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Wind por Helsic

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Notas del capitulo:  

 

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Cuando por primera vez escuché algo del tema me reí un poco nervioso, todos mis amigos estaban ahí y la verdad, los hombres somos un poco influenciables a veces, sobre todo si estas con tus amigos. Me sentí extraño porque la idea no me desagrado desde un principio, no de la forma como a mis amigos les desagradaba. Entonces me sentí diferente.

Yo siempre he pensado que esas cosas trascienden más allá de la persona, es decir, que no importa quien sea, lo importante es que haya amor. Y tal vez suene ridículo o demasiado romántico, pero es así como lo he sentido siempre. Esa vez fue incomodo pues ellos esperaban otra reacción en mí, pero sólo reí un poco nervioso sin demostrar asco.

Sólo tengo 16 años y mi vida ya es un completo caos, tal vez esto suene a la típica historia del adolescente que se siente 'sólo', pero no es así, seguro que si supieran el enorme peso de la responsabilidad que recae sobre mis hombros, la gente me trataría distinto. Pero eso es precisamente lo que no deseo, no quiero que la gente me tenga lastima, que crean que, porque soy el último descendiente de la familia Kusanagi, deben tenerme más consideración, pienso que, si eso llegara a suceder, sería la peor experiencia de mi vida.

Cuando entré a la escuela, pensé que todo sería muy fácil, desde pequeño mi padre había contratado tutores para que me instruyeran, según él no debía contaminarme con el mundo, debía sólo pensar en cómo ser un buen jefe para el clan y sobre todo en como derrotar a Yagami. Tengo 16 años y la muerte ya tiene un significado más allá del simple hecho de ser el fin de la vida, la muerte para mi es una recompensa a mi esfuerzo.

La muerte de Yagami es el precio de mi libertad.

Entonces entre en la escuela y al contrario de lo que esperaba, no fue fácil ni divertido, fue un choque violento y terrible para mí. Estar en un lugar con tantas personas desconocidas, pero que a la vez esperaban un comportamiento especial de mí, ellos me conocían por el torneo, yo ya era famoso e inclusive tenía fans que asistían todos los días a la misma monotonía conmigo. Quizás esto suene interesante y piensen que debe ser muy agradable estudiar con gente que te admira y conoce, pero no es así.

Ser famoso no es simplemente sonreír frente a las cámaras y repartir autógrafos al final de los torneos, ser famoso implica mantener una identidad, mantener una imagen del Kyo Kusanagi invencible cuya vida es perfecta, cosa que, por supuesto no es verdad, quizás mi vida es más atormentada que la de cualquiera de los que se sientan conmigo en el salón ¿Les parece divertida la idea de que a tus 16 años ya tengas que pensar en cómo matarás a alguien? A mí no y no lo disfruto, a veces quisiera acabar con todo de una vez, ir y buscar a Yagami y decirle todo lo que pienso. Decirle que no tengo nada en contra de él, que es indiferente si vive o muere, que simplemente quiero verlo salir de mi vida.

Pero no puedo hacer eso y a cambio todos esperan a un Kusanagi que no se da por vencido y no teme a nada, por eso debo aparentar frente a mis amigos algo que no soy, tengo que comportarme arrogante y sumamente soberbio, para poder mantener el respeto que todos me tienen. Quizás por eso tuve que reír nerviosamente cuando hablamos de eso, de besar a otro chico.

Tuve que comportarme como un ridículo homofóbico, sabiendo que mi mejor amigo es bisexual y es algo que me tiene sin cuidado. Pero tuve que reír con ellos para mantener esa imagen, para satisfacerlos y para satisfacer a mi padre.

Era una preciosa tarde de otoño, los exámenes se avecinaban y como siempre yo estaba en peligro de reprobar el curso. Soy un pésimo estudiante, las ciencias y las matemáticas me tienen sin cuidado gracias a que mis prioridades en la vida no son graduarme de una universidad y trabajar para ser un ciudadano medianamente feliz. Ah, como me gustaría poder tener esas aspiraciones, pero es inútil engañarme a mí mismo, nunca podré hacer esas cosas, porque la responsabilidad de llevar el clan a cuestas es demasiado grande.

Esta tarde que salía del colegio con mis compañeros de clase, el tema de la homosexualidad había llegado gracias a que había rumores de que en el colegio dos chicos eran pareja. Mis compañeros no dejaban de comentar el asunto ávidamente, añadiéndole por supuesto comparaciones burdas y expresiones de asco típicas en ellos, yo me mantenía a ras del asunto. Mi mente estaba en otro lado.

Por esos días no había visto a Yagami, lo cual me parecía extraño, pues era casi normal que se apareciera periódicamente para retarme y luchar, sin embargo, hacía más de una semana que no lo veía. Al principio cuando me percaté de su ausencia suspiré aliviado añorando que aquello fuera señal de que nunca jamás iba a tener que encontrarme con él de nuevo, que no volvería a pelear y que no tendría que matarlo para salvar el prestigio del estúpido clan Kusanagi.

 

Aun así, pasaron los días y comencé a preocuparme, lo cual no es normal en mí, soy un chico demasiado descuidado con las cosas y las personas, es algo que me ha traído muchos problemas, sobre todo con mi novia, pero bueno, eso es otro cuento. Lo que ahora me preocupaba era ¿Dónde diablos se había metido Yagami?

- ¡Eh Kusanagi-kun! ¡Que te estamos hablando! - la voz de del chico de gafas y pecas interrumpió mis pensamientos abruptamente.

- ¿Eh? - Fue lo único que respondí.

- Te preguntábamos qué opinas de la relación de Hideto y Niyaki - Por un momento hasta olvide el tema de la conversación y pasaron un par de segundos mientras recordé lo de la supuesta relación gay.

- Ahh, bueno pues, me tiene sin cuidado – Dije sin pensar mucho - Si se quieren, pues no veo el problema - Cuando terminé estas palabras noté como mis compañeros me miraban desconcertados, quizás esperaban una reacción más agresiva puesto que yo era Kyo Kusanagi un chico muy “masculino” y rudo, un chico que debió haber respondido algo como “Es un asco, espero no encontrármelos haciendo cochinadas” Pero en ese momento no tenía ganas de fingir el Kyo Kusanagi de los torneos, había cosas más importantes en mi cabeza. Como la ausencia de Yagami.

- ¿Te tiene sin cuidado? - Dijo uno de ellos alzando una ceja - Creí que te molestaban los gays - En ese momento recordé que días atrás me había visto obligado a decir aquello.

- Ahh… bueno si, simplemente no me importa - Respondí seguro de que mi respuesta no les dejaría satisfechos, pero tampoco me interesaba que lo quedarán. Estaba cansado de estar fingiendo un Kyo que no soy, estoy cansado de todo esto. La ausencia de Yagami no se salía de mi cabeza ¿Dónde demonios se había metido?

Cuando menos pensé estaba caminando sólo con Shingo por la calle desolada. ¿Y los demás? Pregunté desganado, el respondió que se habían ido calles atrás mientras yo continuaba pensando en silencio.

Shingo Yabuki vive en la misma dirección que yo, por supuesto no puede pagar un apartamento en mi vecindario porque es demasiado para él, pero cuando salimos de clase, podemos irnos caminando juntos hasta cierto punto donde debemos separarnos. Generalmente a la salida del colegio el siempre esta alegre y habla sobre muchas cosas que a decir verdad no me importan mucho, pero de vez en cuando finjo prestarle atención porque sé que eso lo hace feliz. ¿Y porque lo hago? Bueno, Shingo es una buena persona.

Al comienzo cuando lo conocí hace casi un año, él era uno de mis fans más desesperantes, de esos fans fastidiosos que no te dejan respirar y que desearías estrangular a cualquier oportunidad. Shingo me imitaba en todo hasta en mi forma de vestir e inclusive intentaba hablar como yo, lo cual era muy gracioso teniendo en cuenta que su rostro de niñito bueno lo hace parecer ridículo. En todo caso me seguía a todos lados rogándome porque lo entrenara, tener un alumno era lo último que quería en la vida, así que le dije que no en repetidas ocasiones y una vez en la escuela exploté y le grite todo lo que sentía en la cara, fue demasiado extraño nunca le había dicho esas cosas a alguien.

Estábamos allí en ese salón vacío, caía la tarde y estábamos prácticamente solos en la escuela, no recuerdo que demonios era lo que me estaba diciendo él, pero el caso fue que yo exploté. Grité como loco y le di puños al tablero y a las mesas, le dije que me dejara en paz, que no quería un perrito faldero tras de mí, que suficiente tenía con toda la responsabilidad de ser el próximo líder del clan Kusanagi, que Yagami era lo más importante para mí en ese momento, que matar a Yagami se había convertido en mi proyecto de vida.

Le había dicho todo eso y Shingo simplemente bajó su cabeza unos minutos y luego me miró a los ojos y con una sonrisa que nunca pude entender me dijo que, nada de eso le importaba, que ese era el motivo verdadero por el cual me admiraba.

Ahora es mi alumno y he intentado enseñarle todos los movimientos que mi paciencia ha permitido y le he tratado bien, más bien de lo que he tratado a mucha gente en mucho tiempo y él ha continuado a mi lado.

