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Ausencia de malicia por zandaleesol

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Título: Ausencia de malicia

Disclaimer: Los personajes todos son de propiedad de J.K. Rowling. No percibo beneficio económico por esto.

Parejas: Draco/Harry/Lucius

Clasificación: R

Advertencia: Post Deathly Hallows. EWE (Sin epílogo) Voyerismo. Tríos.



Capítulo 6.


Lucius agradeció a todo lo que existía por haber sobrevivido a la guerra y estar en ese lugar y en ese momento, siendo testigo de aquella pasión juvenil. Nunca antes en su vida le hubiese pasado por la cabeza mirar como otros hacían el amor. Y mucho menos si ese alguien era su hijo. Pero él ya no era el mismo de antes. Ahora solo quería dejarse llevar por sus pasiones. Cuando dejó que la ambición y vanidad fuesen las directrices de su vida, terminó siendo esclavo y, de última categoría por si fuera poco.


Se acomodó en el sillón lo más relajado que pudo, mientras que Harry y su hijo se adueñaban de la cama que solo hacía media hora él había abandonado. La parte juiciosa de su cerebro le gritó que era un pervertido por estar observando a los jóvenes que yacían en el lecho. La escena era tan caliente y sensual que estuvo seguro de que ni siquiera acceder a su cámara en Gringotts, y observar las montañas de oro que se acumulaban en la bóveda de los Malfoy, le provocaría tanto placer cómo el que sentía, al ver a su hijo recorrer con los labios el cuerpo del héroe del mundo mágico.


Por su parte Harry y Draco olvidaron la presencia de Lucius.


Draco había borrado su orgullo, pues Harry se entregaba al deleite que le provocaban sus besos y eso suprimía de su mente cualquier enojo que hubiese experimentado minutos antes. Tenía al héroe a su merced y, sabía que de ese modo cumplía su mayor deseo. Como en el anterior encuentro, le daría a Potter algo que nunca obtendría de otro… u otra. No tenía claro si aún era novio de la pelirroja. Posiblemente sí. Pero lo que realmente importaba era que en ese momento estaba completamente entregado a él y, si lo vivido en la oficina del héroe unos meses atrás le resultó maravilloso, lo que sucedía ahora era lo máximo.


Harry gimió cuando sintió la boca de Draco tomar su erección con delicadeza. No quería ni pensar en quién sería el maestro del rubio en esas lides, pero sin duda le había instruido de un modo admirable. Porque todo lo que estaba experimentando en ese instante no era posible describirlo. No tenía duda de que esos Malfoy eran unos «demonios». Tenían la capacidad de transportarle al paroxismo del placer en lo que se tardaba en decir Quidditch. No quería que esa sensación terminara jamás.


Por fin Draco comenzaba a comprender las palabras de su padre. Aquello no se trataba de una victoria sobre Potter, sometiéndole. No, por el contrario, el asunto era que se el moreno se entregara al juego tal como lo estaba haciendo. Confiado, casi sumiso, aunque Potter nunca fue sumiso precisamente. Pero ahora, verle así de rendido, vibrando con la atención que le estaba dando a esa erección que se erguía por él y para él, era maravilloso. No importaba que sucediera después, Potter le pertenecería hasta el último día de su vida.


El orgasmo de Harry dentro de la boca de Draco no se hizo esperar. Y el rubio paladeó cada gota de la semilla del héroe, que ahora era solo suyo. Pero no bastaba con pensarlo, tenía que hacérselo saber. Por eso se inclinó sobre el oído de Harry y le susurró estas palabras:


-No importa con quien estés, ni dónde… siempre serás mío, siempre me pertenecerás, Potter.


Harry, con los ojos cerrados escuchó las palabras del rubio. No podía hacer otra cosa que darle la razón. Aunque en un futuro próximo se casara con Ginny y formase una bella familia, pertenecería a Draco para siempre. Y no le importaba, el orgullo no existía porque sabía que el rubio a pesar de todo no podía evitar amarle.


