Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Black Rose por Julie_

[Reviews - 12]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Bueno pues, después de mucho tiempo leyendo fics he decidido públicar uno mío, espero que os guste ^^

I

 

 


--Adiós guapo, que pases una buena noche –Dijo el hombre de la barra –Llámame si cambias de opinión.
El hombre se levantó y se fue. Yo le sonreí y me guardé la generosa propina que me había dejado al lado de su copa.
Así funcionaba mi nuevo trabajo y, aunque no era el trabajo de mis sueños era lo mejor que había encontrado tras vagar durante meses de un sitio a otro por problemas con mis jefes, clientes o compañeros. Aquí tenía un buen sueldo y me llevaba bien con la mayoría de compañeros, me habían acogido bien y acababa de batir mi propio récord, todo un mes sin tener problemas con nadie.
Trabajar en el Black Rose, el local nocturno más de moda de los últimos cinco años había hecho que conociera a gente importante, clientes ricachones que aparte de tomar unas copas, buscaban relajarse acompañados de algún chico o chica. No se trataba de un prostíbulo, aunque se le parecía bastante.
Aquí no solo servíamos alcohol sino que en las últimas dos plantas había habitaciones donde parejas y lo que no eran parejas podían pasar una agradable y relajante noche.
--Vaya –Dijo una voz a mi lado –No sabía que Henry tuviera esos gustos.
Mire a Keith, mi compañero de trabajo y podría decirse que amigo. Él me había enseñado a cómo tratar a los clientes y como hacer bien mi trabajo sin cagarla.
--¿Qué gustos? –Pregunté.
--Tú –Dijo riendo –Imagino que eso quiere decir que por fin se ha olvidado de Melisa.
Melisa era otra trabajadora del Black Rose.
--¿Le gusta Melisa? Lleva dos horas intentando convencerme para que pase la noche con él. ¿Debo preocuparme?
--Tranquilo –Keith agitó la mano quitándole importancia –Henry es inofensivo. Llevaba meses detrás de Melisa, desde que su última pareja lo dejó. Claro que ella más que una mujer parece un hombre.
Se sirvió un chupito y se lo tragó de golpe.
Melisa tenía los brazos llenos de tatuajes, el pelo corto por debajo de las orejas y un pirsin en la lengua y en la nariz. Además de dilataciones en ambas orejas. Aquí en el Black Rose todos llevábamos uniforme. Camisa blanca con corbata y tirantes y pantalón oscuro.
Pero fuera de aquí Mel vestía bastante… Masculina. Siempre con camisas y pantalones. Era brusca hablando y siempre bebía cerveza. Si no fuera porque estaba muy enamorada de su marido Kevin cualquiera pensaría que le gustaban las mujeres.
--Te he oído, capullo narcisista.
Mel apareció con dos botellas de whisky sin empezar. Las dejó en la barra y le dio un suave golpe en el hombro a Keith. Este se rio.
--Voy a cambiarme –Dije quitándome el mandil –Es mi hora.
--Genial tío, nos vemos mañana.
Me despedí de él y me fui hacia el vestuario.
Tenía un buen horario de trabajo. Entraba a las siete de la tarde hasta las tres de la mañana. Era un horario fijo por lo que no tenía que estar cambiando la rutina cada dos por tres como otros.
Me cambié rápidamente y me despedí de Keith con la mano, estaba hablando con un hombre mayor, de unos cincuenta y cinco o sesenta años, seguramente terminaría la noche con él. Como ya he dicho, el Black Rose no era un prostíbulo, no se pagaba por sexo, pero algún que otro camarero que trabajaba o había trabajado allí si lo hacía. Como Keith.
No sabía sus motivos por los cuales decidía pasar la noche con algún desconocido, quise preguntárselo un día, pero Melisa me advirtió de que no lo hiciera.

--Sé sus motivos porque hace tiempo que le conozco y porque ha tenido problemas delante de mí. Pero no te lo contará, ni a ti ni a nadie. Créeme… Él preferiría no hacerlo, no al menos con gente repugnante –Había dicho ella.

