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Mi rojo cielo por 1827kratSN

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—¿Por qué tomaste una decisión de esta clase?

—Porque no puedo más —lágrimas resbalaban por las mejillas teñidas de oscura suciedad en conjunto con sangre propia y ajena

—¿Has pensado en los demás?

—Sí —suspiró antes de tragar con dificultad porque el nudo en su garganta a causa del llanto le impedía hacerlo normalmente— y eso sólo acrecentó este deseo

—No lo hagas, Tsunayoshi-kun —suplicaba mientras se deslizaba con cautela para acercarse pues aún estaba demasiado lejos como para hacer algo con prisa

—Lo siento —su voz quebrada reflejaba lo roto que su alma estaba—, pero diga lo que diga, no quiero dar marcha atrás

—¿Sabes por qué estoy aquí? Mejor dicho —tomó aire lentamente para alargar la plática— ¿Sabes por quién?

—No me digas más —aguantaba un hipido

—Ella te llamaba entre lágrimas

—¿Despertó? —sorpresa mezclada con temor

—No me refiero a ella —apretó los labios porque debía elegir bien sus palabras—, me refiero a tu hija

—¿Cómo está ella? —su mirada se endulzaba levemente al recordar la carita de su princesa

—Necesita de su padre —el azabache estiró su mano y dio dos pasos para acercarse— Vamos, Tsunayoshi-kun… Regresemos a casa

—No más… Ya no puedo —retrocedía hasta que el borde de aquella terraza se sentía en la punta posterior de su zapato—. Jamás podré verlos de nuevo… no puedo siquiera acercarme si estoy manchado de este rojo pútrido

—Tsunayoshi-kun, ¿quién más podría cuidar de tus hijos si no eres tú mismo?

—Usted lo hará, Fon-san —sonrió con una melancolía que partiría la cordura de quien sea—. Es mi último deseo

—¡Espera!

—No lo haré —un susurro maldito

 

 

Miedo, dolor, angustia, negrura y miseria. Todo un tumulto de fuerzas negativas que lograron hundir al más brillante cielo, que lo llevaron a un abismo vacío. Fue tanto, tan poderoso, que aquella frágil existencia llegó al punto en que no creía poder retornar, en donde ya nada importaba, donde ni siquiera lo más valioso de ese mundo le ataba. No escuchaba, no razonaba, sólo quería descansar.

Quería extinguir su amarga existencia.

Pero no llegó a ese momento por casualidad. Tampoco fue de improvisto. Todo tenía una razón y un porqué.

 

 

Miradas, en eso empezó todo…

 

 

El más grande mafioso del bajo mundo, el jefe de la familia más temida y poderosa, un cielo inmaculado que pasó por decenas de obstáculos para llegar a donde debía. Alguien que prometió cambiar toda la negrura de la mafia que acunaría en sus brazos y la encaminaría al objetivo sincero que tuvo al inicio. Quería volver al origen de todo ese imperio

Sin embargo, nada es tan fácil. Nada es tan simple y recto.

Para cumplir con los objetivos que se tiene se deben seguir parámetros, tomar decisiones, soportar el peso de cada acto realizado. El jefe lleva todo eso en sus hombros, era quien dictaminaba lo que se haría frente a cada situación inesperada, la mejor forma de usar a sus subordinados, decidía el plan de ataque que conllevara el mínimo de muertes, era quien definía quien seguía en pie y quien debía desaparecer.

El fin justifica los medios.

Tsunayoshi entendió el significado de esa frase en el primer año en que tomó el cargo como el décimo Vongola; apenas tenía dieciocho años en ese entonces, casi diecinueve cuando la verdad se plasmó en su mente. Incluso había tenido preparación previa, pero nada lo preparó para enfrentarse a lo que en realidad se le llamaba “capo de la mafia”. Lo peor de todo fue que arrastró a sus más queridos amigos con él, y en parte jamás se quitó ese dolor del pecho a pesar de que decenas de veces escuchó las palabras de cada uno de ellos diciéndole que lo siguieron por voluntad propia.