Abrió los ojos y se encontró con esos grises que pese a ser del mismo color y forma que los de Lucius, eran totalmente distintos. Deseó quedarse atrapado para siempre en ellos.


-No importa cuán lejos vayas… siempre me llevaras contigo, siempre estaré dentro de ti, Draco -fue la respuesta de Harry.


Draco simplemente no pudo resistirse a semejantes palabras. Se inclinó sobre los labios del moreno y los besó, sintiendo que se estremecía con la respuesta tierna y apasionada de Harry. En ese momento debió aceptar lo que antes no pudo delante de su padre. Ni siquiera ante sí mismo lo había admitido. Amaba a ese desastre que era Potter. Sí, lo amaba. Y debía darle la razón en un punto, aunque fuese al fin del mundo, el moreno siempre iría con él, porque estaba adherido a su alma desde siempre, y de ahí jamás nadie se lo arrancaría.


Harry descubría con asombro que de algún modo extraño y complejo también amaba al rubio. Tal parecía que después de permitirse ser poseído por Draco, aquella mañana en su oficina del Ministerio, algo cambió sustancialmente en él. No solo desapareció su animadversión hacia el apellido Malfoy, sino que sentía que ya no podría seguir su vida sin que ellos tuviesen un espacio en ella.


Lucius desde su tribuna de espectador, no alcanzaba a oír lo que su hijo y Harry se decían en susurros. Prefería no oír, no quería sentir celos de esa complicidad que estaban logrando sin su intervención. A pesar de que el muchacho moreno no quiso privarlo de ese encuentro, igual lamentaba no poder inmiscuirse. Harry y él habían tenido su momento a solas, era lógico que ahora su hijo se tomara ese espacio y lo hiciera solo suyo, olvidándose por completo de él. Creyó que tendría la fuerza suficiente como para solo observar, pero estaba siendo más difícil de lo que previó.


Harry sentía que necesitaba de forma urgente ser tomado por el rubio, quería volver a vivir esa experiencia de pertenecer a Draco. Quería sentirse unido al rubio más allá de lo naturalmente posible. Deseaba sentir al muchacho entregado a él por completo, que éste dejase de lado su coherencia y lógica tal como lo había hecho él aquel día, cuando el rubio le hizo vivir el orgasmo más increíble de su vida. Porque de eso estaba seguro, ni todas las Ginny del mundo le llevarían al paroxismo del placer como sabía hacerlo Draco Malfoy.


Lucius observó desde su posición privilegiada como su hijo tomaba el cuerpo del héroe del mundo mágico. No sabía hasta entonces que poseyera un alma de voyeur. Las cuestiones de índole sexual siempre ocuparon un segundo plano en su vida, pero ahora, al presenciar una escena tan erótica, todos sus instintos se habían disparado. Subrepticiamente y casi sin tener conciencia de ello, deslizó la mano hacia su entrepierna. Estaba caliente y necesitado, pero como los jóvenes amantes que ocupaban su cama parecían haberse olvidado de él por completo, podía permitirse una sesión de autocomplacencia. Cerró los ojos y su mano comenzó a deslizarse lentamente por toda su longitud. Los gemidos que provenían de la cama, lo excitaron hasta un punto en que simplemente olvidó todo. Cuando volvió a la realidad, notó humedad, se había descargado violentamente entre sus propias manos.


Dirigió su vista hacia a la cama, pues sus ocupantes estaban bastante silenciosos. Notó con vergüenza que era observado por los dos jóvenes. Al parecer la culminación para ellos había llegado mucho antes. No era raro, tenían la mitad de su edad, podía ser que tuviesen más vitalidad, pero también menos control y eso influía en que acabaran en la mitad del tiempo que lo hacía él.


Draco le miraba sonriente, mientras que Harry lo hacía con evidente lujuria.


Apartó la mirada y tomó la varita que mantenía en la pequeña mesa junto al sillón que ocupaba. Apenas un susurro y ya estaba limpio y con la ropa en su lugar. Se levantó del sofá sintiéndose bastante relajado.


