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Desiderátum por zandaleesol

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Título: Desiderátum

Disclaimer: Los personajes todos son de propiedad de J.K. Rowling. No percibo beneficio económico por esto.

Parejas: Harry/Severus

Clasificación: R

Advertencias: Chan=adulto/menor. Sexo explícito.



Aquella noche Harry no podía dormir. Daba vueltas en la cama sin lograr conciliar el sueño. Finalmente se incorporó y buscó a tientas sus gafas. Asomó la cabeza fuera de las cortinas. Sus compañeros de cuarto descansaban plácidamente. Sintió envidia, ellos podían disfrutar de un sueño reparador, mientras que para él era imposible porque algo le perturbaba la mente desde hacía tiempo.


Había luchado mucho consigo mismo, pero llegaba a la conclusión de que era inútil seguir negando la verdad de su corazón. Debía reconocerlo, estaba enamorado.


Bajó de la cama y salió de la habitación. La sala común estaba solitaria. Bajó las escaleras y se acomodó sobre la alfombra. Su mirada se perdió en las brazas que se extinguían poco a poco.


Repentinamente se levantó y miró con aire indeciso hacia la escalera que llevaba al dormitorio. Con gesto nervioso pasó la mano por su pelo revuelto, luego volvió su mirada hacia el retrato que flanqueaba la entrada de la sala común. Sin pensarlo más salió por el retrato. Mientras bajaba de la torre llevaba una idea fija en la mente. Aunque también iba asustado ante la irreparable finalidad de su decisión. Había dudado mucho en dar ese paso. Sabía que lo arriesgaba todo, sin embargo, los deseos de su corazón eran más fuertes que las argucias de la razón.


Caminó por pasillos desiertos, iba aturdido ante su propia audacia, temblaba de frió, de timidez y anticipación. Ni un condenado hubiese podido caminar al cadalso con más terror que el que experimentaba Harry mientras recorría los oscuros y fríos pasadizos de Hogwarts. De pronto, al doblar la esquina de un pasillo y cuando menos preparado estaba, se encontró con una figura alta y oscura. Se detuvo. Sucumbió en ese instante. Sintió que la sangre se le congelaba, no pudo dar un paso más. Se atrevió a levantar la vista y se encontró con esa mirada dura y sombría que brillaba como acero pulido. Sintió que en esos ojos centellantes, hostiles y resueltos había una advertencia. A pesar de ello no retrocedió. Casi sin pensar, avanzó hasta estrellarse contra el pecho de él, donde hundió el rostro. Se aferró a dos manos a su túnica porque se le doblaban las piernas mientras un río de explicaciones le brotaba de los labios y se mezclaban con la palabra amor.


Apreció unos brazos que lo estrecharon con suavidad, percibió un aliento tibio en su cuello. Completamente asustado levantó por fin el rostro y se encontró con la mirada del profesor.


El hombre mayor, impulsado por un extraño poder, se fue inclinando lentamente hacia los labios del chico y posó un suave beso en ellos. Esa oscuridad confusa que por lo general invadía su mirada, brilló de pronto. Una brusca llama ascendió de pronto a esos ojos. En un gesto nervioso aprisionó al muchacho contra su cuerpo y en una especie de trémula convulsión lo mantuvo así. Luego se apartó y le buscó los labios nuevamente, con un beso ardiente y desesperado. Estaba totalmente entregado. Su alma y su cuerpo se abandonaron completamente encendidos por el deseo, la pasión y el amor que Harry le había despertado como nunca creyó posible.


Durante un momento, un profundo suspiro voló por el espacio. Se sentía abrumado de vergüenza, perplejo e inexplicablemente temeroso. De pronto todo el pesado silencio se abatió sobre él con su sombra y su negrura. Los labios le ardían ¿Qué había hecho? Se preguntó el profesor, percibiendo el cálido aliento de Harry aún muy próximo.


Harry temblaba entre esos brazos que lo sostenían. Una sombra muda y opaca rondaba como el rumor del murmullo. La sentían rozándoles y llenándoles de turbación al contacto eléctrico de sus pieles cálidas, sin embargo, semejantes a un fantasma.


El profesor seguía sintiendo en la oscuridad de esa noche, la mirada suave y envolvente de Harry ¿Por qué aquél que ni siquiera había acabado de crecer le colocaba en medio de esa pasión? ¿Por qué lo arrastraba a un conflicto inasible? ¿Por qué había depositado en su cerebro esa ardiente carga de pasión y cólera? Invadido por estos enigmáticos pensamientos, extraños y apasionados, el hombre mayor se esforzaba por comprenderlos.


