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Mi dulce perdición por FujoshiWinter

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Notas del capitulo:

Les pido amablemente que comenten por favor, eso me motiva más a escribir. Sin más, disfruten.

Elena se paseaba por su habitación de lujo, enfadada. Primero, Alexander la hizo quedar en ridículo, fue a buscarlo a su oficina, a la casa de su estúpido amigo. Y nada. Pasó varios días tocando la puerta de su casa y nada. Le enfurecía tener que hacer todo eso, jamás se había rebajado a tanto.

-Hija, sabes que al final, todo saldrá como lo planeamos- su madre entró al cuarto para consolar a su primogénita consentida.

-¡No va a caer, madre! ¡Ese grandísimo hijo de puta no me respeta!

-Elena, tranquilízate, es cuestión de tiempo- dijo acomodando su pelo castaño.

La chica respiró con dificultad, su coraje era tanto que temblaba.

"Me las pagarás, ya verás"


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-Terminé - Alexander se recostó en la cama del hotel que estaba pagando, no le importaba tener que ir a su propia casa a hurtadillas para recoger libros o ropa, con tal de no toparse con Elena.

Tocaron a la puerta tres veces, el azabache se levantó y la abrió. Era Damián. Su amigo le hacía el favor de acompañarlo terminada su jornada. Llevaba una caja de pizza y refrescos. Comieron y hablaron de trivialidades, pasar el rato en buena compañía valía más que cualquier otra cosa.

-¿Qué harás? ¿No piensas vivir aquí verdad?

-Por supuesto que no. Su padre fue a mi casa y resulta que dejó una carta diciendo que su adorable hija sentía mucho la forma en que se comportó.

-No tienen remedio. Tenían que ser los Young- dijo mientras se llevaba una rebanada a la boca.

Tal como había dicho, los Young son dueños de varios centros comerciales y de la marca de calzado que lleva su apellido. Sus padres deseaban arreglar un matrimonio pero se llevaron una grata sorpresa al saber que el azabache era huérfano desde pequeño. Desde entonces, su adorable hija intenta seducirlo por todos los medios.

-Espera aquí, iré por unos papeles- se levantó, Damián no se opuso a la idea.

-Cuidado con la loca.

-Fíjate que pensaba darle el "sí"- contestó con sarcasmo. El otro se limitó a reír.

Salió de la habitación y se dirigió a su casa, no era necesario usar el auto, no quedaba muy lejos.

En el camino, un niño pedía dinero a la gente que pasaba. Nadie le hacía caso. Alex lo observó con detenimiento; estaba descalzo y lleno de mugre, su ropa estaba desgastada y no parecía tener buen estado de salud. No pasaba nada si se desviaba un poco, sólo debía cruzar la calle y ayudarlo. Echó un vistazo a ambos lados para evitar los autos, el semáforo estaba en verde. El estado del niño no era nada favorable, se encontraba tan mal que no se percató de que se dirigía sin querer a la carretera.

-No, no, no. Regresa, vamos- susurró el azabache con el corazón latiendo a todo lo que daba. La gente lo ignoraba y seguía como si no fuera la gran cosa.

No tuvo tiempo de gritarle que retrocediera, el infante estaba cruzando la calle y una camioneta iba directo a él. El azabache actuó por impulso, corrió con la esperanza de salvarlo. Todo pasaba a cámara lenta; no escuchaba nada, sólo sentía los latidos de su corazón y la silueta de su objetivo estaba más cerca. Sólo tenía que alargar sus brazos un poco más...

¡PUM!

Gritos de angustia y miradas curiosas invadieron la escena: el hombre usó su cuerpo como escudo para proteger del golpe al niño. La camioneta los empujó unos cuantos metros. El menor estaba inconsciente mientras que el mayor sangraba ligeramente de la nariz, no notó ningún tipo de dolor en ese instante.
Con cuidado colocó al niño en el pavimento para comprobar su pulso que por fortuna tenía pero era muy débil.

-¡Llamen a una ambulancia!- gritó una mujer.

Las personas empezaron a encerrarlos en un círculo. Deseosos de ver más de cerca. 

-¡Apártense!- la voz de un hombre se alzó sobre los susurros de todos y los  celulares que habían comenzado a grabar.
No tardaron en obedecer puesto que el dueño de esa voz, era más alto y su sola presencia imponía respeto.
Alex no despegó su atención del menor, necesitaba saber si estaba bien, dónde estaban sus padres y por qué estaba así de enfermo.

-Oye ¿tú cómo te encuentras? - la misma voz habló, esta vez con un tono amable.

-Creo que estoy bien, el niño debe atenderse... ¡AY!- le había tocado sin querer sus costillas.

-Tal vez tengas una rota, lo siento si te dolió pero tú también debes ir al hospital.

-Yo estaré bien... ¡AY!- de nuevo lo volvió a tocar pero en esta ocasión fue en la cien -¡ya sé que debo ir al hospital!

-Tu nariz también está sangrando.

-No me digas- el típico aviso de que la ambulancia se acercaba se hacía más fuerte y resonaba en los tímpanos del azabache.
Comenzó a marearse y se sujetó del brazo del otro.

-Hey ¿Estás bien?- esas palabras hicieron eco en su cabeza y su vista se nubló.
Parpadeó un par de veces y de un momento a otro se encontraba recostado, viendo a un foco que se movía sin cesar. No recuerda haber soltado su agarre, apretó más y comprobó que alguien le sostuvo la mano.
Parpadeó de nuevo y ahora tenía varios rostros con gorros y cubrebocas blancos. Por última vez, cerró y abrió sus párpados, estaba con una mascarilla.
Quería hacer el mismo movimiento pero pesaba tanto... se dejó vencer, sintiéndose por primera vez vivo desde hace tiempo. 


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