-Esto ha sido bastante interesante -dijo el rubio mayor -. Quizá algún día podamos repetirlo.


Draco y Harry intercambiaron una mirada.


-Por qué no lo repetimos ahora mismo -sugirió el moreno con una sonrisa -. No tengo prisa en marcharme.


Lucius alzó una ceja.


-La idea no me desagrada, pero tal vez Draco, no piense igual -dijo el rubio mayor dirigiendo la vista hacia su hijo.


El muchacho rubio lo meditó un par de segundos. Tenía claro que aún no tenía suficiente. Harry Potter era como una de esas pociones que vendían ilegalmente y que provocaban adicción. Pero no le importaba demasiado, sabía que necesitaba más, mucho más.


-Pienso igual que Lucius -declaró el rubio.


Harry le miró un tanto sorprendido al oírle llamar a su padre por el nombre de pila. Imaginó que para el chico resultaba más apropiado en semejante circunstancia, sin duda sería un poco incómodo llamarlo con ese reverente «padre» después de la situación que acaban de vivir.


Lucius sonrió.


-Es temprano. Tenemos todo el día por delante. Creo que nos vendría bien un buen desayuno… para reponer fuerzas -dijo el rubio mirando lascivamente al de ojos esmeraldas.


Las entrañas de Harry se retorcieron. Esos ojos de plata no disimulaban ni un poco los pensamientos lujuriosos de su dueño. Esa faceta nueva de Lucius le gustaba mucho, así como la de Draco. Era genial que los Malfoy utilizaran su lado más oscuro para concretar fantasías de tipo erótico, pues cuando andaban interesados en asuntos tenebrosos le causaron muchos problemas y ellos mismos acabaron pasándolo bastante mal. Lo que siguió fue muy extraño para Harry. Compartió un almuerzo abundante y delicioso con Lucius y Draco, mientras hablaban de las cosas más insustanciales del mundo. Era casi absurdo, pero eso le hizo sentir muy bien. No salieron de la habitación el resto del día.


Draco y Lucius cada uno a su turno le hizo vivir sensaciones increíbles. Cuando el día llegó a su fin Harry se encontraba tan sin fuerzas que estaba seguro que no tendría ánimos ni para aparecerse fuera de su apartamento. Lucius sugirió que utilizará la red Flu.


Cuando estaba a punto de entrar a la chimenea, Harry reconoció frente a los rubios, padre e hijo que ese día resultó fantástico y que nunca podría olvidarlo, tampoco quería, confesó.


-Harry, no hay porque resignarse a que todo lo vivido solo forme parte de un agradable recuerdo. Ya has comprobado que nos gusta tu compañía y a ti te agrada la nuestra —dijo Lucius.

-¿Qué significa eso Lucius? -preguntó el moreno de ojos esmeraldas.

-Esto no tiene por qué acabar aquí -respondió Malfoy padre.


Harry miró a Draco.


-Mi padre tiene razón. Este día fue realmente increíble, no tiene por qué ser el último.

-Estás diciendo que te gustaría repetir esto -dijo Harry.

-Sí, me gustaría -admitió Draco -¿A ti no?


El moreno lo meditó por un segundo. Sabía que deseaba repetir aquello todas las veces que fuese posible, pero era demasiado peligroso.


-Yo estoy de novio con Ginny Weasley y lo más probable es que me case con ella dentro poco -argumentó Harry.

-Lo mismo haré yo cuando encuentre a la chica adecuada -dijo Draco -, pero eso no lo considero impedimento para que nos regalemos días agradables como el de hoy.

-No te cuestiones Harry, solo piensa en disfrutar la vida -agregó Lucius.


Harry los miró seriamente por casi un minuto.


-Bien, entonces ¿Cuándo nos reuniremos otra vez? -preguntó el de ojos esmeraldas.


