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Play with Fire por Kuroyami Mirai

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Notas del fanfic:

Disclaimer:

Todos los personajes de esta historia pertenecen a Masashi Kishimoto. Creador de la serie Naruto. Yo sólo los tomo prestados para satisfacer mi más apasionado pasatiempo, que es verlos envuelto en todo tipo de historias y situaciones. Sobre todo si es SasuNaru. No lucro con esto, es por simple diversión. La historia en cuestión es una adaptación hecha por mí del libro Beautiful Sacrifice, de Jamie McGuire.

El día había sido duro. Apenas pude dormir en la noche y mis ojeras eran profundas. Mi trabajo en el Café me absorbía desde la primera hora. Muchas voces dentro de un pequeño local sin aire acondicionado... Bueno, se podría decir que era algo más que agobiante.

Llegada las cuatro de la tarde, mi amiga Ino sacudió su larga coleta rubia hacia atrás de su hombro y guió al grupo de hombres a mi última mesa vacía. Todos se encontraban cubiertos de hollín debido a todo un día de trabajo. Parecían contentos con su agotamiento, un duro y largo turno detrás de ellos.

Sólo los turistas miraban a los hombres andrajosos. Los lugareños sabían exactamente quiénes eran y por qué se encontraban allí. Las botas polvorientas de los hombres y los tres cascos amarillo brillante que tenían en sus regazos, con el emblema del Departamento Contra Incendios, hacían que su especialidad fuera fácil de adivinar: un equipo de bomberos forestales, probablemente de la División Montañosa en Chi no Mori.

Saludé a los hombres con una expresión amable. —¿Qué van a beber?

—Seguro que tienes una linda ropa interior el día de hoy —dijo uno de ellos.

Bajé la barbilla y levanté una ceja.

—Cierra la boca y ordena, Suigetsu. Probablemente nos llamarán para que volvamos pronto.

—Maldición, Sasuke —dijo Suigetsu. Luego su ceño fruncido se dirigió hacia mí—. Consíguele un poco de comida, ¿quieres? Se pone de mal humor cuando tiene hambre.

—Puedo hacer eso —dije, molesto.

Sasuke me miró, y por un momento, fui capturado por dos cálidos iris negros, muy negros. Daba la impresión de que no tenían pupila. En menos de un segundo, encontré algo familiar detrás de sus ojos. Luego parpadeó y volvió a su menú.

Aunque generalmente sexys, en su mayoría encantadores, y siempre con una respetable cantidad de músculos; los hombres que andaban por nuestra ciudad con una capa de ceniza en sus botas, eran sólo para ser admirados desde lejos. Nadie con auto-respeto sería atrapado saliendo con uno de esos fascinantes y valientes hombres... por dos razones: Eran temporales, y te dejarían atrás, embarazado o con el corazón roto. Lo vi tantas veces. Mi abuelo se refería a estos hombres como errantes.

Konoha era un buffet de jóvenes lo bastante desesperados para ser engañados y amar a alguien que sabían que no se quedaría. No iba a ser uno de ellos ni aunque, según mis abuelos, fuera el idiota más educado en Hi no Kuni.

Sasuke me miró de nuevo, el blanco de sus ojos prácticamente brillando contra la suciedad en su cara. El negro azabache en sus irises coincidía con el cabello oscuro y desordenado en su cabeza. Aunque sus ojos eran amables, la piel de ambos brazos se encontraba cubierta con varios tatuajes, y parecía que pasó por bastante para ganar cada uno de ellos.

—¡Hey, Naruto, está listo! —gritó Jiraya desde la cocina.

Me giré hacia la ventana de alimentos, bandeja en mano, viendo que la orden de la mesa uno se encontraba en el mostrador de la pared que separaba la barra de la cocina. Los focos de calor en la parte de arriba, calentaron mis manos mientras agarraba cada plato y los ponía en la bandeja, luego me apresuré para llevar la comida a la mesa.

Soporté las estupideces de los bomberos y la palmada que uno de ellos me dio en el trasero. Mi amiga se fue temprano y me tocó a mí la mayoría del trabajo duro.

Después del infierno por el que me hicieron pasar, los bomberos se fueron dejándome una porquería de propina. Chasqueé la lengua para contener las ganas de arrojársela en la cara al más molesto de ellos cuando tomó mi muñeca antes de salir. Era el tal Sasuke. Habló una perorata sinsentido sobre el amor a primera vista y luego dijo que me esperaría cuando terminara mi turno.

Iluso.