Ahora caminábamos por la calle como solíamos hacer todas las tardes al salir del colegio. Pero esta vez él estaba demasiado silencioso, no me estaba contando nada ni estaba haciendo alboroto por algo, lo que era realmente extraño, nunca había existido un silencio incómodo entre los dos. Levanté mi rostro para mirarlo y lo que encontré a mi lado no fue al Shingo Yabuki que había conocido hasta ahora, sino un desconocido que continuaba caminando a mi lado como un autómata y que se parecía a Shingo.

- ¿Qué pasa? – Pregunté finalmente, porque la situación era realmente incómoda, él se encogió de hombros simplemente y yo me pregunté si su actitud se debería a lo que anteriormente había dicho sobre la supuesta relación de nuestros compañeros de clase. Podría ser que Shingo fuese muy homofóbico, realmente nunca habíamos tocado ese tema y bueno mi comentario pudo haberlo desilusionado.

- ¡Oi dime que pasa! - le presioné, el continuaba sin mirarme.

- Sólo estaba pensando - Dijo sin detenerse- Que pasaría si Yagami-san no existiera en su vida, si dejara de existir -

Las palabras quedaron resonando en mis oídos. Nunca me había planteado aquello. Mi vida sin Yagami. Desde pequeño me había condicionado a que en mi vida siempre iba a existir una contraparte en el clan Yagami, que pasara lo que pasara iba a estar allí. Era extraño imaginarse como hubiese sido la vida sin la presencia del pelirrojo ¿Qué sería del Kyo Kusanagi que todos conocen? ¿Existiría igual?

- ¿Por qué preguntas eso? - Fue lo único que pude decir, Shingo sonrió y se detuvo, yo tuve que hacerlo también.

- Simple curiosidad - Respondió, pero yo no le creí, había algo más en sus palabras.

- ¿Qué crees tú qué pasaría? - Le devolví la pregunta y Shingo volvió a reír por lo bajo.

- Usted sería muy distinto, no estaría aquí caminando conmigo - Hizo una pausa y respiró profundo - Usted sería libre -

Me asombré infinitamente frente a estas palabras porque nunca creí que Shingo me conociera tan bien y que supiera tanto de mi sin yo nunca haberle dicho una palabra. Porque ser libre, era lo que resumía toda la estructura de mi psicología y al parecer Shingo lo sabía, de alguna manera lo entendía.

- ¿Así eso crees? - Dije ocultando mi sorpresa - Bueno hubiese querido que eso fuese así desde el - Mi voz sonó a resignación.

- No Kusanagi-san, sin Yagami-san… usted no sería el mismo, usted no sería la persona que admiro, cuando Yagami-san finalmente salga de su vida… yo también volveré a estar sólo -

Frente a esto no supe que decir, ya habíamos llegado al cruce de calles donde nos separábamos siempre, todo era muy confuso ahora inclusive dudé por cual calle debía ir para llegar a la mansión Kusanagi. Shingo se alejó caminando despacio sin decir más nada y yo me quedé un rato contemplándolo hasta que se perdió un par de calles hacía adelante.

¿Realmente mi vida no tendría sentido si tú no estás Yagami?
¿Realmente dependo de esta manera de ti?

Seguí caminado hasta llegar a la mansión Kusanagi. Allí y como era de esperarse el portero me recibió con una profunda venia y sentí como desde las sombras era observado por cientos de ojos ninjas, no le presté atención a nada de eso, como había intentado hacerlo desde que la situación en la casa se había puesto así.

Antes se podía decir que las cosas eran mucho más calmadas, cuando era niño, no tenía una niñez normal, pero tampoco era demasiado extraña. Ahora que la guerra de los clanes se encontraba en su mayor tensión, mi padre había dado la orden de doblar la seguridad del lugar y cientos de ninjas estaban esparcidos por toda la ciudad alertas ante cualquier movimiento sospechoso de alguno de nuestros enemigos.

Porque la familia Yagami no era nuestro único enemigo, aunque si el más importante por tradición. Mi padre hacía negocios turbios de vez en cuando con traficantes poderosos de la región o con otras familias poderosas, a veces las cosas, no salían muy bien y mi padre había sido blanco de numerosos atentados.

Era un hombre poderoso al cual muchos quería cortarle la cabeza, muchas personas deseaban todas sus riquezas y poder. Entonces durante los últimos años, la situación en nuestra casa era terrible, él siempre estaba enojado, histérico, siempre ocupado con sus negocios tras su enorme escritorio. Mi madre lloraba mucho, aunque no quería que yo me diera cuenta, pero yo lo sabía, era inevitable escuchar sus quejidos tras la puerta de su habitación. Ella sabía que tarde o temprano no habría ninjas suficientes para protegernos y aunque confiaba en mi poder y en el de mi padre, como buena madre temía por nuestras vidas.

Yo no tengo hermanos. Primos si, uno que vive en Tokyo y una prima que no veo hace mucho, así que siempre he sido un chico solitario, esta casa ha sido demasiado grande para mi desde siempre y aún lo es, sigo viéndola como una enorme prisión.

Por supuesto nadie sabe esto. La gente allá afuera cuando ve a Kyo Kusanagi en acción cree que es el joven de la vida perfecta, el admirado por todos y el que podría acostarse con la chica que quisiera, dinero, fama, poder ¿Qué más podría necesitar?


Libertad…

Eso necesito yo. Pero por supuesto nadie lo sabe. Por esto me sorprendió tanto las palabras de Shingo ¿Cómo pudo saber tanto sobre mí?

Atravesé caminando el largo pasillo de la sala de la mansión, tan silenciosa y triste como siempre, aunque alguna vez fue cálida y feliz, en una navidad hace ya mucho tiempo, casi toda la familia se reunió, aún no teníamos tantos problemas y me permitieron jugar toda la noche con los regalos que me habían dado. También estaban allí Aoi y Souji mis primos, nunca olvidaré sus caritas alegres y emocionadas con los juguetes, ahora Souji es un hombre de negocios que ha olvidado que sigue siendo joven y Aoi de ella se muy poco.

Subí las escaleras que conducían mi habitación no vi ni a mi padre ni a mi madre, mejor así, no quería hablar con ellos, no estaba de ánimos para más problemas, porque siempre que hablábamos había problemas.

Finalmente me encerré en mi habitación y me tumbé en la cama mirando hacía el techo. La cama era mullida y suave, tenía un computador carísimo que permanecía siempre apagado sobre el escritorio, cientos de juguetes de marca estaban arrumados en la estantería al lado de los libros, de los Cds de música, las películas, los conciertos y demás cosas que me gustaban. Tenía todo cuanto un joven podía desear, inclusive me habían regalado una poderosa motocicleta para mi cumpleaños, lo tenía todo. Y lo que no tenía podía obtenerlo con sólo ordenarlo.

Pero lo que yo en realidad quería no podría ordenarlo nunca. La irónica vida de un joven que lo tiene todo y no tiene nada a la vez.

Recuerdo una vez hace algunos meses que estaba a punto de reprobar Matemáticas de nuevo y Shingo se ofreció a ayudarme a estudiar para el examen y le dije que sí. Me preguntó que, si prefería estudiar en mi casa o en la de él y yo le dije inmediatamente que en la de él, por aquellos días la situación en mi casa era terrible y no quería que Shingo se diera cuenta de ello. Fuimos a su casa entonces, era una pequeña y acogedora casa un par de cuadras más allá. Nos recibió una señora muy amable y simpática que nos ofreció Té verde y dulces durante la tarde, la señora Yabuki se parecía mucho a su hijo. Al principio me sentía un poco cohibido, nunca había estado en un ambiente así tan familiar.

No había muchos objetos de valor allí pero tampoco hacían falta, el padre de Shingo había muerto hacía un par de años por lo que me enteré ese día y la señora Yabuki ahora vivía sola con su hijo. El padre de Shingo les había dejado esa casa y algo de dinero, pero en realidad ellos sobrevivían con lo que ganaba ella en su trabajo y con lo que Shingo podía ganar en su trabajo de medio tiempo en el supermercado. Me enteré de todas esas cosas en una sola tarde mientras la madre se sentó un rato a nuestro lado para compartir el té y las galletas y me pareció demasiado irreal. Aun así Shingo siempre era ese chico sonriente y feliz que me saludaba eufóricamente en el colegio.

Eso me hizo reflexionar mucho sobre mí mismo y mi vida. Sobre mis sentimientos hacía mi clan, mi madre, mi padre; Iori Yagami. Y ahora que estaba simplemente recostado allí en mi cama, no podía dejar de pensar en todo lo que odiaba de mi vida y de ese lugar llamado Hogar.

Tenía que aferrarme de algo para sentir que la vida podía tener algún sentido, algo que me dijera que no todo estaba perdido, que valía la pena seguir allí. Algo por lo que luchar.


¿Que pasaría si Yagami-san no existiera en su vida, si dejara de existir?


Las palabras de Shingo resonaron en mi cabeza nuevamente.
La soledad, la maldita soledad que siempre ha envuelto mi vida, yo siempre rodeado de gente y tan profundamente sólo. Yo teniéndolo todo y a la vez sintiéndome tan vacío. ¿Acaso era él quien llenaba ese vacío? ¿Era Yagami quien llenaba algo de ese vacío?