Lucius y Draco sonrieron ampliamente.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


Harry finalmente se casó con Ginny un par de meses después de empezar una relación, dadas las circunstancias, más que estable con los dos rubios Malfoy. En un primer instante pensó que la vida se le iba a complicar, pues ahora sus obligaciones hogareñas le significarían menos tiempo libre, entre su trabajo en el Ministerio y el hogar que comenzaba a construir con Ginny. Pero de un modo increíble se adaptó a la situación y encontró el espacio para mantener el contacto con Lucius y Draco.


Harry pensó que aquella «aventura» por llamarla de algún modo, solo duraría un par de meses, pero se equivocó. Lo que inició como una jugarreta audaz, terminó siendo mucho más. Y así como su vida tomó el curso que todos esperaban, inclusive él, la relación con Draco y Lucius, hecha en un principio de pura lujuria, con el paso del tiempo se convirtió en su espacio personal y secreto a donde podía escapar de vez en cuando, especialmente en las ocasiones en que su vida de héroe, esposo y con el tiempo padre perfecto, le agobiaba más de la cuenta.


Lucius y Draco por su parte, siempre encontraron en sus vidas, tiempo y espacio para dedicarle a Harry. Les resultaba demasiado gratificante saber que Harry Potter, él héroe, el perfecto chico Gryffindor pertenecía al mundo mágico, a la familia de pelirrojos pobretones, a todos quienes le admiraban e idolatraban. Pero Harry Potter, el hombre, el seductor, el apasionado y lujurioso les pertenecía solo a ellos, a los Malfoy.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


Los rubios por su parte iban y venían con bastante frecuencia entre Inglaterra y Francia. La madre de Draco había optado por permanecer una temporada indefinida al otro lado del canal. Y ellos no lo lamentaron ni un poco. Pues eso les daba libertad absoluta cada vez que alojaban en la mansión y por supuesto con ellos, el invitado especial.


El espacio para tales reuniones en un comienzo fue según la contingencia, pero con el tiempo lograron una rutina bien planificada. Y sin querer, los dos Malfoy y Harry comenzaron a complementarse de un modo tan sutil, que ni siquiera se dieron cuenta de ello. A la sazón Harry adquirió habilidades nuevas y notoriamente influenciadas por sus dos amantes. Mejoró su trato y su lenguaje sin que él se diera cuenta, además que adquirió una notoria perspicacia que antes no tenía, su excesiva ingenuidad quedó relegada, así como también su confianza ciega. Pero todos estos cambios, fueron tan sutiles ni que el mismo Harry los percibía, porque quienes le rodeaban atribuían todos estos nuevos matices de su carácter a una madurez propia de un joven hombre casado y padre de familia.


Para Ginny y su familia, así como para los demás amigos de Harry esos cambios no significaron ningún contratiempo, pues pese a ellos, el muchacho de ojos esmeraldas no perdía su esencia, seguía siendo Harry.


Un año después de que Ginny Potter diera a luz a su primer hijo, Draco encontró a la bruja «apropiada» para casarse. Cumplía con los requisitos adecuados a la nueva posición que Draco pretendía adquirir en esa reformada sociedad mágica. Astoria Greengrass era rica y sangre pura. Su familia pertenecía a ese grupo de elite que rechazaba la mezcla de sangre, pero no simpatizaba con las ideas criminales de Voldemort y menos con la supremacía violenta de la sangre pura, aunque tampoco despreciaban para nada el tener influencias en ciertos círculos y que sus voces se escucharan en los sitios que eran apropiados a sus intereses.