Había clientes amables. Clientes que solo querían una charla, como Henry. Otros solo querían sentirse queridos y deseados un rato y otros no. Y aquellos eran los peores. Eran salvajes, clientes agresivos a los que les gustaba golpearte y sentirse poderosos. Keith se las había visto con algún que otro tipo así, incluso mujeres que querían dominar a chicos jóvenes.
Pero eso había sido en otro trabajo, según me dijo.
En el Black Rose la violencia no estaba permitida, y si la había, tanto cliente como trabajador no decía nada. Claro que Keith no era inocente. Sabía cuidar de sí mismo y sabía hacerse respetar

--Una vez uno de seguridad sacó a uno inconsciente y con la nariz sangrando –Me había contado.
--¿Le partiste la nariz a un tío?
--El muy imbécil se enfadó porque no se le levantaba, me echó a mí la culpa y me dio una hostia que estuve a punto de caerme al suelo, así que se la devolví.

Así que desde aquel día, la seguridad había mejorado y el cliente aquel nunca volvió por allí.
Me abrigué bien antes de salir.
Era invierno, principios de año y había nevado aquel día, hacía un frío del carajo. Saqué mi paquete de tabaco del bolsillo y me encendí un cigarrillo. Miré en ambas direcciones en busca de un taxi, el autobús nocturno tardaría quince minutos en aparecer y no me apetecía esperarlo allí con el frío que hacía.
Esperé frente a la puerta del Black Rose pensativo, expulsando el humo del cigarro. Saqué el teléfono. Tenía dos mensajes de mi madre. Les había comprado un teléfono con internet a ambos, ya que así sería más fácil comunicarme con ellos. Me había pasado toda una tarde explicándoles cómo utilizar WhatsApp. Lo único que le quedó a mi madre claro, fueron los emoticonos.
Los echaba de menos. Se encontraban bastante lejos, pero allí el único futuro que me esperaba era trabajar en la tienda de comestibles que tenían o en la granja de Peter. No es que aquí fuera un chico de éxito, ya lo habéis visto, pero necesitaba un cambio, así que me mudé a la ciudad hace siete meses. Al cumplir los veintiún años.

Llamé a un taxi que vi a lo lejos, iba a darle la última calada al cigarrillo cuando alguien chocó contra mí y se me cayó de las manos. Miré al tipo, el cual ni siquiera se había dignado a girarse e iba en dirección al Black Rose. Algún cliente.
--¡Eh capullo! Al menos podrías pedir perdón.
El hombre se giró.
Iba hablando por teléfono. Debía rondar los treinta años aproximadamente, no pude verle el color de ojos, pero sus facciones eran fuertes, típico chulito de gimnasio, seguro. Seguramente me sacaba una cabeza, pero no me importaba. Me miró fijamente.
El taxi se detuvo delante de mí. Le saqué el dedo corazón al tipo.
--Adiós capullo.
Me metí en el taxi y me fui a casa.