Le daba algo de significado a mi vida.
Vivir para matarlo.
Vivir por él.

Y cuando él ya no este, yo seré un alma anónima perdida en el inconmensurable infinito gris llamado ciudad.

Esa noche no pude dormir, estuve dando vueltas en mi cama sin lograr conciliar el sueño, no podía dejar de pensar en Yagami, en su ausencia, en que llevábamos más de una semana sin vernos ¿Y si acaso simplemente había decidido salir de mi vida? ¿Si simplemente se había ido para nunca regresar? Quizás se cansó de siempre estar buscándome, de mi desprecio, del odio, de los clanes, de todo. Quizás estuviese pensando lo mismo que yo sobre todo esto.

Estuve toda la noche atormentándome con la maldita incertidumbre, con una extraña opresión en el corazón que me cortaba el aire.

Al día siguiente en el colegio me senté en el lugar de siempre sin saludar a nadie, estuve mirando por la ventana todo el tiempo totalmente distraído, totalmente fuera de mi mismo ni siquiera presté atención cuando el maestro me gritó enojado por mi desatención, ni siquiera escuché la campana para salir a descanso. No había nada allí en ese mundo para mí.

No se cuánto tiempo pasó, el caso fue que un olor delicioso me recordó que era la hora del almuerzo y yo no había comido. Cuando volví mi rostro, Yabuki estaba de pie frente a mi escritorio con una sonrisa. Ese momento se congeló unos instantes en los que nuestras miradas se encontraron y entonces Shingo me ofreció la mitad de su almuerzo. Sin lograr comprender el significado de todo esto, recibí la cajita en mis manos, la coloqué frente a mí en la mesa y él se sentó en otro asiento al frente mío. El salón estaba vacío ahora y de alguna manera recordé los restaurantes solitarios a los que siempre quise llevar a Yuki y que ella nunca aceptó.

- No se preocupe, todo estará bien - Fueron sus palabras y me sentí muy incómodo, era como si de repente se invirtieran los papeles y yo fuera ahora el chico débil que necesita protección. De hecho, siempre lo he sido, pero nunca ha habido alguien a quien demostrarle eso. Ahora Shingo parecía algo más que el simple chico alegre que quería ser como yo, de alguna manera se las había arreglado para entender un poquito lo que yo estaba sintiendo.

No respondí nada, no porque me diera vergüenza aceptar que tenía miedo o algo por el estilo, no respondí nada porque simplemente no había nada que decir, sus palabras eran lo que yo quería escuchar.

La tarde calló y finalmente salimos de clase. Esta vez mis compañeros no se molestaron en preguntar porque estaba yo tan callado, inclusive una chica que parecía dispuesta a darme una carta o un dulce, bajo su mirada y desistió al ver la expresión de mi rostro, eso significaba que estaba siendo demasiado obvio con mis sentimientos, pero sinceramente no tenía ganas de ponerme mi máscara.

Caminamos un par de cuadras más y entonces lo sentí, fue un torrente helado que recorrió mi espalda como un cubetazo de agua congelada que hubiese resbalado por toda mi columna vertebral, sonreí entre asustado y emocionado, pues miles de moscas volaban en todas las direcciones en mi estomago casi provocándome nauseas, era él.

Lo sentí acercarse por una esquina frente al parque, tenía que ser él, necesitaba que fuera él, deseaba que lo fuese.


Giré mi rostro para verlo con mis propios ojos y entonces sentí una alegría inexplicable que no había sentido en mucho tiempo, nunca por él. Ahí estaba Yagami Iori de pie fumándose un cigarrillo, pareciendo siempre demasiado maduro para su edad con el flequillo rojo tapándole uno de sus ojos asesinos.


Creo que le sonreí. No sé si se dio cuenta de mi emoción, de mi ¿alivio? No lo sé y espero que no haya sido así o sería una gran vergüenza. En todo caso lo que sentí en ese momento me hizo dar cuenta todo el miedo que guardaba en mi interior, el temor que tenía de que saliera de mi vida definitivamente. Me di cuenta de que contrario a todo lo que había creído hasta el momento, Yagami era lo que me hacía ser Kyo Kusanagi, de alguna manera ese era el motivo que me mantenía a flote, el escape a todos mis problemas, aunque irónicamente él era el causante. Pero eso dejaba de importar cuando por fin nos encontrábamos matándonos a golpes.

¿Y qué haría yo cuando lo matara? Mi vida volvería a ser monótona y aburrida, no tenía el espíritu que se necesitaba para gobernar el clan, no había nacido para ello, no había nacido para sentarme en una oficina y dirigir el destino de una gran familia. Yagami era mi obligación, lo que me pertenecía por derecho y también como una especie de regalo que me permitía ser libre de otra manera.

Entonces caminé hacia él decidido a cualquier cosa, quizás bajo otras circunstancias hubiese podido preguntarle donde se había metido o si estaba bien, pero no fue necesario, las palabras entre nosotros nunca fueron necesarias y él lo sabía. Porque encendí mis llamas y no hubo nada que decir, él sonrió tan complacido como yo y encendió las suyas.

Atrás los murmullos de mis compañeros de clase que comentaban emocionados la pelea de sus ídolos se enmudeció de repente cuando todo mi universo pasó a ser solamente el pelirrojo y yo. Todo lo demás desapareció y yo sólo podía fijar mi mirada en la figura esbelta de mi enemigo.

- ¿Te alegra verme Kusanagi? - Dijo sin dejar de sonreír. Se supone que eso era ironía porque íbamos a pelear a muerte, podíamos morir. Pero de alguna manera ambos sabíamos que aún no era tiempo de morir, que podíamos disfrutar nuestro encuentro un tiempo más. Ambos queríamos desafiar a nuestros padres a nuestro modo, desobedecer las órdenes a nuestro modo, vivir nuestra extraña relación a nuestro modo.

Lo sabíamos. Por eso no había necesidad de palabras.


A decir verdad, nunca supe si Shingo llegó a entender esto, no sé qué pensaría, lo único de lo cual yo tenía certeza era que estos sentimientos eran los que me hacían sentir vivo.

Y eran el motivo por lo cual valía la pena vivir.

 

 


Categoría: Kyo POV - primera persona, Angst (Intentando ser lo menos OCC posible)

Wind

 

Cuando por primera vez escuché algo del tema me reí un poco nervioso, todos mis amigos estaban ahí y la verdad, los hombres somos un poco influenciables a veces, sobre todo si estas con tus amigos. Me sentí extraño porque la idea no me desagrado desde un principio, no de la forma como a mis amigos les desagradaba. Entonces me sentí diferente.

Yo siempre he pensado que esas cosas trascienden más allá de la persona, es decir, que no importa quien sea, lo importante es que haya amor. Y tal vez suene ridículo o demasiado romántico, pero es así como lo he sentido siempre. Esa vez fue incomodo pues ellos esperaban otra reacción en mí, pero sólo reí un poco nervioso sin demostrar asco.

Sólo tengo 16 años y mi vida ya es un completo caos, tal vez esto suene a la típica historia del adolescente que se siente 'sólo', pero no es así, seguro que si supieran el enorme peso de la responsabilidad que recae sobre mis hombros, la gente me trataría distinto. Pero eso es precisamente lo que no deseo, no quiero que la gente me tenga lastima, que crean que, porque soy el último descendiente de la familia Kusanagi, deben tenerme más consideración, pienso que, si eso llegara a suceder, sería la peor experiencia de mi vida.

Cuando entré a la escuela, pensé que todo sería muy fácil, desde pequeño mi padre había contratado tutores para que me instruyeran, según él no debía contaminarme con el mundo, debía sólo pensar en cómo ser un buen jefe para el clan y sobre todo en como derrotar a Yagami. Tengo 16 años y la muerte ya tiene un significado más allá del simple hecho de ser el fin de la vida, la muerte para mi es una recompensa a mi esfuerzo.

La muerte de Yagami es el precio de mi libertad.

Entonces entre en la escuela y al contrario de lo que esperaba, no fue fácil ni divertido, fue un choque violento y terrible para mí. Estar en un lugar con tantas personas desconocidas, pero que a la vez esperaban un comportamiento especial de mí, ellos me conocían por el torneo, yo ya era famoso e inclusive tenía fans que asistían todos los días a la misma monotonía conmigo. Quizás esto suene interesante y piensen que debe ser muy agradable estudiar con gente que te admira y conoce, pero no es así.

Ser famoso no es simplemente sonreír frente a las cámaras y repartir autógrafos al final de los torneos, ser famoso implica mantener una identidad, mantener una imagen del Kyo Kusanagi invencible cuya vida es perfecta, cosa que, por supuesto no es verdad, quizás mi vida es más atormentada que la de cualquiera de los que se sientan conmigo en el salón ¿Les parece divertida la idea de que a tus 16 años ya tengas que pensar en cómo matarás a alguien? A mí no y no lo disfruto, a veces quisiera acabar con todo de una vez, ir y buscar a Yagami y decirle todo lo que pienso. Decirle que no tengo nada en contra de él, que es indiferente si vive o muere, que simplemente quiero verlo salir de mi vida.