Mi departamento estaba en el piso de arriba del café. No iba a salir a ningún lado. 

Algunas horas más tarde, el café ya había cerrado. Metí mi mano a mi delantal, saqué una gran goma de mascar y la eché a mi boca. Mis confiables viejos audífonos se ajustaban a la perfección en mis orejas, y el cantante principal de Sum 41 sonó por los cables conectados a mi teléfono mientras pasaba el trapeador por el piso de baldosas. Por lo general, el mango de madera dejaba una astilla en mi mano, pero me alegraba más tener eso que tener que asistir a clases obligatorias en la escuela de medicina.

Detestaba enfermarme o estar alrededor de enfermos, fluidos corporales y fisiología en su forma más básica. Las únicas personas que pensaban que sería una buena idea que fuera a la escuela de medicina, eran mis estúpidos abuelos.

Debido a que mis padres se la pasaban de viajes haciendo documentales sobre la vida animal, mis abuelos se encargaron de mi educación. O mejor dicho, de imponerme una dura personalidad regida por la disciplina militar a la que ellos estaban acostumbrados. Estaba harto, pero pude haber dado lo mejor de mí para terminar la carrera y complacerlos de una vez. Si el arrepentimiento no me hubiera matado noche tras noche, tal vez lo habría hecho.

Durante la segunda pausa antes de que "With Me" terminara, escuché un golpeteo en las hojas de vidrio que conformaban la muralla principal del Café. Levanté la mirada y me congelé, sacando cada audífono de mis orejas. El coronel Tobirama, ex Hokage de Konohagakure, se encontraba de pie en la vereda, golpeando con sus nudillos pese a que lo miraba.

Entrecerré los ojos a la pequeña mujer escondida detrás del distinguido militar. Al instante, Tsunade, mi jefa autoproclamada madre de repuesto, se dirigió a la puerta principal y puso la llave en la cerradura, girándola. Abrió, pero no les dio la bienvenida a las personas de pie en la calle. 

—Hola, coronel Tobirama. No los esperábamos.

Él le agradeció, quitándose su gorra, antes de intentar entrar. —Tan solo necesitaba hablar con Naruto.

Tsunade situó su mano en el pomo de la puerta, impidiéndole dar otro paso. —Lo lamento, Tobirama. Como dije: no los esperábamos.

Tobirama pestañeó una vez, y luego le echó un vistazo a su esposa. —Namikaze Naruto. ¿Tienes tiempo para hablar?

—No. —Hice una gran bomba con el chicle y la dejé reventarse.

—Hay un jovencito aquí afuera. ¿Está aquí para verte? —preguntó Tobirama.

Solté el trapeador y pasé al lado de Tsunade y mis abuelos apresuradamente para ver a Sasuke de pie con sus manos metidas en los bolsillos de sus vaqueros, apoyándose contra la esquina del edificio, justo más allá del muro de cristal.

—¿Qué haces aquí todavía? —pregunté.

Sasuke se enderezó y abrió su boca para hablar, pero fue interrumpido antes.

Tobirama lo señaló. —¿Este es uno de la maldita basura provisional de Administración de Tierras?

El sonrojo en las mejillas de Tobirama y el repentino brillo en sus ojos me llenaron de una satisfacción que sólo el resentimiento puro podría producir. Sasuke dio un par de pasos en nuestra dirección, completamente decidido ante el enojo de Tobirama.

—Él debe ser tu abuelo.

Mastiqué el chicle, molesto con la inesperada introducción.

Mito alejó la mirada, disgustada. —En serio, Naruto, pareces un animal comiendo su comida.

Hacer una gran bomba y estallándola en mi boca fue la única respuesta que pude lograr.

Sasuke estiró su mano con seguridad y una pequeña sonrisa burlona. —Uchiha Sasuke, señor. La basura de Servicios Forestales de Hi no Kuni. —El  bombero forestal levantó su barbilla, lo más probable pensando que impresionaría al pretencioso de pie frente a él.

En vez de eso, Tobirama cambió su peso de un pie al otro, enfurecido. —Un vagabundo. Justo cuando pensé que no podías caer más bajo. Cielos, Naruto.

Sasuke bajó su mano, volviendo a meterla en su bolsillo. Su mandíbula se tensó mientras claramente intentaba resistir el impulso de replicar. —Prefiero el término estacional —dijo Sasuke—. Estoy con el equipo de Bomberos Forestales Montañoso, situado justo en Chi no Mori.

—Tobirama —advirtió Mito, comprobando quien se encontraba al alcance del oído—, no es el momento ni el lugar.