Era su más amada familia. Era su más amado pecado.

Los guio con sabiduría, firmeza y la frente en alto, pero siempre manteniendo la idea fija en su cabeza de que las cosas no permanecerían firmes por mucho tiempo. Él lo sabía, él quiso evitarlo, él falló miserablemente. La pérdida progresiva en el brillo de los ojos de sus amigos y guardianes, lo certificó. Mientras ellos se opacaban, la fuerza de Vongola aumentaba. Mientras Tsuna sufría por la decadencia en la vitalidad de sus amigos, también construía el más grande imperio mafioso de todos los tiempos.

Se manchó de mugre por un bien mayor. Reborn se lo advirtió, pero no creyó que fuera tan… doloroso.

Dos años bastaron para que todo se tornara de un opaco muy extraño; dos años en los que vio a su familia tomar su verdadera y retorcida forma; dos años en los que él mismo cambió a la par de los que lo rodeaban. Dos malditos años en donde tomó todo el mundo mafioso, lo apretó en un solo montón, lo moldeó como quiso y después lo repartió al mundo nuevamente. Tsunayoshi Sawada había logrado construir un equilibrio perfecto en el bajo mundo; logró volver al sendero que deseaba para esa organización; logró que el mundo fuera un poco más agradable. Pero tuvo un precio, uno muy grande.

Se quedó solo. Mentía. Se quedó sólo con sus demonios internos.

 

 

—Tienes que tomar una decisión, dame-Tsuna —semblante duro, palabras afiladas, una visita que él mismo pidió

—¿Crees que es la mejor? —Tsuna cerraba sus ojos para que la migraña no lo derrumbara

—La pregunta aquí es: ¿crees tú que es la mejor?

—No —se mordía el labio inferior y respiraba hondo

—Ahora te diré. ¿Es la mejor opción? —Reborn era así, directo, sin pisca de compasión por su salud mental

—Sí —aceptaba irritado

—Ahora entiendes la diferencia entre creer y saber

—Lo sé —abrió sus ojos fríos y calculadores. Tomó la faceta que debía, la de un jefe

—No es la primera vez que pasas por esto. Ahora sólo decide, ordena, reparte tareas y sigue con tu vida

—Lo sé, Reborn —lo llamó para tal vez tener un poquito de amabilidad, tal vez un consejo que le ayudase a superar aquel dolor… pero terminó guardándose todo de nuevo y aprendiendo que su amabilidad no era necesaria

—Entonces, ¿por qué te tiembla la mano? —fruncía el ceño al observar aquel movimiento reflejado en la pluma que su antiguo alumno sostenía—. Sólo es un papel más que firmar

—Y una declaración de guerra que pactar —sonreía sutilmente, cerraba sus ojos, respiraba hondo y proseguía con el movimiento de sus manos. Estaba hecho

 

 

Tic-Tac…

 

 

Nadie en la mafia decide quedarse solo, porque no puede y no debe. Muchos decían que elegir la soledad sólo era un indicativo de debilidad o paranoia; Tsuna creía firmemente que la soltería, en serio, era raciocinio básico porque condenar a un hombre o mujer a tomar el lugar como pareja de un jefe mafioso era cruel. El peligro constante, las amenazas, el peso del trabajo que tomaron, el futuro incierto y caótico que le dejarían a sus herederos. Pero nada de eso importó cuando llegó el momento y tuvo que tomar una nueva decisión.

Estaba en edad de casarse, las ofertas llegaban a montones, todas tenían por objetivo una alianza, una combinación entre genes y poderes. Todo estaba planeado. Tsuna no quiso aceptar ninguna de esas ofertas, no se doblegó, pero día tras día escuchaba a sus aliados quejarse, veía las innumerables cartas llegar, la mirada escrutadora del asesino número uno bajo su mando temporal que parecía insatisfecho con las decisiones del jefe. La presión era demasiada, la sentía en cada fibra de su cuerpo. Mas, se cubrió los oídos y fingió no saber nada de lo que ocurría a su alrededor.