Pero no puedo hacer eso y a cambio todos esperan a un Kusanagi que no se da por vencido y no teme a nada, por eso debo aparentar frente a mis amigos algo que no soy, tengo que comportarme arrogante y sumamente soberbio, para poder mantener el respeto que todos me tienen. Quizás por eso tuve que reír nerviosamente cuando hablamos de eso, de besar a otro chico.

Tuve que comportarme como un ridículo homofóbico, sabiendo que mi mejor amigo es bisexual y es algo que me tiene sin cuidado. Pero tuve que reír con ellos para mantener esa imagen, para satisfacerlos y para satisfacer a mi padre.

Era una preciosa tarde de otoño, los exámenes se avecinaban y como siempre yo estaba en peligro de reprobar el curso. Soy un pésimo estudiante, las ciencias y las matemáticas me tienen sin cuidado gracias a que mis prioridades en la vida no son graduarme de una universidad y trabajar para ser un ciudadano medianamente feliz. Ah, como me gustaría poder tener esas aspiraciones, pero es inútil engañarme a mí mismo, nunca podré hacer esas cosas, porque la responsabilidad de llevar el clan a cuestas es demasiado grande.

Esta tarde que salía del colegio con mis compañeros de clase, el tema de la homosexualidad había llegado gracias a que había rumores de que en el colegio dos chicos eran pareja. Mis compañeros no dejaban de comentar el asunto ávidamente, añadiéndole por supuesto comparaciones burdas y expresiones de asco típicas en ellos, yo me mantenía a ras del asunto. Mi mente estaba en otro lado.

Por esos días no había visto a Yagami, lo cual me parecía extraño, pues era casi normal que se apareciera periódicamente para retarme y luchar, sin embargo, hacía más de una semana que no lo veía. Al principio cuando me percaté de su ausencia suspiré aliviado añorando que aquello fuera señal de que nunca jamás iba a tener que encontrarme con él de nuevo, que no volvería a pelear y que no tendría que matarlo para salvar el prestigio del estúpido clan Kusanagi.

 

Aun así, pasaron los días y comencé a preocuparme, lo cual no es normal en mí, soy un chico demasiado descuidado con las cosas y las personas, es algo que me ha traído muchos problemas, sobre todo con mi novia, pero bueno, eso es otro cuento. Lo que ahora me preocupaba era ¿Dónde diablos se había metido Yagami?

- ¡Eh Kusanagi-kun! ¡Que te estamos hablando! - la voz de del chico de gafas y pecas interrumpió mis pensamientos abruptamente.

- ¿Eh? - Fue lo único que respondí.

- Te preguntábamos qué opinas de la relación de Hideto y Niyaki - Por un momento hasta olvide el tema de la conversación y pasaron un par de segundos mientras recordé lo de la supuesta relación gay.

- Ahh, bueno pues, me tiene sin cuidado – Dije sin pensar mucho - Si se quieren, pues no veo el problema - Cuando terminé estas palabras noté como mis compañeros me miraban desconcertados, quizás esperaban una reacción más agresiva puesto que yo era Kyo Kusanagi un chico muy “masculino” y rudo, un chico que debió haber respondido algo como “Es un asco, espero no encontrármelos haciendo cochinadas” Pero en ese momento no tenía ganas de fingir el Kyo Kusanagi de los torneos, había cosas más importantes en mi cabeza. Como la ausencia de Yagami.

- ¿Te tiene sin cuidado? - Dijo uno de ellos alzando una ceja - Creí que te molestaban los gays - En ese momento recordé que días atrás me había visto obligado a decir aquello.

- Ahh… bueno si, simplemente no me importa - Respondí seguro de que mi respuesta no les dejaría satisfechos, pero tampoco me interesaba que lo quedarán. Estaba cansado de estar fingiendo un Kyo que no soy, estoy cansado de todo esto. La ausencia de Yagami no se salía de mi cabeza ¿Dónde demonios se había metido?

Cuando menos pensé estaba caminando sólo con Shingo por la calle desolada. ¿Y los demás? Pregunté desganado, el respondió que se habían ido calles atrás mientras yo continuaba pensando en silencio.

Shingo Yabuki vive en la misma dirección que yo, por supuesto no puede pagar un apartamento en mi vecindario porque es demasiado para él, pero cuando salimos de clase, podemos irnos caminando juntos hasta cierto punto donde debemos separarnos. Generalmente a la salida del colegio el siempre esta alegre y habla sobre muchas cosas que a decir verdad no me importan mucho, pero de vez en cuando finjo prestarle atención porque sé que eso lo hace feliz. ¿Y porque lo hago? Bueno, Shingo es una buena persona.

Al comienzo cuando lo conocí hace casi un año, él era uno de mis fans más desesperantes, de esos fans fastidiosos que no te dejan respirar y que desearías estrangular a cualquier oportunidad. Shingo me imitaba en todo hasta en mi forma de vestir e inclusive intentaba hablar como yo, lo cual era muy gracioso teniendo en cuenta que su rostro de niñito bueno lo hace parecer ridículo. En todo caso me seguía a todos lados rogándome porque lo entrenara, tener un alumno era lo último que quería en la vida, así que le dije que no en repetidas ocasiones y una vez en la escuela exploté y le grite todo lo que sentía en la cara, fue demasiado extraño nunca le había dicho esas cosas a alguien.

Estábamos allí en ese salón vacío, caía la tarde y estábamos prácticamente solos en la escuela, no recuerdo que demonios era lo que me estaba diciendo él, pero el caso fue que yo exploté. Grité como loco y le di puños al tablero y a las mesas, le dije que me dejara en paz, que no quería un perrito faldero tras de mí, que suficiente tenía con toda la responsabilidad de ser el próximo líder del clan Kusanagi, que Yagami era lo más importante para mí en ese momento, que matar a Yagami se había convertido en mi proyecto de vida.

Le había dicho todo eso y Shingo simplemente bajó su cabeza unos minutos y luego me miró a los ojos y con una sonrisa que nunca pude entender me dijo que, nada de eso le importaba, que ese era el motivo verdadero por el cual me admiraba.

Ahora es mi alumno y he intentado enseñarle todos los movimientos que mi paciencia ha permitido y le he tratado bien, más bien de lo que he tratado a mucha gente en mucho tiempo y él ha continuado a mi lado.

Ahora caminábamos por la calle como solíamos hacer todas las tardes al salir del colegio. Pero esta vez él estaba demasiado silencioso, no me estaba contando nada ni estaba haciendo alboroto por algo, lo que era realmente extraño, nunca había existido un silencio incómodo entre los dos. Levanté mi rostro para mirarlo y lo que encontré a mi lado no fue al Shingo Yabuki que había conocido hasta ahora, sino un desconocido que continuaba caminando a mi lado como un autómata y que se parecía a Shingo.

- ¿Qué pasa? – Pregunté finalmente, porque la situación era realmente incómoda, él se encogió de hombros simplemente y yo me pregunté si su actitud se debería a lo que anteriormente había dicho sobre la supuesta relación de nuestros compañeros de clase. Podría ser que Shingo fuese muy homofóbico, realmente nunca habíamos tocado ese tema y bueno mi comentario pudo haberlo desilusionado.

- ¡Oi dime que pasa! - le presioné, el continuaba sin mirarme.

- Sólo estaba pensando - Dijo sin detenerse- Que pasaría si Yagami-san no existiera en su vida, si dejara de existir -

Las palabras quedaron resonando en mis oídos. Nunca me había planteado aquello. Mi vida sin Yagami. Desde pequeño me había condicionado a que en mi vida siempre iba a existir una contraparte en el clan Yagami, que pasara lo que pasara iba a estar allí. Era extraño imaginarse como hubiese sido la vida sin la presencia del pelirrojo ¿Qué sería del Kyo Kusanagi que todos conocen? ¿Existiría igual?

- ¿Por qué preguntas eso? - Fue lo único que pude decir, Shingo sonrió y se detuvo, yo tuve que hacerlo también.

- Simple curiosidad - Respondió, pero yo no le creí, había algo más en sus palabras.

- ¿Qué crees tú qué pasaría? - Le devolví la pregunta y Shingo volvió a reír por lo bajo.

- Usted sería muy distinto, no estaría aquí caminando conmigo - Hizo una pausa y respiró profundo - Usted sería libre -

Me asombré infinitamente frente a estas palabras porque nunca creí que Shingo me conociera tan bien y que supiera tanto de mi sin yo nunca haberle dicho una palabra. Porque ser libre, era lo que resumía toda la estructura de mi psicología y al parecer Shingo lo sabía, de alguna manera lo entendía.

- ¿Así eso crees? - Dije ocultando mi sorpresa - Bueno hubiese querido que eso fuese así desde el - Mi voz sonó a resignación.

- No Kusanagi-san, sin Yagami-san… usted no sería el mismo, usted no sería la persona que admiro, cuando Yagami-san finalmente salga de su vida… yo también volveré a estar sólo -

Frente a esto no supe que decir, ya habíamos llegado al cruce de calles donde nos separábamos siempre, todo era muy confuso ahora inclusive dudé por cual calle debía ir para llegar a la mansión Kusanagi. Shingo se alejó caminando despacio sin decir más nada y yo me quedé un rato contemplándolo hasta que se perdió un par de calles hacía adelante.