***

El miércoles era mi día libre, también tenía el domingo. Los demás días trabajaba, por lo que ese día aproveché para comprar algo de comida y llenar la nevera, limpié un poco y me pasé el resto del día viendo películas en la televisión tirado en el sofá con una buena porción de pizza pepperoni y una cerveza.
No vivía en el mejor barrio de todos, pero era un barrio tranquilo y familiar. Tenía un buen sueldo y podía permitirme un piso pequeño pero bonito. No tenía muchos muebles y la cocina era estilo americano. Solo tenía una habitación y un baño pequeño.
El jueves cuando llegué al trabajo a las siete ya había algún que otro cliente. Muchos acudían allí después del trabajo, saludé a los compañeros y fui a cambiarme. La tarde pasó rápida y tranquila, a las once entraba Keith por la puerta me saludó y fue a ponerse el uniforme, serví un par de copas y repuse alguna que otra botella, cuando me giré algo nervioso hacia mí.
--Eh, ¿Qué pasa? –Pregunté.
--Hoy viene el jefazo –dijo poniéndose el mandil –Blake.
Víctor Blake, el dueño del local. Nunca lo había visto, pero todos –chicos y chicas –Decían que era un tipo serio, frío y perfeccionista. Todos se ponían nerviosos ante su presencia y, aunque aseguraban que era muy atractivo, eso no hacía que sus nervios menguaran.
--¿Y por qué viene?
--Querrá saber cómo va todo –Dijo encogiéndose de hombros –Es tu día de suerte. Vas a conocerle.
Pues qué bien, pensé.
--Eh joven, ¿Me pones una cerveza? –Dijo un hombre mirando a Keith.
--Claro, enseguida –Sonrió y se fue.
Poco rato después, mientras limpiaba unas copas, alguien se sentó enfrente de mí. No lo mire hasta que habló. Resultó ser el capullo de la noche anterior, el que me había empujado y no se había dignado ni a pedir perdón. Si no fuera porque debía servir lo que pidiera delante de él, le escupiría en la copa.
--¿Qué desea tomar, señor?
--Martini doble –Dijo fríamente.
Se lo serví sin decir nada. Normalmente, solía ser más amable, con los clientes. Le serví el Martini sobre un posavasos. Ni siquiera me dio las gracias. Había dos mujeres sentadas dos taburetes más allá, que me llamaron con la mano. Fui a atenderles, pero una mano firme me sujetó del brazo. Me sobresalté.
--Ponme otro.
Aparté la mano, como si me hubiera dado un calambrazo.
--Está prohibido tocar al personal del local –Dije fríamente.
Me fui hacia las mujeres. Pidieron dos Cosmopolitan que serví rápidamente. Se los llevaron a una mesa. Mire hacia el tipo sentado en el taburete. ¿De qué coño iba? Me hizo una señal para que me acercara.
Le serviría rápido para que se fuera.
--Sigo esperando mi Martini.
Le preparé otro Martini y se lo dejé sobre el posavasos, de forma poco correcta. Lo apuró de un trago. Me indicó con un gesto que le sirviera otro. Joder, a este ritmo acabaría borracho en menos de media hora.
Fui a coger el vaso y esta vez, no me cogió del brazo, sino de la corbata y la camisa, tirando de mí y acercando su cara a la mía. Lo miré con los ojos abiertos, atónito.
--¿Tienes miedo? La próxima vez te lo pensaras dos veces antes de llamarme capullo. Ahora, sírveme esa copa, y espero que sea rápido.
Otro se habría acojonado y le habría hecho caso, yo, que me caracterizaba por ser el rey de los impulsos y por no dejar que nada ni nadie me acobardara, no lo hice. Le aparté la mano y me separé de él.
--No tengo miedo y como ya he dicho antes, está prohibido tocar al personal del local, así que coge tus cosas y lárgate de aquí si no quieres que llame a seguridad, capullo.
Alzó una ceja algo sorprendido, pero luego sonrió de medio lado.
Se aclaró la garganta dispuesto a decir algo, pero unos golpecitos en su espalda lo detuvieron. Era Keith.
Pensé que iba a decirle que se largara, que había sido agresivo con un camarero del local y que no podía seguir allí si no quería que lo echara alguien de seguridad, como ocurría con algunos tipos que se ponían algo violentos cuando bebían, sin embargo, dijo;
--Señor Blake, disculpe que le moleste. La señorita Donovan la está esperando en su despacho.
Me quedé inmóvil en mi sitio, con la boca entreabierta. El hombre me miró con aquella sonrisa, cogió su chaqueta y subió las escaleras. Keith me miró con el ceño fruncido. Vi como Víctor Blake, el dueño del local y mi jefe subía las escaleras hasta desaparecer por ellas.
--¿Estás bien? Parece que hayas visto un fantasma.
La había cagado.
Estaba jodido.