Huía, pero no lo haría por siempre.

Tsuna vio a varios miembros de su familia formar un lazo estable con alguien, festejó cada unión con una radiante sonrisa, les deseó lo mejor porque la felicidad de sus amigos le daba un poquito de luz a su vida. Sin embargo, fue doloroso porque a pesar de lo felices que se veían, el brillo de sus ojos jamás volvió a recuperarse. Le dolía saber que era su culpa, tal vez por eso jamás se sintió complemente bien recibido por las nuevas familias formadas.

¿De qué sirvió entonces derrotar a Byakuran y formar un nuevo futuro mucho más amable para ellos? No lo sabía y tampoco se daba el lujo de pensar mucho en ello. Quiso hacerse el ciego. Sonreía, deseaba fortuna, los cuidaba, les cedía la libertad precisa para que cada uno de ellos recreara su hogar. Creyó fervientemente que su deber era hacer todo por complacerlos para así pagar un poquito de su deuda.

Primero fueron Ryohei y Hana, maravillosa pareja habría que recalcar, porque superaron las diferencias entre ellos y las volvieron su fortaleza. Después Yamamoto y Haru, no cabía en felicidad cuando su amigo pidió traer a Tsuyoshi para que festejara y a futuro viviera con ellos. Poco después fue Kyoko y un sujeto normal que la amaba demasiado, les deseó lo mejor, se lo merecían. Y de esa forma, poco a poco, los veía cada vez más lejos, más frescos.

Tsunayoshi era feliz por ellos, pero tenía miedo.

 

 

—¿Crees que debo casarme, Hayato? —preguntó eso sin pensar en la situación en la que se encontraba, aunque también era verdad que no quería seguir con el papeleo

—Si es lo que usted desea, lo apoyaremos —la caricia que Hayato le dio en la mejilla sólo trasmitía resignación y el sentimiento que un secreto generaba

—Pregunté por tu opinión —suspiró porque no lo iba a obligar, pero la curiosidad era demasiada

—Yo no debo opinar en esos ámbitos —se alejó con prisa como quitándole importancia a su acción previa

—Entiendo —sonreía, siempre lo hacía porque no podía verse débil

—Pero pase lo que pase, nosotros velaremos por su bienestar

 

 

Una corta plática que se repitió con varios miembros de su familia, muchas veces durante los meses posteriores, y le daba a entender que estaba perdiendo el rumbo de su vida en pro de algo más grande que él mismo. Decidió callarse, cerrar los ojos, centrarse en el futuro, pensar analíticamente, abandonar sus pesares y… cegarse ante las miradas de los demás. El cielo de Vongola decidió llevar el peso sobre sus hombros sin ayuda de nadie más. Era un buen plan, pero su intuición le dictaba que no duraría.

Lo más pesado eran los prejuicios.

Tsuna miraba todo desde su balcón, cada día, cada noche. Admiraba de lejos la vida de sus guardianes, de los asesinos bajo su mando, del crecimiento de la familia y de los aliados. Era una vida buena para ellos y quería mantenerla así. No quería interferir. Mas, no quería seguir sufriendo en silencio; fue por eso que al final, con la edad de veintitrés años y un poquito más, salió junto con Enma en un fin de semana destinado a vacacionar y se olvidó de todo, incluso de quien era y del cargo que tenía.

 

 

—Me he divertido como nunca —la sonrisa de su amigo reflejaba la suya

—Ni que lo digas —respiraban el frío aire de la madrugada mientras acomodaban su chaqueta—. Debemos hacerlo más seguido, Enma

—Eso nos ayudaría bastante —reían cómplices porque se entendían sin siquiera hablar demasiado

—¿También estas presionado?