¿Realmente mi vida no tendría sentido si tú no estás Yagami?
¿Realmente dependo de esta manera de ti?

Seguí caminado hasta llegar a la mansión Kusanagi. Allí y como era de esperarse el portero me recibió con una profunda venia y sentí como desde las sombras era observado por cientos de ojos ninjas, no le presté atención a nada de eso, como había intentado hacerlo desde que la situación en la casa se había puesto así.

Antes se podía decir que las cosas eran mucho más calmadas, cuando era niño, no tenía una niñez normal, pero tampoco era demasiado extraña. Ahora que la guerra de los clanes se encontraba en su mayor tensión, mi padre había dado la orden de doblar la seguridad del lugar y cientos de ninjas estaban esparcidos por toda la ciudad alertas ante cualquier movimiento sospechoso de alguno de nuestros enemigos.

Porque la familia Yagami no era nuestro único enemigo, aunque si el más importante por tradición. Mi padre hacía negocios turbios de vez en cuando con traficantes poderosos de la región o con otras familias poderosas, a veces las cosas, no salían muy bien y mi padre había sido blanco de numerosos atentados.

Era un hombre poderoso al cual muchos quería cortarle la cabeza, muchas personas deseaban todas sus riquezas y poder. Entonces durante los últimos años, la situación en nuestra casa era terrible, él siempre estaba enojado, histérico, siempre ocupado con sus negocios tras su enorme escritorio. Mi madre lloraba mucho, aunque no quería que yo me diera cuenta, pero yo lo sabía, era inevitable escuchar sus quejidos tras la puerta de su habitación. Ella sabía que tarde o temprano no habría ninjas suficientes para protegernos y aunque confiaba en mi poder y en el de mi padre, como buena madre temía por nuestras vidas.

Yo no tengo hermanos. Primos si, uno que vive en Tokyo y una prima que no veo hace mucho, así que siempre he sido un chico solitario, esta casa ha sido demasiado grande para mi desde siempre y aún lo es, sigo viéndola como una enorme prisión.

Por supuesto nadie sabe esto. La gente allá afuera cuando ve a Kyo Kusanagi en acción cree que es el joven de la vida perfecta, el admirado por todos y el que podría acostarse con la chica que quisiera, dinero, fama, poder ¿Qué más podría necesitar?


Libertad…

Eso necesito yo. Pero por supuesto nadie lo sabe. Por esto me sorprendió tanto las palabras de Shingo ¿Cómo pudo saber tanto sobre mí?

Atravesé caminando el largo pasillo de la sala de la mansión, tan silenciosa y triste como siempre, aunque alguna vez fue cálida y feliz, en una navidad hace ya mucho tiempo, casi toda la familia se reunió, aún no teníamos tantos problemas y me permitieron jugar toda la noche con los regalos que me habían dado. También estaban allí Aoi y Souji mis primos, nunca olvidaré sus caritas alegres y emocionadas con los juguetes, ahora Souji es un hombre de negocios que ha olvidado que sigue siendo joven y Aoi de ella se muy poco.

Subí las escaleras que conducían mi habitación no vi ni a mi padre ni a mi madre, mejor así, no quería hablar con ellos, no estaba de ánimos para más problemas, porque siempre que hablábamos había problemas.

Finalmente me encerré en mi habitación y me tumbé en la cama mirando hacía el techo. La cama era mullida y suave, tenía un computador carísimo que permanecía siempre apagado sobre el escritorio, cientos de juguetes de marca estaban arrumados en la estantería al lado de los libros, de los Cds de música, las películas, los conciertos y demás cosas que me gustaban. Tenía todo cuanto un joven podía desear, inclusive me habían regalado una poderosa motocicleta para mi cumpleaños, lo tenía todo. Y lo que no tenía podía obtenerlo con sólo ordenarlo.

Pero lo que yo en realidad quería no podría ordenarlo nunca. La irónica vida de un joven que lo tiene todo y no tiene nada a la vez.

Recuerdo una vez hace algunos meses que estaba a punto de reprobar Matemáticas de nuevo y Shingo se ofreció a ayudarme a estudiar para el examen y le dije que sí. Me preguntó que, si prefería estudiar en mi casa o en la de él y yo le dije inmediatamente que en la de él, por aquellos días la situación en mi casa era terrible y no quería que Shingo se diera cuenta de ello. Fuimos a su casa entonces, era una pequeña y acogedora casa un par de cuadras más allá. Nos recibió una señora muy amable y simpática que nos ofreció Té verde y dulces durante la tarde, la señora Yabuki se parecía mucho a su hijo. Al principio me sentía un poco cohibido, nunca había estado en un ambiente así tan familiar.

No había muchos objetos de valor allí pero tampoco hacían falta, el padre de Shingo había muerto hacía un par de años por lo que me enteré ese día y la señora Yabuki ahora vivía sola con su hijo. El padre de Shingo les había dejado esa casa y algo de dinero, pero en realidad ellos sobrevivían con lo que ganaba ella en su trabajo y con lo que Shingo podía ganar en su trabajo de medio tiempo en el supermercado. Me enteré de todas esas cosas en una sola tarde mientras la madre se sentó un rato a nuestro lado para compartir el té y las galletas y me pareció demasiado irreal. Aun así Shingo siempre era ese chico sonriente y feliz que me saludaba eufóricamente en el colegio.

Eso me hizo reflexionar mucho sobre mí mismo y mi vida. Sobre mis sentimientos hacía mi clan, mi madre, mi padre; Iori Yagami. Y ahora que estaba simplemente recostado allí en mi cama, no podía dejar de pensar en todo lo que odiaba de mi vida y de ese lugar llamado Hogar.

Tenía que aferrarme de algo para sentir que la vida podía tener algún sentido, algo que me dijera que no todo estaba perdido, que valía la pena seguir allí. Algo por lo que luchar.


¿Que pasaría si Yagami-san no existiera en su vida, si dejara de existir?


Las palabras de Shingo resonaron en mi cabeza nuevamente.
La soledad, la maldita soledad que siempre ha envuelto mi vida, yo siempre rodeado de gente y tan profundamente sólo. Yo teniéndolo todo y a la vez sintiéndome tan vacío. ¿Acaso era él quien llenaba ese vacío? ¿Era Yagami quien llenaba algo de ese vacío?

Le daba algo de significado a mi vida.
Vivir para matarlo.
Vivir por él.

Y cuando él ya no este, yo seré un alma anónima perdida en el inconmensurable infinito gris llamado ciudad.

Esa noche no pude dormir, estuve dando vueltas en mi cama sin lograr conciliar el sueño, no podía dejar de pensar en Yagami, en su ausencia, en que llevábamos más de una semana sin vernos ¿Y si acaso simplemente había decidido salir de mi vida? ¿Si simplemente se había ido para nunca regresar? Quizás se cansó de siempre estar buscándome, de mi desprecio, del odio, de los clanes, de todo. Quizás estuviese pensando lo mismo que yo sobre todo esto.

Estuve toda la noche atormentándome con la maldita incertidumbre, con una extraña opresión en el corazón que me cortaba el aire.

Al día siguiente en el colegio me senté en el lugar de siempre sin saludar a nadie, estuve mirando por la ventana todo el tiempo totalmente distraído, totalmente fuera de mi mismo ni siquiera presté atención cuando el maestro me gritó enojado por mi desatención, ni siquiera escuché la campana para salir a descanso. No había nada allí en ese mundo para mí.

No se cuánto tiempo pasó, el caso fue que un olor delicioso me recordó que era la hora del almuerzo y yo no había comido. Cuando volví mi rostro, Yabuki estaba de pie frente a mi escritorio con una sonrisa. Ese momento se congeló unos instantes en los que nuestras miradas se encontraron y entonces Shingo me ofreció la mitad de su almuerzo. Sin lograr comprender el significado de todo esto, recibí la cajita en mis manos, la coloqué frente a mí en la mesa y él se sentó en otro asiento al frente mío. El salón estaba vacío ahora y de alguna manera recordé los restaurantes solitarios a los que siempre quise llevar a Yuki y que ella nunca aceptó.

- No se preocupe, todo estará bien - Fueron sus palabras y me sentí muy incómodo, era como si de repente se invirtieran los papeles y yo fuera ahora el chico débil que necesita protección. De hecho, siempre lo he sido, pero nunca ha habido alguien a quien demostrarle eso. Ahora Shingo parecía algo más que el simple chico alegre que quería ser como yo, de alguna manera se las había arreglado para entender un poquito lo que yo estaba sintiendo.

No respondí nada, no porque me diera vergüenza aceptar que tenía miedo o algo por el estilo, no respondí nada porque simplemente no había nada que decir, sus palabras eran lo que yo quería escuchar.

La tarde calló y finalmente salimos de clase. Esta vez mis compañeros no se molestaron en preguntar porque estaba yo tan callado, inclusive una chica que parecía dispuesta a darme una carta o un dulce, bajo su mirada y desistió al ver la expresión de mi rostro, eso significaba que estaba siendo demasiado obvio con mis sentimientos, pero sinceramente no tenía ganas de ponerme mi máscara.