***

Me fumé el tercer cigarro mientras me mordía la única uña que me quedaba. Estaba en la parte trasera donde se encontraban los contenedores y el parking privado de los trabajadores. Ni siquiera me había puesto la chaqueta para salir a fumar, pero estaba tan nervioso que no sentía el frío.
Keith estaba sentado sobre unas cajas de plástico apiladas.
--Mira no es para tanto –Dijo expulsando el humo de su cigarro –No sabías que era él. Yo he mandado a la mierda a Ray millones de veces. Estate tranquilo.
Le miré.
Ray era el jefe de seguridad del local. El tipo daba miedo. Era fuerte alto y con facciones dura. Tenía el pelo corto y ojos marrones. Corría el rumor de que se acostaba con una trabajadora del Black Rose, pero nadie sabía quién era. Él y Keith no se llevaban demasiado bien. Yo nunca había hablado con él, nunca hablaba. Le servía las cervezas sin decir nada, porque así es como Keith me había enseñado.
Era un tipo callado, decían.
--¡No es lo mismo! He llamado capullo al jefe, seguro que ahora está preparando mi despido.
Keith puso los ojos en blanco.
--Si te hubiera echado, créeme, lo habría hecho nada más levantarse.
Me mordí el labio inferior.
Joder, si perdía este trabajo me jodería vivo. Pagaban de coña y lo tenía cerca de casa, además me servía para enviarles dinero a mis padres y para pagarle las clases de ballet a Jodie, mi hermana de siete años. Desde que trabajaba allí podían permitírselo, era su sueño y yo quería hacer cualquier cosa por ella.
Adoraba a mi hermana pequeña, me había dolido muchísimo tener que dejarla, pero si quería un buen trabajo y dinero para que ellos vivieran un poco mejor, había tenido que dejarla atrás. Sabía que mis padres no podían con todos los gastos, la tienda daba para lo justo, y ellos me habían dado mucho a lo largo de mis veintiún años.
Fui a decir algo, pero la puerta se abrió.
--Evan, el señor Blake quiere verte.
Era Christine una de las chicas de la limpieza.
Miré a Keith, el cual me animó palmeándome la espalda.
Subí las escaleras con el corazón latiéndome en la garganta. Iba a despedirme, lo sabía. Joder… uno de los chicos de seguridad me acompañó hasta la puerta, la cual abrió y me hizo pasar.
--Siéntate en la silla, el señor Blake vendrá ahora.
El despacho era enorme, con una gran cristalera por la cual podía verse media ciudad. En otra ocasión me habría acercado y admirado aquello, pero ahora mismo estaba tan nervioso que no sé cómo logré sentarme en la cómoda silla que había frente a la mesa de roble y que seguramente sería donde trabajaba Víctor Blake cuando venía aquí. Esperé lo que debió de ser una eternidad, las palmas de las manos me sudaban y tenía la garganta seca, tan seca que dolía al tragar. Ni siquiera lo escuché entrar y soltar sobre la mesa unos documentos que me hicieron saltar sobre la silla del susto.
Levanté la vista y ahí estaba él.
Sus fríos ojos azules me fulminaron. Si las miradas matasen yo estaría muerto ya.
Se sirvió una copa, creí que se sentaría en su silla me diría lo imbécil y capullo que había sido y me despediría, en cambio, lo que hizo fue apoyarse en la mesa, muy cerca de mí y cruzar las piernas mientras le daba un sorbo a lo que estuviera bebiendo. Yo me quedé inmóvil mirando al frente. Podía ver su figura reflejada en el ventanal. Me miraba, podía notarlo.
Dejó la copa sobre la mesa y se aclaró la garganta.
--Ayer tuve un buen día –Dijo –Terminé pronto mi trabajo y decidí volver a casa, pero antes pensé que sería buena idea pasarme por aquí, tomar una copa, ver cómo iba todo y luego volver a casa. Pero al parecer, yo nunca puedo tener un buen día y resulta que cuando estaba llegando aquí, choqué contra un niñato que no solo me faltó al respeto, sino que además me sacó el dedo.
