comiences a usar mi nombre y pares de recordarme a cada momento mi maldita posición social en este estúpido universo.

–Lo lamento, prínci… Ve-Vegeta– se corrigió enseguida, sintiéndose incómodo y creyendo que jamás se acostumbraría a referirse de esa forma tan corriente a quien consideraba, más allá de ser su mejor amigo, su figura máxima de autoridad. –No volverá a pasar.

–Eso espero…– suspiró éste, empezando a desenbolsar las cosas recién compradas para disponerse a acomodarlas y lanzándole una mirada fulminante al menor al notar que pretendía impedírselo para hacerlo él. –¡Ya deja de hacer eso! ¡Es incómodo!

–Lo siento…– volvió a disculparse, ahora añadiéndosele a su incomodidad un poco de vergüenza. –Es la costumbre.

Los ojos negros del príncipe le dieron una mirada resignada, sus labios curvándose hacia arriba en una leve sonrisa.

~~~

 La Capsule School era conocida a nivel nacional por ser, si es que no la más, una de las escuelas más prestigiosas y destacadas del país académicamente hablando. Su director y fundador, el Doctor Brief, era un famoso empresario muy bien posicionado económicamente, conocido por dedicarse a los inventos de última tecnología y a su alto coeficiente intelectual. De hecho la misma escuela de la que era dueño y fundador, tenía grandes barreras de ingreso y se decía que sólo aquellos con gran inteligencia y amor por el estudio lograban entrar. Sus instalaciones permitían a los alumnos quedarse allí durante lo que duraba el año escolar, ya que el gigantesco recinto contaba con dos edificios habitacionales que fungían las veces de internado.

Vegeta y Kyabe presentaron su examen de ingreso, recibiendo días después los resultados del mismo y alegrándose al saber que habían obtenido un puntaje casi perfecto. Las clases comenzaban esa misma semana, así que con nuevas metas a cuestas al fin llegaron al centro escolar,esperando que de ahí en más su vida fuera lo más normal posible.

Notas finales:

Gracias por leer ^^

Espero a alguien le haya gustado :$

Próxima actualización: viernes 6 de abril :)

 

Toda sujerencia será tomada en cuenta~

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