Caminamos un par de cuadras más y entonces lo sentí, fue un torrente helado que recorrió mi espalda como un cubetazo de agua congelada que hubiese resbalado por toda mi columna vertebral, sonreí entre asustado y emocionado, pues miles de moscas volaban en todas las direcciones en mi estomago casi provocándome nauseas, era él.

Lo sentí acercarse por una esquina frente al parque, tenía que ser él, necesitaba que fuera él, deseaba que lo fuese.


Giré mi rostro para verlo con mis propios ojos y entonces sentí una alegría inexplicable que no había sentido en mucho tiempo, nunca por él. Ahí estaba Yagami Iori de pie fumándose un cigarrillo, pareciendo siempre demasiado maduro para su edad con el flequillo rojo tapándole uno de sus ojos asesinos.


Creo que le sonreí. No sé si se dio cuenta de mi emoción, de mi ¿alivio? No lo sé y espero que no haya sido así o sería una gran vergüenza. En todo caso lo que sentí en ese momento me hizo dar cuenta todo el miedo que guardaba en mi interior, el temor que tenía de que saliera de mi vida definitivamente. Me di cuenta de que contrario a todo lo que había creído hasta el momento, Yagami era lo que me hacía ser Kyo Kusanagi, de alguna manera ese era el motivo que me mantenía a flote, el escape a todos mis problemas, aunque irónicamente él era el causante. Pero eso dejaba de importar cuando por fin nos encontrábamos matándonos a golpes.

¿Y qué haría yo cuando lo matara? Mi vida volvería a ser monótona y aburrida, no tenía el espíritu que se necesitaba para gobernar el clan, no había nacido para ello, no había nacido para sentarme en una oficina y dirigir el destino de una gran familia. Yagami era mi obligación, lo que me pertenecía por derecho y también como una especie de regalo que me permitía ser libre de otra manera.

Entonces caminé hacia él decidido a cualquier cosa, quizás bajo otras circunstancias hubiese podido preguntarle donde se había metido o si estaba bien, pero no fue necesario, las palabras entre nosotros nunca fueron necesarias y él lo sabía. Porque encendí mis llamas y no hubo nada que decir, él sonrió tan complacido como yo y encendió las suyas.

Atrás los murmullos de mis compañeros de clase que comentaban emocionados la pelea de sus ídolos se enmudeció de repente cuando todo mi universo pasó a ser solamente el pelirrojo y yo. Todo lo demás desapareció y yo sólo podía fijar mi mirada en la figura esbelta de mi enemigo.

- ¿Te alegra verme Kusanagi? - Dijo sin dejar de sonreír. Se supone que eso era ironía porque íbamos a pelear a muerte, podíamos morir. Pero de alguna manera ambos sabíamos que aún no era tiempo de morir, que podíamos disfrutar nuestro encuentro un tiempo más. Ambos queríamos desafiar a nuestros padres a nuestro modo, desobedecer las órdenes a nuestro modo, vivir nuestra extraña relación a nuestro modo.

Lo sabíamos. Por eso no había necesidad de palabras.


A decir verdad, nunca supe si Shingo llegó a entender esto, no sé qué pensaría, lo único de lo cual yo tenía certeza era que estos sentimientos eran los que me hacían sentir vivo.

Y eran el motivo por lo cual valía la pena vivir.



 

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Notas finales:  

Cuando por primera vez escuché algo del tema me reí un poco nervioso, todos mis amigos estaban ahí y la verdad, los hombres somos un poco influenciables a veces, sobre todo si estas con tus amigos. Me sentí extraño porque la idea no me desagrado desde un principio, no de la forma como a mis amigos les desagradaba. Entonces me sentí diferente.

Yo siempre he pensado que esas cosas trascienden más allá de la persona, es decir, que no importa quien sea, lo importante es que haya amor. Y tal vez suene ridículo o demasiado romántico, pero es así como lo he sentido siempre. Esa vez fue incomodo pues ellos esperaban otra reacción en mí, pero sólo reí un poco nervioso sin demostrar asco.

Sólo tengo 16 años y mi vida ya es un completo caos, tal vez esto suene a la típica historia del adolescente que se siente 'sólo', pero no es así, seguro que si supieran el enorme peso de la responsabilidad que recae sobre mis hombros, la gente me trataría distinto. Pero eso es precisamente lo que no deseo, no quiero que la gente me tenga lastima, que crean que, porque soy el último descendiente de la familia Kusanagi, deben tenerme más consideración, pienso que, si eso llegara a suceder, sería la peor experiencia de mi vida.

Cuando entré a la escuela, pensé que todo sería muy fácil, desde pequeño mi padre había contratado tutores para que me instruyeran, según él no debía contaminarme con el mundo, debía sólo pensar en cómo ser un buen jefe para el clan y sobre todo en como derrotar a Yagami. Tengo 16 años y la muerte ya tiene un significado más allá del simple hecho de ser el fin de la vida, la muerte para mi es una recompensa a mi esfuerzo.

La muerte de Yagami es el precio de mi libertad.

Entonces entre en la escuela y al contrario de lo que esperaba, no fue fácil ni divertido, fue un choque violento y terrible para mí. Estar en un lugar con tantas personas desconocidas, pero que a la vez esperaban un comportamiento especial de mí, ellos me conocían por el torneo, yo ya era famoso e inclusive tenía fans que asistían todos los días a la misma monotonía conmigo. Quizás esto suene interesante y piensen que debe ser muy agradable estudiar con gente que te admira y conoce, pero no es así.

Ser famoso no es simplemente sonreír frente a las cámaras y repartir autógrafos al final de los torneos, ser famoso implica mantener una identidad, mantener una imagen del Kyo Kusanagi invencible cuya vida es perfecta, cosa que, por supuesto no es verdad, quizás mi vida es más atormentada que la de cualquiera de los que se sientan conmigo en el salón ¿Les parece divertida la idea de que a tus 16 años ya tengas que pensar en cómo matarás a alguien? A mí no y no lo disfruto, a veces quisiera acabar con todo de una vez, ir y buscar a Yagami y decirle todo lo que pienso. Decirle que no tengo nada en contra de él, que es indiferente si vive o muere, que simplemente quiero verlo salir de mi vida.

Pero no puedo hacer eso y a cambio todos esperan a un Kusanagi que no se da por vencido y no teme a nada, por eso debo aparentar frente a mis amigos algo que no soy, tengo que comportarme arrogante y sumamente soberbio, para poder mantener el respeto que todos me tienen. Quizás por eso tuve que reír nerviosamente cuando hablamos de eso, de besar a otro chico.

Tuve que comportarme como un ridículo homofóbico, sabiendo que mi mejor amigo es bisexual y es algo que me tiene sin cuidado. Pero tuve que reír con ellos para mantener esa imagen, para satisfacerlos y para satisfacer a mi padre.

Era una preciosa tarde de otoño, los exámenes se avecinaban y como siempre yo estaba en peligro de reprobar el curso. Soy un pésimo estudiante, las ciencias y las matemáticas me tienen sin cuidado gracias a que mis prioridades en la vida no son graduarme de una universidad y trabajar para ser un ciudadano medianamente feliz. Ah, como me gustaría poder tener esas aspiraciones, pero es inútil engañarme a mí mismo, nunca podré hacer esas cosas, porque la responsabilidad de llevar el clan a cuestas es demasiado grande.

Esta tarde que salía del colegio con mis compañeros de clase, el tema de la homosexualidad había llegado gracias a que había rumores de que en el colegio dos chicos eran pareja. Mis compañeros no dejaban de comentar el asunto ávidamente, añadiéndole por supuesto comparaciones burdas y expresiones de asco típicas en ellos, yo me mantenía a ras del asunto. Mi mente estaba en otro lado.

Por esos días no había visto a Yagami, lo cual me parecía extraño, pues era casi normal que se apareciera periódicamente para retarme y luchar, sin embargo, hacía más de una semana que no lo veía. Al principio cuando me percaté de su ausencia suspiré aliviado añorando que aquello fuera señal de que nunca jamás iba a tener que encontrarme con él de nuevo, que no volvería a pelear y que no tendría que matarlo para salvar el prestigio del estúpido clan Kusanagi.

 

Aun así, pasaron los días y comencé a preocuparme, lo cual no es normal en mí, soy un chico demasiado descuidado con las cosas y las personas, es algo que me ha traído muchos problemas, sobre todo con mi novia, pero bueno, eso es otro cuento. Lo que ahora me preocupaba era ¿Dónde diablos se había metido Yagami?

- ¡Eh Kusanagi-kun! ¡Que te estamos hablando! - la voz de del chico de gafas y pecas interrumpió mis pensamientos abruptamente.

- ¿Eh? - Fue lo único que respondí.

- Te preguntábamos qué opinas de la relación de Hideto y Niyaki - Por un momento hasta olvide el tema de la conversación y pasaron un par de segundos mientras recordé lo de la supuesta relación gay.

- Ahh, bueno pues, me tiene sin cuidado – Dije sin pensar mucho - Si se quieren, pues no veo el problema - Cuando terminé estas palabras noté como mis compañeros me miraban desconcertados, quizás esperaban una reacción más agresiva puesto que yo era Kyo Kusanagi un chico muy “masculino” y rudo, un chico que debió haber respondido algo como “Es un asco, espero no encontrármelos haciendo cochinadas” Pero en ese momento no tenía ganas de fingir el Kyo Kusanagi de los torneos, había cosas más importantes en mi cabeza. Como la ausencia de Yagami.