“Dime… ¿Evan? -Miró unos documentos -Sí, eso pone aquí. ¿Qué te parece lo que el chico hizo?”
Tragué saliva. Hablaba de mí. No sé ni cómo logré articular palabra alguna.
--Me… Me parece mal.
Él suspiró.
--Sí, a mí también me lo parece –Cogió su copa de nuevo –Pero, aquí no acaba la historia. Resulta que hoy he venido a tomarme esa copa que ayer no logré tomar porque estaba de mal humor y ¿Sabes qué? El chico con el que me crucé ayer estaba justo en la barra, sirviendo copas. Así que le pedí un par de copas y adivina que ocurrió –Añadió, sin esperar a que yo contestara –Volvió a faltarme al respeto. He dejado que ese chico me falte el respeto dos veces, dime, ¿Debería dejar que ocurriera una tercera vez?
El corazón me iba a mil
--N-No, señor.
Mi madre siempre me dijo que siendo amable con la gente conseguiría muchas cosas. Claro que la norma no podía aplicarse a Víctor Blake.
Me cogió del brazo con fuerza levantándome de la silla, perdí el equilibrio pero no tuve tiempo de caerme porque choqué contra la pared con fuerza, sentí un dolor punzante en la espalda. Tenía a Víctor a escasos centímetros de mi cara, aparté la mirada pero él me sujetó el rostro obligándome a mirarle.
--Si vuelves a faltarme al respeto haré que te echen de aquí tan rápido que no tendrás ni tiempo para reaccionar, cometí el error de pasarte lo de ayer, porque creí que con la poca luz que había no me habrías visto y hoy vas y cometes la misma gilipollez.
Me agarraba con fuerza, clavando sus dedos en mi cara. No podía moverme de igual forma que no podía apartar mis ojos de los suyos.
--Pero está claro que no tienes ni puta idea de quién soy –Continuó diciendo – La gente inteligente busca por internet información sobre los trabajos para los que son contratados, pero está claro que no puedo considerarte una persona inteligente. Así que si vuelves a tratarme como a uno de los clientes o a faltarme al respeto, te arrepentirás. ¿Queda claro?
Me soltó bruscamente.
Se dirigió hacia su mesa, donde apuró la copa.
Fui hacia la puerta en silencio, antes de abrirla dijo;
--Te he hecho una pregunta ¿O acaso estás sordo?
Me miraba apoyado en la mesa, con las cejas alzadas.
--Ha quedado claro.
Dio un paso hacia mí, yo retrocedí, chocando con la puerta.
--¿No te enseñaron tus padres a ser educado? Cuando hables conmigo, hazlo bien. Repite conmigo “ha quedado claro señor, no volverá a ocurrir”.
--Ha quedado c-claro señor, no volverá a ocurrir.
--Lárgate de aquí.
No esperé a que me lo repitiera. Fuera estaba Ray, me miró con prepotencia. Bajé las escaleras corriendo y fui directo al vestuario, por suerte quedaban diez minutos para finalizar el turno, me cambié deprisa y salí al exterior. Ni siquiera me despedí de Keith, el cual me miró al verme pasar.
Me temblaba todo el cuerpo cuando llegué a casa. Diez minutos después. Lloré.
Llore de rabia, impotencia, por permitir que alguien me hubiera tratado así, me sentí humillado. Yo que no dejaba que nadie se metiera conmigo nunca, que no tenía nunca miedo, que me dejaba llevar por mis impulsos.
Respiré hondo, me di una larga ducha con agua caliente y me metí en la cama.
No dormí en toda la noche, porque cuando cerraba los ojos le veía a él. Veía a Víctor Blake tan cerca de mí que podría incluso notar su aliento en mi rostro. Sentado en la cama a oscuras con la única luz de la luna filtrándose por la ventana y el humo del cigarro me dije a mí mismo que no iba a permitir que Víctor Blake volviera a bloquearme como lo había hecho aquella noche.

Notas finales:

¡Pues bueeeeeno!

Aquí lo teneis.

¿Os ha gustado? espero que si, dejad vuestra opinión. Es la primera vez que público así que seguramente no estará perfecto, pero bueno, mejoraré con el tiempo :3

 

¡Actualizaré pronto!

Xaoxao

bss


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).