—Eso es poco, Tsuna-kun —sonreía divertido mientras trataba de ocultar el sonrojo de su mejilla con la bufanda—. Tú mejor que nadie me entiende

—Estoy cansado de esto —tenía el mismo sonrojo debido a la bebida que consumieron en esa noche, ron en su mayoría—. Entonces… ¿te parece que aceptemos?

—Ya he sufrido demasiadas decepciones —admitió el pelirrojo que se acomodaba sus cabellos con la punta de los dedos—. Elijo mal a quien amar, elijo mal en quien confiar, creo que… ya es hora de ver la realidad

—Elegir entre amor cedido o recibido —Tsuna suspiraba profundamente mientras se apoyaba en el barandal de aquel puente y admiraba su distorsionado reflejo en el agua—. ¡Qué feo!

—Tú sí… Yo me veo bastante decente —bromeaba al posarse junto al castaño. Reían cual adolescentes por la pésima broma

—Enma, hablo en serio

—Yo aceptaré, Tsuna —acomodó sus cabellos una vez más—. Estoy harto de enfrentar esto solo

—Yo… —frunció sus labios— quiero hablar por un poco más de tiempo sobre eso y aquello… No quiero precipitarme

—Yo ya he hablado lo suficiente —bufó desganado

—Entonces —sonrió—, ¿cuándo recibiré la invitación para tu boda? —golpeó el hombro de su amigo, confesor, la persona que mejor le entendía en ese mundo porque pasaban por el mismo caos

—Cuando ella lo decida… ¿Debo preguntarte lo mismo?

—No —Tsuna rió bajito—. Yo te lo diré cuando tenga la certeza absoluta de lo que haré

—Tsuna —Enma suspiró profundamente antes de golpear levemente la cabeza de su amigo—. ¿Y qué pasó con Hibari? —era un tema delicado, quiso ser lo más amable posible

—No quiero hablar de eso —apretó los puños cuando sintió la punzada en su pecho. Aun dolía

—Ten en cuenta tus sentimientos —murmuró quedito mientras apretaba sus puños porque, realmente, ni siquiera él mismo seguía con ese consejo

—Cada vez que los tomo en cuenta, me hundo más —dijo con rabia contenida

—No quiero que decaigas. No quiero que sufras, Tsuna-kun

—Y yo quiero que seas feliz, Enma —sonrió al tranquilizarse de nuevo—. Por eso no te pregunto, ¿y qué pasó con Dino?

—Somos patéticos —afirmó sin duda alguna.

—Pronto dejaremos de serlo… o al menos lo fingiremos

—Al menos te tengo a ti, Tsuna —rio antes de lanzarse sobre su amigo y desbaratar el cabello castaño

—Que cursi eres, Enma —jugaban cual par de chiquillos en medio de las calles solitarias de Florencia. Olvidándose de su presente y futuro, y cediendo a una simple diversión pasajera.

 

 

Así fue el inicio de unos. El calvario de otros.

Enma Kozato contrajo matrimonio a inicios de la primavera con una bella mujer que conoció en una cafetería y a la que le reveló su cargo, secretos y miserias antes de tomar la decisión. Tsunayoshi Sawada asistió a aquella ceremonia en conjunto con el resto de su familia y, como pocas veces, se dio el lujo de disfrutar del festejo sin presiones. Apoyó a su amigo en su decisión, compartió la dicha de la pareja, y también escogió el camino adecuado para seguir.

Era hora.  

Esa fue la misma noche en donde los guardianes del décimo cielo Vongola conocieron a la futura esposa de Tsunayoshi Sawada. Esa noche se tuvieron que guardar todas las negativas porque después de tanto tiempo la sonrisa de su cielo volvió a mostrarse tal y como en tiempos de antaño. En esa noche se arrepintieron de haber dejado solo a su cielo. Esa noche cada sentimiento que forjaron se desmoronó con la sola mención de…

 

 

—Dayane es la mujer que quiero a mi lado —y no sólo era su prometida, era la hermana de la actual esposa de Enma.