- ¿Te tiene sin cuidado? - Dijo uno de ellos alzando una ceja - Creí que te molestaban los gays - En ese momento recordé que días atrás me había visto obligado a decir aquello.

- Ahh… bueno si, simplemente no me importa - Respondí seguro de que mi respuesta no les dejaría satisfechos, pero tampoco me interesaba que lo quedarán. Estaba cansado de estar fingiendo un Kyo que no soy, estoy cansado de todo esto. La ausencia de Yagami no se salía de mi cabeza ¿Dónde demonios se había metido?

Cuando menos pensé estaba caminando sólo con Shingo por la calle desolada. ¿Y los demás? Pregunté desganado, el respondió que se habían ido calles atrás mientras yo continuaba pensando en silencio.

Shingo Yabuki vive en la misma dirección que yo, por supuesto no puede pagar un apartamento en mi vecindario porque es demasiado para él, pero cuando salimos de clase, podemos irnos caminando juntos hasta cierto punto donde debemos separarnos. Generalmente a la salida del colegio el siempre esta alegre y habla sobre muchas cosas que a decir verdad no me importan mucho, pero de vez en cuando finjo prestarle atención porque sé que eso lo hace feliz. ¿Y porque lo hago? Bueno, Shingo es una buena persona.

Al comienzo cuando lo conocí hace casi un año, él era uno de mis fans más desesperantes, de esos fans fastidiosos que no te dejan respirar y que desearías estrangular a cualquier oportunidad. Shingo me imitaba en todo hasta en mi forma de vestir e inclusive intentaba hablar como yo, lo cual era muy gracioso teniendo en cuenta que su rostro de niñito bueno lo hace parecer ridículo. En todo caso me seguía a todos lados rogándome porque lo entrenara, tener un alumno era lo último que quería en la vida, así que le dije que no en repetidas ocasiones y una vez en la escuela exploté y le grite todo lo que sentía en la cara, fue demasiado extraño nunca le había dicho esas cosas a alguien.

Estábamos allí en ese salón vacío, caía la tarde y estábamos prácticamente solos en la escuela, no recuerdo que demonios era lo que me estaba diciendo él, pero el caso fue que yo exploté. Grité como loco y le di puños al tablero y a las mesas, le dije que me dejara en paz, que no quería un perrito faldero tras de mí, que suficiente tenía con toda la responsabilidad de ser el próximo líder del clan Kusanagi, que Yagami era lo más importante para mí en ese momento, que matar a Yagami se había convertido en mi proyecto de vida.

Le había dicho todo eso y Shingo simplemente bajó su cabeza unos minutos y luego me miró a los ojos y con una sonrisa que nunca pude entender me dijo que, nada de eso le importaba, que ese era el motivo verdadero por el cual me admiraba.

Ahora es mi alumno y he intentado enseñarle todos los movimientos que mi paciencia ha permitido y le he tratado bien, más bien de lo que he tratado a mucha gente en mucho tiempo y él ha continuado a mi lado.

Ahora caminábamos por la calle como solíamos hacer todas las tardes al salir del colegio. Pero esta vez él estaba demasiado silencioso, no me estaba contando nada ni estaba haciendo alboroto por algo, lo que era realmente extraño, nunca había existido un silencio incómodo entre los dos. Levanté mi rostro para mirarlo y lo que encontré a mi lado no fue al Shingo Yabuki que había conocido hasta ahora, sino un desconocido que continuaba caminando a mi lado como un autómata y que se parecía a Shingo.

- ¿Qué pasa? – Pregunté finalmente, porque la situación era realmente incómoda, él se encogió de hombros simplemente y yo me pregunté si su actitud se debería a lo que anteriormente había dicho sobre la supuesta relación de nuestros compañeros de clase. Podría ser que Shingo fuese muy homofóbico, realmente nunca habíamos tocado ese tema y bueno mi comentario pudo haberlo desilusionado.

- ¡Oi dime que pasa! - le presioné, el continuaba sin mirarme.

- Sólo estaba pensando - Dijo sin detenerse- Que pasaría si Yagami-san no existiera en su vida, si dejara de existir -

Las palabras quedaron resonando en mis oídos. Nunca me había planteado aquello. Mi vida sin Yagami. Desde pequeño me había condicionado a que en mi vida siempre iba a existir una contraparte en el clan Yagami, que pasara lo que pasara iba a estar allí. Era extraño imaginarse como hubiese sido la vida sin la presencia del pelirrojo ¿Qué sería del Kyo Kusanagi que todos conocen? ¿Existiría igual?

- ¿Por qué preguntas eso? - Fue lo único que pude decir, Shingo sonrió y se detuvo, yo tuve que hacerlo también.

- Simple curiosidad - Respondió, pero yo no le creí, había algo más en sus palabras.

- ¿Qué crees tú qué pasaría? - Le devolví la pregunta y Shingo volvió a reír por lo bajo.

- Usted sería muy distinto, no estaría aquí caminando conmigo - Hizo una pausa y respiró profundo - Usted sería libre -

Me asombré infinitamente frente a estas palabras porque nunca creí que Shingo me conociera tan bien y que supiera tanto de mi sin yo nunca haberle dicho una palabra. Porque ser libre, era lo que resumía toda la estructura de mi psicología y al parecer Shingo lo sabía, de alguna manera lo entendía.

- ¿Así eso crees? - Dije ocultando mi sorpresa - Bueno hubiese querido que eso fuese así desde el - Mi voz sonó a resignación.

- No Kusanagi-san, sin Yagami-san… usted no sería el mismo, usted no sería la persona que admiro, cuando Yagami-san finalmente salga de su vida… yo también volveré a estar sólo -

Frente a esto no supe que decir, ya habíamos llegado al cruce de calles donde nos separábamos siempre, todo era muy confuso ahora inclusive dudé por cual calle debía ir para llegar a la mansión Kusanagi. Shingo se alejó caminando despacio sin decir más nada y yo me quedé un rato contemplándolo hasta que se perdió un par de calles hacía adelante.

¿Realmente mi vida no tendría sentido si tú no estás Yagami?
¿Realmente dependo de esta manera de ti?

Seguí caminado hasta llegar a la mansión Kusanagi. Allí y como era de esperarse el portero me recibió con una profunda venia y sentí como desde las sombras era observado por cientos de ojos ninjas, no le presté atención a nada de eso, como había intentado hacerlo desde que la situación en la casa se había puesto así.

Antes se podía decir que las cosas eran mucho más calmadas, cuando era niño, no tenía una niñez normal, pero tampoco era demasiado extraña. Ahora que la guerra de los clanes se encontraba en su mayor tensión, mi padre había dado la orden de doblar la seguridad del lugar y cientos de ninjas estaban esparcidos por toda la ciudad alertas ante cualquier movimiento sospechoso de alguno de nuestros enemigos.

Porque la familia Yagami no era nuestro único enemigo, aunque si el más importante por tradición. Mi padre hacía negocios turbios de vez en cuando con traficantes poderosos de la región o con otras familias poderosas, a veces las cosas, no salían muy bien y mi padre había sido blanco de numerosos atentados.

Era un hombre poderoso al cual muchos quería cortarle la cabeza, muchas personas deseaban todas sus riquezas y poder. Entonces durante los últimos años, la situación en nuestra casa era terrible, él siempre estaba enojado, histérico, siempre ocupado con sus negocios tras su enorme escritorio. Mi madre lloraba mucho, aunque no quería que yo me diera cuenta, pero yo lo sabía, era inevitable escuchar sus quejidos tras la puerta de su habitación. Ella sabía que tarde o temprano no habría ninjas suficientes para protegernos y aunque confiaba en mi poder y en el de mi padre, como buena madre temía por nuestras vidas.

Yo no tengo hermanos. Primos si, uno que vive en Tokyo y una prima que no veo hace mucho, así que siempre he sido un chico solitario, esta casa ha sido demasiado grande para mi desde siempre y aún lo es, sigo viéndola como una enorme prisión.

Por supuesto nadie sabe esto. La gente allá afuera cuando ve a Kyo Kusanagi en acción cree que es el joven de la vida perfecta, el admirado por todos y el que podría acostarse con la chica que quisiera, dinero, fama, poder ¿Qué más podría necesitar?


Libertad…

Eso necesito yo. Pero por supuesto nadie lo sabe. Por esto me sorprendió tanto las palabras de Shingo ¿Cómo pudo saber tanto sobre mí?

Atravesé caminando el largo pasillo de la sala de la mansión, tan silenciosa y triste como siempre, aunque alguna vez fue cálida y feliz, en una navidad hace ya mucho tiempo, casi toda la familia se reunió, aún no teníamos tantos problemas y me permitieron jugar toda la noche con los regalos que me habían dado. También estaban allí Aoi y Souji mis primos, nunca olvidaré sus caritas alegres y emocionadas con los juguetes, ahora Souji es un hombre de negocios que ha olvidado que sigue siendo joven y Aoi de ella se muy poco.

Subí las escaleras que conducían mi habitación no vi ni a mi padre ni a mi madre, mejor así, no quería hablar con ellos, no estaba de ánimos para más problemas, porque siempre que hablábamos había problemas.