El primer hijo de Draco nació solo un mes antes que el segundo hijo de Harry. Sin querer sacaron cuentas de que cuando debieran iniciar su primer curso en Hogwarts, sería el mismo año. Si este hecho les inquietó un poco no lo demostraron para nada. El que sí pensó en aquello fue Lucius. No le pareció que fuese coincidencia que ambas esposas concibieran en fechas similares. Tal vez el destino de esos hijos estaba entrelazado de algún modo, tal como lo estaban la vida de sus padres.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


Dieciséis años después


Lucius estaba acomodado en el sillón más cercano a la chimenea con una copa del excelente vino añejo que le gustaba para noches más frías como lo era esa. Odiaba reconocerlo y, jamás lo haría delante de alguien más, pero comenzaba a sentir un desagradable dolor en las rodillas. Los primeros signos de la vejez, decía una vocecita impertinente en su cabeza. El calor hacía desaparecer esa molestia gracias a Merlín.


La puerta de su despacho se abrió con suavidad.


-Buenas noches, padre -saludó una voz serena y profunda.

-Ah, Draco, pasa, ¿cómo fue todo? -preguntó el rubio de más edad.

-Bien.

-¿Cómo estaba Scorpius?

-Estaba emocionado, aunque ya sabes que no es de los que muestra sentimientos delante de quienes no conoce.

-Es un Malfoy.

-Exactamente -coincidió Draco acercándose al mueble de los licores -¿Qué bebes?

-Vino añejo.

-Me apetece coñac -dijo el rubio más joven observando las botellas de modo apreciativo.

-Supongo que lo viste.

-Hmm… claro.

-¿Y?

-Nada, casi nos saludamos.

-¿Cómo así?

-Estaba con ellos. Cuando me di cuenta de que me observaban… solo moví la cabeza a modo de saludo.


Lucius no hizo comentario alguno.


-¿Y tú mujer? -preguntó Malfoy padre cambiando completamente de tema.

-Mañana temprano se va a París con su hermana. Dice que no soportará estar en casa sin Scorpius, la nostalgia la matará.


El rubio más joven se sentó en el sillón de brazos altos que estaba frente a su padre.


-¿Dijo si visitaría a tu madre?

-Por supuesto. Ya sabes que se entienden a las mil maravillas.

-Mujeres -murmuró Lucius -. Ya me imagino lo triste que estás tú.

-Por supuesto. La partida de mi esposa una vez más me deja sumido en el dolor.


Lucius sonrió ante la ironía de su hijo.


-¿Crees que venga?

-No creo que pueda… de seguro que Lily estará triste y tendrá que consolarla.

-Bueno si no es esta noche espero que sea pronto, lo extraño. Este fue un largo verano.

-Sí, lo fue.

-Subiré a mi habitación -dijo Lucius mientras se levantaba del sillón -. Te irás a casa a pasar la noche con tu mujer supongo… ya que mañana se va.

-No. Dormiré aquí. Pero aún no tengo sueño, subiré dentro de un rato.

-Estaba bien. Buenas noches, Draco.

-Buenas noches, padre.


Tras la salida de Lucius el rubio ocupó el sillón de éste y continuó bebiendo su coñac. Cerró los ojos y rememoró la imagen de Harry Potter. Siempre le sucedía lo mismo cuando se encontraban en sitios públicos. No podía evitar los celos. Harry era más suyo que de esa pelirroja, pero era ella la que caminaba de su brazo, con gesto arrogante aunque fingiera que no.


De pronto comenzó a pensar en su hijo que a esa hora estaba con toda seguridad siendo seleccionado para la casa de Slytherin. En cuanto al hijo de Harry, por las cosas que éste le había contado, de seguro que sería otro Gryffindor.


En todo caso después de tantos años las cosas eran diferentes. Aquellos dos chicos eran una hoja en blanco. Podían comenzar a construir sus vidas desde cero. Ellos no crecieron bajo la influencia de ideas trasnochadas de pureza de sangre y demás. Por lo menos él se encargó de que su hijo no creciera con ideas como las que Lucius le inculcó a él. Si la fortuna estaba de su lado, era probable que su hijo Scorpius, nunca fuese amigo de Albus Potter, pero tampoco serían enemigos como lo fueron ellos apenas subieron al tren de Hogwarts con los mismos once años. Pero era demasiado pronto para decirlo. Tal vez el mismo destino que les puso aquel lejano día frente a frente en la tienda de túnicas de Madame Malkin, decidiera inmiscuirse otra vez.