—Es un placer conocerlos —una reverencia un poco forzada porque la jovencita era italiana y no sabía muy bien las costumbres de Japón— Tsu me ha hablado mucho de ustedes —sonrisa espléndida, brillo singular, belleza natural—. En estos meses creo haber conocido a cada uno de ustedes por medio de las anécdotas innumerables que Tsu me ha contado

—¿Meses? —fue la duda general

—Lo siento chicos, pero éste era mi pequeño secreto… —tomó la mano de Dayane y la entrelazó con la suya—. Y no me arriesgaré a que me sigan espantando pretendientes —una sonrisa amable, una mirada un tanto dolida. Un claro reproche

—Lo siento —la hermosa mujer de cabellera rubia y ojos azules como el mar les miró con un dije de enfado—, pero debo advertirles que no lograrán que me aparte de Tsunayoshi

—Juudaime… felicidades —duda en esas palabras tambaleantes, una mirada que no conectaba con la emoción que trataba de darse en esa voz

—Al fin sentaste cabeza, Tsuna —Yamamoto parecía afectado también

—No puedo creerlo… Al fin te casarás, Tsuna-nii —Lambo reía nerviosamente

—¿No es una trepadora? —y los reproches de quienes no tomaron bien la noticia

—No forma parte de la mafia. No la creo conveniente… No la acepto

—Se ve débil.

—No sirve para esto

—Una palabra más —Tsuna apretó sutilmente la mano de la mujer a su lado y miró a su familia con seriedad— y el poco tacto que tengo, se terminará

—Herbívoro —replicó con un semblante oscuro

—No arruinen la boda de mi mejor amigo —no los miró cuando se giró para encaminarse de regreso al festejo, empujando con sutileza a Dayane y retrocediendo para soltar una sola frase más—. No sigan impidiendo que sea feliz… Ya no más —el cielo se había cansado de ser usado, embelesado, ignorado y apartado

 

 

Esa era la triste realidad.

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

 

Esta historia ha nacido de un pedido, así que planeaba escribir el borrador primero antes de publicarla, pero surgió algo que me ha llevado a publicar entes de tiempo. El nivel de “dolor” al que quiero llegar no es tan alto, la temática no se abordará profundamente, por eso necesito de alguien que me detenga cuando el drama supere sus expectativas y provoque que el final feliz se vuelva casi imposible de apreciar. En otras palabras, pido su ayuda para que Krat no se vaya por las ramas hacia un desastre emocional como lo fue “Problemas de clase”.

Krat tiene escrito hasta el cap siete y cree que la trama superó su capacidad emocional XD. Necesito en realidad saber qué opinan de esto para poder seguir. Cambiaré las cosas según vea el nivel de dolor tolerable en los lectores XDDDD perdón, pero si no lo hago así todo se saldrá de mis manos

Bueno, aclarado esto, debo hacer varias advertencias antes de seguir.

  • Esta historia se situará (o eso intento) en el universo cannon, así que no tendrá m-preg
  • La temática es dura, pero el final feliz yo ya lo decidí y planeé
  • La pareja, como ya lo habrán notado, es Fon x Tsuna. (si no se nota, pues, ya se los dije XD)
  • Habrá enredos amorosos, sí, pero ya quedó fijado el triunfo final.
  • Aun no decido si habrá un lemon. Tienen tiempo de convencerme.
  • Será un long fic con capis más o menos cortos, no quiero introducirme mucho en un problema específico sino abordar todo de forma global
  •  Trama un tanto lenta
  • Fluff momentáneo en ciertas partes

Sin más que decir, Krat se despide y se va a un rinconcito oscuro para seguir escribiendo sus otros fics.

Muchos besos~

*Dejen aquí su amor*

 


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