Finalmente me encerré en mi habitación y me tumbé en la cama mirando hacía el techo. La cama era mullida y suave, tenía un computador carísimo que permanecía siempre apagado sobre el escritorio, cientos de juguetes de marca estaban arrumados en la estantería al lado de los libros, de los Cds de música, las películas, los conciertos y demás cosas que me gustaban. Tenía todo cuanto un joven podía desear, inclusive me habían regalado una poderosa motocicleta para mi cumpleaños, lo tenía todo. Y lo que no tenía podía obtenerlo con sólo ordenarlo.

Pero lo que yo en realidad quería no podría ordenarlo nunca. La irónica vida de un joven que lo tiene todo y no tiene nada a la vez.

Recuerdo una vez hace algunos meses que estaba a punto de reprobar Matemáticas de nuevo y Shingo se ofreció a ayudarme a estudiar para el examen y le dije que sí. Me preguntó que, si prefería estudiar en mi casa o en la de él y yo le dije inmediatamente que en la de él, por aquellos días la situación en mi casa era terrible y no quería que Shingo se diera cuenta de ello. Fuimos a su casa entonces, era una pequeña y acogedora casa un par de cuadras más allá. Nos recibió una señora muy amable y simpática que nos ofreció Té verde y dulces durante la tarde, la señora Yabuki se parecía mucho a su hijo. Al principio me sentía un poco cohibido, nunca había estado en un ambiente así tan familiar.

No había muchos objetos de valor allí pero tampoco hacían falta, el padre de Shingo había muerto hacía un par de años por lo que me enteré ese día y la señora Yabuki ahora vivía sola con su hijo. El padre de Shingo les había dejado esa casa y algo de dinero, pero en realidad ellos sobrevivían con lo que ganaba ella en su trabajo y con lo que Shingo podía ganar en su trabajo de medio tiempo en el supermercado. Me enteré de todas esas cosas en una sola tarde mientras la madre se sentó un rato a nuestro lado para compartir el té y las galletas y me pareció demasiado irreal. Aun así Shingo siempre era ese chico sonriente y feliz que me saludaba eufóricamente en el colegio.

Eso me hizo reflexionar mucho sobre mí mismo y mi vida. Sobre mis sentimientos hacía mi clan, mi madre, mi padre; Iori Yagami. Y ahora que estaba simplemente recostado allí en mi cama, no podía dejar de pensar en todo lo que odiaba de mi vida y de ese lugar llamado Hogar.

Tenía que aferrarme de algo para sentir que la vida podía tener algún sentido, algo que me dijera que no todo estaba perdido, que valía la pena seguir allí. Algo por lo que luchar.


¿Que pasaría si Yagami-san no existiera en su vida, si dejara de existir?


Las palabras de Shingo resonaron en mi cabeza nuevamente.
La soledad, la maldita soledad que siempre ha envuelto mi vida, yo siempre rodeado de gente y tan profundamente sólo. Yo teniéndolo todo y a la vez sintiéndome tan vacío. ¿Acaso era él quien llenaba ese vacío? ¿Era Yagami quien llenaba algo de ese vacío?

Le daba algo de significado a mi vida.
Vivir para matarlo.
Vivir por él.

Y cuando él ya no este, yo seré un alma anónima perdida en el inconmensurable infinito gris llamado ciudad.

Esa noche no pude dormir, estuve dando vueltas en mi cama sin lograr conciliar el sueño, no podía dejar de pensar en Yagami, en su ausencia, en que llevábamos más de una semana sin vernos ¿Y si acaso simplemente había decidido salir de mi vida? ¿Si simplemente se había ido para nunca regresar? Quizás se cansó de siempre estar buscándome, de mi desprecio, del odio, de los clanes, de todo. Quizás estuviese pensando lo mismo que yo sobre todo esto.

Estuve toda la noche atormentándome con la maldita incertidumbre, con una extraña opresión en el corazón que me cortaba el aire.

Al día siguiente en el colegio me senté en el lugar de siempre sin saludar a nadie, estuve mirando por la ventana todo el tiempo totalmente distraído, totalmente fuera de mi mismo ni siquiera presté atención cuando el maestro me gritó enojado por mi desatención, ni siquiera escuché la campana para salir a descanso. No había nada allí en ese mundo para mí.

No se cuánto tiempo pasó, el caso fue que un olor delicioso me recordó que era la hora del almuerzo y yo no había comido. Cuando volví mi rostro, Yabuki estaba de pie frente a mi escritorio con una sonrisa. Ese momento se congeló unos instantes en los que nuestras miradas se encontraron y entonces Shingo me ofreció la mitad de su almuerzo. Sin lograr comprender el significado de todo esto, recibí la cajita en mis manos, la coloqué frente a mí en la mesa y él se sentó en otro asiento al frente mío. El salón estaba vacío ahora y de alguna manera recordé los restaurantes solitarios a los que siempre quise llevar a Yuki y que ella nunca aceptó.

- No se preocupe, todo estará bien - Fueron sus palabras y me sentí muy incómodo, era como si de repente se invirtieran los papeles y yo fuera ahora el chico débil que necesita protección. De hecho, siempre lo he sido, pero nunca ha habido alguien a quien demostrarle eso. Ahora Shingo parecía algo más que el simple chico alegre que quería ser como yo, de alguna manera se las había arreglado para entender un poquito lo que yo estaba sintiendo.

No respondí nada, no porque me diera vergüenza aceptar que tenía miedo o algo por el estilo, no respondí nada porque simplemente no había nada que decir, sus palabras eran lo que yo quería escuchar.

La tarde calló y finalmente salimos de clase. Esta vez mis compañeros no se molestaron en preguntar porque estaba yo tan callado, inclusive una chica que parecía dispuesta a darme una carta o un dulce, bajo su mirada y desistió al ver la expresión de mi rostro, eso significaba que estaba siendo demasiado obvio con mis sentimientos, pero sinceramente no tenía ganas de ponerme mi máscara.

Caminamos un par de cuadras más y entonces lo sentí, fue un torrente helado que recorrió mi espalda como un cubetazo de agua congelada que hubiese resbalado por toda mi columna vertebral, sonreí entre asustado y emocionado, pues miles de moscas volaban en todas las direcciones en mi estomago casi provocándome nauseas, era él.

Lo sentí acercarse por una esquina frente al parque, tenía que ser él, necesitaba que fuera él, deseaba que lo fuese.


Giré mi rostro para verlo con mis propios ojos y entonces sentí una alegría inexplicable que no había sentido en mucho tiempo, nunca por él. Ahí estaba Yagami Iori de pie fumándose un cigarrillo, pareciendo siempre demasiado maduro para su edad con el flequillo rojo tapándole uno de sus ojos asesinos.


Creo que le sonreí. No sé si se dio cuenta de mi emoción, de mi ¿alivio? No lo sé y espero que no haya sido así o sería una gran vergüenza. En todo caso lo que sentí en ese momento me hizo dar cuenta todo el miedo que guardaba en mi interior, el temor que tenía de que saliera de mi vida definitivamente. Me di cuenta de que contrario a todo lo que había creído hasta el momento, Yagami era lo que me hacía ser Kyo Kusanagi, de alguna manera ese era el motivo que me mantenía a flote, el escape a todos mis problemas, aunque irónicamente él era el causante. Pero eso dejaba de importar cuando por fin nos encontrábamos matándonos a golpes.

¿Y qué haría yo cuando lo matara? Mi vida volvería a ser monótona y aburrida, no tenía el espíritu que se necesitaba para gobernar el clan, no había nacido para ello, no había nacido para sentarme en una oficina y dirigir el destino de una gran familia. Yagami era mi obligación, lo que me pertenecía por derecho y también como una especie de regalo que me permitía ser libre de otra manera.

Entonces caminé hacia él decidido a cualquier cosa, quizás bajo otras circunstancias hubiese podido preguntarle donde se había metido o si estaba bien, pero no fue necesario, las palabras entre nosotros nunca fueron necesarias y él lo sabía. Porque encendí mis llamas y no hubo nada que decir, él sonrió tan complacido como yo y encendió las suyas.

Atrás los murmullos de mis compañeros de clase que comentaban emocionados la pelea de sus ídolos se enmudeció de repente cuando todo mi universo pasó a ser solamente el pelirrojo y yo. Todo lo demás desapareció y yo sólo podía fijar mi mirada en la figura esbelta de mi enemigo.

- ¿Te alegra verme Kusanagi? - Dijo sin dejar de sonreír. Se supone que eso era ironía porque íbamos a pelear a muerte, podíamos morir. Pero de alguna manera ambos sabíamos que aún no era tiempo de morir, que podíamos disfrutar nuestro encuentro un tiempo más. Ambos queríamos desafiar a nuestros padres a nuestro modo, desobedecer las órdenes a nuestro modo, vivir nuestra extraña relación a nuestro modo.

Lo sabíamos. Por eso no había necesidad de palabras.


A decir verdad, nunca supe si Shingo llegó a entender esto, no sé qué pensaría, lo único de lo cual yo tenía certeza era que estos sentimientos eran los que me hacían sentir vivo.

Y eran el motivo por lo cual valía la pena vivir.

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