Por mucho tiempo había opuesto a los esfuerzos de Harry una resistencia encarnizada, al tiempo que volcaba sobre los rebosantes sentimientos del muchacho un reguero de gélida ironía. Solo para evitar aquel momento se había impuesto toda clase de gestos hostiles, destinados a enfriar el ardor del chico y protegerse a sí mismo, pero ya era demasiado tarde. Lo amaba, y ya no podía volver atrás.


En completo silencio tomó de la mano a Harry y lo condujo por pasillos oscuros y desiertos. Se detuvo cuando estuvo frente a su despacho. Le hizo entrar y, sin palabras, pues ya no eran necesarias, lo llevó hasta la habitación iluminada de forma tenue. Lentamente fue despojándose de sus vestiduras hasta quedar completamente desnudo frente al chico, que le observaba conteniendo a duras penas un sollozo de vergüenza y turbación. Se le acercó lentamente, lo tomó con sus brazos fuertes y lo llevó hacia la cama.


Harry temblaba sin control, pero el profesor le fue acariciando con tanto tesón que dejó de temblar y se tranquilizó completamente. Sus labios se unieron en un beso dulce y profundo. Fue despojándolo del pijama hasta dejarlo completamente desnudo. Admiró ese cuerpo hermoso y puro con el que había soñado tantas veces. Ya nada más existía, solo ellos amándose de manera voluptuosa e inevitable. Saboreando cada roce, cada gemido, sin prisa, como si tuvieran la vida por delante, pues comprendían que aquello era más que un clandestino y precipitado encuentro.


Harry jamás había experimentado esa intimidad y ni siquiera podría haberla forjado en sus más audaces fantasías. Pese a esto se entregó sin pudor y sin reserva.


La lengua húmeda y ardiente de su profesor le recorrió desde el ombligo hasta el mentón, su cuerpo se estremeció, su cabeza giró de un lado a otro en la desesperación de ese placer. Sus labios emitieron un largo gemido cuando la mano experta del profesor se posó en su miembro, acariciándolo con deliciosa lentitud.


Harry decidió actuar. Se sentó en la cama y comenzó a besar al hombre. Primero en la frente, luego los ojos, las sienes, en los labios largamente. Se inclinó sobre él obligándolo a recostarse, quedando encima. Con su lengua exploradora y traviesa le rozó las orejas, saltó luego sobre su manzana de Adán, rozándole el cuello. Sus dientes mordieron los pezones viriles. Sus dedos enredados en los bellos del pecho.


El profesor se dejó hacer, completamente abandonado a las caricias del chico. Se dio vuelta y se tendió boca abajo sobre la cama. Harry se subió a su espalda mordiéndole la nuca y el cuello, paseando por los hombros con besos ardientes, bajando hasta las nalgas, explorando, saboreando y dejando un rastro de saliva en su camino.


El profesor se dio vuelta otra vez y su boca envolvió el miembro erguido y punzante del muchacho en una deliciosa y placentera faena. Dando y tomando en la más secreta intimidad, hasta que el muchacho ya no pudo más. Con un rápido movimiento puso al chico boca abajo sosteniéndolo con su brazo fuerte, mientras que con los dedos de la mano libre comenzó a explorar la entrada con delicada ternura. El chico arqueó la espalda y lanzó un grito ronco de dolor y placer al mismo tiempo. El profesor pegó los labios a su oído susurrándole un rosario de palabras secretas mientras comenzaba a penetrarlo despacio, con delicadeza.


Harry mordió sus labios tratando de reprimir el dolor que sentía mientras el profesor se abría paso a través de su estrechez. Cuando estuvo dentro plenamente, comenzó a moverse despacio, con suavidad se retiró casi por completo para luego volver a empujar. El chico comenzó a gemir desesperado, presa de una doble sensación. Su alma se abandonaba, pero su cuerpo era cautivo de un terrible dolor. Se entregó por completo a sus sentidos, había dejado de pertenecerse al punto de perder la noción del tiempo y el espacio. El profesor lo sostuvo con fuerza, mientras sus cuerpos comenzaron a mecerse al unísono, en una lenta y sensual danza, que les pareció una dulce eternidad. El hombre mayor explotó dentro de Harry, provocándole a éste último un deleite que le atravesó como un relámpago, haciendo inevitable que lanzara un grito ronco, que enloqueció aún más al profesor, que sin poder contenerse repartía besos húmedos y desesperados por toda la espalda amada, mientras lentamente comenzaba a retirarse del interior del muchacho.


Se besaron dulcemente y, se agradecieron sin palabras lo entregado. No sabían qué pasaría al siguiente día, pero sea lo que fuere que ocurriese, aquella noche quedaría marcada a fuego en sus pieles y corazones.



Fin

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