Los hombros del bombero se elevaron cuando metió más profundo sus puños en los bolsillos. Tenía la sensación que era para impedir estrellar uno con la mandíbula de Tobirama. El movimiento de Sasuke provocó que mi abuelo notara sus brazos.

—¿Equipo de bomberos forestales, eh? Y por lo que parece, una pizarra infantil a medio tiempo.

Sasuke rió, echándole un vistazo a su brazo derecho. —Mi mejor amigo es un artista de tatuajes.

—¿Realmente no sales con este holgazán, verdad? —Como siempre, la pregunta de mi abuelo exigía una respuesta.

Sasuke me miró, y sonreí.

—No —respondí—, estamos enamorados. —Me acerqué a Sasuke, quien lucía igual de sorprendido que mi abuelo, y planté un suave beso en la esquina de su boca—. Mañana salgo a las ocho de la noche. Nos vemos a esa hora.

Sasuke sonrió y rodeó mi cintura, jalándome a su lado. —Cualquier cosa por ti, bebé.

Tobirama hizo una mueca de desprecio, pero Mito lo tocó en el pecho con gentileza, indicándole que se calmara. —Naruto, necesitamos hablar —dijo ella, sus ojos tomando nota de cada tatuaje de Sasuke y cada borde deshilachado de cada agujero en sus vaqueros.

—Ya hemos hablado —dije, sintiéndome seguro mientras Sasuke me abrazaba—, si tengo algo más que decirles, los llamaré.

—No has hablado con nosotros en meses. Es momento que lo hagas —dijo.

—¿Por qué? —pregunté—. Nada ha cambiado.

Mito me recorrió con su mirada y luego volvió a encontrar la mía. —Mucho ha cambiado. Te ves espantoso.

Sasuke me alejó un poco de él, echó un vistazo a mi cuerpo entero, y luego demostró su desacuerdo.

Mito suspiró.

—Te hemos dado espacio y tiempo para que comprendas esto por tu cuenta, pero ya es suficiente. Necesitas venir a casa.

Su descaro para siquiera pretender estar indignados, me imposibilitó a mantener la calma. Mi rostro se retorció. —Quiero que se vayan. Ahora.

Tobirama se movió y dio un paso adelante en un movimiento agresor. Sasuke también se movió, listo para atacar si era necesario. Ero-sennin enfrentó a mis abuelos antes, pero encontrarse de pie junto a Sasuke era diferente. Apenas me conocía, y sin embargo aquí estaba, con una actitud protectora frente a mí, frunciéndole el ceño a mi abuelo, retándolo a dar otro paso. No me sentí así de seguro en un largo tiempo.

—Buenas noches, señores —dijo Tsunade, mostrando su molestia. Su ceño fruncido sobre Tobirama, en una advertencia clara. Ella era respetuosa con el antiguo Hokage, además de que Tobirama era el hermano menor de su padre. Pero ni eso fue capaz de minimizar su cólera.

Sasuke tomó mi mano y me condujo al área del comedor del café, pasando por un lado de mis abuelos.

Jiraya se cruzó de brazos después que la puerta se cerró, observando a Sasuke. Él sólo bajó la mirada hacia mí, pese a que yo casi podía llegar al metro ochenta.  

—¿Hiciste eso sólo para enfadar a tus abuelos?

Alisé mi delantal y luego encontré su mirada. —Sip.

—¿Todavía quieres que te recoja a las ocho —preguntó—, o eso era parte del espectáculo?

Resoplé —De acuerdo. —Desamarré mi delantal mientras lo abandonaba para irme a casa.

—¿Acaba de aceptar? —preguntó Sasuke.

Jiraya sofocó una risa. —Será mejor que lo tomes y huyas, chico. No le ha dicho que sí a nadie en un tiempo.

Subí las escaleras hasta mi apartamento encima del Café, escuchando la puerta principal cerrándose después de que alguien dejara salir a Sasuke. Luego de dar un par de pasos hasta la ventana que daba a la calle del Té, observé cómo se dirigía a su camioneta en el estacionamiento.

Un gran suspiro abandonó mis labios. Era encantador, y era bombero. Yo ya era una estadística. No le permitiría que me convirtiera en otra. Una cena no sería difícil, y se lo debía por seguirme el juego mientras enfadaba a mis abuelos.

Sin embargo..., yo era experto en alejarme de los problemas y he logrado estar siempre al margen hasta ahora. Él no sería mi primera vez.

Notas finales:

Gracias x leer!


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