Bebió un trago de coñac y cerró los ojos. Esa sería una noche larga.


-Ojala hubiese aprendido Legeremancia, así podría saber qué ideas están pasando por esa cabeza.


Draco volvió el rostro con rapidez.


Ahí estaba Harry apoyado de lado sobre la puerta y llevaba prendida a la solapa de la túnica aquel prendedor de oro y esmeraldas que originalmente tenía forma de ciervo, pero que al ser tocado por su dueño transformaba en una serpiente y enseguida se activaba como Traslador.


El rubio se levantó del sillón y caminó con lentitud hacia el recién llegado.


-Mi padre pensó que sería un buen regalo de cumpleaños -dijo Draco señalando con la cabeza el prendedor.

-Lo es. Más práctico inclusive que las monedas. Además es bonito -respondió el moreno.

-¿Cómo estuvo tu verano?

-Tranquilo dentro de lo que permite el tener tres hijos. ¿Y tú?

-Estuvimos todo el verano en Francia en casa de mi madre.

-¿Y Lucius?

-Con nosotros, a veces hasta daba la impresión de que aún es el esposo de mi madre.

-¿Y eso?

-Por qué se lo pasaban discutiendo cada dos por tres.


Harry se mordió el labio para no reír.


-Hace un instante me confesó que extrañaba, el verano se le hizo más largo de lo habitual.

-Yo también lo extrañé.

-¿Sólo a él?

-A ti también. El corazón me dio un vuelco cuando te vi hoy en la estación. Es una tontería, pero no puedo evitarlo.

-No es tontería, a mí me pasa igual cuando nos encontramos por ahí sin querer.

-Menos mal que no sucede muy a menudo, sino creo que alguno de los dos ya hubiese muerto del corazón.

-No hables de muerte, aún somos muy jóvenes… y pienso vivir largo tiempo… no te desharás de mí tan fácilmente, Potter.

-No pienso en deshacerme de ti Malfoy, solo pienso en follarte.

-No sé si se pueda, tal vez Lucius ya se durmió y…

-Lo sé -interrumpió Harry -, prometimos no follar nunca a escondidas de él.

-Hmm… sí.

-Vamos a su cuarto -sugirió Harry mientras besaba el cuello del rubio.

-¿Y si está dormido?

-Lo despertamos y listo.

-La verdad no creo que aún duerma, no lo hace cuando tú estás en su cabeza. Debe estarse preguntado cuándo vendrás.

-Entonces vamos de una vez, no quiero hacerlo esperar.


Salieron del despacho y se encaminaron hacia las escaleras que llevaban a la segunda planta. El primero en entrar al cuarto fue Draco.


-¿Lucius, ya estás dormido?


El hombre rubio que estaba en la cama con los ojos cerrados, pero que no dormía en realidad, se incorporó de inmediato. Solo existía un momento cuando su hijo se permitía llamarle por el nombre de pila. Pese a todos sus pronósticos poco halagüeños, Harry sí había venido. Sonrió.


-Por supuesto que no.


Harry y Draco se miraron y sonrieron. Tenían algunas horas por delante y mejor aprovecharlas de buena forma.


-Tal vez Lucius desea que le demuestres cuánto lo has extrañado, Harry -sugirió Draco.

-Será un placer -murmuró el moreno y comenzó a desabotonarse la camisa que llevaba bajo la túnica.


Lucius tembló inevitablemente de anticipación.


Draco ocupó el cómodo sillón frente a la cama. Aquella era la misma habitación donde comenzó todo hacía tantos años. Nada había cambiado. Bueno quizá algunas cosas sí cambiaron, objetivamente hablando. Pero a grandes rasgos Harry seguía siendo él, aunque bastante menos inocente gracias a la influencia de Lucius y suya. Pero aquella influencia no era cosa mala, pues en ella había total ausencia de malicia.


Fin

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